GASPAR ESCOLANO:
Década
primera de la historia de la insigne y coronada ciudad y reyno de Valencia
En 1610 aparecen
las obras de Escolano.
Este autor
empieza su libro con una rotunda afirmación: “Valencia tiene el Cáliz de la
Última Cena, es de piedra parecida a la que dicen calcedonia, según Plinio en
el libro 37 capitulo 7º, dice que en aquel tiempo se hacen cálices de estas
piedras. Con un color extraño que hace distintas vetas.”
Pese a ser una
obra no muy diferente a las demás, sí que presenta sus particularidades. En el
análisis que Escolano hace de la reliquia también trata la tradición
laurentina que afirma que el Santo Cáliz estaba en Roma y que fue San Lorenzo
quien lo envió a España con algún soldado, por ser ésta su patria. Para este
historiador, la reliquia desde la pérdida de España en tiempos de Rodrigo,
había estado guardada en San Juan de la Peña, en Jaca.
Más tarde,
asegura, Martín el Humano se lo pidió a los monjes para entregarlo en
depósito en Valencia. Además es importante que destaque que no fue una
donación lo de 1437 sino un depósito. Hasta este momento, y habiendo leído
todos los investigadores el documento original, no destacaban que era un
depósito a un préstamo que nunca se devolvió.
Su obra está
llena de errores. El hecho de que destaque que la reliquia la entregó Martín
el Humano a la catedral en 1437 es absurdo, porque en esta fecha el monarca ya
estaba muerto. Sin embargo, es importante el hecho de que mencione que fue un
depósito, porque hasta esta fecha nadie lo había afirmado. Por lo tanto, pese
al error del depósito hecho por Martín el Humano, también es cierto que es
el primero que investiga con más detenimiento, llegando a criticar la recopilación
de Baronio y del Venerable Beda que asegura que el cáliz verdadero es el de
Inglaterra.
Asegura con
rotundidad que el verdadero es el de Valencia. Escolano critica a Baronio por
no leer en San Mateo que hubo dos cenas, el Cáliz con el que bebió el Señor
en la comida del cordero era de plata y el de la consagración, de piedra,
según el erudito Joseph Estevan, obispo de Orihuela. Así, había dos cálices
para dos pasiones, la suya y la de sus discípulos. El de plata se queda en
Jerusalén y a Valencia viene el de calcedonia.
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