EL SANTO CÁLIZ
DE LA CENA
SANTO GRIAL
VENERADO EN LA CATEDRAL DE VALENCIA (y XV)
Manuel Sánchez
Navarrete
Valencia 1994
Epílogo
Hemos visto cómo
el Santo Grial de las leyendas medievales, el Santo Cáliz del mundo cristiano,
constituye uno de los puntos luminosos más preclaros y constantes en lo que
cabría llamar raíz y esencia del Occidente de Europa. Y es, a la vez, lo más
augusto que atesora Valencia como reliquia excelsa de la Pasión de Cristo y
testimonio vivo de la primera Eucaristía.
Hemos visto cómo
en el Nuevo Testamento es la voz de los Evangelistas la que nos describe ese
gran misterio de amor que llena de ternura nuestro corazón, de cómo en la
«Ultima Cena, Cristo consagró el vino contenido en el Cáliz y lo dio a sus discípulos
diciendo: Tomad y comed todos, porque éste
es el Cáliz de mi sangre, derramada por vosotros y por muchos en remisión de
los pecados».
Luego, es la
tradición la que nos viene a decir que sería temerario sospechar siquiera se
hubiera venido a perder tan preciada reliquia, pues que ello acusaría descuido
inexplicable en el Padre de Familias, al cual pertenecía y en cuya morada se
celebró la Ultima Cena, así como en los Apóstoles, cuando conservaron otras de
su Maestro no tan importantes.
Siuri, Obispo de
Córdoba, y Sales, entre otros historiadores, opinan que el Santo Cáliz fue
llevado a Roma por San Pedro, a la muerte de la Santísima Virgen. Pasando de
mano en mano seguirán celebrando con él los papas sucesores de Pedro hasta
llegar a Sixto II que en vísperas de su martirio y para evitar fuera profanado
o destruido durante la persecución de Valeriano, delega su custodia en su fiel
diácono Lorenzo, quien dos días antes de su propio martirio, en el año 258, lo
envía a su patria Huesca, donde será venerado hasta 713, en que Obispo y
cristiandad de esta diócesis, huyendo de la invasión sarracena, irán a
refugiarse en el monasterio de San Juan de la Peña, llevando consigo la
preciada Reliquia.
Más tarde,
durante la Edad Media, la leyenda tejerá en torno a él una florida guirnalda de
bellísimos relatos y fantásticas aventuras de héroes y adalides del Santo Grial
que inundarán la cristiandad con el ejemplo de sus virtudes y el atractivo
caballeresco de su valor sin par. Pero al margen de la leyenda, abierta a todos
los horizontes de la Europa caballeresca, sobrevivirá la tradición,
inseparablemente unida a la propia Reliquia celosamente custodiada en su
monacal refugio pirenaico, que pasará de boca en boca y de generación en
generación, gracias a sus custodios, los monjes del recóndito cenobio, quienes
ellos mismos, en los albores del siglo XII, vendrán a dar razón cumplida y por
escrito del preciado depósito.
Ya desde este
momento contemplamos cómo tradición y leyenda dejan paso a la historia. En
1339, el rey Martín el Humano consigue, a petición propia, le sea entregado por
los monjes de San Juan de la Peña el Sagrado Vaso, el cual pasa a ser venerado
en la capilla del Real Palacio de la Aljafería en Zaragoza, en la que permanece
hasta que en la primera mitad del siglo XV, Alfonso el Magnánimo, rey de Aragón
y Valencia, lo traslada con otras reliquias a la capilla de su Palacio del Real
en Valencia, en la que permanece hasta el 18 de marzo de 1437 en que es
entregado a la Catedral de Valencia, según auto del Notal de Jaime de Monforte,
existente en el Archivo Catedralicio.
Con la invasión
francesa y la lucha napoleónica sufre un difícil peregrinaje durante el cual,
Alicante en 1809, Ibiza en 1810 y Palma de Mallorca desde 1810 y hasta 1813 en
que regresa a Valencia, vienen a convertirse en refugio transitorio de la
excelsa Reliquia.
En 1936, salvado
del incendio y saqueo de la Catedral y tras permanecer escondido en varios
domicilios de la capital, es llevado a la población valenciana de Carlet, donde
permanecerá oculto hasta 1939, en que terminada la contienda civil, es
reintegrado al celo y custodia del Cabildo de la Catedral de Valencia.
Una nueva
salida, esta vez triunfal, por tierras de Aragón, tiene lugar en 1959 con
motivo de la celebración de las fiestas conmemorativas del XVII centenario de la
llegada a España de la Sagrada Reliquia, en la que en ruta peregrina, colmada
de fervor y entusiasmo, torna a visitar los mismos lugares que en el pasado
recorriera en su trayectoria histórica, y cuya etapa culminante queda rubricada
con la jornada transcurrida en San Juan de la Peña, el lunes, 29 de junio, en
que el Santo Grial volvería a reposar y recibir los más emocionados
sentimientos de veneración y homenaje por parte de las más altas autoridades
civiles y eclesiásticas, así como de peregrinos y fieles llegados de todas
partes para postrarse ante el Santo Cáliz en su viejo y evocador refugio.
Finalmente,
surge el hecho de singular importancia en la historia del Santo Cáliz, como fue
el que tiene lugar en 1982 con motivo de la visita a España y a Valencia de Su
Santidad el Papa, en que tras 1724 años transcurridos desde que Sixto II
utilizara la Sagrada Copa en la consagración, de nuevo otro Pontífice, Juan
Pablo II, vuelve a celebrar la solemne Eucaristía de la ordenación sacerdotal
en el mismo Vaso en el que el Señor convirtiera el vino en su Sangre preciosa.
Y la historia
del Santo Cáliz continúa. Pero es ahora una historia que nos habla de Fe y de
Amor; una historia que, día a día, va quedando escrita con las líneas severas
de una liturgia y de un culto perpetuado a través de los siglos y hoy
continuado por las nuevas mesnadas de las damas y caballeros de su Cofradía,
que rinden su vela con las armas de la oración y el escudo de su fidelidad,
veinte siglos después de que el divino Maestro nos dejara como legado de su
amor, el Gran Testigo: EL CALIZ DE SU
SANGRE.
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