domingo, 18 de mayo de 2014

El Santo Cáliz de Valencia. Catalina Martín Lloris





VICENTE SALVADOR Y MONSERRAT, MARQUÉS DE CRUILLES:
Guía urbana de Valencia: curiosidades religiosas. El Sagrado Cáliz

Año 1876.


El marqués de Cruilles en su guía destaca que entre las importantes reliquias que posee la Catedral de Valencia, sobresale la del Cáliz en que Cristo consagró su Sangre la víspera de su Pasión. El autor destaca además el hecho de que esta reliquia haya sido tan analizada y estudiada por todos los investigadores.

Tras la introducción, el Marqués de Cruilles relata su particular visión de la historia del Santo Cáliz. Para él, la Cena Pascual se llevó a cabo en casa de Chusa, mayordomo y tesorero del Tetrarca de Galilea, Herodes Antipas, según el testimonio de San Lucas. De este modo el autor justifica el lujo con el que se desarrolló la Cena.
El autor continúa afirmando que al partir a evangelizar el mundo los apóstoles, se repartieron las reliquias, y a San Pedro se le entregó la del Santo Cáliz. Éste se la llevó a Roma donde estuvo hasta el año 258. En este año el Papa Sixto II encargó a San Lorenzo que como tesorero repartiese las alhajas de la Iglesia entre la cristiandad.
El autor destaca que San Lorenzo, al ser español, envió la reliquia del Santo Cáliz a este país, por ser la más importante, además este hecho lo acredita la carta que este santo escribió, y que se nombra en la de entrega de la reliquia a Martín el Humano. Vemos como, al igual que los anteriores historiadores, Cruilles se centra en el hecho de que San Lorenzo sea español para justificar que esta reliquia llegase hasta aquí desde Roma.
[...]
Continúa su obra afirmando que, una vez la reliquia estuvo en Huesca, el prelado de esta ciudad, Audeberto, ante la invasión de los sarracenos, se refugió con todas las reliquias en la cueva de San Juan de la Peña. Posteriormente también asegura que el rey Martín el Humano manifestó al abad del monasterio de San Juan de la Peña sus deseos de tener en la capilla de su Palacio de la Aljafería esta reliquia, y la mediación del apóstol valenciano San Vicente Ferrer y del entonces pontífice Benedicto XIII permitió que se llevase a cabo la donación en septiembre de 1399.
No aparece el paso del Cáliz por Barcelona, pese a constar en obras anteriores, y destaca que estuvo la reliquia en la capilla del palacio de la Aljafería durante 23 años. Luego Alfonso el Magnánimo se la llevó directamente a la capilla del Palacio del Real de Valencia. Más tarde, y ante una posible guerra, Juan II de Castilla, por miedo a perderla, la entregó, en calidad de depósito, a Guillem de Vich y a los representantes de los cabildos eclesiástico y secular, dentro de un cofre, que contenía ésta y otras preciosidades, con los sellos real y de ambos cabildos. Más adelante afirma que este depósito estuvo algunos años en la sacristía de la catedral, pero finalmente en 1437 el infante Juan, de orden y en nombre del rey, hizo donación definitiva al cabildo eclesiástico de Valencia de las reliquias que constituían dicho depósito, con las formalidades correspondientes y auténticas de todas ellas. El autor destaca otra posible tesis en la que se cree que la reliquia fue entregada en 1424 y que en 1437 se realizó la donación. Mezcla así los documentos existentes en la catedral, pues el de depósito de 1437 lo confunde con la donación de 1424 en la que no se encontraba el Cáliz.

En su obra también hace una descripción formal de la pieza y la caracteriza como piedra ágata cornerina oriental, transparente como el cristal y matizada con todos los colores del iris, claros, encendidos u oscuros, según la luz a que se le mira. La copa es del tamaño de una media naranja grande, de cabida de unas diez u doce onzas de líquido, de unos cuatro dedos de honda y sin adorno alguno: el pie es de otra copa invertida en posición de unos tres y medio dedos de alta y está guarnecido de rico metal y pedrería.

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