lunes, 19 de mayo de 2014

El Santo Cáliz de Valencia. Catalina Martín Lloris





JOSÉ SANCHIS SIVERA


La primera investigación que podríamos considerar actual es la de José Sanchis Sivera, introductor de la historia del Santo Cáliz en la época moderna. Este autor sostiene, como sus antecesores, que San Lorenzo mandó el Cáliz a España porque él era español, y a Huesca, está demostrado por una tradición constante, universalmente admitida en todo el reino de Aragón.
Se apoya en el arcediano Diego Dormer, fray Jerónimo Escuela, Juan Briz Martínez, el padre Juan Bautista Escorcia, Gavanto, Diego de Castillo, Cartagena, Murillo, el padre Enrique Enríquez, Alonso de Ribera, Sebastián Barradas, Esteban Menochio, Benedicto Fidele, Luis de Flandes.
Sanchis Sivera y sus sucesores afirman que, siendo invadida España por los musulmanes, después de su triunfo en Guadalete, se extendieron por toda la península, apoderándose de las ciudades y los pueblos que encontraron a su paso. Los cristianos se llevaron sus tesoros y reliquias para protegerlos de los invasores. Lo mismo hizo el obispo de Huesca, que, acompañado de su clero, se refugió en la alta montaña, llevándose consigo el Santo Cáliz enviado por San Lorenzo y las demás reliquias, vasos y vestiduras sagradas. Sanchis Sivera asegura que el obispo Audeberto depositó sus tesoros en San Juan de la Peña, y allí fijó su residencia, ejerciendo las funciones de obispo de Aragón. Sanchis Sivera vuelve a hacer referencia a Agustín Sales cuando narra la historia de San Juan de la Peña, Sales a su vez la toma de Briz, Abarca, Morales y Blancas.
En esta misma época, Viñes hace referencia en su obra a un libro de carácter histórico de Fray Cayetano de Santa Teresa, escrito en 1725, dedicado a la República de Génova, llamado El Sacro Catino esmeralda, consagrado por Jesús en la Última Cena, en el que habla del Santo Cáliz de la Catedral de Valencia. Al señalar los motivos por los que se llevó a España, asegura que se veneró durante 600 años en un monte de Aragón llamado San Juan de la Peña, hasta que se lo llevó Martín el Humano.
Sanchis Sivera afirma que la traslación del Santo Cáliz a San Juan de la Peña se hizo alrededor del año 713, cuando todavía no había monasterio, sino una cueva oculta entre las espesuras del monte Pano. En dicha cueva vivía retirado y penitente el santo ermitaño Juan de Atarés, quien, mucho antes de que los musulmanes entrasen en España, tenía edificada una pobre ermita a honra de San Juan Bautista. Según la leyenda sostenida por Sanchis Sivera, en el mismo año 713, después de la invasión mahometana, muchos cristianos fugitivos huyeron al monte Pano, donde se guardaba la reliquia y donde vivía el ermitaño Voto.
Un joven de noble familia de Zaragoza, de piedad ferviente, llamado Voto, cazando en la cima del monte Pano, en persecución de un ciervo, se halló al borde de una peña cortada a pico. La pendiente era casi vertical y el riesgo inminente. El ciervo y el caballo del cazador se detuvieron sobre el abismo. Voto pensó en la muerte e imploró el favor de Dios. Milagrosamente el caballo permaneció inmóvil, cuando el más leve movimiento hubiera bastado para que se despeñara con el jinete. Pasado el riesgo quiso Voto reconocer el precipicio, cortando el ramaje para abrirse paso, descendió con gran trabajo y llegó a una escondida cueva donde había una pobre ermita con estrecha vivienda, y junto a ella una fuente, a la cual acudían a beber las fieras. En la ermita encontró un altar dedicado a San Juan, y tendido en el suelo un cadáver incorrupto, vestido de sayal; era Juan de Atarés. Según la tradición aquella ignorada ermita existía desde antes de que cayera la monarquía visigoda. Desde entonces fue la morada de Voto y de su hermano Félix. La fama de los santos anacoretas atraía a los fieles; a su alrededor se instalaron otros, constituyendo un núcleo de santidad y vida devota que alcanzó gran prestigio entre los habitantes de aquellas asperezas.
Sanchis Sivera asegura que, en estos años, San Juan de la Peña era uno de los lugares más importantes del reino aragonés, donde se guardaban insignes reliquias y documentos de gran interés histórico.
Por esta misma época se produjo la traslación de reliquias desde Jerusalén a la Catedral de Oviedo por causas similares. El arca sagrada que contenía las reliquias que actualmente se encuentran en la Cámara Santa de la Catedral de Oviedo salió de Jerusalén al ser invadida ésta por el rey de Persia, Cosroes. En el siglo VIII las reliquias se enviaron a África y allí permanecieron unos años hasta que fue invadida por los musulmanes, entonces pasaron a España, a Toledo concretamente. Desde esta capital las piezas se enviaron, durante la invasión sarracena, a una montaña de Asturias, el Monsacro, donde estuvieron escondidas en una cueva hasta que Alfonso II el Casto las colocó en la capilla del palacio dedicada a San Miguel, más tarde Cámara Santa. Como vemos la historia es similar y el movimiento de las reliquias sigue el mismo curso.

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