lunes, 14 de abril de 2014

El Santo Cáliz de Valencia (II). José Sanchis




EL SANTO CÁLIZ DE LA CENA (SANTO GRIAL)
VENERADO EN VALENCIA (II)

José Sanchis y Sivera
(Canónigo de la Catedral de Valencia)

Valencia 1914


CAPÍTULO I

El relicario de la Catedral de Valencia. —
El santo Cáliz, su descripción y materia de que se compone. —
Culto que se le ha tributado en todo tiempo. —
Institución de su fiesta. —
Diferentes días en que se ha celebrado. —
Fórmula que se emplea cuando se manifiesta á los fieles. —



En el Aula capitular nueva de la santa Iglesia Catedral de Valencia, en departamento contiguo, hállase una hermosa capillita, de planta poligonal, con cúpula adornada de bonitas pinturas, representando alegorías. Allí se veneran casi todas las reliquias que posee dicha santa iglesia, encerradas en preciosos relicarios, dentro de tres grandes hornacinas, en cuyas puertas aparecen, pintadas al óleo, diversas escenas referentes á la entrega al Cabildo, por reyes y magnates, de estos sagrados objetos.
Al penetrar el creyente en este sagrado recinto, siente en su ánimo profunda emoción, pues contempla acumuladas las numerosas reliquias con que exornaron la catedral valenciana los pontífices y los reyes, engastadas en relicarios de precioso metal, que en otro tiempo eran de finísima labor, y de los que se conservan algunos de extraordinario mérito artístico. Allí se admiran preciosos Lignum crucis, con pies góticos de filigranas exquisitas; bustos de santos y vasos que encierran huesos de los principales héroes de la religión; autógrafos y piezas de ropa que usaron grandes apóstoles del Evangelio; delicadas cajas de marfil y plata que encerraron piadosas cenizas de mártires, y, en una palabra, en este sitio se guarda un conjunto de preciosidades que hablan al alma y la mueven á la devoción.
Sin embargo, entre tantos objetos, á cuál más precioso y digno de veneración, resplandece más que todos, por su historia y adorable empleo que de él hizo Cristo señor nuestro, uno singularísimo, ante el que se han postrado todas las generaciones de fieles que han tenido la dicha de admirarlo, y que es el más rico tesoro que ostenta la santa metropolitana Iglesia de Valencia, el santo Cáliz con que consagró nuestro Redentor la noche de su última Cena, inestimable tesoro que fué el primer depósito de su Sangre sacramentada, joya preciosa que por sí sola basta para adornar con los timbres más gloriosos á la iglesia que la atesora y á la ciudad que desde un principio le prestó rendida adoración.


Este admirable Cáliz, que tiene 17 centímetros de altura, desde el punto de vista artístico es una obra notable. Consta de una copa, desnuda de toda guarnición sobrepuesta, de forma semi-esférica, del tamaño de una naranja grande, con un diámetro de nueve centímetros; la vara, con su nudo, que mide siete centímetros, y las dos asas, que naciendo del extremo de la misma, llegan hasta la base de la copa, son de oro purísimo, con diferentes y primorosos adornos burilados, de exquisito gusto griego, que denotan su gran antigüedad; el pie tiene la forma semi-oval, siendo la elipse de la base de 14 x 6 centímetros, el que está guarnecido alrededor y medios, de oro purísimo, con 26 perlas finísimas del grueso de un bisalto (faltan dos perlas, pues antiguamente se contaban 28, y este número consta en todos los inventarios antiguos), dos rubíes y dos esmeraldas de gran valor: estos adornos del pie nos parecen sobrepuestos y obra de los siglos XIII ó XIV.
Hemos visto en los museos de Berlín, Londres, París, Nápoles y otros puntos muchos vasos, platos y alhajas contemporáneos y anteriores á Jesucristo, que ostentan adornos burilados de semejante forma y dibujo, y aun más perfectos. Se equivocan los que creen que el trabajo de las asas indica fecha más moderna. Véase también, en comprobación de lo que decimos, la Historia del traje, de Federico Hottenroth.
En cuanto á la materia de que se compone la copa del santo Cáliz, está fuera de duda que es de ágata, de la llamada cornerina oriental. Su color rojo obscuro es tan especial, que introduciendo en el interior de la copa una luz, aparecen en su transparencia visos de varios matices, con todas las coloraciones del iris, claros, encendidos y obscuros.
«Aun para los severos críticos que ponen en duda la verdad de esta tradición, es este antiquísimo Cáliz un monumento muy respetable de los primeros tiempos de la Iglesia... La materia de este vaso se cree vulgarmente ser ágata cornerina oriental. El sabio italiano don Attilio Zuccagoni, director del gabinete de historia natural de Florencia, y médico del rey de Etruria, en el reciente tránsito de SS. MM. católicas por esta ciudad, á instancia mía, le examinó atentamente, y juzgó ser un ónix verdadero. Mas yo no hallo en sus betas la figura de uña, que, según los naturalistas, es el carácter de aquella piedra. Las de esta copa bajan casi perpendicularmente desde el borde, formando como unas aguas ó claros y obscuros que sólo se perciben bien mirándolos contra luz». (Viaje literario á las Iglesias de España, por D. Joaquín Lorenzo Villanueva, tomo II, pág. 41, Madrid, 1804).
El pie, del mismo color que la referida copa, parece ser de concha.


Hállase colocado el santo Cáliz sobre un pedestal formado por un plano, de 24 centímetros cuadrados, sobre el que posan sus rodillas cuatro ángeles alados, los que sostienen la preciosa reliquia: de altura mide el pedestal diez centímetros, es todo de plata y su construcción muy moderna.

Desde que la sagrada joya fué depositada en la sacristía de la catedral de Valencia en 1437, juntamente con otras insignes reliquias, ha perseverado en poder de su Cabildo hasta nuestros días, siendo reverenciada con gran devoción. Nadie, absolutamente nadie se ha atrevido á negar la autenticidad del sacrosanto Cáliz; antes por el contrario, se le festejó siempre como el más noble timbre de gloria de Valencia.
Hasta el siglo XVII conservábase en el relicario de la iglesia, sin que se ostentase fuera de él á la pública veneración. No quiso nuestro Señor que tan estimada presea dejase de ser paseada triunfante por las calles de la ciudad, y á este efecto sugirió la idea á un benemérito canónigo de la misma santa iglesia para que con este objeto instituyera una solemne fiesta.
Fué dicho canónigo D. Honorato Figuerola, natural de Valencia, persona peritísima en teología, derecho y humanidades, é inquisidor apostólico en los tribunales del Santo Oficio. Mientras vivió, llevado de su devoción hacia el venerando Cáliz, procuraba honrarle con solemnísimos cultos, trabajando además con grande empeño para que la devoción que le tenían los fieles aumentase de día en día. A su muerte, ocurrida en 1608, dejó instituida una administración perpetua de 22.000 libras (82.500 pesetas) en propiedad, nombrando por administradores al Cabildo de dicha catedral, con el encargo de que las rentas del capital se emplearan en cumplir algunas obras pías, entre las que ocupaba lugar preferente la celebración anual de una solemne fiesta en honor del santo Cáliz y Sangre de Jesucristo, consistente en primeras y segundas vísperas, misa, sermón y dos procesiones, una por la mañana en el interior de la iglesia y la otra por la tarde con la misma solemnidad que la del Corpus, debiendo recorrer las mismas calles que ésta. Además, dejó encargado que dicha fiesta y procesión se celebrasen seis meses después de la solemnidad del Santísimo Sacramento, en día de viernes, suplicando al prelado que rigiera la Sede, mandase fuera de fiesta dicho día.

Del testamento que hizo D. Honorato Figuerola en 31 de agosto de 1607, ante el notario D. Juan Sancho López, publicado en los días 3 y 4 de febrero del año siguiente 1608, tomamos la siguiente cláusula, que transcribimos en su idioma original:
«Item vull, que cumplides dites coses, y haventse pagat la amortisació de dita renda, y tenint Mil lliures avançades pera que de la renda de dita administrado se fassa cada un any una festa molt solemne ab primeres vespres, missa ab sermó y segones vespres, cantantse ab cant de orgue, com en lo dia del Corpus Christi, y supplique al señor Archebisbe que es, o será, se serveixca de manar dit dia sia festacolenda, en honorifisencia del sant Calis y Sanch de nostre Señor Deu Jesuchrist, y que dit dia se fassen dos professons solemnes en honrra y exaltado del sant Calis, en lo qual nostre Señor Deu Jesuchrist instituhí lo santissim sacrament de son sacratissim cos y sanch, y que dematí se porte per la Seu de Valencia, y aprés de dinar per los mateixos carrers ques sols e acostuma fer la procesó del Corpus en la present Ciutat, y ques criden totes les religions y conviden als señors sis Jurats, ques gasten fins trescentes lliures en dita festa y processons, y pera ques puga portar lo Calis ab la descencia ques deu, se fassa un tabernacle que coste fins a Mil lliures, encara ques tarde un any, o mes a ferse dita festa, y que alrededor del tabernacle y haja molts cristals pera ques veja lo Calis y nos toque, y que esta festa se fassa mig any apres del Santissim Sacrament, y que sia en dia de divendres, y que dit dia sia festa manada com te dit y supplicat, y que en dita professó se traguen sis orfens donzelles honrades, virtuoses, filies de homens honrats, y majors de setse anys, á cada una de les quals seis offerixca vint y cinch lliures per al dia ques desposaran, per ajuda a sos matrimonis, y que de dites sis orfenes ne nomene cada administrador una, y les demés se nomenen a vot de la major part del molt Ilustre capítol si acceptára, y si no de la major part dels administradors, y que al menys dictes donzelles orfenes hajen de anar de matí en la professó ques fará per la Seu, y que lo administrador que será de mon llinaje en dites professons de demati...» (Archivo de la Catedral, 51:27).

Igualmente legó mil libras (3.750 pesetas), para que se construyese una primorosa custodia de plata en la que se llevase en procesión la sagrada reliquia, y pudieran admirarla todos los fieles. Dicha custodia fué ejecutada con todo acierto y primor por el artífice valenciano Jorge Cetina, que grabó en los cuatro frontis de la peana los escudos de la casa de Figuerola.

Esta custodia desapareció en 1812, lo mismo que otros muchísimos objetos de oro y plata destinados al culto. Cuando se saca ahora en procesión el santo Cáliz se emplea la llamada anda de la Camiseta, mandada construir para esta reliquia en 1691 por el Arcediano mayor D. Jerónimo Frígola, siendo su artífice el florentino José Seguen. «Tiene la forma de custodia ó tabernáculo con cuatro cristales, y en el remate el Niño Jesús abrazado á una cruz, y bajo, en cada parte, las armas del donante. El peso de la plata es de 76 marcos y tres onzas, que costaron 622 libras, cuya cantidad, unida á la obra de mano, dorado y oro, formó un total de 1.322 libras. Son de plata igualmente las bambalinas y candeleros». (Véase nuestra obra La Catedral de Valencia, págs. 430 y 434).


Los insignes arzobispos de esta diócesis el B. Juan de Ribera y D. Fr. Isidoro Aliaga acogieron benignamente los deseos del canónigo Figuerola, y después de examinados con gran madurez los documentos que convencían de la identidad del sagrado Cáliz, quedó aprobada tan magnífica institución. Al tratarse de la celebración de dicha fiesta se observó que, según lo ordenado por su fundador, debía tener lugar á últimos de noviembre ó primeros de diciembre, en que por ser los días cortos y ordinariamente lluviosos, no podía revestir la solemnidad debida. En su Vista, el Cabildo determinó se trasladase la fiesta al primer viernes de septiembre, pidiéndolo así al prelado, que accedió gustoso en parte, pues ordenó su celebración para el 14 de dicho mes, fiesta de la Exaltación de la Cruz, que era entonces de precepto. Hasta 1650 continuó celebrándose esta fiesta dicho día, trasladándose á otro desde entonces, á causa de haber dejado de ser fiesta de precepto, por la Bula de Urbano VIII expedida en Roma el 15 de septiembre de 1642, según decreto del arzobispo D. Fr. Pedro Urbina, á petición del Cabildo, estableciéndose la festividad para el día del evangelista San Mateo, que era festivo, á menos que la Exaltación de la Cruz ocurriese en domingo.
En la Consueta de Herrera, folio 540, que se guarda en la Catedral de Valencia, se dan interesantes detalles acerca de esta procesión, en la que iban danzas de labradores, y de la fiesta, que era muy suntuosa, adornándose el Altar mayor con flores artificiales. En el Llibre de Antiquitats, fol. 136, se relata la fiesta que se celebró el 14 de septiembre de 1650.

Hasta principios del siglo XIX se celebró esta fiesta con gran solemnidad, y su procesión era una de las más suntuosas, á las que asistían las parroquias, comunidades religiosas y los jurados de la ciudad.
Pero á causa de los trastornos políticos ocurridos en los comienzos de la pasada centuria, la solemnidad fué disminuyendo su esplendor, hasta que vino á pasar casi inadvertida para el común de los fieles, pues habiéndose apropiado el gobierno de los bienes de las administraciones y procedido á su enajenación, desapareció la renta legada por el fundador, y con ella los medios para costear la fiesta, quedando hoy reducida á una dobla mayor, en la que se hace procesión claustral mañana y tarde. Al suprimirse la media fiesta del día de San Mateo, el Cabildo dispuso se celebrase, como en los pasados siglos, el 14 de septiembre, lo cual no se llevó á efecto hasta 1873. En 1888, con objeto de dar mayor solemnidad á la Sangre de Cristo, que conmemorando un suceso milagroso acaecido en el siglo XVI, se celebraba, por concesión especial y rezo propio, en la primera Dominica de julio, se trasladó dicha fiesta al referido día, siguiendo en parte los deseos del fundador. (Se da noticia de la devoción de la Sangre de Cristo en Valencia, institución de su festividad y rezo, y de quien sea el autor de éste, en la obra de Fr. Josef Teixidor, Antigüedades de Valencia, tomo II, pág. 357).
Debido á la gran devoción que profesaba al santo Cáliz el cardenal y arzobispo de la diócesis D. Antolín Monescillo, revistió otra vez la fiesta gran solemnidad, oficiando el prelado casi siempre de medio pontifical, y celebrándose por la tarde, después del rezo de los Laudes, solemne procesión claustral, á la que asistían los cleros de las parroquias de la ciudad. Desde 1903 vuelve á celebrarse el 14 de septiembre, en virtud de haberse suprimido el rezo particular de Valencia en honor de la Sangre de Cristo.


También se veneraba públicamente el santo Cáliz el Jueves y Viernes santos, colocándose en él la sagrada Forma que se reserva en el monumento.
En los oficios del segundo de estos días, el 3 de abril de 1744, actuaba de preste el Arcediano mayor y canónigo de dicha catedral, D. Vicente Frígola Brizuela, con asistencia del arzobispo Excmo. Sr. D. Andrés Mayoral, y trasladado el cofrecito de plata que encerraba el santo Cáliz con el Santísimo Sacramento á la mesa del altar mayor, al tiempo de sacar dicho santo Cáliz, y la Forma consagrada de su copa, resbaló aquél y se dividió ésta en dos mitades, quebrándose también una de ellas por la parte superior del labio, de la que se desprendieron dos pedacitos pequeños. Fué inmensa la emoción que produjo este contratiempo. En seguida se recogieron todos los dichos fragmentos, y cerrados dentro del mismo cofrecillo, se trasladaron desde el altar á la capillita de las reliquias. En la tarde de aquel mismo día, y en presencia de varios canónigos, llamado el maestro platero Luis Vicent, con sus dos hijos Luis y Juan, se procedió á la recomposición de la referida copa, realizándose tan maravillosamente el trabajo, que ajustados y unidos los fragmentos de la piedra con diversos ingredientes, quedó la copa del mismo modo que estaba antes del desgraciado accidente. Para que la contingencia sucedida no fuera en perjuicio de la profunda veneración que siempre se había tenido á tan insigne reliquia, y con el fin de que no se dudase eran los fragmentos unidos y ajustados en dicha copa los mismos que se desprendieron, juraron voluntariamente dichos extremos los canónigos comisionados y los artistas que intervinieron en la recomposición, levantándose acta notarial de todo ello (Protocolo de Juan Claver, año 1744, folio 583, volumen 3.238 del Archivo de la Catedral de Valencia).
Para evitar en lo sucesivo otro percance semejante, acordó el Cabildo que no se volviese á usar más el santo Cáliz en dicha fiesta, utilizándose en su lugar uno de oro que para dicho objeto había regalado el referido Arcediano mayor D. Vicente Frígola, á quien, como hemos dicho, sucedió el desgraciado accidente. Dícese, y así lo hemos visto consignado en algunas notas, que tal fué la emoción sufrida por dicho canónigo, que falleció algún tiempo después de resultas de ella.

Aunque consta documentalmente que el santo Cáliz estuvo siempre en la sacristía de la Catedral, no hemos podido averiguar desde cuándo empezó á exponerse á la pública veneración en día determinado, juntamente con las otras reliquias, según práctica establecida desde el siglo XV. Sabemos que en 1454 aún no figuraba entre los relicarios que se colocaban en el altar mayor el primer día de Pascua (Véase nuestra obra La Catedral de Valencia, página 377).

En la Explicación de las santas reliquias que, escrita en idioma valenciano, se usaba para dicha exposición, se decía del santo Cáliz:
Devotos cristianos, este es el Cáliz en el que el jueves de la Cena consagró nuestro Señor la preciosa Sangre: es de piedra ágata cornerina oriental; goza de muchas indulgencias; teniéndole sincera devoción, decid así: ¡Oh, santo Cáliz! con gran reverencia—te adoramos, pues en ti el Señor—consagró la Sangre, que es el licor—que del crimen purga la pestilencia.—El coro responde: Dedit fragilibus...
El texto original dice así:
«Lo Sanct Calzer.—Devots Christians, aquest es lo mateix Calzer, hon lo dijous de la Cena, nostre Senyor consagra la sua preciosa Sanch: es de Pedra Ágata Cornelina Oriental: ha molts perdons, haventhi bona devosió, digau així:
O Calzer sanct, devots ab reverencia
te reverim, puix en tú lo Senyor
ha consagrat la Sanch que sa licor
de nostres crims, purga la pestilencia.
Respon lo Cor: Dedit fragilibus...»

Desde principios del siglo pasado, para mostrar el Cáliz á los fieles, se enciende el correspondiente número de luces, y el subsacrista de la Catedral, encargado de enseñar las reliquias, advierte á los presentes que se postren de rodillas; estando todos en esta humilde actitud, abre la puerta que cierra el relicario, y al señalar la imponente reliquia que presenta á la adoración de los fieles, dice:
Sobre esta peana de plata se conserva el santísimo Cáliz en que Jesucristo señor nuestro consagró su preciosísima Sangre y dio á beber á los Apóstoles la noche de la Cena en el cenáculo: es de piedra ágata cornerina oriental.
Esta sacrosanta reliquia nos recuerda los grandes misterios que el dulcísimo Jesús obró en favor de los hombres, y en particular nos recuerda el misterio de la institución del adorable sacramento de la Eucaristía, alimento, consuelo y esperanza de las almas fervorosas. Alabemos, pues, con todo nuestro corazón al Todopoderoso por el honor que ha dispensado á Valencia entre tantos pueblos y naciones católicas, y hagamos que este tesoro tan singular sea motivo constante en nosotros de admiración, amor y agradecimiento hacia la bondad divina.
Si, amadísimo Jesús, sellad y fortaleced con vuestra gracia la firme resolución que hoy hacemos de amaros, reverenciaros y rendiros continuados obsequios y homenajes en el Santísimo Sacramento del altar, donde humildemente adoramos vuestro sacratísimo Corazón, en el cual deseamos vivir para siempre y dar en la hora de la muerte el último suspiro. Amén.


Lo dicho y lo que se afirma del origen del santo Cáliz, basta á los fieles valencianos para certificarles de su autenticidad. No hay nadie que á su contemplación no experimente emoción profunda, porque la creencia en su verdad ha sido inculcada de padres á hijos desde hace cinco siglos, y mientras no se les presenten argumentos firmísimos que se opongan á la piadosa tradición, seguirán prestándole el acatamiento y veneración que estiman merecida.
A pesar de ello, intentaremos demostrar la verdad de tan apreciable joya, á los que no piensen como nosotros, afirmando más la universal tradición apoyada en instrumentos auténticos y escritores de segura fe entre los eruditos, sin despreciar los argumentos que se desprenden de las leyendas medievales, y aun anteriores, propaladas por los Libros de caballería y esparcidas por toda Europa, muchas de las cuales han sido sublimadas á inconmensurable altura por las esplendideces del arte.
Respecto al lapso de tiempo que arranca desde su entrega á la Catedral en 1437, veremos que no hay la menor sombra de duda, por constar en documentos que se ajustan por completo á las exigencias de la crítica histórica.

No hay comentarios:

Publicar un comentario