miércoles, 23 de abril de 2014

El Santo Cáliz de Valencia (y XI). José Sanchis




EL SANTO CÁLIZ DE LA CENA (SANTO GRIAL)
VENERADO EN VALENCIA (y XI)

José Sanchis y Sivera
(Canónigo de la Catedral de Valencia)

Valencia 1914


CAPÍTULO X

Abandono de los valencianos. —
Lo que debiera hacerse. —
Una iniciativa muy factible. —
Honor á la sagrada reliquia. —



Con sentimiento consignamos que el santo Cáliz no es venerado en Valencia como se debe. No nos atreveremos á decir que ello constituya una falta grave en lo que se refiere á la fe religiosa, pero sí lo es en lo que respecta al amor á nuestras venerandas tradiciones. Su culto debiera constituir un acto indispensable al sustento de nuestro espíritu, por ser una fuerza evocadora de grandezas y recuerdos de otros tiempos. La invariabilidad de los principios y conducta de la Iglesia de no privar á las antiguas reliquias del culto acostumbrado, mientras no se pruebe su falsedad con argumentos ciertos y evidentes, parece que sea una condenación de la indiferencia con que miramos á la sagrada reliquia. Así se deduce de los decretos de las sagradas Congregaciones de Indulgencias y de Ritos que ordenan siga dándose culto á las reliquias antiguas.


El obispo de Acireale propuso á la S. C. de Indulgencias, la siguiente cuestión:
Sunt plures reliquiae in pretiosis argenteis thecis inclusae, fere in omnibus ecclesiis Dioecesis, etsi pauperrimis, quarum authenticae non habentur nec notitia habetur eas olim extitisse, nec tempus cognocitur a quo illae reliquiae possidentur... Magna tamen pietate a populis coluntur, ita ut nequeat sine scandalo hic cultus prohiberi. Cum igitur antiquissime sint, ita ut ipsa antiquitas possit constituere argumentum suficiens ad certitudinem moralem gignendam et apud omnes in maxima semper fuerint et sint veneratione, opinatur Episcopus orator huiusmodi cultum permitii posse: ad omnem tamen anxietatem tollendam implorat quoad hoc judicium S. V.
Dicha S. Congregación, en 20 de enero de 1896, contestó:
Reliquias antiquas conservandas esse in ea veneratione in qua hactenus fuerunt, nisi in eam particulari certa adsint argumenta eas falsas veI supposititias esse.
También se propuso á la S. C. de Ritos la siguiente duda:
An permittenda sit sanctarum reliquiarum publica expositio venerationi fidelium, de quibus nullum authenticum documentum in Cathedrali ostenditur, nec inmemorabilis vel saltem ante Concilium Tridentinum illarum expositio et veneratio probatur in publico?
A lo que contestó la Congregación en 21 de julio de 1696 en una Augustae Praetoriae n. 1946 ad 4 rep.:
Episcopus utatur jure suo juxta cap. II Trid.


Creemos que en Valencia no se venera cual se debe la preciosa joya que, en nuestro sentir, es el don más singular que posee en el orden religioso, único en el mundo.
El Dr. Agustín Sales demuestra con poderosas razones que en el santo Cáliz, á más de comulgar el mismo Cristo y los apóstoles, recibió también el sacramento la santísima Virgen, y, contra el sentir de muchos santos Padres, niega que participase del banquete sagrado el pérfido Judas. Los argumentos alegados son dignos de tenerse en cuenta y realzan el mérito de la preciosa alhaja, si es posible realzarlo más, pero gran honor es también para ella el que posase en su copa los purísimos labios la Madre del Salvador, y que no fuese profanado por el desgraciado Judas.

Para guardar el santo Cáliz, no sería mucho, á ser posible, construir una espléndida basílica. Por nuestra parte hemos de decir que, cuando postrados ante él lo admiramos con religioso arrobamiento, pasa por nuestra mente, como fugaz visión, toda nuestra gloriosa historia. Ante la soberana alhaja oraron nuestros reyes, nuestros santos, nuestros caudillos, nuestros sabios y nuestros antepasados, y su contemplación nos evoca los nombres de Martín el Humano, de Alfonso el Magnánimo, de Juan I, de Fernando el Católico, de Carlos I, de Felipe III, de San Vicente Ferrer, de San Luis Beltrán, del B. Nicolás Factor, de Santo Tomás de Villanueva, del B. Juan de Ribera y de otros muchos reyes, reinas, santos y personajes ilustres.

Hora es ya de que se restaure el culto que en otro tiempo se daba al santo Cáliz. Creemos llegado el momento de que todos los fieles que sientan arder en sus venas el sagrado fuego del amor á su religión y á su patria, deben hacer un esfuerzo para que despierte su entusiasmo en honor de la sagrada reliquia, restituyéndole la veneración que la frialdad de los corazones ha dejado casi olvidada. El esfuerzo no ha de ser grande: bastaría la buena voluntad de unos pocos para que se la festejase con gran esplendor y reviviese el entusiasmo que los valencianos sentían en otros tiempos por tan inestimable tesoro. No pretendemos que resucite aquella admirable procesión que rivalizaba en suntuosidad con la del Corpus. Nuestras aspiraciones son más modestas y factibles, las que expondremos con la sinceridad que nos caracteriza, y que no dudamos se realizarán con la ayuda de aquellas almas piadosas á las que no es indiferente la magnificencia del culto, el respeto á nuestras seculares tradiciones y el honor á nuestro suelo.


Existe un precioso monumento arquitectónico en la Catedral de Valencia, obra del siglo XIV, conocido con el nombre de Sala Capitular antigua, que se destinó en un principio á cátedra de teología y enterramiento de prelados y canónigos, donde se celebraron muchas veces sesiones de Cortes, se custodian hoy magníficos retratos, la marmórea tumba del arzobispo Ayala, varios cuadros interesantes, una admirable escultura de Alfonso Cano, un afiligranado retablo de piedra alabastrina y las cadenas que cerraban el puerto de Marsella cuando la flota del gran Alfonso V se apoderó de aquella población en 1423.
Pues bien, á este recinto, adornado con todas las esplendideces del arte y de la historia, donde se ensancha el ánimo aspirando una saturada atmósfera de religiosidad, podría trasladarse el santo Cáliz y recibir allí continuo culto.
Para ello sería indispensable la construcción de un tabernáculo, que se colocaría al pie del Cristo de Cano. Dentro de dicho tabernáculo se adaptaría la veneranda reliquia, entre pontentes focos de luz eléctrica, que brillarían detrás de opaca pantalla, para que convergesen todos los rayos luminosos sobre la admirable alhaja, ante la cual ardería constantemente una lámpara, como símbolo de la religiosidad del pueblo valenciano. Todos los viernes del año se expondría á la veneración de los fieles, durante la misa de las once de la mañana, que precisamente debía celebrarse en el altar de la adorable reliquia. Los gastos necesarios para todo esto son tan exiguos, que no dudamos se sufragarían en seguida por alguna alma piadosa, ó por medio de una suscripción pública que se abriese para este objeto. Creemos que el Cabildo metropolitano no pondría obstáculo á esta noble y piadosa iniciativa, la que sin duda sería también aprobada por la autoridad eclesiástica.


No es presunción nuestra el augurar que estos desinteresados y piadosos deseos los veremos realizados. Entonces el fiel devoto podrá contemplar á su placer la Copa sagrada, y renovar constantemente ante ella el recuerdo de la última Cena del Salvador, al que verá su espíritu reconcentrado en la profundidad de tristeza y en la profundidad de ternura que todo Él respiraba, oyendo lo misterioso y augusto de sus palabras, experimentando el vago sentimiento de la divinidad, sin que distrajese su misterioso arrobamiento el recuerdo de los siglos que evocan las enmohecidas piedras del gótico recinto, cuyo melancólico ambiente dispone á los fieles á elevarse á los cielos. Cuando sean un hecho estos anhelos, las generaciones que fueron, las almas de nuestros antepasados, que con tanta devoción veneraron la sagrada reliquia, nos enviarán sus recuerdos, sus bendiciones y su gratitud, todo lo cual llegará á nuestro corazón con la misma suavidad que los últimos brillos del sol resbalan y acarician los pintados vidrios de los afiligranados rosetones góticos de dicha capilla.
Que la devoción al santo Cáliz aumente entre los valencianos, y sea prenda segura de perfeccionamiento espiritual y de salvación eterna, es lo que deseamos de todo corazón.

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