EL SANTO GRIAL EN ARAGÓN. I
Dámaso Sangorrín
Diest
(Deán de la
Catedral de Jaca)
Publicado por primera
vez en la Revista Aragón,
año III - nº 22,
Zaragoza, julio de 1927
Introducción
Es conveniente
principiar definiendo bien los términos.
Los iniciados en
la materia, como son los músicos profesionales y todos los aficionados a la
música - que es lo mismo que decir "los wagneristas" -, y la gran
masa de lectores de periódicos que leen algo más que las noticias de crímenes y
deportes, no necesitan explicación previa para darse cuenta del asunto; pero
suponiendo que puede haber quien lo ignore por completo o quien sólo tenga de
él muy rudimentarias o falsas nociones, para éstos va la presente introducción,
a fin de facilitarles la inteligencia de lo que ha de venir.
Si es o no de
actualidad esta materia y si es oportuno el tratarla con alguna extensión, el
lector lo juzgará cuando sepa que hay un empeño tenaz en arrebatarle a Aragón
la gloria de haber poseído el Santo Cáliz y de haber dado el motivo de las
leyendas del Santo Grial, tan admirablemente enaltecida en la asombrosa
creación wagneriana.
Los aragoneses,
más que ningún otro espanol, podemos apropiarnos una frase célebre de Goethe en
Hermann y Dorotea, citada por algunos escritores modernos a este respecto:
"ESTO ES NUESTRO! ASI HAY QUE DECIRLO Y ASI HAY QUE SOSTENERLO!"
Bien merecía
esta altísima causa un mantenedor más brillante que el actual; pero, mientras
no arrecie el ataque, es bastante con que este modesto centinela dé la voz de
alerta para que los de casa se aperciban a mayor defensa, si fuera necesaria, y
para que los adversarios entiendan que no se han metido en un terreno
abandonado donde se puede maniobrar tranquilamente a capricho.
Con el nombre de
SANTO GRIAL se designa, a través de los siglos y de las historias y leyendas,
el Sagrado Cáliz que empleó nuestro Redentor en la última cena con sus
Apóstoles, para consagrar y darles a beber en él el Vino Eucarístico, o sea su
preciosísima Sangre; en el mismo adorable Vaso recibió el día siguiente la que
caía de las heridas de Jesús en la Cruz su fiel discípulo José de Arimatea, y
puso la que recogió coagulada al lavar el Sagrado Cuerpo para ponerlo en el
Sepulcro, según varias tradiciones; y, por fin, este preclaro Cáliz fué el
objeto de multitud de fantasías novelescas y romances de los Libros de
Caballerías, unido constantemente a los de la Tabla Redonda en Inglaterra,
pasando a Francia y Alemania con su héroe Perceval o Paezival en los siglos XII
y XIII, popularizado en España en el XV con el libro titulado "La Demanda
(conquista) del Santo Grial", en el XVI en el "Lanzarote del
Lago" donde se llama Santo Greal, y en estos últimos tiempos conocido
universalmente por el Santo Gral o Graal en la ópera Parsifal, del más grande
de los músicos modernos.
Puesto que el
objeto es el mismo en todas las naciones, no creo que sea cuestión esencial lo
de los nombres que se le dan en las diversas lenguas y en distintas épocas;
pero es bueno no desconocerlos. Los ingleses lo escriben The San Grëal, Holy
Grail, Sangreal, Sank Ryal y Holy Graál; en francés antiguo Sanct Graal y en el
moderno Saint Graal; los alemanes Gral y Graal, y alguna vez Grâl y Grail; en
italiano San Graal; en portugués moderno Santo Graall, antiguamente Gral; en
catalán (en una traducción de la italiana "Inchiesta del San Graal")
se dice Grasal, en el catalán literario de última hora (Monserrat, 1922) lo
llaman Sant Groal, y en nuestros clásicos "La Demanda" y
"Lanzarote" se nombra Grial y Greal respectivamente.
Aunque por la
celebridad de la ópera de Wagner se le llamará ya siempre y en todo el mundo
Gral o Graal, me parece que nosotros debemos conservar el nombre español de
GRIAL con el cual lo llama "La Demanda" y lo cita Cervantes en su
"Ingenioso Hidalgo". A estos precedentes debe sumarse la razón
eufónica, por cuya virtud se ha ido deshaciendo la cacofonia de las dos aa
primitivas etimólogicamente, suprimiendo una de ellas o substituyendola por
otra vocal.
Según la opinión
de casi todos los críticos, parece cierto que las voces españolas grial, greal
y gralproceden de la misma raíz gradális o gratális, que en bajo latín
significa vaso: etimología que conviene perfectamente a los nombres derivados y
al objeto de que se trata.
en castellano
antiguo se llama grial o greal y en portugués y gallego gral, como vamos a ver,
un utensilio de cocina que corresponde al almirez o al mortero de madera para
preparar las salsas, pero no al vaso de beber. (Tal forma tiene, en efecto, la
copa del Santo Cáliz).
Recuerda Bonilla
unos versos del Arcipreste de Hita (1290-1379) en los cuales se ve el rigor con
que se observaba la abstinencia de carnes en Cuaresma, pues la dueña de la casa
hace limpiar todos los objetos de la cocina que hubieran servido para grasas:
"Escudillas,
sartenes, tinajas e calderas
Cañadas e
barriles, todas cosas caseras,
Todo lo fizo a
las sus lavanderas,
Espetos e
griales, ollas e coberteras".
En el Cartulario
de Silos de Mr. Férotin, en las cuentas de la abadía y dependencias, en 1338,
hay una partida de gastos que dice así: "Cuerta manteles, tajaderos y
escudiellas y greales y ferreamientas para adobar de comer ... 40
maravedises".
En portugués
antiguo era gral, como lo recuerda el citado escritor aduciendo un texto del
año 1250, en donde entre otros enseres domésticos, pone "pineira, joeira,
gral, caldeira e tuto mais que as importunas vizinhas soem pedir".
Se atribuye a
San Pedro Pascual, obispo y mártir de Jaén (1228-1300) una reducción catalana
del Libro de Gamaliel, en la cual, después de describir las escenas de la
crucifixión y muerte del Redentor, dice: "Y entonces José de Arimatea,
lleva un gresal en que recibe la sangre de Jesucristo, y recogio la lanza (la
de Longinos); y todos se volvieron a la ciudad" (a pedir permiso a Pilatos
para sepultar el Sagrado Cuerpo). Esto es muy notable, porque es la primera vez
que un autor serio menciona juntos el Grial y la Lanza, que son inseparables en
las leyendas de Parsifal.
Pero si hasta el
siglo XIV se empleó en España la palabra grial, greal o gral para indicar un
objeto harto vulgal, en el XV - según Sanchis Sivera - ya se da el nombre de
Sant Greal al sagrado Vaso eucarístico de Jesús, como se ve en la descripción
de un cuadro de la Cena pintado por Martín Torner para el Convento de Santa
Clara de Valencia, en el cual estaba davant la Maiestat de Jhuxit lo Sant
Greal. (Delante de la imagen de Jesucristo el Santo Greal). Y aquí cabe
preguntar: ¿Por qué le dan al Santo Cáliz los valencianos (que ya lo poseían,
aunque en secreto y sin culto alguno, desde el primer cuarto de ese siglo) el
nombre tan prosaico de greal, siendo así que en el documento de su entrega al
Cabildo se le llama repetidamente calzer, y con el mismo nombre de calcer y
calçe entienden en valenciano y catalán lo que nosotros llamamos cáliz? Solo se
explica teniendo en cuenta que en aquellos tiempos de difusión de los Libros de
Caballerias (que no había otro recreo para el vulgo) eran populares los nombres
de los reyes Artús, Pelles y Galaz y de los caballeros Lanzarote y Perceval,
Tristán y Marlín, Reinaldos y Oliveros, Bernardo y Rolando, Amadis y Tirante,
etc. etc.; y había llegado a ser por esas leyendas célebre y venerado el nombre
de Santo Grial como objeto primordial de todas ellas. De otro modo, no es
creíble que nadie se hubiera atrevido a darle al Santo Cáliz de Jesucristo el
nombre entonces tan bajo y poco respetuoso de greal, sino que se habría
conservado en España el de cáliz o calcer.
Aquí es
necesario dejar bien sentada para ulteriores deduciones esta afirmación: las
voces grial, greal o gral, procedentes de gradal, existían en el acervo de la
lengua española en sus diferentes modalidades romances mucho antes de aparecer
otros nombres similares en las leyendas caballerescas indicando el santo Vaso
eucarístico, pues es evidente que no las inventaron en los siglos XIII y XIV ni
el Arcipreste, ni los monjes de Silos, ni los demás escritores españoles, sino
que las citan como corrientes y populares en sus tiempos. En cambio, en las demás
lenguas europeas no hay una palabra parecida a gral para indicar vaso, cáliz o
recipiente de ninguna clase. Tomaron, pues, de España el objeto y el nombre que
le dan las leyendas.
Dado el origen y
el uso divino de este sacratísimo Vaso y la nombradía universal que adquirio en
los libros de Caballerias, aunque siempre con cierto misterio que contribuía a
realzar su prestigio, es muy natural que todas las naciones se creyeran
poseedoras de tan preciada reliquia y defendieran la autenticidad de alguno de
los cálices insignes que tuviera, distinguiéndose en este piadoso y patriótico
anhelo las Catedrales y Monasterios más célebres de Europa. Hasta 20 cálices,
dice un autor, se disputaban en el siglo XVI el honor de ser el que usó el
Señor en su última Cena, o sea, el Santo Graal de las narraciones
caballerescas. El tiempo con su olvido y la crítica con sus estudios han ido
seleccionando los más verosímiles, desechando los restantes; unos, porque no
demostraban suficiente antigüedad para ser tenidos como contemporáneos del
Salvador, y otros, porque no alcanzaban, aun siendo antiguos, las condiciones
de riqueza material, localización oportuna y misterio que atribuían las
leyendas al verdadero Cáliz de la Cena, que era el SantoGrial de su veneración
y de sus afanes.
De esta labor
expurgativa parece que ya no quedaban en el mundo - al tiempo de aparecer el
Parsifal de Wagner en 1882 -más que tres vasos célebres que pudieran aspirar a
la autenticidad: el de Jerusalén, recordado por el Venerable San Beda, el Sacro
Catino de Génova, y el Santo Cáliz de Valencia; viniendo a coincidir los
críticos en favor de éste en los tiempos actuales, por reunir todas las notas
que debe tener el histórico Cáliz de Jesús, el legendario Santo Graal; sin más
oposicion que la de ciertos "nacionalistas" exaltados que tratan de
dislocarlo de Aragón, naturalmente en favor propio.
Haviendo gracia
al lector de la enumeración de los otros cálices que le disputan al nuestro en
tiempos pasados su prestancia, no puedo excusarme de exponer aquí brevemente el
historial de los dos rivales de más fuerza: el de Jerusalén y el de Génova.
El de Jerusalén,
tanto por la ciudad donde se decía haber existido, cuanto por la gran autoridad
del Venerable Beda y del cardenal Baronio que lo citaron, adquirio innegable
autoridad en los siglos pasados. "Hay que creer sin vacilar - dice Ch.
Rohault de Fleur - que los discípulos de Jesús, guardando celosos todo lo que a
Él perteneció, conservarían con más cuidado una reliquia tan preciosa (el Santo
Cáliz). Parece cierto que algunos siglos después se mostraba este Cáliz en
Jerusalén a los peregrinos cristianos. El monje escocés Adamnán, que vivió en
la segunda mitad del siglo VII (quizá sea el VIII) nos ha dejado una
descripción de los Santos Lugares, escrita según la relación de Arculfo, obispo
francés, que hizo un viaje a Tierra Santa hacia el año 640, (720 pone otro
escritor) y dice que entre la Basílica del Gólgota y el Santo Sepulcro había en
una plaza una exedra donde estaban el Cáliz del Señor, en el que Él mismo consagró
su propia Sangre para darla a beber a sus Apóstoles; el cual cáliz es de plata,
de capacidad de un sextario francés (7 litros y 44 centilitros, dice Rohault)
adornado de dos asas opuestas". Recogió el Venerable Doctor S. Beda esta
noticia en su tratado De los Santos Lugares, agregando el detalle de que estaba
protegido por una reja, pero que se podía tocar y basar por cierta abertura.
Otro escritor de dudosa autoridad añade que dentro de aquel cáliz se conservaba
la esponja con que dieron a beber vinagre a Jesús en la Cruz. Continúa Mr. de
Fleury diciendo que "de su capacidad se puede calcular que, descontando
las asas y el pie, su vaso tendría unos 30 centímetros de diámetro por 20 de
altura. Se ignora en qué época desapareció de Jerusalén este cáliz".
Es muy sencillo
resolver esta duda. Si existió tal cáliz - que mejor que cáliz se le debe
llamar cratera, que era recipiente donde se ponía el vino mezclado con agua y
jarabes para servirlo en las copas de los comensales -, lo robarían los
mahometanos de Omar I cuando entraron en la Ciudad Santa el año 638, dos antes
del viaje de Arculfo según la cuenta de este autor, u 82 según el cómputo más
probable de otros escritores que ponen ese viaje en el año 720. Y si lo
respetaron los invasores en 638, aunque consta que lo destruyeron y saquearon
todo, menos el Santo Sepulcro por el dinero que les rendía de los reyes y
pueblos cristianos, ¿cómo no se conservó hasta la época de la reconquista de
Jerusalén por los Cruzados, pues nadie habla de él en ese tiempo? ¿Y por qué no
lo mencionan San Jerónimo, Nicéforo, Eusebio, nuestra ilustre compatriota
Eteria y otros escritores coetáneos que visitaron los Santos Lugares y los
describieron en tiempo de paz, esto es, desde su restauración por Santa Elena y
Constantino (principios del siglo IV) hasta la invasión de Omar?¿Y cómo se
explica que una reliquia tan insigne del Redentor no la conservaran los obispos
y los fieles en otro lugar más seguro y sagrado que una capillita o exedra en
la calle, a la vista y a la mano de todo el mundo, mientras guardaban con más
respeto en una iglesia la cruz del Buen Ladrón?
Además, el
obispo Arculfo no da la noticia directamente, sino trasmitida por cierto monje
llamado Pedro que fué su guía e intérprete. Si se tratara de un delito no estaría
mejor tramada la exculpación: el santo Beda se apoya en Adamnán, Adamnán en
Arculfo, y Arculfo es un indocumentado que se llamaba Pedro. Y puesto que estos
dos últimos son los que pudieron ver el cáliz, y nada dicen de haberlo adorado,
aunque ponen detalles menos interesantes en su narración, parece que la tomaron
- según algunos críticos - de un Itinerario que compuso un tal Antonio en el
siglo III (en el siglo III no existía la Basilica del Gólgota, ni se conocía el
Santo Sepulcro, ni había capilla ninguna pública en Jerusalén): Itinerario que
mereció ser censurado por los escritores Pepebroquio y Allacio "como
indigno de salir a luz por estar lleno de cuentos de viejas y no descubrirse en
él ni un rastro verosímil de viaje alguno".
Lo que empezó
siendo una gran noticia autorizada por un santo Doctor - que en todo lo demás
es sapientísimo y celebérrimo, y cuya credulidad en el testimonio de un obispo
y de un monje ilustrado es muy excusable - ha venido a ser uno de tantos
cuentos de un viaje que inventó un mal novelista.
Vengamos al
Sacro Catino de Génova. "Catino" quiere decir plato, o mejor fuente
para servir las viandas.
Y así es, plato
y no cáliz, el que se guarda en la Catedral de Génova, de figura hexagonal
prolongada, y de un perímetro de 1´20 metros. Por su poca profundidad y gran
tamaño, bien pudo haber servido en la mesa del Señor para contener el cordero
pascual de la cena legal, pero no para la consagración del vino en la
institución de la Sagrada Eucaristía, y mucho menos para beberlo en él.
La historia, o
tradición, o quizá nada más que leyendas de este Sacro Catino, hacen remontar
su existencia a los tiempos de Salomón: conservado en el Templo de Jerusalén
hasta época de Nuestro Señor Jesucristo, siguió en la misma Ciudad Santa (¡caso
inverosímil después de las devastaciones de los romanos y de los árabes!) hasta
el año 1101 en que lo trajeron a Génova los Cruzados italianos. Otra versión
dice que esta alhaja vino a poder de los cristianos de España no se dice cómo,
y que a éstos se la quitaron los moros y la llevaron a Almería. Cuando en 1147
el rey de Castilla Alfonso VII conquisto esta ciudad, auxiliado por tierra por
los aragoneses y catalanes y por mar por los barcos genoveses, el rey
"retovo para sí la cipdat - dice la Primera Crónica general - et dió la
prea (el botín) todo a los de Genua (Génova); et en la prea et en los espojos
que tomaron en la cipdat et en los terminos della, fallaron y (hallaron alli)
un vaso de piedra esmeralda". Se lo llevaron a su ciudad y allí está hasta
ahora. Cuando en 1502 le enseñaron este precioso objeto a Luis XII de Francia
le dijeron - según Gayangos - que era el vaso que usó el Señor en la última
cena, y que lo habían adquirido como su parte del despojo en la toma de
Jerusalén por los Cruzados en 1099. El P. Mariana, al referir esa reconquista
de Almeria y el botín de los genoveses con su plato de esmeralda, dice que
"el vulgo cree que Cristo Hijo de Dios cenó en él la postrera vez con sus
discípulos: opinión sin autor ni fundamento". Poniendo en duda el jesuíta
italiano P. Menochio la fe que tengan en él los genoveses de haber servido en
la Cena del Señor, decía que "ni se muestra o se venera como reliquia,
sino como un vaso maravilloso y precioso por la materia, por el arte y por lo
bien trabajado, siendo todo vaciado en una esmeralda de notable grandeza".
Otro autor anónimo moderno recoge las leyendas y sucesos reales de este Sacro
Catino y dice que "según Varcaire, el Grial fué encontrado en la ciudad de
Cesárea por los Cruzados en 1102: era un vaso antiquísimo tallado en una sola
esmeralda. Estaba guardado en un Templo, muy maravilloso edificio, como dice
Guillermo de Tiro, construido por Herodes en honor de Augusto. Los Cruzados lo
llevaron a Génova: los genoveses lo empeñaron en 9.500 libras, que dieron los
mercaderes de oro de la ciudad: los franceses, en tiempo de las guerras
napoleónicas, lo robaron de la catedral y lleváronselo a París, donde fué
estudiado por una comisión de la Academia, la cual declaró que no era más que
una bujeria de cristal bizantino; con lo que perdió definitivamente la
consideración de los sabios y fué devuelto a los genoveses en 1815, rompiéndose
en el camino".
De manera que el
precioso cáliz de esmeralda de Génova no es cáliz ni es de esmeralda, sino que
es un plato de vidrio antiguo. Pero es justo reconer aquí que no ha sido culpa
de los genoveses el que su Catino fuese creído en algún tiempo el Cáliz del
señor y el Santo Grial, pues ellos siempre lo han llamado "Il Sacro
catino"; sino que los escritores extraños le dieron los nombres de
"mortaio", "escudilla", "bicchiere", que quieren
decir taza o copa, y de allí cáliz.
Al decir en el
título "El Santo Grial en Aragón", quiero dar a entender que esta
preciosa joya, ya se la considere como el Sagrado Cáliz en que Nuestro Señor
consagró en la última Cena, ya como el Santo Grial de las leyendas, fué y es
gloria exclusiva de Aragón; habiendo pasado por las localidades que voy a
anotar en compendio, como esquema de los varios puntos que se habrán de
dilucidar.
a) Desde el año
258 hasta 712, en HUESCA, en poder de sus obispos.
b) Huyen los
cristianos de la tierra baja ante el ímpetu arrollador de las tropas árabes de
Tárik y Muza en 712, y se refugian con sus obispos y sus sacerdotes en las
fragosidades de los Pirineos, llevando consigo los objetos del culto y las
reliquias más preciosas Es probable que el Santo Cáliz - la primera entre ellas
- estuviese algún tiempo con el primer obispo de Huesca fugitivo en la cueva
del monte de YEBRA, lugar desde entonces santificado además por el martirio de
su pariente Santa Orosia, víctima preciosa de la persecución mahometana. Es muy
probable que el Santo Cáliz se guardó también algún tiempo en el Monasterio de
S.Pedro de SIRESA (valle de Echo) al menos siendo obispo Ferriolo, el cual se
titulaba "obispo en San Pedro", que necesariamente se ha de entender
el de Siresa, pues no existía aún el de la Sede de Jaca, y el de S. Pedro de
Siresa ya consta como Monasterio importante en los tiempos visigóticos, según
la epístola del mártir S.Eulogio de Córdoba; viniendo a robustecerse esta
probabilid con la existencia en la iglesia de Siresa de innumerables reliquias
de Santos hasta el día de hoy, procedentes sin duda alguna de los cristianos
refugiados en las montañas en aquella época de terror.
c) Es moralmente
cierto que el Santo Cáliz estuvo (en poder del obispo siempre) en el Monasterio
de Santa María de SASABE, que existió a unos 2 kilómetros al N. de la actual
villa de Borau - entre el valle de Canfranc y el de Echo, en el sitio donde hoy
está la ermita de S. Adrián. Consta documentalmente la existencia y sepultura
de siete obispos en Sasabe, hasta que el último que allí vivió, Don García I,
trasladó en 1044 su residencia a la ciudad de Jaca, que por aquellos años
estaba reedificando el rey Don Ramiro I y levantando su catedral. En estas
andanzas pasaron los obispos de Aragón - que así empezaron a titularse en el
siglo IX - desde el año 712 hasta el 1044.
d) En la actual
CATEDRAL DE JACA erigida por el cristianísimo rey Don Ramiro (así lo llamaba el
papa San Gregorio VII) no tanto quizá para Sede episcopal de su naciente reino,
como para que fuese digna morada en lo posible del Santo Cáliz que venían
guardando los obispos de Aragón en las montañas, estuvo este preclaro Vaso nada
más que hasta el año 1076 en que lo llevó ... mejor dicho estaría se lo llevó
de Jaca su obispo Don Sancho I - sucesor de Don Garcia el de Sasabe - al
renunciar al cargo y retirarse a S. Juan de la Peña, de donde había sido monje
antes de ser obispo.
e) En el
MONASTERIO DE SAN JUAN DE LA PEÑA, reedificado con todo lujo y grandeza, cuanto
lo permitían las dimensiones de la cueva, por el rey Don Sancho Ramírez en
tiempos de ese obispo muy protegido suyo, permaneció el Santo Cáliz - aquí fué
la época en que se inspiraron las leyendas del Santo Grial- hasta el día
memorable, aunque nomuy gratamente memorable, 26 de Septiembre de 1399 en que
el Monasterio a instancias del rey Don Martín de Aragón, se lo entregó en
Zaragoza.
f) Pocos años lo
poseyó ZARAGOZA; algunos menos de los que generalmente se cree, según mis
cuentas. Del real palacio de la Aljaferia lo traslado Don Martín a su Capilla
del de Barcelona.
g) En BARCELONA
estaba el Santo Cáliz con otras muchas reliquias insignes, propiedad de la
Corona de Aragón, cuando se hizo el inventario de todas ellas en Septiembre de
1410 a raíz de la muerte sin sucesión del rey Don Martín.
h) Su segundo
sucesor y resobrino Don Alfonso V de Aragón hizo llevar a su palacio de
VALENCIA gran cantidad de esas reliquias, Don Juan II, rey de Navarra entonces
y Gobernador de Aragón y Valencia, lo entregó definitivamente en 18 de Marzo de
1437 a la Catedral valenciana, donde se venera hasta el día de hoy.
(CONTINUARÁ)
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