martes, 22 de abril de 2014

El Santo Cáliz de Valencia (X). José Sanchis




EL SANTO CÁLIZ DE LA CENA (SANTO GRIAL)
VENERADO EN VALENCIA (X)

José Sanchis y Sivera
(Canónigo de la Catedral de Valencia)

Valencia 1914


CAPÍTULO IX

La ciencia positiva en la historia. —
Práctica de la Iglesia en lo referente á las reliquias. —
Consecuencias respecto al santo Cáliz. —
Implícita aprobación de su culto por las Congregaciones romanas. —



Hemos terminado el ligero estudio que nos proponíamos hacer acerca del santo Cáliz venerado en Valencia, al que se atribuye la soberana gloria de haber servido á nuestro Salvador para instituir el adorable sacramento de la Eucaristía. La decadencia del sentimiento religioso y las pretensiones de la llamada ciencia positiva han inducido á la crítica histórica de nuestros tiempos á exigir, para la demostración de ciertos hechos, documentos que no es posible presentar en lo que respecta á los orígenes de esta sagrada reliquia. A seguirse este procedimiento en la comprobación de todos los sucesos que la historia acepta como indubitables, se habían de desechar en absoluto muchísimos, al menos los que se hallan testificados solamente por una tradición universal ó nunca interrumpida. En nuestras investigaciones históricas no desechamos en manera alguna el nuevo método positivo, antes por el contrario, lo juzgamos de suma transcendencia, pues viene á cerrar para siempre las puertas de la quimera y del adulteramiento de la verdad, al impedir la entrada, en el campo de la historia, á las leyendas é invenciones, más ó menos racionales, que convertían á aquélla en una novela, en perjuicio de su elevado y verdadero concepto. Sin embargo, también damos á la tradición, cuando ésta ha sido constante, la importancia que tiene en la demostración de la veracidad de los hechos y de los objetos.
Tal ha sido igualmente la práctica de la Iglesia católica en lo que respecta á las reliquias, empleando siempre gran rigor al exigir las pruebas de su autenticidad antes de exponerlas á la veneración pública, la que no ha consentido nunca si racionalmente se ha dudado de ella. No obstante, cuando tienen en su favor un culto tradicional y secular, juzga que ello es título suficiente de autenticidad. Siguiendo esta práctica litúrgica, enseñan los doctores eclesiásticos que el culto público dado por los siglos á una reliquia antigua, hace presumir la prueba de su verdad, la que vale tanto como el mejor documento histórico. Muy digno de tenerse en cuenta es lo que dice Mabillón respecto á ciertas tradiciones tenidas con gran respeto por los pueblos, las cuales deben admitirse y aprobarse por estar confirmadas por un consentimiento inmemorial, siempre que no haya autoridad ó testimonio evidente que nos persuada en contrario. «La presunción de autenticidad está en favor de las reliquias que gozan de esta ventaja, pues no se hubieran expuesto á la pública veneración desde un principio, sin haber sido debidamente examinadas, según lo mandaban los antiguos cánones. Es suficiente el juicio de la posesión, á menos que no existan razones precisas para dudar, y no motivos vagos y generales (Revue de l’art chretienne, año 1893, pág. 456)».


Ahora bien, por lo que respecta al santo Cáliz, su culto y autenticidad son de tradición tan antigua que, puede decirse, ha sido continuada desde los apóstoles hasta Sixto II y martirio de San Lorenzo, siguiendo desde entonces hasta hoy más segura, inconcusa, bien fundada y solemnemente autorizada. No hay motivo, pues, para dudar de la verdad de la sagrada reliquia, mientras no se pruebe con claros argumentos la falsedad. Su tradición se conservó en Roma, con positiva aprobación de los Papas, por espacio de dos siglos; en Huesca, con la de los obispos, durante años; en S. Juan de la Peña, con la de sus abades y priores, hasta fines del siglo XIV, y en Zaragoza y Valencia, con la de los Reyes y prelados, desde D. Alfonso de Borja, que después fué pontífice con el nombre de Calixto III, hasta el día de hoy, festejando todos la preciosa alhaja, y consintiendo, después de examinados los documentos que acreditaban su autenticidad, que se le diese culto y se considerase como el propio Cáliz en que consagró el Señor en la noche de la Cena.
Lo que queda dicho en los capítulos precedentes respecto á la historia del santo Cáliz, nos mueve al convencimiento de su verdad, con una certeza al menos subjetiva y moral. Es cierto que, como historiadores, podría titubear nuestra fe en la sagrada reliquia; pero como creyentes, tenemos tal persuasión acerca de su verdad, que no titubeamos en proclamarla por todas partes. Lo mismo decimos del culto que en todo tiempo se le ha tributado, el cual creemos justificadísimo. Muchas reliquias existen en el mundo que, á pesar de carecer de instrumentos que atestigüen su autenticidad, están expuestas á la pública veneración de los fieles con expreso consentimiento de la Iglesia y gran aprovechamiento espiritual de los pueblos. Menos documentos que el santo Cáliz de Valencia tiene la sangre de Cristo que se expone en Roma en la Iglesia de San Nicolás in carcere; el sagrado Pesebre que se guarda en Santa María la Mayor; la mesa de la Cena que se venera en San Juan de Letrán; la férrea cadena del Príncipe de los apóstoles en San Pedro in vinculis y las muchas reliquias que se conservan en las Basílicas de la Ciudad Eterna, y, sin embargo, tienen acatamiento mundial, adoración de todos los fieles é importancia creciente cada día. Nada diremos tampoco de los clavos de la Pasión, de la Corona de espinas, de la sagrada Lanza, de la Sábana Santa, etc., de cuyas reliquias se celebra oficio y misa.

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