EL SANTO GRIAL EN ARAGÓN. VII
Dámaso Sangorrín
Diest
(Deán de la
Catedral de Jaca)
Publicado por
primera vez en la Revista Aragón,
año IV - nº 32,
Zaragoza, mayo de 1928
El Templo del
Santo Cáliz (segunda parte)
Ya tiene el
Santo Cáliz su Templo propio en una ciudad célebre por su antigüedad,
recientemente renovada y capital de un reino cristiano: ya va saliendo un poco
de las sombras a la luz del día y a la adoración de los fieles la misteriosa
Reliquia del divino Maestro, que había estado muchos siglos oculta y casi desconocida
por temor a los enemigos de la religión y de la patria. De aquí arranca la
nombradía universal que adquirió en los tiempos que siguieron a este suceso,
consignado primero en las escasas referencias históricas que de aquellos siglos
poseemos, y después en las innumerables leyendas que forjaron los bardos
alrededor del Santo Grial.
Si miramos con
cristales del siglo XX los sucesos del XI, no es posible que acertemos a
juzgarlos con exactitud. El hecho de la erección de un gran Templo a mediados
de aquel siglo no puede compararse en rapidez de publicidad con otros sucesos
similares de la época presente; ni la resonancia efímera que ahora adquieren
acontecimientos menos trascendentales que aquél puede servirle al crítico para
calcular la que pudiera tener en su tiempo. No había cronistas que escribieran
noticias de esta índole, ni abundaban como en los siglos siguientes los
trovadores que las ensalzaran en canciones y serventesios, ni los juglares que
las propagaran de pueblo en pueblo, mezcladas con sus invenciones y
habilidades. Y, no obstante, el gran acontecimiento del Templo de Jaca fué bien
pronto conocido y ponderado en España y en Francia; aquí para dar nombre a su
país, y allá para correr por las naciones occidentales de Europa, dando origen
a magníficas leyendas. Veamos por qué medios se difundió primeramente la
noticia.
No podemos
contar aún para este efecto a los magnates franceses que vinieron a Jaca cuando
el casamiento del rey D. Ramiro, porque ni se había principiado la construcción
del Templo, ni quizá se había proyectado: pero desde este matrimonio del rey y
con motivo de los feudos que trajo la reina en dote, ya no se interrumpió en
varias generaciones la relación familiar y política entre la Casa Real de
Aragón y los condes de Bigorra y vizcondes de Bearne; de donde puede suponerse
la frecuencia de las mutuas visitas. Vinieron luego los casamientos de dos
infantas de Aragón con dos condes franceses, cuando ya el edificio catedral
estaba poco menos que terminado. Llegó el fausto día de su inauguración, que
para más solemnizarla quiso el rey hacerla nombrada y de perdurable memoria con
un Concilio, y a él acudieron cuatro prelados franceses y otros tantos
españoles, y los próceses y abades principales del reino.
En estos tiempos
en que los príncipes y los millonarios recorren una nación sin más compañía
muchas veces que un secretario y el conductor del automóvil, todas estas
visitas que quedan indicadas vendrían a reducirse a medio centenar de personas
escasamente: pero recordemos cómo viajaban en aquellos siglos los sujetos de
rango. En una concordia y división de rentas que hizo el obispo Don García III
con el cabildo de Jaca, años después de estas fechas, se reservaba el derecho
de que los canónigos le habían de dar dos porciones canónicas diarias y la
manutención por seis días cada año para 12 hombres de a caballo y 30 de a pie
que le acompañaban: otro obispo firmó un convenio con el abad de San Juan de la
Peña, de que en sus visitas pastorales a los pueblos que eran del Monasterio,
no había de llevar más acompañamiento que 15 hombres a caballo y otros tantos a
pie. Si esto era sin salir del territorio del obispado, ¿cuántos acompañantes
traerían los próceres y obispos franceses, y los de Calahorra, Zaragoza, Roda y
Urgel? Y no era un lujo del servicio personal ni ostentación de riqueza el
empleo de tan numerosas comitivas, sino que eran verdaderas escoltas de gente
armada, necesarias para intimidar o repeler a las patrullas de malhechores que
vivían del pillaje y dominaban los campos y los caminos: pero no sólo en este
país, sino en todos los que tenían o habían tenido guerras, que son las que han
dejado siempre y en todas partes frecuentes semillas de bandolerismo.
Recordemos
también que los arquitectos y principales artífices del Templo de Jaca fueron
probablemente franceses, como lo está indicando su estructura y ornamentación,
semejantes a las de las iglesias francesas de aquella época que aún existen;
pues no hay que suponer imitaciones de las más antiguas de España -la de
Santiago de Compostela y la de San Vicente de Avila- que comenzaron a
levantarse algunos años después de estar terminada la nuestra, ni siquiera la
influencia de la arquitectura cluniacense, cuyo primer templo, el central de la
Orden y modelo de los demás, no empezó a construirse hasta el último decenio de
aquel siglo.
Todos esos
personajes y sus respectivos acompañamientos - que sumarían millares de
individuos- vieron y admiraron el magnífico Templo erigido por el rey de
Aragón, y al menos los magnates y los prelados verían de cerca y adorarían la
gran maravilla de riqueza y de arte que en él se guardaba, prodigio de
antigüedad y fuente de devoción, el Santo Cáliz de la Cena del Señor: y vueltos
a sus países, cada uno de ellos fué un propagandista de la suntuosidad del Templo
de Aragón, el mayor y más rico entonces en la España cristiana, y de la
existencia de la insigne Reliquia de la Redención. Así se explica fácilmente
que la difusión de estas dos ideas inseparables, Templo y Cáliz, llegara a
varios países de Europa y a todas las regiones cristianas y musulmanas de
nuestra Península.
Dejando para más
adelante el estudio de las leyendas europeas sobre el Santo Grial, fundadas en
estos hechos históricos, y careciendo las crónicas que los citen en los Estados
cristianos de España, vamos a exponer lo que cuentan a este respecto los
escritores árabes, más adelantados o más diligentes que los nuestros en aquella
época.
Los escritores
árabes que vamos a utilizar no son propiamente historiadores, sino geógrafos
que describieron los países del mundo conocido por ellos, aunque aluden con
frecuencia a algunos sucesos de los más salientes. Para nuestro objeto son
nueve estos autores (omitiendo otros que no nos interesan) y escribieron casi
sin interrupción desde mitad del siglo IX hasta bien entrado el XIV. Compendió
sus escritos hace pocos años el académico Sr. Alemany, sirviéndose -según dice-
de los trabajos que habían hecho los Sres. Saavedra y Conde y MM. Dozy y Goege.
Para comprender
mejor a estos geógrafos conviene tener presentes estas reglas: Sus referencias
no tenían carácter científico -aunque se ve que algunos de ellos conocieron las
descripciones geográficas de los griegos y de los romanos - sino más bien
político y económico para remitirlas al califa de Damasco, jefe supremo de
todos los musulmanes: Ninguno de estos escritores estuvo en la parte cristiana
o del Norte de España, y alguno de ellos no pisaron nuestra Península: En vez
de llamarla Iberia como los griegos o Hispania como los romanos, la llaman
Andalús o El Andalús y también Alandalús significando con este nombre unas
veces a toda ella, y otras sólo a la parte dominada por los sarracenos,
llamando entonces a las regiones cristianas - de Poniente a Oriente- Galicia,
Vasconia, el país de los Al-jascas y el país de los Francos. No tuvieron
conocimiento exacto de la figura y posición de la Península, pues unos la
suponen un triángulo y otros un cuadrilátero, creyendo algunos de ellos que la
cordillera de los Pirineos va de Norte a Sur, quedando, por consiguiente, nuestra
costa levantina al Madiodia de todo el país. Por estas causas y porque se
copiaban unos a otros sin criterio personal, abundan las inexactitudes en sus
escritos, además de los errores casi necesarios de transcripción, efecto de
tantos siglos, de tantas versiones y de la diferencia gráfica entre el árabe y
las lenguas latinas; a pesar de lo cual son muy interesantes sus notas para
nuestro asunto, no sólo por lo que dicen, sino hasta por lo que callan, si es
que podían decirlo.
I.-
ABEN-JORDADBO.- Es el primer geógrafo árabe que cita al Andalús. Su obra se
titula Libro de los caminos y de los reinos, y lo escribio en Persia, por los
años 844-48 de nuestra Era. Todas sus noticias son de origen árabe, sin tomar
nada de los griegos y romanos aunque eran bien conocidos en su tiempo. Después
de describir los países del extremo Oriente de Asia, pasa a las regiones de
Occidente, que ellos llaman Mogreb. A la nuestra la llama "Estados del
Omeya descenciente de Abderráhman-ben-Mohavia-ben-Alháquem", que es
Abderráhman II, a la sazón califa de Córdoba. "El país del Andalús, dice,
está situado al otro lado del mar. Códoba su capital dista cinco jornadas de la
costa. Y desde la costa de Córdoba, en que está Granada, hasta Narbona, que es
la última ciudad del Andalús del lado de Francia, hay una distancia de mil
millas. Toledo, donde antiguamente residía el rey, está a 20 jornadas de
Córdoba. El Andalús tiene cuarenta ciudades, como Mérida, Zaragoza, Narbona,
Gerona y Albaida. Este reino limita con Francia y los paises de pueblos
infieles (quiere decir "cristianos") que le están contiguos. Su
extensión en largo y ancho es de más de un mes de marcha. Todo el país es
fértil, rico y abundante en frutos. Los montes que los limitan al Norte, en la
frontera de los Romanos y de los Francos, están cubiertos de nieve". Este
pone bien los Pirineos, pero los une con los Alpes, como vemos también en
otros.
II.- EL JACUBÍ.-
Al terminarse el mismo siglo IX (año 891), escribio en el Mogreb su Libro de
los paises. En la descripción que hace del Andalús se nota que para él los
Pirineos van de N. a S., y cuando llega a esta región nuestra, dice: "Al
Oriente de Toledo está Zaragoza, ciudad fronteriza, una de las más grandes del
Andalús sita sobre el Ebro; y hacia el Norte de ella está Tudela enfrente de la
tierra de los infieles, llamados vascones; así como Huesca, sita al Norte de
Tudela (debió decir al Sur), está enfrente de una tribu de los francos, que se
llaman al-jascas. Al sur de Zaragoza está Tortosa, que es la última ciudad
fronteriza del Oriente del Andalús, enfrente de los francos y sobre el río que
viene de Zaragoza. Al Occidente de Tortosa está Valencia, etc." - Es el
primero que nombra a los al-jascas, o sin el artículo árabe , jascas, que en
opinión de todos los traductores y comentaristas corresponden a los jacetanos
de los antiguos geógrafos (después jaqueses o chaqueses), como se va también
claramente por la situación que le atribuye: pero no menciona a su capital,
Jaca, como tampoco la nombraba Aben-Jordadbo.
III. EL HAMADANÍ.-
Abubéker - Ahmed, por sobrenombre El Hamadaní, escribio su Libro de los países
el año 902, no se sabe donde. Otros escritores árabes dicen que no hizo más que
copiar a los anteriores, aunque en lo nuestro los copió muy mal, como vamos a
ver. Dice que de Córdoba a Toledo hay 20 jornadas, que el Andalus tiene 40
ciudades y más de un mes de marcha (lo mismo que Aben-Jordadbo) y cita algunas
maravillas que refirió éste y otras por su propia cuenta. Añade que hay minas
de oro y plata en Todmir (la región de Murcia), que para él dista 10 días de
Córdoba, en vez de 6 que dice El Jacubí. Luego viene hacia aquí y refiere que
junto a los infieles hay una tribu a la que se da el nombre de aljascas, los
cuales habitan cerca del mar. "La grafía del nombre de esta gente -dice
Alemany- aparece ya alterada en el texto de nuestro autor, en el que se escribe
la primera sílaba con ain en vez de alif, con lo cual resultó que no pudiendo
tomar la dicha primera sílaba por el artículo árabe, era imposible reducir esta
gente a los Jacetanos. Lo extraño es que, según los textos, todos los geógrafos
árabes posteriores adoptaron la mala escritura de nuestro autor o la de quien
él la tomó, desechando la del Jacubí". Esta mala descripción de los
jacetanos es muy antigua, pues proviene de los tiempos de Plinio, Estrabon y
Tolomeo, en cuyos escritos se confunden con los lacetanos y aun con los
laietanos de Cataluña.
IV.- EL
ISTAJRÍ.- Abuisac Ibrahim-ben-Mohamed, llamado el ISTJRÍ, escribió en oriente
su Libro de los caminos y de los reinos hacia el año 920, reinando en Córdoba
Abderráhman III. Describió la Arabia y la Persia, y al llegar al Mogreb u
Occidente, empieza por el reino árabe del Andalús, "el cual, dice,
principia del lado del Océano por la parte en que linda con el país de los
gallegos, en la región de Santarem, y continúa por Ossónoba, Sevilla, Sidonia,
Gibraltar, Málaga, Pechina, Murcia y Valencia, hasta Tortosa; después de ésta
se entra en el país de los infieles (cristianos), lindando por la parte del mar
con los francos, y después hacia el interior, al Oeste, con los aljascas, los
vascones y los gallegos, hasta encontrarse en el mar". Los que este
geógrafo y otros llaman "los Francos" ya se ve que son los condados
independientes cristianos de Ampurias, Besalu, Ausona (que es Vich), Barcelona,
Cerdaña, Urgel y Pallás, que es lo que entonces estaba libre de moros en la
actual Cataluña, aunque con cierta dependencia de los reyes francos. Sigue
copiando mal el nombre de al-jascas en una sola palabra, pero ya sabemos que se
refiere a los jacetanos. Luego dice que "los aljascas, vascones y gallegos
son cristianos, y el país de los aljascas es el de la guerra de los
cristianos". Por el año en que escribía esto El Istajrí, ya pudo referirse
a las grandes peleas que sostuvo con los moros nuestro rey Don Sancho Garcés I
(de 905 a 925), pero más seguramente tendría noticia de las conquistas de sus
próximos ascendientes. Otra vez habla de los francos, vascos y aljascas,
diciendo que "los primeros son el pueblo más numeroso de los que lindan
con el Andalús; después de los francos siguen en importancia los gallegos, a
los cuales siguen los vascones, que son gente más dura que una espina, y ocupan
menos extensión los aljascas, que forman como el dique entre los musulmanes y
los franceses. En la frontera de los vascones están las ciudades de Zaragoza,
Tudela y Lérida" (que todavía estaban en poder de los moros). Nombra otras
muchas poblaciones hasta el número de cuarenta, tanto del Andalús como de los
cristianos, pero no a Jaca.
V. ABENHAUCAL.-
Escribio su Libro de los caminos y de los reinos hacia el año 976,
probablemente en Córdoba (al menos en lo que se refiere al Andalús) siguiendo
el plan y muchas noticias del Istajrí. Se ve que en su descripción del Mogreb
llama alguna vez Galicia a toda la parte cristiana o del Norte de España;
aunque viniendo del país de Valencia y Tortosa dice que "después de él se
une ya con el país de los infieles, lindando con la parte del mar con los
francos y por la de Occidente con el país de los aljascas, que son una tribu de
Longobardos, después con el de los vascones y finalmente con el de los gallegos
hasta el mar". Esto de que los al-jascas eran una tribu de Longobardos
"no pudo tomarlo de los geógrafos anteriores- dice Alemany- sino acaso de
Plinio, cuya obra era conocida de Abenhaucal, en la cual se consigna que las
gentes que poblaban el país de los ilergetes o ilerdenses (cerca del de los
al-jascas) eran una tribu de Surdaones, y de aquí, mal leído o mal transcrito,
resulto Longobardos". Para este geógrafo, Narbona está en la Península de
Alandalús, error que proviene de que esa ciudad francesa formó parte algún
tiempo de los dominios musulmanes en Francia, y ahora la colocaba en lo que él
llama Galicia. Su antecesor El Istajrí no decía nada del carácter de los
habitantes de la Península, pero Abenhaucal afirma "que los francos están
dotados de muy buenas cualidades y que las gentes del Andalús sienten más
inclinación hacia ellos que hacia los gallegos: éstos son lo más sincero en
buenas prendas, lo más raro en obediencia, lo más duro en fuerza y lo más
grande en coraje, bravura y tenacidad". Más adelante habla de los
musulmanes del Andalús y dice de ellos que eran "gente de corto
entendimiento, malos jinetes y soldados sin bravura ni valor. Es cosa maravillosa
que se mantenga independiente el reino árabe del Andalús, y no haya sido
reducido a la obediencia de los califas (de Damasco), teniendo éstos noticia,
como la tienen, de las riquezas del país y de la cobardía de sus
soldados".
VI. EL MORO
RASIS.- Ahmed Arrasi, llamado vulgarmente Rasis, escribio en Códoba el libro
que se ha llamado Crónica del moro rasis, después del año 977, siendo califa
Hixén II. No dice nada que directamente se refiera a nuestro asunto, pero
transcribo este párrafo curioso que dedica a esta parte del Andalús:
"Confina con el término de Tortosa el de la muy vieja ciudad de Tarragona,
en la que se encuentran edificios muy antiguos y maravillosos, construidos tan
sólidamente que no pudo destruirlos Táric. Sigue el término de Lérida con su
río Segre que da oro fino, y a éste sigue el de Barbatania (comarca de
Barbastro) con villas y castillos muy fuertes, que linda con el de Huesca,
ciudad muy noble, muy antigua, muy grande, muy hermosa y muy bien asentada. Con
Huesca confina Tudela (no estaba bien enterado) cuyo pan y sabrosas frutas no
tienen quien las iguales; y con Tudela confina Zaragoza, de tierra llana con
muy buena y sabrosa fruta.
VII.- EL
EDRISÍ.- Mohamed Abuabdala llevó el sobrenombre de Edrisí porque era biznieto
de Edrís II, rey moro de Málaga, y ostentaba además el alto título de Xerife
porque descendía de la hija de Mahoma. Terminó su Geografía universal hacia el
año 1150, en España. Se le ha llamado el Estrabón árabe porque su obra es mucho
más extensa que las de sus antecesores y porque sigue el método, las noticias y
hasta los errores de aquel geógrafo griego. Describe toda la península del
Andalús, llamando Spania a la parte ocupada por los moros, y Castilla a la de
los cristianos. Supone ladeada a la Peninsula de modo que los Pirineos van de
N. a S. en distancia de cinco jornadas (siete ponía Avieno). Por esta mala
colocación se explica este párrafo suyo: "Toledo está en el centro y tiene
a Códoba al SO. a Jaca al E. y a Valencia al SE." Pone los términos extremos,
como Estrabón, desde el cabo de S. Vicente (SO. de Portugal) hasta el Templo de
Venus (cabo de Creus en Cataluña) en distancia de 1.100 millas, y su anchura de
600 desde la Iglesia de Santiago hasta Almería. Es el primero de todos estos
geógrafos que nombra a Jaca (en 1150) y al famoso templo de Venus, copiándolo
de Estrabón. Hay que advertir (por si algún lector lo ignora) que este Templo
de Venus fué levantado por los fenicios, de cinco a ocho siglos antes de la Era
cristiana, junto a un puerto natural de la costa francesa, entre Narbona y el
Cabo de Creus: la pequeña población que allí se formó vino a llamarse
"Puerto de Venus", Portus Veneris después, y de allí por contracción
"Portvendres" hasta hoy: no duró muchos siglos más ese templo, pues
ya no existía en los últimos tiempos de la época romana. -En su descripción de
la Península la divide El Edrisi en 26 climas o regiones, y después va citando
los nombres de ellas y sus ciudades más importantes, aunque con bastantes
errores y confusiones en lo que se refiere a la parte cristiana. En el Clima de
Arnedo -que es el 23- dice que estaban los castillos de Ayub (Calatayud) y
Daroca, y las ciudades de Zaragoza, Huesca y Tudela. Pasa al Clima de los
Aceitunos, que linda con el anterior, y dice que se llama así por el río del
mismo nombre, que para él es el Segre, y otros interpretan el Cinca, y en él
solo menciona las ciudades de Jaca, Lérida, Mequinenza y Fraga. Este Jaca no
está aquí muy bien colocado, como vamos a ver. Luego hace las descripciones de
Castilla, Portugal y Galicia y de otros países de nombre especial. En Portugal
incluye también las ciudades de Salamanca, Zamora y Avila: a Galicia la
extiende hasta Nájera, Logroño, Estella, Puente la Reina, Pamplona, etc.-Ahora
copio del Sr. Alemany al pie de la letra: "En el país del Templo -nombre
que da al reino pirenaico- por alusión al templo de Venus de Portvendres, que a
su vez lo daba a toda la cordillera fronteriza de España, menciona a Çoly,
Tudela, Huesca, Jaca y Calahorra. Los geógrafos anteriores llamaban a esta
región País de los Francos y en él comprendían, además de la gente de este
nombre, a los Jaqueses y Vascones, gentes que Edrisí ya no menciona". Este
párrafo -esencial para nuestro objeto- necesita algunas explicaciones. Parece
indudable que El Edrisí daba el nombre de "país del Templo" al que
los anteriores geógrafos llamaban país de los Al-jascas, que ya sabemos que
eran los Jacetanos, porque ya no los nombra con ese título antiguo, sino con el
de "Reino Pirenaico" que viene a ser lo mismo, pues en el tiempo del
Edrisí -primer tercio del siglo XII- no había más reino pirenaico que Aragón y
Pamplona hasta 1134. El subrayado nombre que da al reino Pirenaico son palabras
del mismo geógrafo, según se ve en otros pasajes que copia el Sr. Alemany: ahora
lo que sigue "por alusión al templo de Portvendres" es indudablemente
de este traductor. Creo que su opinión en este punto no es acertada, por varias
razones: 1ª El Edrisí no nombra aquí el templo de Venus, sino el "país del
Templo"; ya había mencionado antes el de Pontvendres (siguiendo a
Estrabón) como uno de los cuatro extremos de la Península: pero por muchos
errores que encontremos en sus descripciones, no hay motivo para suponer que
quisiera traer la influencia de las ruinas milenarias de Portvendres al país de
los Jacetanos, a más de trescientos kilómetros de distancia en línea recta: 2ª
Las ciudades principales del País del Templo -o del Reino Pirenaico- para el
Edrisi era Çoly (que nadie sabe cuál pudo ser), Tudela, Huesca, Jaca y
Calahorra, lo que da a entender que el Reino Pirenaico era en su opinión el de
Don AlfonsoI de Aragón y de Pamplona, antes de la reconquista de Zaragoza, que
sigue incluyéndola en su Andalús: y en este supuesto el llamar "país del
templo de Portvendres" al territorio que hay desde Huesca y Jaca hasta
Tudela y Calahorra, es una arbitrariedad tan evidente como le sería ahora el
decir que Cáceres se llamó "el país de las Columnas", por las que
dicen que puso Hércules en el estrecho de Gibraltar, o como lo será dentro de
mil años el llamar a Santander "la región de la Torre inclinada" por
alusión a la que hubo en Zaragoza; 3.ª Continúa el intérprete: "Los
geógrafos anteriores llamaban a esta región País de los Francos y en él
comprendían, además de la gente de este nombre, a los Jaqueses y Vascones,
gentes que Edrisí ya no menciona": no los menciona porque les da el nombre
de "País del Templo" o Reino Pirenaico. Y eso de que los anteriores
geógrafos llamaran a esta región "País de los Francos", no es completamente
exacto, pues solo El Jacubí había dicho hacía más de 250 años que los aljascas
eran una tribu de los francos, y El Hamadaní los confundió con los Lacetanos;
pero El Istajrí y Abenhaucal distinguían clara y repetidamente hacía dos siglos
a los francos, a los aljascas, a los vascones y a los gallegos, siempre en la
misma dirección de E. a O. -- Lo que parece que resulta con precisión es, que
El Edrisí llamó "País del Templo" a la región jacetana, no por
alusión al de Portvendres que hacía más de mil años que ya no existía, sino por
algún otro Templo de gran celebridad en el país que describe; de la misma
manera que cita "la Iglesia de Santiago" como uno de los puntos
extremos del Andalús, por la resonancia que llegó a tener hasta en Córdoba la
obra monumental del Templo Compostelano, que por aquellos lustros era la
actualidad mayor en la Península. Los geógrafos siguientes nos van a confirmar
en esta idea de que el Templo del Edrisí no era el de Portvendres, sino el de
los jacetanos.
VIII.-- YACUT.--
Era griego de origen, hijo de padres cristianos: fué cautivo en su niñez y
vendido como esclavo a un comerciante de Bagdad: abrazó la religión mahometana
y le dieron el nombre de Yacut, que significa jacinto, y el apellido de Abdala,
por sobrenombre El Rumí, que quiere decir "cristiano". Se hizo
comerciante en libros y escribió el Diccionario de los países antes del año
1229: murió en Siria. Se sirvió de las obras del moro Rasis y de Abenhaucal, y
siguió en mucha parte el plan del Edrisí. Lo más importante que dice para nuestro
propósito es esto: Describiendo el contorno del Andalús, pasa por el país de
Galicia y los siguientes hasta llegar a "Burdeos, sobre el mar Océano,
ciudad que está enfrente de Narbona, sobre el Mediterraneo; y aquí está el
ángulo tercero. Entre Narbona y Burdeos está el monte en el cual se halla el
templo de Venus y es la barrera que separa el Andalús del País de los Francos,
el Mayor. Y la distancia de él, de mar a mar, es de dos días: y si no fuera por
este monte, se encontrarían los dos mares y el Andalús sería una isla".
Claramente se ve que bebió en las fuentes del Edrisí esto del templo de Venus,
pero lo coloca precisamente donde nosotros el Templo jacetano, esto es, en los
montes que hay entre Burdeos y Narbona, que son los Pirineos, "la barrera
que separa el Andalús del país de los Francos, el Mayor", que es Francia,
lo mismo que había dicho El Istajrí hacia doscientos años, "que los
al-jascas forman el dique entre los musulmanes y los franceses". No es muy
de extrañar que estos geógrafos reduzcan la cordillera de los Pirineos a dos
días de camino, o a cinco jornadas como decía otro, porque como los moros no
llegaron a dominar de modo permanente la región pirenaica, ni los de Cordoba ni
mucho menos los escritores orientales tuvieron idea exacta de su longitud.
IX.--
ABULFEDA.-- Llamado también entre los árabes Emadeddin y Malec-saleh. Nació en
Damasco en 1273 y murió en Hamat en 1331; fué polígrafo en prosa y en verso;
escribió el Cuadro de las regiones hacia el año 1320; no estuvo en España:
sigue en su obra a los geógrafos griegos, romanos y árabes. Para nuestro objeto
es este escritor un testimonio de excepcional importancia, porque es el único
de quien publican los intérpretes un mapa del Andalús tal como él lo imaginó,
aunque con graves dislocaciones y errores. Con relación al repetidísimo y nunca
bien claro Templo de Venus, parece que en Abulfeda se corrobora la idea, que ya
asomaba en los geógrafos anteriores, de que había para ellos dos templos, uno
el que citaba Estrabón en la costa francesa, que era el verdadero de Venus en
Portvendres, y otro, que también llaman alguna vez de Venus, o simplemente
"el Templo", dentro de Al Andalús, en los montes que lo separan de
Francia, a los cuales llaman en diversas ocasiones "el país de los Puertos"
(o de las puertas) y el dique entre los musulmanes y los franceses. Al llegar a
la descripción de los Pirineos este autor dice "que separan la Peninsula
del Continente, tendidos en una longitud de cuatro jornadas de marcha. En ellos
está el Templo de Venus: sólo por ellos se puede entrar por tierra en el
Andalús desde el Continente, por los pasos que abrieron los antiguos valiéndose
del hierro, fuego y vinagre. La extremidad oriental de estos montes está del
lado de Narbona y Barcelona; por la parte occidental terminan en el Mar
Circundante al O. de Galicia". Otra vez vuelve a nombrar más adelante el
Templo de Venus, pero no este último de los Pirineos, sino el de Portvendres,
cuando cita como ciudad fronteriza a Guadalajara, y como extremas a Santiago y
al Templo de Venus. Pero nada nos puede dar una idea más completa de su opinión
y de la de algunos de sus antecesores y de la misma realidad, que el adjunto
plano, tomado exactamente de su mapa. A su vista no es posible que ningún
cristiano ni sarraceno entienda que ese templo es el de Portvendres, que se
había arruinado hacía más de diez siglos cerca de Narbona, sino otro Templo de
más actualidad y renombre en los tiempos de estos últimos geógrafos, situado
entre Pamplona y Barcelona, entre Tudela y Narbona, y entre Zaragoza y Burdeos:
esto es, en donde está desde el siglo XI el célebre Templo de los Al-jascas o
Jacetanos, el primer Templo Catedral de los que hoy existen en España, el que
levantó el Cristianisimo rey Don Ramiro I de Aragón para el Santo Cáliz del Redentor.
Esto es lo que
dicen con relación a nuestro asunto los escritores árabes; que aunque no son
ciertamente modelos de exactitud geográfica, vienen a suplir la escasez de
nuestros cronistas y de nuestros documentos de aquellos lejanísimos tiempos.
Veamos ahora un
poco de lo que callan, porque no pudieron decirlo; y aplicando aquel aforismo
de Derecho, Distingue tempora et concordabis jura, que traducido libremente
para este caso quiere decir, "Compara la fechas y te explicarás los
sucesos", tenemos: Por lo que respecta a la discutida existencia de la
población de Jaca desde la invasión de los moros hasta el reinado de Don Ramiro
I, convienen estos datos con el silencio que se observa en los pocos documentos
legítimos que tenemos de los tres primeros siglos de la reconquista - VIII, IX
y X - pues vemos que los seis primeros geógrafos no la nombran, aunque ponen
otras ciudades de menos importancia entonces entre las cuarenta que cita de
nuestra Península, y nombran a los Al-jascas (Jaqueses o Jacetanos) que de ella
tomaban su denominación desde la época romana, diciendo que eran "el país
de la guerra y el dique entre los sarracenos y los franceses", y fueron el
origen de los temibles Almogávares de la montaña: omisión tanto más
significativa, cuanto que los dominios musulmanes llegaban a la sazón hasta 50
kilometros del sitio donde parece que debía estar la capital de estos guerreros
jacetanos, o sea, hasta la Marca o frontera de castillos de Don Sancho el
Mayor, que quedo indicada. En cambio, la nombra El Edrisí, a mitad del siglo
XII, cuando los moros estaban ya a más de 200 kilómetros de ella, cuando no se
llama su país el de loa Al-jascas sino el Reino Pirenaico, poniéndola como
población importante de él con Tudela, Huesca y Calahorra, y cuando había perdido
su capitalidad, asumida primero por Huesca y despues por Zaragoza, según iba
progresando nuestra reconquista. A este geógrafo, y lo mismo a sus compañeros
en estas andanzas, les llegaba muy tarde, como hemos podido observar, las
noticias de los países cristianos de España: se acuerda de Jaca por el renombre
que había adquirido más de cincuenta años antes como capital del Reino
Pirenaico, y con este retraso la coloca con Toledo, Córdoba y Valencia en
concepto de puntos de orientación para los musulmanes.
Asimismo,
pudieron estos escritores mencionar el Templo de Venus, desde Aben-hordadbo y
Abenhaucal (siglos IX y X), cuando nombran a Narbona, en cuya región había
existido el dichoso Templo; y nadie se le ocurrió hacer referencia a él hasta
que otro Templo del Reino Pirenaico, célebre por todo el Andalús en los siglos
XI y XII, les recordó el que había citado Estrabón como punto extremo de la
Galia Narbonense: pero, aunque confundiendo las dos notas geográficas, resulta
con evidencia que el Templo de Portvendres no era, en su opinión, sino un dato
curioso de un geógrafo de más de mil años atrás, mientras el nuestro dió nombre
a su comarca, que ya no la llamaron desde entonces de los Al-jascas, sino el
PAÍS DEL TEMPLO.
(CONTINUARÁ)
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