EL SANTO CÁLIZ
DE LA CENA (SANTO GRIAL)
VENERADO EN
VALENCIA (II)
José Sanchis y
Sivera
(Canónigo de la
Catedral de Valencia)
Valencia 1914
CAPÍTULO I
El relicario de
la Catedral de Valencia. —
El santo Cáliz,
su descripción y materia de que se compone. —
Culto que se le
ha tributado en todo tiempo. —
Institución de
su fiesta. —
Diferentes días
en que se ha celebrado. —
Fórmula que se
emplea cuando se manifiesta á los fieles. —
En el Aula
capitular nueva de la santa Iglesia Catedral de Valencia, en departamento
contiguo, hállase una hermosa capillita, de planta poligonal, con cúpula
adornada de bonitas pinturas, representando alegorías. Allí se veneran casi
todas las reliquias que posee dicha santa iglesia, encerradas en preciosos
relicarios, dentro de tres grandes hornacinas, en cuyas puertas aparecen,
pintadas al óleo, diversas escenas referentes á la entrega al Cabildo, por
reyes y magnates, de estos sagrados objetos.
Al penetrar el
creyente en este sagrado recinto, siente en su ánimo profunda emoción, pues
contempla acumuladas las numerosas reliquias con que exornaron la catedral
valenciana los pontífices y los reyes, engastadas en relicarios de precioso
metal, que en otro tiempo eran de finísima labor, y de los que se conservan
algunos de extraordinario mérito artístico. Allí se admiran preciosos Lignum crucis, con pies góticos de
filigranas exquisitas; bustos de santos y vasos que encierran huesos de los
principales héroes de la religión; autógrafos y piezas de ropa que usaron
grandes apóstoles del Evangelio; delicadas cajas de marfil y plata que
encerraron piadosas cenizas de mártires, y, en una palabra, en este sitio se
guarda un conjunto de preciosidades que hablan al alma y la mueven á la
devoción.
Sin embargo,
entre tantos objetos, á cuál más precioso y digno de veneración,
resplandece más que todos, por su historia y adorable empleo que de él hizo
Cristo señor nuestro, uno singularísimo, ante el que se han postrado todas
las generaciones de fieles que han tenido la dicha de admirarlo, y que es el
más rico tesoro que ostenta la santa metropolitana Iglesia de Valencia, el
santo Cáliz con que consagró nuestro Redentor la noche de su última Cena,
inestimable tesoro que fué el primer depósito de su Sangre sacramentada, joya
preciosa que por sí sola basta para adornar con los timbres más gloriosos á
la iglesia que la atesora y á la ciudad que desde un principio le prestó
rendida adoración.
Este admirable
Cáliz, que tiene 17 centímetros de altura, desde el punto de vista artístico
es una obra notable. Consta de una copa, desnuda de toda guarnición
sobrepuesta, de forma semi-esférica, del tamaño de una naranja grande, con un
diámetro de nueve centímetros; la vara, con su nudo, que mide siete
centímetros, y las dos asas, que naciendo del extremo de la misma, llegan
hasta la base de la copa, son de oro purísimo, con diferentes y primorosos
adornos burilados, de exquisito gusto griego, que denotan su gran antigüedad;
el pie tiene la forma semi-oval, siendo la elipse de la base de 14 x 6
centímetros, el que está guarnecido alrededor y medios, de oro purísimo, con
26 perlas finísimas del grueso de un bisalto (faltan dos perlas, pues
antiguamente se contaban 28, y este número consta en todos los inventarios
antiguos), dos rubíes y dos esmeraldas de gran valor: estos adornos del pie
nos parecen sobrepuestos y obra de los siglos XIII ó XIV.
Hemos visto en
los museos de Berlín, Londres, París, Nápoles y otros puntos muchos vasos,
platos y alhajas contemporáneos y anteriores á Jesucristo, que ostentan
adornos burilados de semejante forma y dibujo, y aun más perfectos. Se
equivocan los que creen que el trabajo de las asas indica fecha más moderna.
Véase también, en comprobación de lo que decimos, la Historia del traje, de Federico Hottenroth.
En cuanto á la
materia de que se compone la copa del santo Cáliz, está fuera de duda que es
de ágata, de la llamada cornerina oriental. Su color rojo obscuro es tan
especial, que introduciendo en el interior de la copa una luz, aparecen en su
transparencia visos de varios matices, con todas las coloraciones del iris,
claros, encendidos y obscuros.
«Aun para los
severos críticos que ponen en duda la verdad de esta tradición, es este
antiquísimo Cáliz un monumento muy respetable de los primeros tiempos de la
Iglesia... La materia de este vaso se cree vulgarmente ser ágata cornerina
oriental. El sabio italiano don Attilio Zuccagoni, director del gabinete de
historia natural de Florencia, y médico del rey de Etruria, en el reciente
tránsito de SS. MM. católicas por esta ciudad, á instancia mía, le examinó
atentamente, y juzgó ser un ónix verdadero. Mas yo no hallo en sus betas la
figura de uña, que, según los naturalistas, es el carácter de aquella
piedra. Las de esta copa bajan casi perpendicularmente desde el borde, formando
como unas aguas ó claros y obscuros que sólo se perciben bien mirándolos
contra luz». (Viaje literario á las
Iglesias de España, por D. Joaquín Lorenzo Villanueva, tomo II, pág. 41,
Madrid, 1804).
El pie, del
mismo color que la referida copa, parece ser de concha.
Hállase
colocado el santo Cáliz sobre un pedestal formado por un plano, de 24
centímetros cuadrados, sobre el que posan sus rodillas cuatro ángeles alados,
los que sostienen la preciosa reliquia: de altura mide el pedestal diez
centímetros, es todo de plata y su construcción muy moderna.
Desde que la
sagrada joya fué depositada en la sacristía de la catedral de Valencia en
1437, juntamente con otras insignes reliquias, ha perseverado en poder de su
Cabildo hasta nuestros días, siendo reverenciada con gran devoción. Nadie,
absolutamente nadie se ha atrevido á negar la autenticidad del sacrosanto
Cáliz; antes por el contrario, se le festejó siempre como el más noble
timbre de gloria de Valencia.
Hasta el siglo
XVII conservábase en el relicario de la iglesia, sin que se ostentase fuera de
él á la pública veneración. No quiso nuestro Señor que tan estimada presea
dejase de ser paseada triunfante por las calles de la ciudad, y á este efecto
sugirió la idea á un benemérito canónigo de la misma santa iglesia para que
con este objeto instituyera una solemne fiesta.
Fué dicho
canónigo D. Honorato Figuerola, natural de Valencia, persona peritísima en
teología, derecho y humanidades, é inquisidor apostólico en los tribunales
del Santo Oficio. Mientras vivió, llevado de su devoción hacia el venerando
Cáliz, procuraba honrarle con solemnísimos cultos, trabajando además con
grande empeño para que la devoción que le tenían los fieles aumentase de
día en día. A su muerte, ocurrida en 1608, dejó instituida una
administración perpetua de 22.000 libras (82.500 pesetas) en propiedad,
nombrando por administradores al Cabildo de dicha catedral, con el encargo de
que las rentas del capital se emplearan en cumplir algunas obras pías, entre
las que ocupaba lugar preferente la celebración anual de una solemne fiesta en
honor del santo Cáliz y Sangre de Jesucristo, consistente en primeras y segundas
vísperas, misa, sermón y dos procesiones, una por la mañana en el interior
de la iglesia y la otra por la tarde con la misma solemnidad que la del Corpus,
debiendo recorrer las mismas calles que ésta. Además, dejó encargado que
dicha fiesta y procesión se celebrasen seis meses después de la solemnidad
del Santísimo Sacramento, en día de viernes, suplicando al prelado que
rigiera la Sede, mandase fuera de fiesta dicho día.
Del testamento
que hizo D. Honorato Figuerola en 31 de agosto de 1607, ante el notario D. Juan
Sancho López, publicado en los días 3 y 4 de febrero del año siguiente 1608,
tomamos la siguiente cláusula, que transcribimos en su idioma original:
«Item vull, que
cumplides dites coses, y haventse pagat la amortisació de dita renda, y tenint
Mil lliures avançades pera que de la renda de dita administrado se fassa cada
un any una festa molt solemne ab primeres vespres, missa ab sermó y segones
vespres, cantantse ab cant de orgue, com en lo dia del Corpus Christi, y
supplique al señor Archebisbe que es, o será, se serveixca de manar dit dia
sia festacolenda, en honorifisencia del sant Calis y Sanch de nostre Señor Deu
Jesuchrist, y que dit dia se fassen dos professons solemnes en honrra y
exaltado del sant Calis, en lo qual nostre Señor Deu Jesuchrist instituhí lo
santissim sacrament de son sacratissim cos y sanch, y que dematí se porte per
la Seu de Valencia, y aprés de dinar per los mateixos carrers ques sols e
acostuma fer la procesó del Corpus en la present Ciutat, y ques criden totes
les religions y conviden als señors sis Jurats, ques gasten fins trescentes
lliures en dita festa y processons, y pera ques puga portar lo Calis ab la
descencia ques deu, se fassa un tabernacle que coste fins a Mil lliures, encara
ques tarde un any, o mes a ferse dita festa, y que alrededor del tabernacle y
haja molts cristals pera ques veja lo Calis y nos toque, y que esta festa se
fassa mig any apres del Santissim Sacrament, y que sia en dia de divendres, y
que dit dia sia festa manada com te dit y supplicat, y que en dita professó se
traguen sis orfens donzelles honrades, virtuoses, filies de homens honrats, y
majors de setse anys, á cada una de les quals seis offerixca vint y cinch
lliures per al dia ques desposaran, per ajuda a sos matrimonis, y que de dites
sis orfenes ne nomene cada administrador una, y les demés se nomenen a vot de
la major part del molt Ilustre capítol si acceptára, y si no de la major part
dels administradors, y que al menys dictes donzelles orfenes hajen de anar de
matí en la professó ques fará per la Seu, y que lo administrador que será de
mon llinaje en dites professons de demati...» (Archivo de la Catedral, 51:27).
Igualmente legó
mil libras (3.750 pesetas), para que se construyese una primorosa custodia de
plata en la que se llevase en procesión la sagrada reliquia, y pudieran
admirarla todos los fieles. Dicha custodia fué ejecutada con todo acierto y
primor por el artífice valenciano Jorge Cetina, que grabó en los cuatro
frontis de la peana los escudos de la casa de Figuerola.
Esta custodia
desapareció en 1812, lo mismo que otros muchísimos objetos de oro y plata
destinados al culto. Cuando se saca ahora en procesión el santo Cáliz se
emplea la llamada anda de la Camiseta,
mandada construir para esta reliquia en 1691 por el Arcediano mayor D.
Jerónimo Frígola, siendo su artífice el florentino José Seguen. «Tiene la
forma de custodia ó tabernáculo con cuatro cristales, y en el remate el Niño
Jesús abrazado á una cruz, y bajo, en cada parte, las armas del donante. El
peso de la plata es de 76 marcos y tres onzas, que costaron 622 libras, cuya
cantidad, unida á la obra de mano, dorado y oro, formó un total de 1.322
libras. Son de plata igualmente las bambalinas y candeleros». (Véase nuestra
obra La Catedral de Valencia, págs.
430 y 434).
Los insignes
arzobispos de esta diócesis el B. Juan de Ribera y D. Fr. Isidoro Aliaga
acogieron benignamente los deseos del canónigo Figuerola, y después de
examinados con gran madurez los documentos que convencían de la identidad del
sagrado Cáliz, quedó aprobada tan magnífica institución. Al tratarse de la
celebración de dicha fiesta se observó que, según lo ordenado por su
fundador, debía tener lugar á últimos de noviembre ó primeros de diciembre,
en que por ser los días cortos y ordinariamente lluviosos, no podía revestir
la solemnidad debida. En su Vista, el Cabildo determinó se trasladase la
fiesta al primer viernes de septiembre, pidiéndolo así al prelado, que
accedió gustoso en parte, pues ordenó su celebración para el 14 de dicho
mes, fiesta de la Exaltación de la Cruz, que era entonces de precepto. Hasta
1650 continuó celebrándose esta fiesta dicho día, trasladándose á otro
desde entonces, á causa de haber dejado de ser fiesta de precepto, por la Bula
de Urbano VIII expedida en Roma el 15 de septiembre de 1642, según decreto del
arzobispo D. Fr. Pedro Urbina, á petición del Cabildo, estableciéndose la
festividad para el día del evangelista San Mateo, que era festivo, á menos
que la Exaltación de la Cruz ocurriese en domingo.
En la Consueta de Herrera, folio 540, que se
guarda en la Catedral de Valencia, se dan interesantes detalles acerca de esta
procesión, en la que iban danzas de labradores, y de la fiesta, que era muy
suntuosa, adornándose el Altar mayor con flores artificiales. En el Llibre de Antiquitats, fol. 136, se
relata la fiesta que se celebró el 14 de septiembre de 1650.
Hasta principios
del siglo XIX se celebró esta fiesta con gran solemnidad, y su procesión era
una de las más suntuosas, á las que asistían las parroquias, comunidades
religiosas y los jurados de la ciudad.
Pero á causa de
los trastornos políticos ocurridos en los comienzos de la pasada centuria, la
solemnidad fué disminuyendo su esplendor, hasta que vino á pasar casi
inadvertida para el común de los fieles, pues habiéndose apropiado el
gobierno de los bienes de las administraciones y procedido á su enajenación,
desapareció la renta legada por el fundador, y con ella los medios para
costear la fiesta, quedando hoy reducida á una dobla mayor, en la que se hace
procesión claustral mañana y tarde. Al suprimirse la media fiesta del día de
San Mateo, el Cabildo dispuso se celebrase, como en los pasados siglos, el 14 de
septiembre, lo cual no se llevó á efecto hasta 1873. En 1888, con objeto de
dar mayor solemnidad á la Sangre de Cristo, que conmemorando un suceso
milagroso acaecido en el siglo XVI, se celebraba, por concesión especial y
rezo propio, en la primera Dominica de julio, se trasladó dicha fiesta al
referido día, siguiendo en parte los deseos del fundador. (Se da noticia de la
devoción de la Sangre de Cristo en Valencia, institución de su festividad y
rezo, y de quien sea el autor de éste, en la obra de Fr. Josef Teixidor, Antigüedades de Valencia, tomo II,
pág. 357).
Debido á la
gran devoción que profesaba al santo Cáliz el cardenal y arzobispo de la
diócesis D. Antolín Monescillo, revistió otra vez la fiesta gran solemnidad,
oficiando el prelado casi siempre de medio pontifical, y celebrándose por la
tarde, después del rezo de los Laudes, solemne procesión claustral, á la que
asistían los cleros de las parroquias de la ciudad. Desde 1903 vuelve á
celebrarse el 14 de septiembre, en virtud de haberse suprimido el rezo
particular de Valencia en honor de la Sangre de Cristo.
También se
veneraba públicamente el santo Cáliz el Jueves y Viernes santos, colocándose
en él la sagrada Forma que se reserva en el monumento.
En los oficios
del segundo de estos días, el 3 de abril de 1744, actuaba de preste el
Arcediano mayor y canónigo de dicha catedral, D. Vicente Frígola Brizuela,
con asistencia del arzobispo Excmo. Sr. D. Andrés Mayoral, y trasladado el
cofrecito de plata que encerraba el santo Cáliz con el Santísimo Sacramento
á la mesa del altar mayor, al tiempo de sacar dicho santo Cáliz, y la Forma
consagrada de su copa, resbaló aquél y se dividió ésta en dos mitades,
quebrándose también una de ellas por la parte superior del labio, de la que
se desprendieron dos pedacitos pequeños. Fué inmensa la emoción que produjo
este contratiempo. En seguida se recogieron todos los dichos fragmentos, y
cerrados dentro del mismo cofrecillo, se trasladaron desde el altar á la
capillita de las reliquias. En la tarde de aquel mismo día, y en presencia de
varios canónigos, llamado el maestro platero Luis Vicent, con sus dos hijos
Luis y Juan, se procedió á la recomposición de la referida copa,
realizándose tan maravillosamente el trabajo, que ajustados y unidos los
fragmentos de la piedra con diversos ingredientes, quedó la copa del mismo
modo que estaba antes del desgraciado accidente. Para que la contingencia
sucedida no fuera en perjuicio de la profunda veneración que siempre se había
tenido á tan insigne reliquia, y con el fin de que no se dudase eran los
fragmentos unidos y ajustados en dicha copa los mismos que se desprendieron,
juraron voluntariamente dichos extremos los canónigos comisionados y los
artistas que intervinieron en la recomposición, levantándose acta notarial de
todo ello (Protocolo de Juan Claver, año 1744, folio 583, volumen 3.238 del Archivo de la Catedral de Valencia).
Para evitar en
lo sucesivo otro percance semejante, acordó el Cabildo que no se volviese á
usar más el santo Cáliz en dicha fiesta, utilizándose en su lugar uno de oro
que para dicho objeto había regalado el referido Arcediano mayor D. Vicente
Frígola, á quien, como hemos dicho, sucedió el desgraciado accidente.
Dícese, y así lo hemos visto consignado en algunas notas, que tal fué la
emoción sufrida por dicho canónigo, que falleció algún tiempo después de
resultas de ella.
Aunque consta
documentalmente que el santo Cáliz estuvo siempre en la sacristía de la
Catedral, no hemos podido averiguar desde cuándo empezó á exponerse á la
pública veneración en día determinado, juntamente con las otras reliquias,
según práctica establecida desde el siglo XV. Sabemos que en 1454 aún no
figuraba entre los relicarios que se colocaban en el altar mayor el primer día
de Pascua (Véase nuestra obra La
Catedral de Valencia, página 377).
En la Explicación de las santas reliquias
que, escrita en idioma valenciano, se usaba para dicha exposición, se decía
del santo Cáliz:
Devotos cristianos, este es el Cáliz en el
que el jueves de la Cena consagró nuestro Señor la preciosa Sangre: es de
piedra ágata cornerina oriental; goza de muchas indulgencias; teniéndole
sincera devoción, decid así: ¡Oh, santo Cáliz! con gran reverencia—te
adoramos, pues en ti el Señor—consagró la Sangre, que es el licor—que del
crimen purga la pestilencia.—El coro responde: Dedit fragilibus...
El texto
original dice así:
«Lo Sanct Calzer.—Devots Christians,
aquest es lo mateix Calzer, hon lo dijous de la Cena, nostre Senyor consagra la
sua preciosa Sanch: es de Pedra Ágata Cornelina Oriental: ha molts perdons,
haventhi bona devosió, digau així:
O Calzer sanct,
devots ab reverencia
te reverim, puix
en tú lo Senyor
ha consagrat la
Sanch que sa licor
de nostres
crims, purga la pestilencia.
Respon lo Cor: Dedit fragilibus...»
Desde principios
del siglo pasado, para mostrar el Cáliz á los fieles, se enciende el
correspondiente número de luces, y el subsacrista de la Catedral, encargado de
enseñar las reliquias, advierte á los presentes que se postren de rodillas;
estando todos en esta humilde actitud, abre la puerta que cierra el relicario,
y al señalar la imponente reliquia que presenta á la adoración de los
fieles, dice:
Sobre esta peana de plata se conserva el
santísimo Cáliz en que Jesucristo señor nuestro consagró su preciosísima
Sangre y dio á beber á los Apóstoles la noche de la Cena en el cenáculo: es
de piedra ágata cornerina oriental.
Esta sacrosanta reliquia nos recuerda los grandes
misterios que el dulcísimo Jesús obró en favor de los hombres, y en
particular nos recuerda el misterio de la institución del adorable sacramento
de la Eucaristía, alimento, consuelo y esperanza de las almas fervorosas.
Alabemos, pues, con todo nuestro corazón al Todopoderoso por el honor que ha
dispensado á Valencia entre tantos pueblos y naciones católicas, y hagamos
que este tesoro tan singular sea motivo constante en nosotros de admiración,
amor y agradecimiento hacia la bondad divina.
Si, amadísimo Jesús, sellad y fortaleced
con vuestra gracia la firme resolución que hoy hacemos de amaros,
reverenciaros y rendiros continuados obsequios y homenajes en el Santísimo
Sacramento del altar, donde humildemente adoramos vuestro sacratísimo Corazón,
en el cual deseamos vivir para siempre y dar en la hora de la muerte el último
suspiro. Amén.
Lo dicho y lo
que se afirma del origen del santo Cáliz, basta á los fieles valencianos para
certificarles de su autenticidad. No hay nadie que á su contemplación no
experimente emoción profunda, porque la creencia en su verdad ha sido
inculcada de padres á hijos desde hace cinco siglos, y mientras no se les
presenten argumentos firmísimos que se opongan á la piadosa tradición,
seguirán prestándole el acatamiento y veneración que estiman merecida.
A pesar de ello,
intentaremos demostrar la verdad de tan apreciable joya, á los que no piensen
como nosotros, afirmando más la universal tradición apoyada en instrumentos
auténticos y escritores de segura fe entre los eruditos, sin despreciar los
argumentos que se desprenden de las leyendas medievales, y aun anteriores,
propaladas por los Libros de caballería y esparcidas por toda Europa, muchas
de las cuales han sido sublimadas á inconmensurable altura por las
esplendideces del arte.
Respecto al
lapso de tiempo que arranca desde su entrega á la Catedral en 1437, veremos
que no hay la menor sombra de duda, por constar en documentos que se ajustan
por completo á las exigencias de la crítica histórica.
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