domingo, 20 de abril de 2014

El Santo Cáliz de Valencia (VIII). José Sanchis




EL SANTO CÁLIZ DE LA CENA (SANTO GRIAL)
VENERADO EN VALENCIA (VIII)

José Sanchis y Sivera
(Canónigo de la Catedral de Valencia)

Valencia 1914


CAPÍTULO VII

La venerable sor Ana Catalina Emmerich. —
Sus visiones respecto á la Cena eucarística y al santo Cáliz. —
Valor histórico de estas revelaciones. —
No contradicen en nada la autenticidad de la sagrada reliquia valenciana. —



Entre las Visiones que en sus éxtasis tuvo la venerable religiosa Sor Ana Catalina Emmerich, cuéntanse algunas que se refieren al santo Cáliz de la Cena del Señor que sirvió para la institución de la Eucaristía. Dicha religiosa, que había nacido el 8 de septiembre de 1774 en Flamske, obispado de Munster (Alemania), murió en olor de santidad el 9 de febrero de 1824. Era muy pobre en bienes é ignorante en letras, pero rica en innumerables dones celestiales con los que el Señor la dotó, y sabia en virtudes cristianas. A la edad de 24 años recibió una gracia que Jesucristo ha concedido sobre la tierra á muchas personas consagradas al culto especial de su Pasión dolorosa, cual es el padecimiento corporal y visible de los dolores de su santa cabeza con la corona de espinas. Después de muchísimas contrariedades logró entrar de religiosa, en 13 de noviembre de 1802, en el convento de Agustinas de Agnetemberg, en Dulmen. Gozó su cuerpo de la estigmatización, expresión la más sublime de la unión con los padecimientos de Jesús, designada por los teólogos con el nombre de Vulnus divinum, Plaga amoris viva.
Al suprimirse los conventos en la Wesfalia el año 1811, vivió Sor Ana en Dulmen, en un miserable cuartucho, entregada á la oración. El examen médico que de ella se hizo entonces constató la existencia de los cinco estigmas en los pies, manos y costado, de una cruz sobre el estómago y de dos cruces sobre el pecho.
Su alma disfrutó de los arrobamientos del éxtasis, en cuyos instantes penetraba los más elevados misterios, y sus manifestaciones, de carácter marcadamente sobrenatural, relataban con gran claridad las extraordinarias visiones que tenía referentes, la mayor parte, á los Santos Lugares, á la vida de la Virgen y á la pasión de Cristo. Hablaba ordinariamente el bajo alemán, y en el estado de éxtasis su lenguaje se purificaba con frecuencia, y sus narraciones eran una mezcla de sencillez infantil y de elevada inspiración. La causa de beatificación de esta religiosa ha sido postulada y admitida ya en Roma, abriéndose su proceso en 1899.


He aquí lo que dijo en diferentes ocasiones acerca del Cáliz:
(Dichas revelaciones se contienen en la obra titulada: Das arme Leben und bittere Leiden \ unseres \ Herrn Jesu Christi \ und seiner \ heiligsten Mutter María \ nebst \ den Geheimnissen des alten Bundes \ nach den Gesichten \ der gottseligen Anna Katharina Emmerich \ Aus den Tagebüchern des Clemens Brentano \ heransgegeben \ von \ P. C. E. Schmoeger, aus der Congregation des allerheil Erlösers \ Mit Erlaubniss der Ordensobern und Adprobation des Lochoürdigsten Herrn Bischofes von Regensburg. \ Zum Besten milder Stiftungen. \ Vierte verbesserte, mit never Enileitung verschene Auflage. \ Regensburg, New York, Cincinnati. \ Druck und Verlag von Friedrich Pustet \ 1896.
El título del libro en castellano es así: Vida pobre y pasión amarga de nuestro \ Señor Jesucristo \ y de María su santísima Madre \ con \ los misterios del antiguo Testamento \ según las visiones \ de la piadosa Ana Catalina Emmerich \ De los diarios de Clemente Brentano, publicados por el P. C. E. Schmoeger, de la Congregación del Santísimo Redentor. \ Con permiso de los \ superiores y aprobación del Ilustrísimo Sr. Obispo de Ratisbona \ en beneficio de las fundaciones benéficas. \ Cuarta edición corregida, con una nueva introducción. \ Ratisbona, New York y Cincinato. \ Imprenta de la casa editorial de Federico Pustet. \ 1896.
Un tomo en 4.° de 1.148 páginas. Folios V al XI: aprobaciones de los obispos de Ratisbona, Limburg y Covinglon, prefacio de la 4.ª edición, firmado por el P. Gebhard Viggermann, de la Congregación del Santísimo Redentor. Desde la pág. XI á la CI: «Introducción: Las revelaciones particulares de la piadosa Ana Catalina Emmerich, examinadas según los principios de la sagrada Teología»; índice de la introducción en dos partes. Sigue pág. 1: «Vida pobre y pasión amarga...» hasta la página 1.128; después, índices de personas, geográfico, arqueológico, teológico, de grabados, etc., un mapa de Palestina, etc. Dicha obra, ó mejor dicho, parte de ella, se tradujo al francés, y, de este dioma, al español, con el título: La dolorosa pasión de nuestro Señor Jesucristo según las meditaciones de Sor Ana Catalina Emmerich, religiosa agustina del convento de Agnetemberg de Dulmen. Como no se ha recibido oportunamente la edición alemana, hemos copiado lo que transcribimos, referente al santo Cáliz, de la edición española).


«El Cáliz que los apóstoles llevaron de casa de Verónica, es un vaso maravilloso y lleno de misterios. Había estado mucho tiempo en el templo entre otros objetos preciosos y de gran antigüedad, cuyo origen y uso se había olvidado. Una cosa igual ha sucedido en la Iglesia cristiana, de donde muchas joyas antiguas consagradas han pasado al olvido con los años. Muchas veces se han desenterrado, vendido ó compuesto vasos viejos y otras joyas enterradas en el polvo del templo. Así es que con la permisión de Dios, este Vaso sacratísimo, que nunca se había podido fundir á causa de su materia desconocida, fué hallado por los sacerdotes modernos en el tesoro del templo, entre otros objetos que no se usaban, y luego vendido a un aficionado á antigüedades. El Cáliz comprado por Serafia había servido ya muchas veces á Jesús para la celebración de las fiestas, y desde ese día fué propiedad constante de la santa comunidad cristiana. Este vaso no siempre se conservará en su estado actual: quizá con ocasión de la Cena del Señor, habían juntado las diferentes piezas de que se componía. El gran Cáliz estaba puesto en un azafate, y alrededor había seis copas. Dentro del Cáliz había otro vaso pequeño, y encima una tapadera redonda. En el pie del Cáliz estaba embutida una cuchara, que se sacaba con facilidad. Todas estas piezas estaban envueltas en paños y puestas en una bolsa de cuero, si no me equivoco. El gran Cáliz se compone de la copa y del pie, que debe haber sido añadido después, pues estas dos piezas son de distinta materia. La copa presenta una masa morena y bruñida en forma de pera; está revestida de oro, y tiene dos asas para poderla coger. El pie es de oro puro, divinamente trabajado, con una culebra y un racimo de uvas por adorno, y enriquecido con piedras preciosas.
»El gran Cáliz se guarda en la iglesia de Jerusalén cerca de Santiago el Menor, y lo veo todavía conservado en esta ciudad: ¡tornará de nuevo á darse á luz como ha aparecido esta vez! Otras iglesias se han repartido las copas que lo rodeaban; una de ellas está en Antioquía, otra en Efeso; pertenecían á los Patriarcas, que apu- raban en ellas cierta bebida misteriosa cuando recibían y daban la bendición, como lo he visto muchas veces.
»El gran Cáliz estaba en casa de Abraham; Melquisedech lo trajo consigo del país de Semíramis á la tierra de Canaán, cuando comenzó á fundar establecimientos en el mismo sitio donde se edificó después Jerusalén; él lo usó en el sacrificio, al ofrecer el pan y el vino en presencia de Abraham, y se lo dejó á este patriarca. Este Vaso había estado también en el Arca de Noé.
»Ved aquí hombres hermosos que vienen de una ciudad opulenta: está edificada á la antigua; se adora en ella lo que se quiere; adórase hasta los peces. El Viejo Noé, con un palo al hombro, está junto al Arca; la madera de construcción está puesta á su lado. No, no son hombres; debe ser algo más elevado, según su belleza y su serenidad; traen á Noé el Cáliz, que sin duda se ha perdido; no sé cómo se llama este sitio. Hay en el Cáliz una especie de grano de trigo, pero más grueso que los nuestros, es como un grano de mirasol, y hay también un sarmiento pequeño. Dicen á Noé que hay en él un misterio, y que debe llevarlo consigo. Mirad; pone el grano de trigo y el sarmiento en una manzana amarilla que coloca en la copa. El Cáliz está labrado con traza maravillosa. Hay un misterio, que yo no sé: es el Cáliz que he visto figurar en la gran parábola, en el sitio donde estaba el espino ardiendo».
(Esto se refiere á una gran parábola simbólica de la reparación del género humano desde el principio, que desgraciadamente no contó por completo, y que después se le olvidó. En esta ocasión no habló del espino ardiendo; aunque el espino ardiendo de Moisés tenía en otras visiones la forma de un cáliz.)


La monja refirió todo lo que se acaba de decir del Cáliz, en un estado de intuición tranquila, y viendo ante sus ojos lo que describía.


Durante su relato acerca de Noé, estaba toda absorta en su visión. Al fin dio un grito, miró en torno suyo, y dijo: «¡Ah! tengo miedo de tener que entrar en el Arca; veo á Noé, y creí que llegaban las aguas rebosantes». Después, habiendo vuelto á su estado natural, dijo: «Los que trajeron el Cáliz á Noé llevaban un Vestido largo, blanco, y se parecían á los tres hombres que venidos á casa de Abraham le prometieron que Sara pariría. Me pareció que sacaron de la ciudad una cosa santa que no debió perecer con ella, y que la daban á Noé. El Cáliz estuvo en Babilonia en casa de los descendientes de Noé, que se habían mantenido fieles al verdadero Dios. Estaban sometidos á esclavitud por Semíramis. Melquisedech los condujo á la tierra de Canaán, y llevó el Cáliz. Vi que tenía una tienda cerca de Babilonia, y que antes de conducirlo bendijo en ella el pan y se lo distribuyó, sin lo cual no hubieran tenido fuerza para seguirle. Esa gente tenía un nombre como samaneos. Él se sirvió de ellos y de algunos cananeos habitantes en grutas, cuando comenzó á edificar sobre los montes donde estuvo después Jerusalén. Abrió cimientos profundos en el sitio donde se obraron luego el cenáculo y el templo, y también hacia el Calvario. Sembró trigo y plantó viña. Después del sacrificio de Melquisedech, el Cáliz se quedó en casa de Abraham. Fué también á Egipto, y Moisés lo tuvo en su poder. Estaba hecho de un modo singular, muy compacto, y no parecía trabajado como los metales; semejaba el producto de un vegetal. Sólo Jesús sabía lo que era».


Hablando de la institución de la Eucaristía, en lo referente al santo Cáliz, dice:
«Por orden del Señor, el mayordomo puso de nuevo la mesa, que no había acabado de alzar; púsola en medio de la sala, y colocó sobre ella un jarro lleno de agua y otro lleno de vino; Pedro y Juan fueron á la parte de la sala en donde estaba el hornillo del cordero pascual, para recoger el Cáliz que habían traído de la casa de Serafia, y que estaba en su bolsa. Lo trajeron entre los dos como un Tabernáculo, y lo pusieron sobre la mesa delante de Jesús. Había sobre ella una fuente ovalada con tres panes ázimos, blancos y delgados; los panes fueron puestos en un paño con el medio pan que Jesús había guardado de la Cena pascual; había también un vaso de agua y de vino, y tres cajas: la una de aceite espeso, la otra de aceite líquido y la tercera vacía...
»Jesús se colocó entre Pedro y Juan; las puertas estaban cerradas; todo se hacía con misterio y solemnidad. Cuando el Cáliz fué sacado de la bolsa, Jesús oró y habló muy solemnemente. Yo vi á Jesús explicando la Cena y toda la ceremonia; me pareció un sacerdote enseñando á los otros á decir misa.
»Sacó del azafate, en el cual estaban los vasos, una tablita; cogió un paño blanco que cubría el Cáliz, y lo tendió sobre el azafate y la tablita. Después le vi quitar de encima del Cáliz una tapa redonda, y la puso sobre la misma tablita. Luego sacó los panes ázimos del paño que los cubría, y los puso sobre esta tapa; sacó también de dentro del Cáliz un vaso más pequeño, y puso á derecha y á izquierda las seis copas de que estaba rodeado. Entonces bendijo el pan y los óleos, según creo; elevó con sus dos manos la patena con los panes, levantó los ojos, rezó, ofreció, puso de nuevo la patena sobre la mesa y la cubrió. Cogió después el Cáliz, hizo que Pedro echara vino en él y que Juan echara el agua que había bendecido antes; añadió un poco de agua, que echó con una cucharita; entonces bendijo el Cáliz, lo elevó orando, hizo el ofertorio, y lo puso sobre la mesa...
»Jesús elevó el Cáliz por sus dos asas hasta la altura de su cara, y pronunció las palabras de la consagración; mientras las decía estaba transfigurado y transparente; parecía que pasaba todo entero en lo que les iba á dar. Dio á beber á Pedro y á Juan en el Cáliz que tenía en la mano, y lo puso sobre la mesa. Juan echó la sangre divina del Cáliz en las copas, y Pedro las presentó á los apóstoles, que bebieron dos á dos en la misma copa. Creo, sin estar bien segura de ello, que Judas tuvo también su parte en el cáliz...
»Cuando nuestro Señor Jesucristo cogió el Cáliz en la institución de la sagrada Escritura, tuve otra visión sobre el antiguo Testamento. Vi á Abraham arrodillado delante de un altar; á lo lejos estaban unos guerreros con animales de carga y camellos; un hombre majestuoso se acercó á Abraham, y puso sobre el ara el Cáliz de que se sirvió Jesús después. Vi que este hombre tenía como dos alas en las espaldas; no las tenía realmente, pero era una señal para indicarme que tenía un ángel delante de mí. Es la primera vez que he visto alas á un ángel. Este personaje era Melquisedech. Detrás del altar de Abraham subían tres nubes de humo; la de en medio se elevaba bastante alta, las otras estaban más bajas.
»Yo vi dos filas de caras que acababan en Jesús. Entre ellas estaban David y Salomón. (¿Serían acaso los poseedores del Cáliz, los sacrificadores, ó los antecesores de Jesús? La monja se ha olvidado de decirlo). Yo vi nombres encima de Melquisedech, de Abraham y de algunos reyes. Después volví á Jesús y al Cáliz».


El 3 de abril de 1821 dijo Ana en un éxtasis: «El sacrificio de Melquisedech se hizo en el valle de Josafat, sobre una altura. Melquisedech tenía ya el Cáliz. Abraham debía saber que venía á sacrificar, pues había elevado un hermoso altar cubierto con un toldo de hojas. Habían construido también una especie de Tabernáculo, donde Melquisedech puso el Cáliz. Los Vasos donde bebían parecían ser de piedras preciosas...»


Hasta aquí las relaciones de la venerable monja respecto al santo Cáliz. No pretendemos que dichas relaciones tengan carácter histórico, pues las visiones de los extáticos se hallan tan expuestas al error en la manera de comprender, como en la de comunicar las revelaciones obtenidas. La Iglesia, cuando en los procesos de canonización da su aprobación á visiones, declara simplemente con esto que estas visiones no contienen nada contrario á la doctrina y creencias católicas, pero de ningún modo afirma que es preciso considerarlas como verdades reveladas en el sentido riguroso.

Es digno de notarse que la santa religiosa agustina, sin haber visto jamás, ni aun tener noticia del santo Cáliz de la Cena que se veneraba en Valencia, lo describe casi tal como es, con una copa formada por una masa morena y bruñida, con un pie de oro puro, divinamente trabajado, con dos asas para poderle coger. Téngase presente que la extática monja habla del Cáliz tal como lo veía en la noche de la Pascua, y al decir que en el pie había una culebra, un racimo de uvas y varias piedras preciosas, es muy probable que fuera cierto, pues no son pocas las alhajas similares de aquella época que ostentaban semejantes adornos. Ahora bien; siendo así que los adornos del pie que hoy tiene el santo Cáliz son de fecha posterior, como queda dicho, es probable que sustituyesen á otros, los cuales, si eran como los describe la venerable Ana, no cabe duda que serían cambiados por otros, dado el carácter pagano de aquéllos, imposible de ser tolerado por las purísimas costumbres de los antiguos cristianos. También afirma la religiosa que la copa y el pie son de distinta materia, lo que es verdaderamente cierto, como indicado queda.

Otra de las afirmaciones de la santa religiosa es que se guardaba en la iglesia de Jerusalén, lo que parece contradecir su existencia en Valencia. Téngase presente, como antes ya hemos advertido, que se habla de los tiempos en que todavía vivía Jesucristo, ó próximos á él, y entonces el santo Cáliz aún se guardaría en el cenáculo, que fué la primera iglesia de Jerusalén y de la cristiandad.


Hemos transcrito las revelaciones de la venerable Ana Emmerich más bien como documento curioso que como prueba de autenticidad del santo Cáliz que se venera en la Catedral de Valencia. Sin embargo, nos complace el manifestar que entre aquella relación y la alhaja valenciana existe perfecta armonía, sin la más leve contradicción en lo que respecta á los elementos esenciales de su autenticidad.

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