EL SANTO CÁLIZ
DE LA CENA (SANTO GRIAL)
VENERADO EN
VALENCIA (V)
José Sanchis y
Sivera
(Canónigo de la
Catedral de Valencia)
Valencia 1914
CAPÍTULO IV
Probable origen
de las leyendas sobre el santo Cáliz. —
Lo que
significaba la palabra «Grial» en la Edad Media. —
Relatos
populares acerca de la posesión y virtudes del santo Grial. —
El poema de
Cristian de Troyes. —
La obra de
Roberto de Boron. —
El «Parzival» de
Wolfram de Eschembach. —
El gran oratorio
de Ricardo Wagner. —
Deducciones á
favor del santo Cáliz que se venera en Valencia. —
Desaparecido el
santo Cáliz de Huesca, donde se había venerado cerca de cinco siglos, á causa
de la invasión mahometana, como queda dicho, y oculto en la cueva de San Juan
de la Peña, permanece su recuerdo entre los invasores y los cristianos que con
ellos se quedaron, comenzando entonces los relatos del vulgo acerca de su
origen y virtudes prodigiosas, de los que debía nacer la leyenda, por la
propensión del espíritu humano á lo maravilloso, la que se convierte en
suceso extraordinario que, transmitido de edad en edad y de siglo en siglo, se
enriquece con nuevas é ingeniosas concepciones, que le dan mayor interés, y
que la fantasía popular transforma de modo tal, que hasta llega á perder la
esencia primitiva que la generó.
Esto llegó á
ocurrir, sin duda, con la desaparición del santo Cáliz. Forjada la leyenda
sobre un suceso real, pasa de generación en generación, por el primitivo
sistema oral, á constituir un conjunto de leyendas de un interés extraordinario,
contadas y esparcidas por todas partes, con invenciones poéticas que le dan
más atractivos, y que si en un principio constituyó un relato verídico, se
convierte luego en inverosímil. Y esta leyenda, este relato fantástico llega
á formar una verdadera historia para varias generaciones sencillas y de
costumbres primitivas, con sus escenas maravillosas, con sus personajes
sobrenaturales, acompañados de una cohorte de gigantes, dragones y encantamientos,
cuya parte principal está intervenida por el diablo.
Nosotros
creemos, y no es inverosímil, que los cuentos esparcidos por muchos países,
que han ocupado por espacio de algunos siglos la imaginación de varias
generaciones sucesivas, é inspirado á multitud de poetas, en que interviene
el santo Grial, han nacido de lo que llevamos dicho en el capítulo anterior
referente á la traslación del sagrado Cáliz á la cueva del monte Pano, que
la fantasía convirtió en sitio maravilloso, donde crecían mágicas y
milagrosas hierbas, de virtud tan singular, que bastaban por sí solas para
proporcionar el don de sabiduría, el privilegio de la inmortalidad y la facultad
de conocer lo futuro. Pero antes de ocuparnos de las leyendas más importantes,
determinemos lo que significa la palabra Grial.
Nosotros
consignamos Grial y no Graal, Gral, Greans, Greail y Greal, como dicen los escritores extranjeros, y los que la han
traducido de este modo, porque creemos es la única castellana, y así la
escribieron Cervantes en el capítulo XLIX del Quijote, el autor de Tablante
de Ricomante, el Arcipreste de Hita y el que compuso Amadis de Gaula en el lib. IX, cap. XLVII. También emplean
nuestros trovadores primitivos Greal.
Desarrollándose además todos los poemas que al Grial se refieren en una
montaña extrema de la península ibérica, nos parece que debemos escribirla
en nuestro idioma.
Los filólogos
se han perdido en un mar de conjeturas acerca de su significación.
Según unos se
daba el nombre de santo Grial, ó Sain-grail
por corrupción de sangre real, al
cáliz con que, según la leyenda, José de Arimatea recogió la sangre de
Cristo cuando estaba enclavado en la cruz, y que era el mismo en que había
consagrado el vino la noche de la Cena, el cual al ser conservado por los
descendientes de aquél, fué traído á Occidente, convirtiéndose en un
manantial inextinguible de beneficios para los que lo poseían.
Esta leyenda se
halla en el evangelio apócrifo de San Nicodemus, en el que se dice que viendo
José de Arimatea agonizando á su Maestro en la cruz, fué á la casa donde
había celebrado Jesús la última cena, cogió la copa en que éste bebió, y
corriendo hacia el calvario recogió con ella la sangre que manaba de sus
heridas. Se añade también que «por virtud de aquel cáliz estaba dotado el
buen José de muy grandes privilegios», entre otros el de poder comunicar directamente
con Dios. Después de la muerte del Redentor los judíos le tuvieron preso en
una mazmorra durante cuarenta años, y por un prodigio incomparable pudo conservar
en ella el sagrado Cáliz, pasando por herencia, después de 220 años que
vivió, á poder de Alain, convertido por él á la fe.
Según otros,
era una piedra preciosa traída á la tierra por los ángeles y confiada por
ellos al cuidado de los Caballeros del
Grial: en un poema alemán se hace alusión á una piedra luminosa caída
de la corona forjada por los ángeles rebeldes para Luzbel, y que el arcángel
San Miguel le arrancó de su frente, la que se dice que es el Grial, el cual
tiene las mismas virtudes que el cáliz de José de Arimatea.
Una tercera opinión
hace derivar dicha palabra del provenzal grasal
ó grasau del lemosín grial ó greal ó del catalán gresal
ó gresol, palabras que significan plato, taza ó vaso (Mauricio Kufferath, Parsifal,
pág 23, y Dictionnaire provençal
français, por Federico Mistral).
Esta última
interpretación nos parece más racional que las demás, porque no solamente
concuerda con las narraciones legendarias de la Edad Media, sino que
etimológicamente la creemos menos complicada.
Nosotros hemos
encontrado dicha palabra en su significación de cáliz, precisamente el de la Cena del Señor, en unas capitulaciones
firmadas el 18 de Febrero de 1480 entre la abadesa de las monjas del convento
de Santa Clara de Valencia y el artista Martín Torner, quien al comprometerse
á pintar un cuadro en que había de representarse la sagrada Cena, debía
poner, enfrente del Señor, encima de la mesa, el santo Grial. Se dice en
dichas capitulacicnes: Item que davant la
Maiestat de Jhuxit lo sanct greal (Nuestra obra Pintores medievales en Valencia, pág. 123).
También hemos
leído en el libro Tirant lo Blanch,
que un caballero llevaba en la cimera el santo Grial. En Valencia significaba
dicha palabra cáliz, sin género
alguno de duda.
Sea lo que
quiera de la significación de la palabra, muy conocida, no obstante, en la
Edad Media, es lo cierto que el santo Grial aparece en los poemas del siglo XII
como el elemento principal, especialmente en los lays de Bretaña, que, como dice Menéndez Pelayo, son la célula
lírica de las narraciones del ciclo de la Tabla
Redonda, algunas de las cuales han llegado hasta nosotros, lo que hace
suponer la existencia de muchos cantos, que se perdieron, informados por la
misma idea.
La Tabla Redonda era una orden de
caballería fabulosa, que según las leyendas celtas de la Edad Media debió
instituirla en York, en el siglo V, el rey Uther, ó más bien su hijo Artus,
siguiendo los consejos del encantador Merlín. Se compuso al principio de 24 caballeros,
y luego 50, que se colocaban alrededor de una Tabla (mesa) redonda, en prueba
de igualdad, para evitar contiendas de preferencia. Sus nombres están grabados
en una tabla redonda, de mármol, en Winchester; los más conocidos son:
Amadis, Gauvain, Galaad, Tristan, Lanzarote y Palamedes. El poeta
anglo-normando Roberto Wace es el que, hacia 1155, parece haber sido el primero,
en el Brust, que dio vida á las
antiguas tradiciones celtas, recopiladas por Godofredo de Monmuth, según sir
Gulterio Calenio. Numerosos poemas y libros de caballería, que forman un
verdadero ciclo, se escribieron en la Edad Media, principalmente en Francia y
España, para celebrar las hazañas de los caballeros de la Tabla redonda en la
Gran Bretaña, en la Galia ó en la busca del santo Grial. El poeta Uhland, que
es uno de los que mejor han tratado esta materia, decía que los poemas del
ciclo de la Tabla Redonda, «forman como una corona de verdes hojas ligeramente
rojizas en sus puntas, sobre las que descansa una flor purpúrea: la leyenda
del santo Grial».
El ciclo
bretón, la vida del sabio Merlín, sus astucias y transformaciones, los hechos
del rey Artus en Bretaña y las maravillosas hazañas de Lanzarote del Lago, de
Galaad su hijo, de Perceval, Boortes y otros caballeros bretones empeñados en
la demanda del santo Grial, constituyen la larga serie de novelas caballerescas
en prosa de aquella época. El santo Grial y los caballeros de la Tabla Redonda
parecen indispensablemente unidos.
Y de paso
notaremos una idea que se nos ocurre y que la creemos muy verosímil. Sabido es
que el año 777 vino Carlo-Magno á España con ocasión de que el valí de
Zaragoza le había pedido auxilio contra el emir de Córdoba, y después de
someter en su incursión al mismo valí de la capital aragonesa y al de
Pamplona, tuvo la desgracia de que los vascos le derrotaran en Roncesvalles el
año 778. Ahora bien: ¿no se ve una relación muy íntima entre lo que nos
cuentan las crónicas, referente á la destrucción del poblado de Pano por
tropas del emir cordobés y el motivo de la venida á España del hijo de
Pepino el Breve, primer monarca de la monarquía Carlovingia? Es verdaderamente
extraño que muy poco después de la invasión carlovingia, empezasen los
cuentos y leyendas en que interviene el santo Grial. No creemos faltar á la
rigurosa crítica histórica si apuntamos la sospecha de que algunos poetas y
trovadores que sin duda acompañaban al gran conquistador, recogieran las noticias
del suceso de la ocultación del santo Cáliz en la cueva de la agreste
montaña, ó las leyendas, tal vez entonces ya formadas, sobre lo mismo, y al
regresar á su país las divulgaran con nuevos encantos imaginativos, dándolas
á conocer entre los pueblos de todas las regiones por ellos recorridas. Todo
ello nos probará, aunque con presunta certeza, que el hecho del traslado de la
santa reliquia reviste los caracteres de histórico, y que entonces el Cáliz
se veneraba ya como el auténtico en el que Cristo celebró la Cena
eucarística.
Los principales
poetas que en sus poemas se han ocupado con más extensión del santo Grial,
formando obra completa y detallada de la religión, al recoger y dar nuevas
formas á las leyendas que sobre él existían, han sido Cristian de Troyes y
Wolfram de Eschenbach en los tiempos medievales, y en nuestros días el grande,
el colosal genio musical Ricardo Wagner. Son tan hermosas sus concepciones
artísticas en este asunto, que nos vamos á permitir el hacer de los tres
poemas una ligera síntesis, por encontrarse en ellos, según creemos,
elementos que parecen nacidos de la historia del santo Cáliz Venerado en
Valencia.
Dice Menéndez
Pelayo que Cristian de Troyes es el más fecundo de los poetas franceses del
siglo XII, el cual compuso, por los años 1175, su Parceval ó Cuento del Grial, valiéndose de un libro anglonormando
que le había prestado Felipe de Alsacia, conde de Flandes. No acabó el
inspirado escritor su poema.
Un autor
anónimo hizo otra historia en que aparece el mismo Parceval.
Compuso otro libro
sobre el mismo tema Gaucher de Dourdan, quedando igualmente incompleta la obra,
á la que se dieron tres finales diferentes.
Los poetas Mennesier
y Gerberto de Montreuil hicieron trabajos sobre el mismo tema, llegando al
enorme número de 63.000 versos lo que se encuentra en algunos manuscritos.
En estos
rapsodas que prosiguieron la obra de Cristian de Troyes, se presenta, aunque no
enteramente desarrollada, la interpretación religiosa del santo Grial, que en
reducida síntesis es como sigue.
Parceval es un
reformador que restablecerá el orden y la prosperidad del país con la ayuda
de los caballeros de la Tabla Redonda, gracias al poder que le concederá el
santo Grial y la lanza sagrada, para cuya posesión empieza una vida errante.
Llega á la corte del rey Artus, se apodera de las armas del caballero Rojo,
después de darle muerte, y prosigue su peregrinación hasta que encuentra al
ermitaño Gonemans de Gelbort, el cual le da sabios consejos para que consiga
sus deseos sin el menor contratiempo. Marcha luego al castillo del rey
Pescador, donde se halla el santo Grial, que contempla reverente por primera
vez; se enamora de Blancaflor y se olvida del objetivo de su peregrinación, y
al cabo de cinco años, se encuentra un Viernes Santo con una compañía de
piadosos varones que le exhortan á hacer penitencia de sus pecados y vida
mundana. Se confiesa con un ermitaño que resulta ser su tío materno, y,
siguiendo sus instrucciones, vuelve al castillo del rey Pescador, el cual,
contestando á sus preguntas, le declara todas las maravillas de la lanza
sagrada y del vaso misterioso. Muere á poco tiempo dicho rey, y Perceval
hereda tan prodigiosos objetos, con los cuales se retira á una ermita, donde
hace austera penitencia, hasta que el día mismo de su muerte son arrebatados
milagrosamente á los cielos la lanza y el santo Grial, sin que después se les
haya vuelto á ver en la tierra (Mauricio Kufferath, Parsifal, pág. 40 y siguientes).
«La leyenda da
un paso más cuando uno de los autores ó interpoladores de la primera continuación
identificó la lanza con la de Longinos, y afirmó que el Grial era el vaso en
que José de Arimatea había recogido la sangre del Crucificado. De aquí procedían
todas las virtudes milagrosas: tenía el don de curar las heridas, de llenarse
de los manjares más exquisitos á voluntad de su dueño, y finalmente,
procuraba todos los bienes de la tierra y del cielo; mas para acercarse á él
era menester estar en gracia, y sólo un sacerdote podía declarar sus
maravillas. En el pensamiento de los troveros el Grial parece haber sido un
símbolo eucarístico» (Menéndez Pelayo, Orígenes
de la novela. Introducción, pág. CLXVII).
El Parzival de Wolfram de Eschenbach, es
obra de altísima y soberana originalidad en todo lo que no es traducido ó
imitado del anterior.
Dícese que
Wolfram no sabía escribir, y que componía de cabeza sus poemas, los cuales
dictaba á su secretario, pues siendo caballero y noble desdeñó aprender, por
ser oficio que era considerado como vil y dejado sólo al clero.
Su simbolismo es
mucho más trascendental y solemne, puesto que abarca la totalidad del destino
humano y los misterios más augustos de la religión, pero sin tocarlos
directamente; sus personajes pertenecen al mundo real, apareciendo no obstante
bañados por luz sobrenatural. Otra de las fuentes que, según cita, le han
valido para su obra, á más de poemas de origen provenzal, es un manuscrito
descubierto en Toledo por el poeta Kyot, escrito por el árabe Flegetanis. Como
se ignora completamente la existencia de estos poetas, los críticos creen que
son dos personajes inventados para dar más realidad á su creación
imaginativa; pero es bien digno de notarse que en su obra aparecen
frecuentemente nombres de ciudades de la Provenza, Toledo, Sevilla, y las
llanuras de Galicia. Según el referido manuscrito, el Grial era una piedra
preciosa que, bajada del cielo por los ángeles, fué depositada por ellos en
la tierra. Esto es lo que dio origen á una especie de trilogía que escribió,
en la que nos expone toda la historia de la misteriosa piedra y de la dinastía
de los reyes que la guardaron, Titurel, Parzival y Lohengrin. De Titurel nos
dice, en un poema que acerca de él empezó y no pudo terminar, que era hijo
del rey de Capadocia y de una hermana del emperador Vespasiano, quien fundó en
la abrupta y misteriosa montaña de Monsalvat, un santuario para guardar esta
preciosa piedra, símbolo de todas las virtudes, la que recibió del cielo en
premio de su piedad.
Monsalvat, según
algunos, viene de mons salvationis,
monte de salvación, y según otros del provenzal mont salvatge, monte salvaje. Un erudito escritor y notable poeta
catalán, D. M. Muntadas, da como probable que bien podía ser la célebre montaña
de Montserrat, nombre al parecer etimológico de Monsalvat, Monsalvatje ó
Monte de salvación. Dicho escritor hace derivar de Cataluña todas las
leyendas referentes al santo Grial, y trata de establecer la identidad de
muchos personajes legendarios con varios condes de Barcelona. Véase el Prabable origen catalá de les llegendes del
sant Graal, Barcelona, 1910, donde se contienen muy curiosas y peregrinas
noticias.
Una cofradía de
varones justos y piadosos, de costumbres inmaculadas, defienden el santuario.
Titurel se casa con una princesa española, y después de haber reinado cien
años, sucédenle sus hijos Frinsutel, que muere en un combate contra los
infieles, y Amfortas, bajo cuyo reinado ocurren varios desórdenes en el reino,
siendo gravemente herido en duelo por un infiel que intenta apoderarse del
santo Grial, de cuya herida sufre cruelmente y no curará hasta que un héroe
predestinado venga á librarle de ella y asuma el reinado del Grial.
Este héroe es
Parzival, y entonces comienza la historia de éste, tomada en muchas de sus
partes del poema de Cristian de Troyes, llegando á posesionarse del reino
después de la curación de Amfortas. Este poema es una obra maestra por el
color y vivacidad del estilo, por la elevación de pensamiento, por la exquisita
sensibilidad, por la animación y relieve que distingue á los numerosos
cuadros de la narración, por la unidad, en fin, que reina en toda la
composición. En la obra hay detalles y descripciones hermosísimos. El día de
Viernes Santo recibe el Grial un mensaje, del que depende su mágico poder: una
inmaculada paloma desciende de las nubes, llevando en su pico una pequeña
hostia que deposita sobre la copa, cuyo suceso se repite anualmente. Al relatar
la llegada de Parzival á la sagrada mansión del Grial, dice que vio sobre cuatro
carrozas, adornadas con las más preciadas piedras de la Arabia, los vasos de
oro y vasos diamantinos para el festín que en honor suyo se preparaba, los que
eran distribuidos por cuatro caballeros majestuosamente vestidos, y que cien escuderos,
hijos de príncipes, depositaban los manjares sobre la mesa, en el sitio correspondiente
á cada caballero (Mauricio Kufferath, Parsifal,
pág. 90 y siguientes).
El desarrollo completo
de la leyenda del santo Grial se encuentra en una especie de trilogía
compuesta por Roberto de Boron, poeta del siglo XIII, nacido en el Franco
Condado. En la primera parte (José de
Arimatea), narra el origen, consagración y prodigiosas virtudes de la
santa reliquia; en la segunda (Merlín),
convierte en verídico á este hijo del diablo, y le hace anunciar las maravillas
futuras; en la tercera refiere la manera como Parzival hizo la demanda y
conquista del vaso sagrado, y cómo éste fué transportado al cielo después
de la muerte de aquél.
El catedrático
de la Universidad Central D. Adolfo Bonilla San Martín, ha publicado en la
Nueva Biblioteca de Autores Españoles el libro de caballerías El baladro del sabio Merlín, atribuido
á Elias de Boron, primera parte de La
Demanda del santo Grial, del que se ocupa en los capítulos XXV, XXVI y
otros, y La demanda del santo Grial con
los maravillosos fechos de Lanzarote y de Galaz su hijo, segunda parte de La Demanda del santo Grial, del que
trata en los capítulos XXIV, XXX, XXXIV, XLI, LII, CCCXVIII y otros muchos.
Se ha perdido el
tercero de estos poemas y gran parte del segundo, pero queda de todos ellos una
redacción en prosa.
Lo mismo sucede
con otra Demanda del santo Grial, de
autor anónimo, en que intervienen, además de Parzival, Ganvaín y Lanzarote, sin
que ninguno de ellos, por sus aventuras mundanas, pueda alcanzar la posesión
de la sagrada reliquia, reservada sólo para la pureza de Parzival.
Pero no faltó
quien le despojase de esta palma en favor de Galaad, hijo de Lanzarote, y hubo
una nueva Demanda del Grial, que se incorporó con el Lanzaro- te castellano (Orígenes
de la novela, Introducción, página CLXVII).
De muchísimas
leyendas podríamos dar cuenta, especialmente españolas, en las que se relata
el origen y vicisitudes del santo Grial, viniendo á coincidir todas en que
fué depositado en un monte salvaje y abrupto de Aragón, en el que había una
cueva profunda, cuya arquitectura era un maravilloso poema misterioso de la
sabiduría incomprensible del Creador. Otros hablan de la institución de los
caballeros del Temple en el sitio donde se guardaba la sagrada reliquia, que la
defendieron, ejercitándose en un principio en hazañosos hechos.
No es nuestro
propósito mencionar otras obras informadas por las leyendas parcevalescas, en
que el misterioso cáliz juega papel principal; pero no queremos prescindir del
gran drama lírico de un poeta moderno, que se ha inspirado en la literatura
del santo Grial. Nos referimos al colosal ingenio que se llama Ricardo Wagner,
el cual ha hecho una síntesis de los poemas de Cristian de Troyes y de Wolfram
de Eschenbach, sin despreciar otros menos conocidos sobre el mismo asunto,
creando un grandioso oratorio, tan enormemente inspirado, que algunos lo han
juzgado como si fuera sobrehumano: la Verdad es que puede clasificarse de la
más serena y luminosa de todas sus obras, expresión artística de su doctrina
de la regeneración. (También se ha ocupado modernamente del santo Grial el
poeta inglés Alfredo Tenyson, en sus Idylls
of the King).
El punto de
partida de la obra de Wagner es el mismo que el de los poemas de Cristian y de
Wolfram. En las primeras escenas se nos inicia en los peligros que amenazan al
santo Grial, por la inquietud que produce en sus caballeros el pecado de su
jefe el rey Amfortas, herido por Klingsor, que despechado por no haber sido recibido
en la orden, después de exponerle á pecaminosas seducciones, en las que cae,
se apodera de la lanza que también se guarda en Monsalvat, la misma que hirió
el costado de Cristo. A seguida del combate que, en unión de un grupo de
caballeros, entabla para destruir el lugar maldito de seducciones y perdición
que por influencia maléfica les ha hecho caer en el pecado, vuelve Amfortas al
castillo, herido y lleno de remordimientos, y los caballeros, participando de
la humillación de su jefe, se entregan á las plegarias y á la penitencia. El
rey, al implorar un día ante el tabernáculo la piedad del Señor, oyó una
voz profética que le anunciaba la llegada de un ser puro y sin mancha, merced
al cual el santo Grial volvería á su antiguo esplendor, después de recuperar
la lanza sagrada y cicatrizar la incurable herida, que producía intolerables
dolores, los que aún se hacían más acerbos cuando tenía que cumplir su
misión de Sumo Sacerdote y consagrar la copa. El joven casto y puro elegido por
el cielo es Parsifal, que llega allí persiguiendo á un cisne. El espíritu
del mal trata de oscurecer la pureza del joven, que triunfa de todas las
asechanzas, logra recuperar la lanza y cura instantáneamente la herida de
Amfortas. Por último, en el templo del santo Grial, Parsifal manda á los
escuderos que abran el tabernáculo donde está guardado el sagrado cáliz, que
levanta con sus manos, y todos le prestan adoración, mientras aquél
resplandece nuevamente con luz divina, y desde lo alto de la cúpula del templo
desciende una paloma blanca que va á posarse sobre la cabeza del joven héroe
que, con todos los caballeros, entona un himno de loor y agradecimiento al Ser
Supremo (Mauricio Kufferath, Parsifal,
pág. 116 y siguientes).
Tal es en ligera
síntesis la grandiosa obra vagneriana de la que nos hemos ocupado por ser la
más alta glorificación hecha por el arte al santo Cáliz que se venera en
Valencia, constituyendo una maravillosa, estupenda y apoteótica efusión de
cristianismo artístico.
Acerca de la
significación de cosas y personas, representaciones y símbolos que
constituyen este poema en su sentido íntimo, escribe el crítico Víctor
Espinos: «El remordimiento del pecado, en los gritos de dolor de Amfortas; la
degeneración del alma manchada ó la sublimidad de la pureza espiritual en los
caballeros prevaricadores y en los caballeros virtuosos del Grial en que parece
condensarse, en que se condensan los rasgos esenciales de la sociedad
cristiana; el consolador y confortante anuncio de la redención por la sangre
del Verbo; el castillo de Klingsor, en que mora el espíritu del siglo, el
poder del Antecristo, el odio disfrazado de amor, la pena sentida de goce, la
ignorancia con apariencias de sabiduría, la sabiduría que sirve para todo...,
excepto para salvar el espíritu de la condenación; aquella lanza salvadora
que en el Gólgota abre la fuente de que mana la linfa que cura la ceguera, y
en el Grial simbólico sana los males del pecado, por la muerte del cuerpo y
con la vida del alma de Amfortas; el ideal de redención y la persistencia en
la afirmación de la vida futura, de la vida perdurable para el alma redimida,
con la colaboración ineludible de la energía de la voluntad personal, que
lleva á Parsifal á la victoria sobre sus instintos y sobre las sugestiones
exteriores, que quizá está más humanamente concreta en la pelea del ángel y
la bestia en el corazón atormentado de la extraña Kundry; el bellísimo
símbolo encarnado en la blanca paloma, que trae al corazón el inevitable
recuerdo del Espíritu Paráclito; los tormentos horribles de la conciencia
sacrílega en los acerbos sufrimientos del sacerdote impuro, cada vez que acerca
sus manos profanadas por la lascivia á la sagrada Copa, y por fin, todas las
sublimidades del sacramento del Amor, en una reflexiva ó instintiva visión
propiamente eucarística, que fluye mansa, suave, arrobadoramente, de la
prodigiosa composición, de la que se desprende aromada y cálida, como el humo
del incienso saldría á borbotones de un turíbulo inmenso de oro».
Crítico ha
habido que cree esta obra musical como divinamente inspirada: «Examinant
seulement sa beauté musicale, et le caractère étragne de toute musique et
évolution de Wagner, on prévoit déja son origine divin». (Parsifal, par Michel Domenech Espanyol,
pág. 238).
Por poco que nos
fijemos en el fondo de las leyendas que consignadas quedan, elaboradas con
elementos heterogéneos de otras transmitidas por voz popular, de origen mucho
más antiguo, se verá un fondo de verdad histórica que palpita en lo más
culminante de su trama.
El Parceval
poético pudiera muy bien convertirse en el Garcí Ximénez que acaudilla las
huestes dispersas por el mahometano invasor y libra el santo Cáliz de las
profanaciones del enemigo. Los que defienden la insigne reliquia que fué
adorada en Huesca durante varios siglos, bien merecen el nombre de caballeros
del santo Grial, como se llama en aquellas edades á la copa sagrada que
simboliza el amor del Redentor á sus criaturas. Los ermitaños y anacoretas
que alrededor de la cueva de S. Juan de la Peña se entregan á todo género de
penitencias en aras de la adoración al Dios que se dignó convertir el vino
que contuvo la venerada reliquia, bien puede decirse que constituyen la cofradía
de varones justos que los tiempos caballerescos convierten en esforzados
guerreros. Nada diremos de la coincidencia de que todos los poemas y leyendas
ponen su acción en el mismo sitio, en un terreno abrupto y misterioso, entre
las montañas pirinaicas, lo que corresponde perfectamente al lugar donde
estuvo el Cáliz durante seis siglos. No es extraño que en tan largo período
de tiempo la historia, trasmitida de viva voz entre personas ignorantes,
perseguidas y en lucha constante con el agareno, se convirtiera en leyenda,
desvirtuándose en la forma, transformándose en maravillosa, según el ingenio
del narrador, á medida que se apartaba de su origen.
Insistimos en la
idea ya indicada acerca de la invasión carlovingia en el siglo VIII. La historia,
convertida ya en leyenda desde su principio, pasa las fronteras y recorre los
vastos territorios sujetos á Carlo-Magno, cambiando sus procedimientos narrativos,
sus elementos poéticos, según el trovador que la canta, la raza que le
escucha ó la época en que se poetiza. Todas las composiciones en que
interviene el santo Grial son en su fondo la evocación de un suceso misterioso
y real, casi divino, porque sus elementos son sagrados y profundamente
sugestivos.
Sería cosa
incomprensible que existiendo en la cueva de S. Juan de la Peña el santo
Cáliz, que por tradición inmemorial se tuvo siempre por el auténtico del que
el Señor se sirvió para instituir la Eucaristía, fuera un objeto distinto á
él el que sirviese de fundamento á todas las obras poéticas en que es parte
principal el santo Grial, dado que son idénticos los elementos de lugar, y aun
nos atrevemos á decir de tiempo. Si como es muy verosímil pensar, fué dicha
joya el motivo informante de la literatura en un ciclo importante de su historia,
ésta constituye un argumento no despreciable en favor de la tradición que
consagra á aquélla, la que, como veremos documentalmente, es la misma que se
venera en la Catedral de Valencia.
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