JOSÉ SANCHIS SIVERA
La primera
investigación que podríamos considerar actual es la de José Sanchis Sivera,
introductor de la historia del Santo Cáliz en la época moderna. Este autor
sostiene, como sus antecesores, que San Lorenzo mandó el Cáliz a España
porque él era español, y a Huesca, está demostrado por una tradición
constante, universalmente admitida en todo el reino de Aragón.
Se apoya en el
arcediano Diego Dormer, fray Jerónimo Escuela, Juan Briz Martínez, el padre
Juan Bautista Escorcia, Gavanto, Diego de Castillo, Cartagena, Murillo, el
padre Enrique Enríquez, Alonso de Ribera, Sebastián Barradas, Esteban
Menochio, Benedicto Fidele, Luis de Flandes.
Sanchis Sivera y
sus sucesores afirman que, siendo invadida España por los musulmanes, después
de su triunfo en Guadalete, se extendieron por toda la península,
apoderándose de las ciudades y los pueblos que encontraron a su paso. Los
cristianos se llevaron sus tesoros y reliquias para protegerlos de los
invasores. Lo mismo hizo el obispo de Huesca, que, acompañado de su clero, se
refugió en la alta montaña, llevándose consigo el Santo Cáliz enviado por
San Lorenzo y las demás reliquias, vasos y vestiduras sagradas. Sanchis Sivera
asegura que el obispo Audeberto depositó sus tesoros en San Juan de la Peña, y
allí fijó su residencia, ejerciendo las funciones de obispo de Aragón.
Sanchis Sivera vuelve a hacer referencia a Agustín Sales cuando narra la
historia de San Juan de la Peña, Sales a su vez la toma de Briz, Abarca, Morales
y Blancas.
En esta misma
época, Viñes hace referencia en su obra a un libro de carácter histórico de
Fray Cayetano de Santa Teresa, escrito en 1725, dedicado a la República de
Génova, llamado El Sacro Catino
esmeralda, consagrado por Jesús en la Última Cena, en el que habla del
Santo Cáliz de la Catedral de Valencia. Al señalar los motivos por los que se
llevó a España, asegura que se veneró durante 600 años en un monte de
Aragón llamado San Juan de la Peña, hasta que se lo llevó Martín el Humano.
Sanchis Sivera
afirma que la traslación del Santo Cáliz a San Juan de la Peña se hizo
alrededor del año 713, cuando todavía no había monasterio, sino una cueva
oculta entre las espesuras del monte Pano. En dicha cueva vivía retirado y penitente
el santo ermitaño Juan de Atarés, quien, mucho antes de que los musulmanes
entrasen en España, tenía edificada una pobre ermita a honra de San Juan
Bautista. Según la leyenda sostenida por Sanchis Sivera, en el mismo año 713,
después de la invasión mahometana, muchos cristianos fugitivos huyeron al
monte Pano, donde se guardaba la reliquia y donde vivía el ermitaño Voto.
Un joven de
noble familia de Zaragoza, de piedad ferviente, llamado Voto, cazando en la
cima del monte Pano, en persecución de un ciervo, se halló al borde de una
peña cortada a pico. La pendiente era casi vertical y el riesgo inminente. El
ciervo y el caballo del cazador se detuvieron sobre el abismo. Voto pensó en
la muerte e imploró el favor de Dios. Milagrosamente el caballo permaneció
inmóvil, cuando el más leve movimiento hubiera bastado para que se despeñara
con el jinete. Pasado el riesgo quiso Voto reconocer el precipicio, cortando el
ramaje para abrirse paso, descendió con gran trabajo y llegó a una escondida
cueva donde había una pobre ermita con estrecha vivienda, y junto a ella una
fuente, a la cual acudían a beber las fieras. En la ermita encontró un altar
dedicado a San Juan, y tendido en el suelo un cadáver incorrupto, vestido de
sayal; era Juan de Atarés. Según la tradición aquella ignorada ermita
existía desde antes de que cayera la monarquía visigoda. Desde entonces fue
la morada de Voto y de su hermano Félix. La fama de los santos anacoretas
atraía a los fieles; a su alrededor se instalaron otros, constituyendo un
núcleo de santidad y vida devota que alcanzó gran prestigio entre los
habitantes de aquellas asperezas.
Sanchis Sivera
asegura que, en estos años, San Juan de la Peña era uno de los lugares más
importantes del reino aragonés, donde se guardaban insignes reliquias y
documentos de gran interés histórico.
Por esta misma
época se produjo la traslación de reliquias desde Jerusalén a la Catedral de
Oviedo por causas similares. El arca sagrada que contenía las reliquias que
actualmente se encuentran en la Cámara Santa de la Catedral de Oviedo salió
de Jerusalén al ser invadida ésta por el rey de Persia, Cosroes. En el siglo
VIII las reliquias se enviaron a África y allí permanecieron unos años hasta
que fue invadida por los musulmanes, entonces pasaron a España, a Toledo
concretamente. Desde esta capital las piezas se enviaron, durante la invasión
sarracena, a una montaña de Asturias, el Monsacro, donde estuvieron escondidas
en una cueva hasta que Alfonso II el Casto las colocó en la capilla del
palacio dedicada a San Miguel, más tarde Cámara Santa. Como vemos la historia
es similar y el movimiento de las reliquias sigue el mismo curso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario