miércoles, 14 de mayo de 2014

El Santo Cáliz de Valencia. Catalina Martín Lloris





ABAD JOSÉ BRIZ MARTÍNEZ:
Historia de San Juan de la Peña y el Reino de Aragón


En 1620 apareció la obra del abad Briz, del monasterio de San Juan de la Peña.

Este autor comienza su obra afirmando, ya en el título, que el Cáliz de Valencia es el mismo de la Última Cena.
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Briz Martínez afirma que San Lorenzo fue tesorero de todas las riquezas del Papa Sixto, de los vasos y reliquias sagradas, y que dispuso de ellas enviando buena parte a su patria, que es Huesca.
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Briz Martínez se apoya en los documentos para confirmar sus afirmaciones. Menciona manuscritos con fecha exacta. Sin embargo, con el incendio del monasterio, el paso del tiempo y la desamortización del siglo XIX, es verdaderamente difícil localizarlos.

De las reliquias que se salvaron del incendio encontramos un brazo de plata de San Indalecio, un hueso de San Benito, huesos de San Plácido, de San Jorge, de San Damián, de los Apóstoles San Simón y Judas, de San Asciclo, una partícula del Lignum Crucis, de la Túnica de Cristo, el cuerpo y la cabeza de San Indalecio y algunos otros.
Se desprende de su obra que entre todas estas reliquias destaca la del Santo Cáliz de la Catedral de Valencia, describiéndolo como “el Cáliz en que Cristo consagró la noche de su Pasión, que fue como su primer sepulcro, en que estuvo su cuerpo, en vida, acompañando su preciosa sangre, en que convirtió la sustancia del vino, que allí había”.

Para referir la historia de la reliquia, recurre a la Biblia, a los testamentos apócrifos y a la leyenda. Sin embargo, al describir cómo acontecieron los hechos históricos, señala que en la Cena Cristo usó dos cálices. El primer cáliz lo usó para la bebida ordinaria de la primera cena legal, y el segundo en la institución del Santísimo Sacramento y tras haber lavado los pies a sus discípulos.
Del primer Cáliz nos dice que estaba en Jerusalén, en tiempo del Venerable Beda, y se mostraba a los peregrinos que iban a visitar los Lugares Sagrados.
Del segundo, que es el que estuvo en San Juan de la Peña, por muy largos siglos, de donde fue trasladado a la iglesia de Valencia.

Briz Martínez en su disertación ya señala, en 1620, que no se sabe cómo llegó al monasterio, quien lo llevó, ni por qué camino salió de San Juan de la Peña.
El abad destaca distintas hipótesis que ya en su época se barajaban. Entre ellas, la que dice que el padre San Antonio de Yepes recibió del rey don Ramiro II la reliquia, suponiendo que hasta este momento estuvo en poder de los reyes de Aragón, en su capilla real. Este dato lo confirma un documento que nombra Briz Martínez en el que el rey Ramiro confiesa que le da a San Juan de la Peña tres villas, en compensación de un cáliz de piedra precioso que sacó de su monasterio. Según este documento, “Pro illo calice de lapide praetioso pro uno vrce fimilicer de lapide praetioso, que traxi de sancto Ioanne”. El abad de San Juan de la Peña asegura que, aunque el cáliz que está en Valencia no es de esmeralda ni de rubí sino de calcedonia, basta haber consagrado en él Cristo para llamarlo de piedra preciosa. Además asegura que el cambio por tres villas es tan importante como la reliquia. Éste debe ser el documento que se encuentra en el Archivo Histórico Nacional y también lo recoge Antonio Beltrán. Sin embargo, en ningún momento se dice que sea el Cáliz de la Última Cena.
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Al continuar con el recorrido de la reliquia, y basándose en Escolano, Briz señala que los españoles, desde la pérdida de España, tuvieron guardado el Santo Cáliz de la Catedral de Valencia en San Juan de la Peña. Sin embargo, no dice en qué lugar de España había estado hasta entonces ni a qué ciudad lo había enviado San Lorenzo. Escolano se equivocó en la fecha de salida del Cáliz del monasterio, como apunta Briz, ya que este autor da fecha del 27 de septiembre de 1499, cien años después. Sin embargo, y como queda bien reflejado en los documentos, la fecha es de 1399. También destaca Briz la equivocación de Escolano cuando afirma que lo dio Martín el Humano en depósito a la iglesia de Valencia. Briz destaca que a Valencia no llegó hasta 1437, como consta tanto en los documentos como ya en la obra de Diago.
El monasterio de San Juan de la Peña entregó el Santo Cáliz de la Última Cena al rey Martín el Humano. Ya menciona y transcribe Briz Martínez el documento del 26 de septiembre de 1399 en el que aparecen el rey Martín en su capilla mayor de la Aljafería de Zaragoza, el arzobispo de Zaragoza, don Antonio, y Bernardo, prior mayor de San Juan de la Peña. El monarca dio a San Juan de la Peña a cambio un cáliz de oro para la capilla que pesaba cinco marcos y una onza, conforme al peso de Zaragoza. El autor destaca que este cáliz estaba adornado de esmaltes y de otras joyas. Señala que en el intercambio el rey obligó al monasterio a que no pudiese vender ni empeñar, en ningún tiempo ni por causa o razón alguna, el cáliz de oro. Sin embargo este cáliz desapareció en el incendio. A continuación, en fecha de 1437, el Cáliz se deja en depósito en la Catedral de Valencia.
El abad defiende la tesis de que el Cáliz llegó a Huesca enviado por San Lorenzo, y no a la Catedral de Valencia, como Diago y Escolano afirman en su obra asegurando que el santo nació en Valencia. Al mismo tiempo asegura, por el documento de donación a Martín I de 1399, que se envió el Cáliz a Huesca ya que San Lorenzo era de esta ciudad, aunque en el documento conste que se envió a San Juan de la Peña. Briz Martínez afirma que el secretario que escribió y firmó el documento de 1399 se equivocó porque el monasterio aún no estaba construido en esa fecha. El autor asegura que este secretario se refería a Huesca, porque cuando se perdió España, el obispo de Huesca se trasladó a la cueva donde después se construyó San Juan de la Peña. Fue entonces cuando el obispo de Huesca se llevó consigo el Santo Cáliz a San Juan de la Peña.

Pese a existir en esta obra algunos errores, es de gran utilidad, ya que el autor no sólo escribe la historia del Cáliz basándose en los documentos, sino que la coteja con las obras de otros autores anteriores.

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