lunes, 7 de abril de 2014

El Santo Grial en Aragón (VII). Dámaso Sangorrín






EL SANTO GRIAL EN ARAGÓN. VII

Dámaso Sangorrín Diest
(Deán de la Catedral de Jaca)

Publicado por primera vez en la Revista Aragón,
año IV - nº 32, Zaragoza, mayo de 1928

El Templo del Santo Cáliz (segunda parte)

Ya tiene el Santo Cáliz su Templo propio en una ciudad célebre por su antigüedad, recientemente renovada y capital de un reino cristiano: ya va saliendo un poco de las sombras a la luz del día y a la adoración de los fieles la misteriosa Reliquia del divino Maestro, que había estado muchos siglos oculta y casi desconocida por temor a los enemigos de la religión y de la patria. De aquí arranca la nombradía universal que adquirió en los tiempos que siguieron a este suceso, consignado primero en las escasas referencias históricas que de aquellos siglos poseemos, y después en las innumerables leyendas que forjaron los bardos alrededor del Santo Grial.
Si miramos con cristales del siglo XX los sucesos del XI, no es posible que acertemos a juzgarlos con exactitud. El hecho de la erección de un gran Templo a mediados de aquel siglo no puede compararse en rapidez de publicidad con otros sucesos similares de la época presente; ni la resonancia efímera que ahora adquieren acontecimientos menos trascendentales que aquél puede servirle al crítico para calcular la que pudiera tener en su tiempo. No había cronistas que escribieran noticias de esta índole, ni abundaban como en los siglos siguientes los trovadores que las ensalzaran en canciones y serventesios, ni los juglares que las propagaran de pueblo en pueblo, mezcladas con sus invenciones y habilidades. Y, no obstante, el gran acontecimiento del Templo de Jaca fué bien pronto conocido y ponderado en España y en Francia; aquí para dar nombre a su país, y allá para correr por las naciones occidentales de Europa, dando origen a magníficas leyendas. Veamos por qué medios se difundió primeramente la noticia.
No podemos contar aún para este efecto a los magnates franceses que vinieron a Jaca cuando el casamiento del rey D. Ramiro, porque ni se había principiado la construcción del Templo, ni quizá se había proyectado: pero desde este matrimonio del rey y con motivo de los feudos que trajo la reina en dote, ya no se interrumpió en varias generaciones la relación familiar y política entre la Casa Real de Aragón y los condes de Bigorra y vizcondes de Bearne; de donde puede suponerse la frecuencia de las mutuas visitas. Vinieron luego los casamientos de dos infantas de Aragón con dos condes franceses, cuando ya el edificio catedral estaba poco menos que terminado. Llegó el fausto día de su inauguración, que para más solemnizarla quiso el rey hacerla nombrada y de perdurable memoria con un Concilio, y a él acudieron cuatro prelados franceses y otros tantos españoles, y los próceses y abades principales del reino.
En estos tiempos en que los príncipes y los millonarios recorren una nación sin más compañía muchas veces que un secretario y el conductor del automóvil, todas estas visitas que quedan indicadas vendrían a reducirse a medio centenar de personas escasamente: pero recordemos cómo viajaban en aquellos siglos los sujetos de rango. En una concordia y división de rentas que hizo el obispo Don García III con el cabildo de Jaca, años después de estas fechas, se reservaba el derecho de que los canónigos le habían de dar dos porciones canónicas diarias y la manutención por seis días cada año para 12 hombres de a caballo y 30 de a pie que le acompañaban: otro obispo firmó un convenio con el abad de San Juan de la Peña, de que en sus visitas pastorales a los pueblos que eran del Monasterio, no había de llevar más acompañamiento que 15 hombres a caballo y otros tantos a pie. Si esto era sin salir del territorio del obispado, ¿cuántos acompañantes traerían los próceres y obispos franceses, y los de Calahorra, Zaragoza, Roda y Urgel? Y no era un lujo del servicio personal ni ostentación de riqueza el empleo de tan numerosas comitivas, sino que eran verdaderas escoltas de gente armada, necesarias para intimidar o repeler a las patrullas de malhechores que vivían del pillaje y dominaban los campos y los caminos: pero no sólo en este país, sino en todos los que tenían o habían tenido guerras, que son las que han dejado siempre y en todas partes frecuentes semillas de bandolerismo.
Recordemos también que los arquitectos y principales artífices del Templo de Jaca fueron probablemente franceses, como lo está indicando su estructura y ornamentación, semejantes a las de las iglesias francesas de aquella época que aún existen; pues no hay que suponer imitaciones de las más antiguas de España -la de Santiago de Compostela y la de San Vicente de Avila- que comenzaron a levantarse algunos años después de estar terminada la nuestra, ni siquiera la influencia de la arquitectura cluniacense, cuyo primer templo, el central de la Orden y modelo de los demás, no empezó a construirse hasta el último decenio de aquel siglo.
Todos esos personajes y sus respectivos acompañamientos - que sumarían millares de individuos- vieron y admiraron el magnífico Templo erigido por el rey de Aragón, y al menos los magnates y los prelados verían de cerca y adorarían la gran maravilla de riqueza y de arte que en él se guardaba, prodigio de antigüedad y fuente de devoción, el Santo Cáliz de la Cena del Señor: y vueltos a sus países, cada uno de ellos fué un propagandista de la suntuosidad del Templo de Aragón, el mayor y más rico entonces en la España cristiana, y de la existencia de la insigne Reliquia de la Redención. Así se explica fácilmente que la difusión de estas dos ideas inseparables, Templo y Cáliz, llegara a varios países de Europa y a todas las regiones cristianas y musulmanas de nuestra Península.
Dejando para más adelante el estudio de las leyendas europeas sobre el Santo Grial, fundadas en estos hechos históricos, y careciendo las crónicas que los citen en los Estados cristianos de España, vamos a exponer lo que cuentan a este respecto los escritores árabes, más adelantados o más diligentes que los nuestros en aquella época.
Los escritores árabes que vamos a utilizar no son propiamente historiadores, sino geógrafos que describieron los países del mundo conocido por ellos, aunque aluden con frecuencia a algunos sucesos de los más salientes. Para nuestro objeto son nueve estos autores (omitiendo otros que no nos interesan) y escribieron casi sin interrupción desde mitad del siglo IX hasta bien entrado el XIV. Compendió sus escritos hace pocos años el académico Sr. Alemany, sirviéndose -según dice- de los trabajos que habían hecho los Sres. Saavedra y Conde y MM. Dozy y Goege.
Para comprender mejor a estos geógrafos conviene tener presentes estas reglas: Sus referencias no tenían carácter científico -aunque se ve que algunos de ellos conocieron las descripciones geográficas de los griegos y de los romanos - sino más bien político y económico para remitirlas al califa de Damasco, jefe supremo de todos los musulmanes: Ninguno de estos escritores estuvo en la parte cristiana o del Norte de España, y alguno de ellos no pisaron nuestra Península: En vez de llamarla Iberia como los griegos o Hispania como los romanos, la llaman Andalús o El Andalús y también Alandalús significando con este nombre unas veces a toda ella, y otras sólo a la parte dominada por los sarracenos, llamando entonces a las regiones cristianas - de Poniente a Oriente- Galicia, Vasconia, el país de los Al-jascas y el país de los Francos. No tuvieron conocimiento exacto de la figura y posición de la Península, pues unos la suponen un triángulo y otros un cuadrilátero, creyendo algunos de ellos que la cordillera de los Pirineos va de Norte a Sur, quedando, por consiguiente, nuestra costa levantina al Madiodia de todo el país. Por estas causas y porque se copiaban unos a otros sin criterio personal, abundan las inexactitudes en sus escritos, además de los errores casi necesarios de transcripción, efecto de tantos siglos, de tantas versiones y de la diferencia gráfica entre el árabe y las lenguas latinas; a pesar de lo cual son muy interesantes sus notas para nuestro asunto, no sólo por lo que dicen, sino hasta por lo que callan, si es que podían decirlo.

I.- ABEN-JORDADBO.- Es el primer geógrafo árabe que cita al Andalús. Su obra se titula Libro de los caminos y de los reinos, y lo escribio en Persia, por los años 844-48 de nuestra Era. Todas sus noticias son de origen árabe, sin tomar nada de los griegos y romanos aunque eran bien conocidos en su tiempo. Después de describir los países del extremo Oriente de Asia, pasa a las regiones de Occidente, que ellos llaman Mogreb. A la nuestra la llama "Estados del Omeya descenciente de Abderráhman-ben-Mohavia-ben-Alháquem", que es Abderráhman II, a la sazón califa de Córdoba. "El país del Andalús, dice, está situado al otro lado del mar. Códoba su capital dista cinco jornadas de la costa. Y desde la costa de Córdoba, en que está Granada, hasta Narbona, que es la última ciudad del Andalús del lado de Francia, hay una distancia de mil millas. Toledo, donde antiguamente residía el rey, está a 20 jornadas de Córdoba. El Andalús tiene cuarenta ciudades, como Mérida, Zaragoza, Narbona, Gerona y Albaida. Este reino limita con Francia y los paises de pueblos infieles (quiere decir "cristianos") que le están contiguos. Su extensión en largo y ancho es de más de un mes de marcha. Todo el país es fértil, rico y abundante en frutos. Los montes que los limitan al Norte, en la frontera de los Romanos y de los Francos, están cubiertos de nieve". Este pone bien los Pirineos, pero los une con los Alpes, como vemos también en otros.

II.- EL JACUBÍ.- Al terminarse el mismo siglo IX (año 891), escribio en el Mogreb su Libro de los paises. En la descripción que hace del Andalús se nota que para él los Pirineos van de N. a S., y cuando llega a esta región nuestra, dice: "Al Oriente de Toledo está Zaragoza, ciudad fronteriza, una de las más grandes del Andalús sita sobre el Ebro; y hacia el Norte de ella está Tudela enfrente de la tierra de los infieles, llamados vascones; así como Huesca, sita al Norte de Tudela (debió decir al Sur), está enfrente de una tribu de los francos, que se llaman al-jascas. Al sur de Zaragoza está Tortosa, que es la última ciudad fronteriza del Oriente del Andalús, enfrente de los francos y sobre el río que viene de Zaragoza. Al Occidente de Tortosa está Valencia, etc." - Es el primero que nombra a los al-jascas, o sin el artículo árabe , jascas, que en opinión de todos los traductores y comentaristas corresponden a los jacetanos de los antiguos geógrafos (después jaqueses o chaqueses), como se va también claramente por la situación que le atribuye: pero no menciona a su capital, Jaca, como tampoco la nombraba Aben-Jordadbo.

III. EL HAMADANÍ.- Abubéker - Ahmed, por sobrenombre El Hamadaní, escribio su Libro de los países el año 902, no se sabe donde. Otros escritores árabes dicen que no hizo más que copiar a los anteriores, aunque en lo nuestro los copió muy mal, como vamos a ver. Dice que de Córdoba a Toledo hay 20 jornadas, que el Andalus tiene 40 ciudades y más de un mes de marcha (lo mismo que Aben-Jordadbo) y cita algunas maravillas que refirió éste y otras por su propia cuenta. Añade que hay minas de oro y plata en Todmir (la región de Murcia), que para él dista 10 días de Córdoba, en vez de 6 que dice El Jacubí. Luego viene hacia aquí y refiere que junto a los infieles hay una tribu a la que se da el nombre de aljascas, los cuales habitan cerca del mar. "La grafía del nombre de esta gente -dice Alemany- aparece ya alterada en el texto de nuestro autor, en el que se escribe la primera sílaba con ain en vez de alif, con lo cual resultó que no pudiendo tomar la dicha primera sílaba por el artículo árabe, era imposible reducir esta gente a los Jacetanos. Lo extraño es que, según los textos, todos los geógrafos árabes posteriores adoptaron la mala escritura de nuestro autor o la de quien él la tomó, desechando la del Jacubí". Esta mala descripción de los jacetanos es muy antigua, pues proviene de los tiempos de Plinio, Estrabon y Tolomeo, en cuyos escritos se confunden con los lacetanos y aun con los laietanos de Cataluña.

IV.- EL ISTAJRÍ.- Abuisac Ibrahim-ben-Mohamed, llamado el ISTJRÍ, escribió en oriente su Libro de los caminos y de los reinos hacia el año 920, reinando en Córdoba Abderráhman III. Describió la Arabia y la Persia, y al llegar al Mogreb u Occidente, empieza por el reino árabe del Andalús, "el cual, dice, principia del lado del Océano por la parte en que linda con el país de los gallegos, en la región de Santarem, y continúa por Ossónoba, Sevilla, Sidonia, Gibraltar, Málaga, Pechina, Murcia y Valencia, hasta Tortosa; después de ésta se entra en el país de los infieles (cristianos), lindando por la parte del mar con los francos, y después hacia el interior, al Oeste, con los aljascas, los vascones y los gallegos, hasta encontrarse en el mar". Los que este geógrafo y otros llaman "los Francos" ya se ve que son los condados independientes cristianos de Ampurias, Besalu, Ausona (que es Vich), Barcelona, Cerdaña, Urgel y Pallás, que es lo que entonces estaba libre de moros en la actual Cataluña, aunque con cierta dependencia de los reyes francos. Sigue copiando mal el nombre de al-jascas en una sola palabra, pero ya sabemos que se refiere a los jacetanos. Luego dice que "los aljascas, vascones y gallegos son cristianos, y el país de los aljascas es el de la guerra de los cristianos". Por el año en que escribía esto El Istajrí, ya pudo referirse a las grandes peleas que sostuvo con los moros nuestro rey Don Sancho Garcés I (de 905 a 925), pero más seguramente tendría noticia de las conquistas de sus próximos ascendientes. Otra vez habla de los francos, vascos y aljascas, diciendo que "los primeros son el pueblo más numeroso de los que lindan con el Andalús; después de los francos siguen en importancia los gallegos, a los cuales siguen los vascones, que son gente más dura que una espina, y ocupan menos extensión los aljascas, que forman como el dique entre los musulmanes y los franceses. En la frontera de los vascones están las ciudades de Zaragoza, Tudela y Lérida" (que todavía estaban en poder de los moros). Nombra otras muchas poblaciones hasta el número de cuarenta, tanto del Andalús como de los cristianos, pero no a Jaca.

V. ABENHAUCAL.- Escribio su Libro de los caminos y de los reinos hacia el año 976, probablemente en Córdoba (al menos en lo que se refiere al Andalús) siguiendo el plan y muchas noticias del Istajrí. Se ve que en su descripción del Mogreb llama alguna vez Galicia a toda la parte cristiana o del Norte de España; aunque viniendo del país de Valencia y Tortosa dice que "después de él se une ya con el país de los infieles, lindando con la parte del mar con los francos y por la de Occidente con el país de los aljascas, que son una tribu de Longobardos, después con el de los vascones y finalmente con el de los gallegos hasta el mar". Esto de que los al-jascas eran una tribu de Longobardos "no pudo tomarlo de los geógrafos anteriores- dice Alemany- sino acaso de Plinio, cuya obra era conocida de Abenhaucal, en la cual se consigna que las gentes que poblaban el país de los ilergetes o ilerdenses (cerca del de los al-jascas) eran una tribu de Surdaones, y de aquí, mal leído o mal transcrito, resulto Longobardos". Para este geógrafo, Narbona está en la Península de Alandalús, error que proviene de que esa ciudad francesa formó parte algún tiempo de los dominios musulmanes en Francia, y ahora la colocaba en lo que él llama Galicia. Su antecesor El Istajrí no decía nada del carácter de los habitantes de la Península, pero Abenhaucal afirma "que los francos están dotados de muy buenas cualidades y que las gentes del Andalús sienten más inclinación hacia ellos que hacia los gallegos: éstos son lo más sincero en buenas prendas, lo más raro en obediencia, lo más duro en fuerza y lo más grande en coraje, bravura y tenacidad". Más adelante habla de los musulmanes del Andalús y dice de ellos que eran "gente de corto entendimiento, malos jinetes y soldados sin bravura ni valor. Es cosa maravillosa que se mantenga independiente el reino árabe del Andalús, y no haya sido reducido a la obediencia de los califas (de Damasco), teniendo éstos noticia, como la tienen, de las riquezas del país y de la cobardía de sus soldados".

VI. EL MORO RASIS.- Ahmed Arrasi, llamado vulgarmente Rasis, escribio en Códoba el libro que se ha llamado Crónica del moro rasis, después del año 977, siendo califa Hixén II. No dice nada que directamente se refiera a nuestro asunto, pero transcribo este párrafo curioso que dedica a esta parte del Andalús: "Confina con el término de Tortosa el de la muy vieja ciudad de Tarragona, en la que se encuentran edificios muy antiguos y maravillosos, construidos tan sólidamente que no pudo destruirlos Táric. Sigue el término de Lérida con su río Segre que da oro fino, y a éste sigue el de Barbatania (comarca de Barbastro) con villas y castillos muy fuertes, que linda con el de Huesca, ciudad muy noble, muy antigua, muy grande, muy hermosa y muy bien asentada. Con Huesca confina Tudela (no estaba bien enterado) cuyo pan y sabrosas frutas no tienen quien las iguales; y con Tudela confina Zaragoza, de tierra llana con muy buena y sabrosa fruta.

VII.- EL EDRISÍ.- Mohamed Abuabdala llevó el sobrenombre de Edrisí porque era biznieto de Edrís II, rey moro de Málaga, y ostentaba además el alto título de Xerife porque descendía de la hija de Mahoma. Terminó su Geografía universal hacia el año 1150, en España. Se le ha llamado el Estrabón árabe porque su obra es mucho más extensa que las de sus antecesores y porque sigue el método, las noticias y hasta los errores de aquel geógrafo griego. Describe toda la península del Andalús, llamando Spania a la parte ocupada por los moros, y Castilla a la de los cristianos. Supone ladeada a la Peninsula de modo que los Pirineos van de N. a S. en distancia de cinco jornadas (siete ponía Avieno). Por esta mala colocación se explica este párrafo suyo: "Toledo está en el centro y tiene a Códoba al SO. a Jaca al E. y a Valencia al SE." Pone los términos extremos, como Estrabón, desde el cabo de S. Vicente (SO. de Portugal) hasta el Templo de Venus (cabo de Creus en Cataluña) en distancia de 1.100 millas, y su anchura de 600 desde la Iglesia de Santiago hasta Almería. Es el primero de todos estos geógrafos que nombra a Jaca (en 1150) y al famoso templo de Venus, copiándolo de Estrabón. Hay que advertir (por si algún lector lo ignora) que este Templo de Venus fué levantado por los fenicios, de cinco a ocho siglos antes de la Era cristiana, junto a un puerto natural de la costa francesa, entre Narbona y el Cabo de Creus: la pequeña población que allí se formó vino a llamarse "Puerto de Venus", Portus Veneris después, y de allí por contracción "Portvendres" hasta hoy: no duró muchos siglos más ese templo, pues ya no existía en los últimos tiempos de la época romana. -En su descripción de la Península la divide El Edrisi en 26 climas o regiones, y después va citando los nombres de ellas y sus ciudades más importantes, aunque con bastantes errores y confusiones en lo que se refiere a la parte cristiana. En el Clima de Arnedo -que es el 23- dice que estaban los castillos de Ayub (Calatayud) y Daroca, y las ciudades de Zaragoza, Huesca y Tudela. Pasa al Clima de los Aceitunos, que linda con el anterior, y dice que se llama así por el río del mismo nombre, que para él es el Segre, y otros interpretan el Cinca, y en él solo menciona las ciudades de Jaca, Lérida, Mequinenza y Fraga. Este Jaca no está aquí muy bien colocado, como vamos a ver. Luego hace las descripciones de Castilla, Portugal y Galicia y de otros países de nombre especial. En Portugal incluye también las ciudades de Salamanca, Zamora y Avila: a Galicia la extiende hasta Nájera, Logroño, Estella, Puente la Reina, Pamplona, etc.-Ahora copio del Sr. Alemany al pie de la letra: "En el país del Templo -nombre que da al reino pirenaico- por alusión al templo de Venus de Portvendres, que a su vez lo daba a toda la cordillera fronteriza de España, menciona a Çoly, Tudela, Huesca, Jaca y Calahorra. Los geógrafos anteriores llamaban a esta región País de los Francos y en él comprendían, además de la gente de este nombre, a los Jaqueses y Vascones, gentes que Edrisí ya no menciona". Este párrafo -esencial para nuestro objeto- necesita algunas explicaciones. Parece indudable que El Edrisí daba el nombre de "país del Templo" al que los anteriores geógrafos llamaban país de los Al-jascas, que ya sabemos que eran los Jacetanos, porque ya no los nombra con ese título antiguo, sino con el de "Reino Pirenaico" que viene a ser lo mismo, pues en el tiempo del Edrisí -primer tercio del siglo XII- no había más reino pirenaico que Aragón y Pamplona hasta 1134. El subrayado nombre que da al reino Pirenaico son palabras del mismo geógrafo, según se ve en otros pasajes que copia el Sr. Alemany: ahora lo que sigue "por alusión al templo de Portvendres" es indudablemente de este traductor. Creo que su opinión en este punto no es acertada, por varias razones: 1ª El Edrisí no nombra aquí el templo de Venus, sino el "país del Templo"; ya había mencionado antes el de Pontvendres (siguiendo a Estrabón) como uno de los cuatro extremos de la Península: pero por muchos errores que encontremos en sus descripciones, no hay motivo para suponer que quisiera traer la influencia de las ruinas milenarias de Portvendres al país de los Jacetanos, a más de trescientos kilómetros de distancia en línea recta: 2ª Las ciudades principales del País del Templo -o del Reino Pirenaico- para el Edrisi era Çoly (que nadie sabe cuál pudo ser), Tudela, Huesca, Jaca y Calahorra, lo que da a entender que el Reino Pirenaico era en su opinión el de Don AlfonsoI de Aragón y de Pamplona, antes de la reconquista de Zaragoza, que sigue incluyéndola en su Andalús: y en este supuesto el llamar "país del templo de Portvendres" al territorio que hay desde Huesca y Jaca hasta Tudela y Calahorra, es una arbitrariedad tan evidente como le sería ahora el decir que Cáceres se llamó "el país de las Columnas", por las que dicen que puso Hércules en el estrecho de Gibraltar, o como lo será dentro de mil años el llamar a Santander "la región de la Torre inclinada" por alusión a la que hubo en Zaragoza; 3.ª Continúa el intérprete: "Los geógrafos anteriores llamaban a esta región País de los Francos y en él comprendían, además de la gente de este nombre, a los Jaqueses y Vascones, gentes que Edrisí ya no menciona": no los menciona porque les da el nombre de "País del Templo" o Reino Pirenaico. Y eso de que los anteriores geógrafos llamaran a esta región "País de los Francos", no es completamente exacto, pues solo El Jacubí había dicho hacía más de 250 años que los aljascas eran una tribu de los francos, y El Hamadaní los confundió con los Lacetanos; pero El Istajrí y Abenhaucal distinguían clara y repetidamente hacía dos siglos a los francos, a los aljascas, a los vascones y a los gallegos, siempre en la misma dirección de E. a O. -- Lo que parece que resulta con precisión es, que El Edrisí llamó "País del Templo" a la región jacetana, no por alusión al de Portvendres que hacía más de mil años que ya no existía, sino por algún otro Templo de gran celebridad en el país que describe; de la misma manera que cita "la Iglesia de Santiago" como uno de los puntos extremos del Andalús, por la resonancia que llegó a tener hasta en Córdoba la obra monumental del Templo Compostelano, que por aquellos lustros era la actualidad mayor en la Península. Los geógrafos siguientes nos van a confirmar en esta idea de que el Templo del Edrisí no era el de Portvendres, sino el de los jacetanos.

VIII.-- YACUT.-- Era griego de origen, hijo de padres cristianos: fué cautivo en su niñez y vendido como esclavo a un comerciante de Bagdad: abrazó la religión mahometana y le dieron el nombre de Yacut, que significa jacinto, y el apellido de Abdala, por sobrenombre El Rumí, que quiere decir "cristiano". Se hizo comerciante en libros y escribió el Diccionario de los países antes del año 1229: murió en Siria. Se sirvió de las obras del moro Rasis y de Abenhaucal, y siguió en mucha parte el plan del Edrisí. Lo más importante que dice para nuestro propósito es esto: Describiendo el contorno del Andalús, pasa por el país de Galicia y los siguientes hasta llegar a "Burdeos, sobre el mar Océano, ciudad que está enfrente de Narbona, sobre el Mediterraneo; y aquí está el ángulo tercero. Entre Narbona y Burdeos está el monte en el cual se halla el templo de Venus y es la barrera que separa el Andalús del País de los Francos, el Mayor. Y la distancia de él, de mar a mar, es de dos días: y si no fuera por este monte, se encontrarían los dos mares y el Andalús sería una isla". Claramente se ve que bebió en las fuentes del Edrisí esto del templo de Venus, pero lo coloca precisamente donde nosotros el Templo jacetano, esto es, en los montes que hay entre Burdeos y Narbona, que son los Pirineos, "la barrera que separa el Andalús del país de los Francos, el Mayor", que es Francia, lo mismo que había dicho El Istajrí hacia doscientos años, "que los al-jascas forman el dique entre los musulmanes y los franceses". No es muy de extrañar que estos geógrafos reduzcan la cordillera de los Pirineos a dos días de camino, o a cinco jornadas como decía otro, porque como los moros no llegaron a dominar de modo permanente la región pirenaica, ni los de Cordoba ni mucho menos los escritores orientales tuvieron idea exacta de su longitud.

IX.-- ABULFEDA.-- Llamado también entre los árabes Emadeddin y Malec-saleh. Nació en Damasco en 1273 y murió en Hamat en 1331; fué polígrafo en prosa y en verso; escribió el Cuadro de las regiones hacia el año 1320; no estuvo en España: sigue en su obra a los geógrafos griegos, romanos y árabes. Para nuestro objeto es este escritor un testimonio de excepcional importancia, porque es el único de quien publican los intérpretes un mapa del Andalús tal como él lo imaginó, aunque con graves dislocaciones y errores. Con relación al repetidísimo y nunca bien claro Templo de Venus, parece que en Abulfeda se corrobora la idea, que ya asomaba en los geógrafos anteriores, de que había para ellos dos templos, uno el que citaba Estrabón en la costa francesa, que era el verdadero de Venus en Portvendres, y otro, que también llaman alguna vez de Venus, o simplemente "el Templo", dentro de Al Andalús, en los montes que lo separan de Francia, a los cuales llaman en diversas ocasiones "el país de los Puertos" (o de las puertas) y el dique entre los musulmanes y los franceses. Al llegar a la descripción de los Pirineos este autor dice "que separan la Peninsula del Continente, tendidos en una longitud de cuatro jornadas de marcha. En ellos está el Templo de Venus: sólo por ellos se puede entrar por tierra en el Andalús desde el Continente, por los pasos que abrieron los antiguos valiéndose del hierro, fuego y vinagre. La extremidad oriental de estos montes está del lado de Narbona y Barcelona; por la parte occidental terminan en el Mar Circundante al O. de Galicia". Otra vez vuelve a nombrar más adelante el Templo de Venus, pero no este último de los Pirineos, sino el de Portvendres, cuando cita como ciudad fronteriza a Guadalajara, y como extremas a Santiago y al Templo de Venus. Pero nada nos puede dar una idea más completa de su opinión y de la de algunos de sus antecesores y de la misma realidad, que el adjunto plano, tomado exactamente de su mapa. A su vista no es posible que ningún cristiano ni sarraceno entienda que ese templo es el de Portvendres, que se había arruinado hacía más de diez siglos cerca de Narbona, sino otro Templo de más actualidad y renombre en los tiempos de estos últimos geógrafos, situado entre Pamplona y Barcelona, entre Tudela y Narbona, y entre Zaragoza y Burdeos: esto es, en donde está desde el siglo XI el célebre Templo de los Al-jascas o Jacetanos, el primer Templo Catedral de los que hoy existen en España, el que levantó el Cristianisimo rey Don Ramiro I de Aragón para el Santo Cáliz del Redentor.

Esto es lo que dicen con relación a nuestro asunto los escritores árabes; que aunque no son ciertamente modelos de exactitud geográfica, vienen a suplir la escasez de nuestros cronistas y de nuestros documentos de aquellos lejanísimos tiempos.
Veamos ahora un poco de lo que callan, porque no pudieron decirlo; y aplicando aquel aforismo de Derecho, Distingue tempora et concordabis jura, que traducido libremente para este caso quiere decir, "Compara la fechas y te explicarás los sucesos", tenemos: Por lo que respecta a la discutida existencia de la población de Jaca desde la invasión de los moros hasta el reinado de Don Ramiro I, convienen estos datos con el silencio que se observa en los pocos documentos legítimos que tenemos de los tres primeros siglos de la reconquista - VIII, IX y X - pues vemos que los seis primeros geógrafos no la nombran, aunque ponen otras ciudades de menos importancia entonces entre las cuarenta que cita de nuestra Península, y nombran a los Al-jascas (Jaqueses o Jacetanos) que de ella tomaban su denominación desde la época romana, diciendo que eran "el país de la guerra y el dique entre los sarracenos y los franceses", y fueron el origen de los temibles Almogávares de la montaña: omisión tanto más significativa, cuanto que los dominios musulmanes llegaban a la sazón hasta 50 kilometros del sitio donde parece que debía estar la capital de estos guerreros jacetanos, o sea, hasta la Marca o frontera de castillos de Don Sancho el Mayor, que quedo indicada. En cambio, la nombra El Edrisí, a mitad del siglo XII, cuando los moros estaban ya a más de 200 kilómetros de ella, cuando no se llama su país el de loa Al-jascas sino el Reino Pirenaico, poniéndola como población importante de él con Tudela, Huesca y Calahorra, y cuando había perdido su capitalidad, asumida primero por Huesca y despues por Zaragoza, según iba progresando nuestra reconquista. A este geógrafo, y lo mismo a sus compañeros en estas andanzas, les llegaba muy tarde, como hemos podido observar, las noticias de los países cristianos de España: se acuerda de Jaca por el renombre que había adquirido más de cincuenta años antes como capital del Reino Pirenaico, y con este retraso la coloca con Toledo, Córdoba y Valencia en concepto de puntos de orientación para los musulmanes.
Asimismo, pudieron estos escritores mencionar el Templo de Venus, desde Aben-hordadbo y Abenhaucal (siglos IX y X), cuando nombran a Narbona, en cuya región había existido el dichoso Templo; y nadie se le ocurrió hacer referencia a él hasta que otro Templo del Reino Pirenaico, célebre por todo el Andalús en los siglos XI y XII, les recordó el que había citado Estrabón como punto extremo de la Galia Narbonense: pero, aunque confundiendo las dos notas geográficas, resulta con evidencia que el Templo de Portvendres no era, en su opinión, sino un dato curioso de un geógrafo de más de mil años atrás, mientras el nuestro dió nombre a su comarca, que ya no la llamaron desde entonces de los Al-jascas, sino el PAÍS DEL TEMPLO.


(CONTINUARÁ)

No hay comentarios:

Publicar un comentario