sábado, 19 de abril de 2014

El Santo Cáliz de Valencia (VII). José Sanchis




EL SANTO CÁLIZ DE LA CENA (SANTO GRIAL)
VENERADO EN VALENCIA (VII)

José Sanchis y Sivera
(Canónigo de la Catedral de Valencia)

Valencia 1914


CAPÍTULO VI

Entrega del santo Cáliz, venerado en S. Juan de la Peña, al rey D. Martín. —
La escritura de donación. —
La carta de S. Lorenzo. —
Alfonso V en Valencia, y depósito de alhajas y reliquias suyas en la catedral. —
Cuándo pasó el Cáliz desde la Aljafería al Palacio Real valenciano. —
Su entrega al Cabildo. —
Documentos. —



Hallábase en Zaragoza el rey de Aragón y de Sicilia don Martín el Humano, con motivo de su solemne coronación celebrada en aquella catedral el 15 de abril de 1399, y llevado de su gran devoción al culto de las reliquias, entró en deseos de poseer el santo Cáliz de la Cena, que se guardaba en el monasterio de San Juan de la Peña, para aumentar con él el tesoro religioso que tenía en su palacio de la Aljafería. A este efecto envió á dicho monasterio á su consejero el obispo titular de Atenas, el cual manifestó al prior y capítulo los reales deseos, siendo tan bien recibidos, que unánimemente resolvieron aquéllos entregar la alhaja. Al conocer el monarca aragonés el buen resultado de sus pretensiones, mandó dar para el servicio del monasterio, y en agradecimiento á la buena voluntad de los religiosos, un cáliz de oro que tenía en su capilla, de cien marcos zaragozanos y una onza de peso, adornado de imágenes y escudos de esmalte.


La escritura de donación, otorgada por el prior del monasterio, se hizo el 26 de septiembre de 1399, en la capilla del palacio real de la Aljafería, suscribiéndola por mandato del rey su secretario Berenguer Sarta. El documento auténtico original hállase en el Archivo de la Corona de Aragón, en Barcelona, y traducido literalmente dice así:

«En el nombre de Dios. Sea á todos manifiesto que como el excelentísimo príncipe y señor Don Martín, por la gracia de Dios rey de Aragón, Valencia, Mallorca, Cerdeña y Córcega, y conde de Barcelona, del Rosellón y de la Ciretania, haya deseado y procurado con ahinco tener en su capilla real aquel Cáliz de piedra en el cual nuestro Señor Jesucristo, en su santa Cena, consagró su preciosa Sangre, y que el bienaventurado Lorenzo, que lo recibió de San Sixto, entonces Sumo Pontífice, cuyo discípulo era, y diácono de Santa María in domnit., envió y dió CON UNA CARTA SUYA al monastcrio y convento de S. Juan de la Peña, situado en las montañas de Jaca, del reino de Aragón, con cuyo Cáliz, los abades, priores y sacerdotes del monasterio acostumbraban después á consagrar; y para tener dicho Cáliz el referido señor rey envió al mismo monasterio al reverendo en Cristo padre Antonio, arzobispo de los atenienses, consejero suyo. Finalmente, el viernes que contábamos día 26 de septiembre del año de la natividad del Señor 1399, el dicho reverendo arzobispo y el religioso Fr. Bernardo, prior del referido monasterio, manifestaron al señor rey, estando en su capilla menor de la Aljafería de la ciudad de Zaragoza, que explicada la credencial, de su parte á los frailes de dicho monasterio, todos los priores y religiosos, reunidos en capítulo sobre la entrega del sagrado Cáliz, deliberaron unánimemente concederlo al señor rey.
»Hecha su relación el prior, en nombre suyo y de su convento, presentó al señor rey y entregó en sus manos el Cáliz lapídeo; y el señor rey, recibido en sus manos el Cáliz, queriendo hacer alguna gracia por ello al monasterio, dio y puso en manos del prior, para el servicio del dicho monasterio, un cáliz de oro de su capilla, de cinco marcos zaragozanos y una onza de peso, en el que se hallan las señales siguientes, á saber: en el pie, tres esmaltes, dos timbres y un Cristo crucificado, y en el pomo, que está en medio, seis esmaltes, dos con las armas de Aragón, dos con las insignias de los reyes y dos imágenes de San Jorge con una cruz, y en la patena tenía esmaltado al Padre Eterno.
»De este cáliz de oro hizo donación el señor rey al monasterio indicado, con la condición de que el abad mayor y priores del mismo no puedan vender ni empeñar dicho cáliz por ningún tiempo, para que sirva á dicho monasterio y sea destinando á su servicio solamente. Y de no vender ni empeñar dicho cáliz el abad mayor y priores que ahora son y por tiempo serán, tienen que prestar juramento. El dicho prior, recibido del señor rey el cáliz de oro con la patena, prometió, con rendidas gracias, el indicado pacto de no venderlo ni empeñarlo, y guardar el referido cáliz, en cuanto de su parte estuviera, y en la entrega que de él había de hacer al convento, obligar la observancia de dicho pacto, como arriba se dice.
»De todas y cada una de dichas cosas, el señor rey mandó á mí, Berenguer Sarta, secretario suyo, que me hallé presente, hacer un documento en testimonio de lo que antecede, en presencia de los nobles testigos Berenguer de Cruilles, Roger de Moncada y Olfo de Próxida, caballeros consejeros y camarlengos del dicho señor rey.
»Señal de mí Berenguer Sarta, secretario de dicho rey, y por su autoridad real notario público por todas sus tierras y señoríos, que con los dichos intervine, como se contiene anteriormente, y lo hice escribir y cerré, etc.»

[«In Dei nomine. Pateat universis quod cum Excellentissimus Princeps et D. Dominus Martinus Dei gratia Rex Aragonum, Valentiae, Maioricarum, Sardiniae et Corsicae, Commesque Barcinonae, Rossillionis et Ceritaniae desideraret et affectaret multum, habere in Capella sua illum Calicem lapideum cum quo Dominus noster Jesus Christus in sua sancta Coena Sanguinem suum preciosissimum consecravit et quem beatus Laurentius, qui ipsum habuit a Sancto Sixto existente Summo Pontifice cuius discipulus erat ac Diaconus sanctae Mariae in domnit. misit et dedit cum eius LITTERA, monasterio et conventui Sancti Joahnnis de la Penya, sito in montaneis Jaccae Regni Aragoni, cum quo Calice postea abbates, priores et presbiteri dicti monasterii consecrare consueverunt. Et pro dicto habendo Calice, dictus Dominus Rex, Reverendum in Christo Patrem Antonium Archiepiscopum Athenarum consiliarum suum ad dictum monasterium destinasset. Tandem die veneris, intitulata vicesima sexta die Septembris, anno a nativitate Domini millesimo trecentesimo nonagesimo nono, dictus Reverendus Archiepiscopus et religiosus frater Bernardus prior claustrii dicti monasterii, fecerunt relationem praedicto Domino Regi existenti in sua capella minori Aljaferiae civitatis Caesaraugustae, quod explicata credentia per ipsum Archiepiscopum ex parte dicti Domini Regis conventui praedicti monasterii omnes priores et monachi ipsius monasterii tenuerunt capitulum super traditione calicis supradicti. Et finaliter deliberarunt concedere dictum Calicem, nemine discrepante, Domino Regi prae- dicto. Quibus recitatis praedictus prior nomine suo et dicti monasterii, praesentavit dicto Domino Regi, et tradidit in manibus suis Calicem lapideum. Et ipse Dominus Rex, recepto in manibus suis Calice supradicto, volens facere dicto monasterio gratiam aliquam pro eodem, dedit et tradidit in manibus dicti prioris, ad opus monasterii jam dicti, unum calicem aureum capellae suae ponderantem, ad pondus Caesaraugustae, marcos quinque et unciam unam, in quo quidem calice aureo supradicto sunt signa sequentia, videlicet, in pede tres esmalti, duo timbra et unus crucifixus Jesu Christi, et in pomo, qui est in medio, sex esmalti, duo ad signum Aragonum, duo regales et duo Sancti Georgii cum, et in patena est unus esmaltus Dei Patris. Quam quidem donationem de praedicto calice aureo, fecit praedictus Dominus Rex monasterio supradicto sub tali conditione, videlicet, quod ipsum calicem abbas majoralis et priores praedicti monasterii nec vendere nec impignorare possint seu valeant ullo modo, quinimo calix ipse serviat dicto monasterio et ad sui servitium sit solummodo deputatus. Et de praedicto calice non vendendo et impignorando dicti abbas majoralis et priores qui nunc sunt et pro tempore fuerint, teneantur juramentum praestare. Qui quidem prior recepto dicto calice aureo cum sua patena praedicta a Domino Rege praedicto, cum gratiarum actione, promissit dictum pactum de non vendendo nec impignorando, calicem supradictum servare quantum in eo fuerit et in traditione per ipsum fienda de eodem calice conventui supradicto servari facere dictum pactum per dictum conventum, prout superius continetur. De quibus omnibus et singulis supradictis Dominus Rex jam dictus, mandavit per me Berengarium Sarta, secretarium suum, praesens fieri instrumentum in testimonium praemissorum, praesentibus testibus nobilibus Berengario de Crudiliis, Rogerio de Montecateno et Olfo de Proxida, militibus consiliariis et camarlengis dicti Domini Regis.
Signum mei Berengarii Sarta, secretarii dicti Domini Regis et auctoritate regia notarii publici per totam terram et dominationem ipsius Domini Regis qui praedictis ut continentur superius interfui, et haec scribi, feci et clausi.
Exemplum hujusmodi instrumenti, in his duobus papyri foliis expressum, ego Raphael Domenec, S. C. R. majestatis archivarius, et scriba mandati, per totam terram et ditionem suam notarius publicus Barcinonae populatus, sumpsi ab ejus originali inserto in charta pergamena de numero primo intitulata, recondita in armario primo instrumentorum facientium pro negotiis generalibus Cathaloniae, regii archivi et legitime comprobavi et ut fides plenior impendatur, die tertio Maii anno a nativitate Domini millesimo sexcentisimo vicesimo septimo, meum hic appono signum.
Ego Michael Pérez catholicae et regiae Majestatis mandati scriba Regens protonotariam in presenti locumtenentia generali Cathaloniae Barcinonae populatus attestor quod supradictus Raphael Domenec qui hujusmodi exemplum subsignavit et clausit est domini nostri Regis archivarius et scriba mandatis Barcinonae populatus fidelis et lega lis ejusque instrumentis et scripturis publicis et autenticis huic similibus in judicio et ex fide indubia ab omnibus adhibetur et adhiberi solet. In quorum testimonium praesentem manu propia subscripsi et regio sigillo parvo in posse meo existenti munivi. Barcinonae die quarta mensis Maii anno a nativitate domini millesimo sexcentesimo vigesimo septimo. Michael Pérez (Rubricado y sellado)»].

Hasta aquí el documento original conservado en el archivo de Barcelona.
Tomamos el anterior documento de un testimonio en forma legal y copia simple del Archivo General de la Corona de Aragón, en Barcelona, que se custodia en el Archivo de la Catedral de Valencia, signatura 47:7. Con la misma signatura se guarda otro testimonio librado por Miguel Juan Amat, archivero de dicho establecimiento público de Barcelona, con fecha 11 de Mayo de 1615.


Consta, pues, por el anterior documento, que reúne todos los requisitos de autenticidad, que el santo Cáliz que se guardaba en S. Juan de la Peña, fué entregado por su abad al rey D. Martín, para tenerle y venerarle en su palacio real de la Aljafería.
Era este palacio suntuosísimo, el cual fué construido por el rey moro de Zaragoza Aben Alfaje, en el siglo IX, habitándolo todos sus sucesores. Cuando conquistó la ciudad Alfonso I, pasó el palacio á ser vivienda de los reyes de Aragón, que habitaron en él largas temporadas, haciendo importantes obras de embellecimiento. Hoy sólo quedan sus gloriosos recuerdos y algunos restos de perdida grandeza, sin murallas, ni almenas, ni jardines, convertido en antiestético caserón, cuya fachada principal se rompe en aborrecibles huecos de sabor moderno. En la iglesia del castillo, situada á la derecha de la puerta de entrada, se veneró el sagrado Cáliz en tiempos del rey D. Martín. En el Museo provincial de Zaragoza se conservan una porción de trozos de columna, capiteles, frisos, celosías, etc., de lo que fué suntuosa mansión real. Puede verse El castillo de la Aljafería, por J. Galial, guía ilustrada del mismo, impresa en 1906.


Nótese que en el documento original transcrito, se habla, como testimonio coetáneo é irrefragable, de la carta que, juntamente con el Cáliz de Cristo, entregó S. Lorenzo al enviarlo á España. Dicha carta original conservóse, sin duda, muchos siglos en Huesca, como principalísima reliquia, de donde la llevaron á S. Juan de la Peña en la pérdida de España, y si dicho monumento histórico ha desaparecido, no puede ponerse en duda su existencia entonces, por confirmarlo así el auto auténtico del rey D. Martín, que copiado queda. Es digno de observarse también que en dicho auto se dice que la carta y el Cáliz los envió S. Lorenzo al monasterio, sin indicar nada de Huesca. A esto contesta el tantas veces citado Agustín Sales: «Como la reliquia de la carta y el Cáliz estaban poco antes de recibirse este auto en S. Juan de la Peña, pensó el notario que lo otorgó, que allí lo había enviado el Santo, pero en esto recibió equivocación, pues es cierto lo envió todo á su patria Huesca, como consta en escritura testificada el año 1134».
Esta carta, añade el citado escritor, de cuya existencia nadie duda, por ser testimonio de tanta antigüedad y coetánea á S. Lorenzo, sin repugnar á ningún otro escrito ni tradición igualmente antigua, es de tanto peso y autoridad, que aun en todo rigor de crítica hace argumento concluyente. De ella se deducen dos cosas: la primera, que lo que hay en el auto de que S. Lorenzo envió á Huesca desde Roma el Cáliz, el cual obtuvo del Sumo Pontífice S. Sixto, se sacó de esta carta, que aún existía; la segunda, que viniendo á España esta sagrada reliquia por los años 261, enviada por S. Lorenzo, con carta suya auténtica en que aseguraba ser éste el mismo Cáliz en que Cristo consagró, es señal evidentísima que hasta el tiempo de su martirio se conservaba y veneraba en Roma esta sagrada reliquia, desde el tiempo de los apóstoles, con la fe y tradición inviolable de ser el mismo que sirvió para la institución de la Eucaristía. De lo contrario, no es creíble que la escribiese el Santo, y al manifestar esta circunstancia, muestra que escribió el documento en vista de otros auténticos de Roma, ó tradición en aquella ciudad conservada desde S. Pedro, anterior poco más de dos siglos á su martirio; y el contenido de esta carta se difundió por todas partes, especialmente por el reino de Aragón, hasta hacerse constar en el auto de la entrega de la alhaja al rey D. Martín.


Respecto al traslado del santo Cáliz á Valencia, consignaremos todas las noticias documentadas que poseemos. Apenas llegado á Valencia el rey D. Alfonso V, que en su viaje desde Nápoles había saqueado á Marsella y apoderado de las cadenas que cerraban su puerto y del cuerpo de S. Luis, obispo de Tolosa, que se tenía allí en gran veneración, resolvió entregar ambas gloriosas preseas de su valerosa hazaña á la Catedral de Valencia. Sin embargo, en lo que respecta al cuerpo del Santo no lo hizo hasta algunos años después; pero teniendo que abandonar esta ciudad por motivos políticos que le reclamaban á otra parte, determinó depositar en la sacristía de la Catedral el sagrado despojo, juntamente con otras muchas alhajas y reliquias. En efecto, el 11 de abril de 1424, según consta en escritura pública, con asistencia de los canónigos y jurados deputados para ello, se hizo la entrega de una caja, que quedó depositada en la sacristía de dicha Catedral, en la cual había muchas reliquias y joyas, que se indican someramente en el justiprecio de las piedras preciosas que contenían, según consta en el mismo documento. El erudito Sales creyó que el santo Cáliz se encontraba entre dichas reliquias y alhajas, pero no leyó el ligero inventario de ellas, que hemos visto nosotros, en el cual no se dice nada de la reliquia de la Cena del Señor (Notal de Jaime Pastor, 11 de abril de 1424, folio 149, volumen 3.546, y notal de Juan López, 4 de septiembre de 1426, volumen 3.532, ambos en el Archivo de la Catedral de Valencia).


Es probable que el santo Cáliz y otras muchas reliquias que se veneraban en la capilla real de la Aljafería, estuvieran todavía allí cuando se extendió el documento que mencionamos, en el que se habla también del cuerpo de S. Luis, ó se hallaban en camino de Valencia, pues dado el amor que el rey Alfonso V profesaba á esta ciudad, las mandaría traer para colocarlas en la real capilla de su palacio, en el que había hecho importantísimas obras, convirtiéndolo en una vivienda encantadora, con jardines, estanques, bosques y un departamento zoológico interesantísimo, acaso de los primeros de Europa.
El antiguo palacio del Real fué en un principio vivienda árabe que D. Jaime el Conquistador ensanchó y habitó, lo mismo que sus sucesores, convirtiéndolo en un lugar de delicias el rey D. Alfonso V. Los más hábiles arquitectos valencianos habían dejado en él huellas de su ingenio. Muchísimas exquisitas obras de arte, una fastuosa decoración y el recuerdo de todas las glorias y sucesos trascendentales de la historia de Valencia, se encerraban entre sus paredes. Fué derribado en 1810 con el fútil pretexto de que las tropas francesas podrían allí fortificarse si ponían sitio á la ciudad. Véase la Guía Urbana de Valencia, de Cruilles, tomo II, pág. 221.


Lo cierto es que en 1437 se hallaba el santo Cáliz en la capilla del Real de Valencia, de donde se trasladó, con todas las demás insignes reliquias, á la sacristía de la Catedral, como vemos por el siguiente documento fechado en 18 de marzo de dicho año, que, traducido del valenciano, dice así:

«Sepan todos y cada uno, que como el honorable mosén Antonio Sanz, canónigo y pavorde de la catedral de Valencia, capellán mayor de la capilla del muy alto señor rey, tuviera en su poder y custodia ciertas reliquias y joyas de la capilla del dicho señor, y, por muerte de aquél, las referidas reliquias y joyas están en peligro de perderse y desaparecer; y por esta razón el muy alto señor D. Juan, rey de Navarra, gobernador y lugarteniente general del susodicho muy alto señor rey, el cual estaba entonces personalmente constituido en la ciudad de Valencia, ha proveído y mandado que las indicadas reliquias y joyas sean inventariadas en inventario público, y puestas en la sacristía de la Catedral de dicha ciudad y conservadas en ella, juntamente con las otras reliquias, joyas y bienes de la misma Catedral, para su conservación y guarda. Por tal, el lunes, á 18 de marzo del año de la natividad de nuestro Señor 1437, los honorables D. Francisco Baró, tesorero del señor rey de Navarra, y D. Bernardo Estellers, regente en el oficio de Maestro Racional de la Corte del mismo señor rey en el Reino de Valencia, por interés y parte del dicho señor, y mosén Francisco Daríes, mosén Juan Llanzol, maestro Antonio Bou y micer Gauderico Soler, canónigos de dicha Catedral, por el honorable cabildo de aquélla para ello especialmente deputados y por interés también de la misma Catedral, en cuya sacristía las indicadas reliquias y joyas, según arriba se dice, se deben poner y conservar, llamados y convocados para esto D. Pedro de Anglesola por parte del dicho señor rey, y Jaime de Monfort, notarios públicos, por parte del honorable Cabildo, para esto deputados y en poder de aquéllos, hicieron documento público de las reliquias y joyas, en la forma siguiente:
Primeramente, una caja de pino, cubierta de tela encarnada, ribeteada de cinta blanca con escudos de Aragón y de Sicilia, dentro de la cual fueron encontradas las joyas y cosas siguientes...
Idem, el Cáliz en que Jesucristo consagró la Sangre el Jueves de la Cena, hecho con dos asas de oro, cuyo pie, del mismo color que el Cáliz, está guarnecido alrededor de oro con dos rubíes y dos esmeraldas en el pie, y con veintiocho perlas comparadas al grueso de un guisante alrededor del pie de dicho Cáliz, dice el perito D. Francisco Ferrer que dichos rubíes son granates...»

[«Eadem die lune (18 marzo 1437).— Pateat universis et singulis.
Que com lo honorable mossen Nanthoni Sanç Canonge e pabordre de la seu de Valencia capella maior de la capella del molt alt senyor Rey tingues en son poder e custodia certes reliquies e joyes de la capella del dit senyor e per mort daquell les dites reliquies e joyes fossen en perill de perdre e absegarse. E per aquesta raho lo molt alt senyor don Johan Rey de Navarra Gobernador e lochtinent general del dit molt alt senyor Rey lo qual la donch era en la ciutat de Valencia personalment constituit hagues proveit e manat les dites reliquies e joyes esser inventariades en inventari publich e meses en la sacristia de la seu de la dita ciutat e conservades en aquella ensemps ab les altres reliquies joyes e bens de la dita seu per conservacio e tuicio de aquelles. Per tal diluns a xviii del mes de març del any de la nativitat de nostre senyor mil quatrecens trentaset los honorables en francesch baro tresorer del dit senyor Rey de Navarra e en bernat estellers Regent lo offici de mestre Rational de la cort del dit senyor Rey en Regne de Valencia per interes e part del dit senyor e mossen ffrancesch daries mossen Johan lançol maestre Anthoni bou e micer Gauderich de soler canonges de la dita seu per lo honorable capitol de aquella a aço specialment deputats e per interes encara de la dita seu en la sacristia de la qual les dites reliquies e joyes segons damunt es dit deuen esser messes e conservades appellat e convocats a aço en pere danglesola per part del dit senyor Rey e Jacme de monfort notaris publichs per part del dit honorable capitol a aço deputats e en poder daquells feren inventari e capbreu publich de les dites reliquies e joyes en la forma seguent
Primo una caxa de pi cuberta de drap vermell ondada de veta blancha ab senyals darago e Cicilia dins la qual foren atrovades les joyes e coses seguents...
Item lo calcer hon Jhuxpt. consagra lo sanguis lo dijous de la cena fet ab dues anses dor ab lo peu de la color que lo dit calcer es guarnit al entorn dor ab dos balays e dos maragdes en lo peu e ab vinthuyt perles convinents de gruig de un pesol entorn del peu del dit calcer diu per en ffrancesch Ferrer quals dits balays son granats...» (Notal de Jaime Monfort, volumen 3.532, del Arch. de la Catedral de Valencia)].

Sigue todo el inventario detallado de las demás reliquias, que eran las que se veneraban primeramente en el palacio de la Aljafería de Zaragoza, y luego en la capilla del Real de Valencia.


Merece consignarse una nota que inserta el P. Rodríguez, el cual dice que la leyó en un manuscristo que poseía en su tiempo un beneficiado de la catedral de Valencia, la que traducida literalmente del valenciano, es como sigue:

«Lunes 2 de agosto de 1428, el rey D. Alfonso V de Aragón volvió á convidar á comer al infante de Portugal y á muchos otros caballeros, y les enseñó en su capilla al infante las santas reliquias que el rey tenía...».


En dicha fecha, pues, estaban ya en Valencia las reliquias de la Aljafería, y con ellas sin duda, la sagrada joya, las cuales constan en el documento del que hemos insertado el fragmento anterior. Dicha nota manuscrita no puede referirse á otras reliquias, puesto que las que existían antes en la capilla ya fueron depositadas en la catedral el 11 de abril de 1424, como queda dicho.


Desde 1437 se guarda, pues, en la catedral de Valencia el santo Cáliz, tenido siempre por el auténtico de la Cena del Señor, sin que desde entonces haya sido trasladado á otra parte fuera de la iglesia, y así consta en los inventarios hechos de las reliquias, los cuales se conservan en los archivos de la Catedral y del Ayuntamiento. Hemos visto los que se hicieron en 5 de septiembre de 1506, en tiempos de D. Fernando II el Católico; el de 29 de diciembre de 1516, el de 29 de septiembre de 1524, el de 19 de septiembre de 1658 y otros posteriores, mencionándose en todos las preciosa alhaja descrita del mismo modo como existente en el relicario de la sacristía de la Catedral. También se da cuenta del santo Cáliz, custodiado en la referida sacristía, en los libros de la Visita pastoral que de la Catedral han hecho la mayor parte de los prelados valentinos.


Creemos que por las notas transcritas queda demostrada evidentemente la identidad del santo Cáliz que se venera en Valencia con el que existía en S. Juan de la Peña, el cual era el mismo, según tradición universal y bastante documentada, que usó nuestro divino Redentor en la noche de la Cena, y que informó la literatura caballeresca medieval al convertirse su primitiva historia en leyenda popular.

No hay comentarios:

Publicar un comentario