lunes, 12 de mayo de 2014

El Santo Cáliz de Valencia. Catalina Martín Lloris





GASPAR ESCOLANO:
Década primera de la historia de la insigne y coronada ciudad y reyno de Valencia


En 1610 aparecen las obras de Escolano.

Este autor empieza su libro con una rotunda afirmación: “Valencia tiene el Cáliz de la Última Cena, es de piedra parecida a la que dicen calcedonia, según Plinio en el libro 37 capitulo 7º, dice que en aquel tiempo se hacen cálices de estas piedras. Con un color extraño que hace distintas vetas.”

Pese a ser una obra no muy diferente a las demás, sí que presenta sus particularidades. En el análisis que Escolano hace de la reliquia también trata la tradición laurentina que afirma que el Santo Cáliz estaba en Roma y que fue San Lorenzo quien lo envió a España con algún soldado, por ser ésta su patria. Para este historiador, la reliquia desde la pérdida de España en tiempos de Rodrigo, había estado guardada en San Juan de la Peña, en Jaca.
Más tarde, asegura, Martín el Humano se lo pidió a los monjes para entregarlo en depósito en Valencia. Además es importante que destaque que no fue una donación lo de 1437 sino un depósito. Hasta este momento, y habiendo leído todos los investigadores el documento original, no destacaban que era un depósito a un préstamo que nunca se devolvió.

Su obra está llena de errores. El hecho de que destaque que la reliquia la entregó Martín el Humano a la catedral en 1437 es absurdo, porque en esta fecha el monarca ya estaba muerto. Sin embargo, es importante el hecho de que mencione que fue un depósito, porque hasta esta fecha nadie lo había afirmado. Por lo tanto, pese al error del depósito hecho por Martín el Humano, también es cierto que es el primero que investiga con más detenimiento, llegando a criticar la recopilación de Baronio y del Venerable Beda que asegura que el cáliz verdadero es el de Inglaterra.
Asegura con rotundidad que el verdadero es el de Valencia. Escolano critica a Baronio por no leer en San Mateo que hubo dos cenas, el Cáliz con el que bebió el Señor en la comida del cordero era de plata y el de la consagración, de piedra, según el erudito Joseph Estevan, obispo de Orihuela. Así, había dos cálices para dos pasiones, la suya y la de sus discípulos. El de plata se queda en Jerusalén y a Valencia viene el de calcedonia.

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