martes, 2 de septiembre de 2014

El Santo Cáliz de la Cena (II). Manuel Sánchez Navarrete




EL SANTO CÁLIZ DE LA CENA
SANTO GRIAL VENERADO EN LA CATEDRAL DE VALENCIA (II)

Manuel Sánchez Navarrete

Valencia 1994


  
La Capilla
La hoy Capilla del Santo Cáliz, que difícilmente hecha ex profeso se hubiera podido concebir más adecuada para su actual destino, remonta su origen a mediados del siglo XIV en que fuera mandada edificar por Vidal de Blanes, Obispo de Valencia, por los años de 1356 a 1369.
Todavía conserva en lo fundamental el carácter de la época en que se la construyera, y ello, en principio, con la finalidad concreta de servir, además de Aula Capitular, como Cátedra de Teología y como enterramiento de Prelados y Canónigos. Confiada la regencia de la Cátedra a los religiosos de la orden de Santo Domingo, se encuentra entre los que la ocuparon al gran Valenciano San Vicente Ferrer. También llegó a celebrarse en ella antiguamente el Lavatorio de los Jueves Santos y otras ceremonias especiales; se predicaba un sermón en latín las vísperas de Navidad y de Pascua, y tuvieron lugar en varias ocasiones Cortes Reales.
Aislada en un principio de la Catedral, está unida actualmente a ella por un pasadizo con preciosa bóveda de cruceríay dos capillas laterales , labradas a finales del siglo XV por el maestro cantero Pere Compte.
Posteriormente, cesada su utilización para unas y otras funciones, abrióse al culto, que estuvo dedicado primero al Cristo de la Buena Muerte, hasta 1916 en que vino a centrarse en el del Santo Cáliz.
En su estado actual la vemos constituida por una sala cuadrada, limitada por cuatro muros de piedra de 13 metros de lado y 16 de altura, que sirven de apoyo a una complicada bóveda de crucería estrellada, formada por doce arcos ojivales que van a reunirse bajo una gran clave central, para sustentar la bóveda correspondiente a la techumbre que cubre la capilla, y que a su vez se apoyan en otras tantas pequeñas ménsulas decoradas.
En el lienzo de pared frente al muro de ingreso, y sirviendo de retablo al templete expositor que guarda el Santo Cáliz, se alza un primoroso frontispicio gótico de piedra alabastrina, procedente de la fachada posterior del antiguo Coro de la Catedral, donde estuviera hasta 1943 en que fue trasladado a su emplazamiento actual. Está compuesto de dos cuerpos, con tres arcos superpuestos en el centro; con sus calados, doseletes y pináculos, y doce compartimentos u hornacinas con relieves italianos de Giuliano Poggibonsi, de factura maravillosa. Los relieves superiores se corresponden con los inferiores, representando escenas, los primeros, del Nuevo Testamento, y los segundos, del Antiguo.
Son, empezando por la izquierda: «Crucifixión», con el pasaje del Éxodo referido a la «Serpiente de bronce»; «Bajada de Jesucristo al Limbo», con «Sansón destruyendo las puertas de Gaza»; la «Resurrección del Señor», con la «Salida de Jonás del vientre de la ballena»; la «Ascensión», con «Elías arrebatado por el carro de fuego»; la «Venida del Espíritu Santo», con «Moisés recibiendo la Ley en el Sinaí», y, finalmente, la «Coronación de la Virgen», con «Salomón sienta a su madre, Betsabé, en un trono a su derecha».
Como vemos, se trata de un conjunto de dípticos bíblicos de tipo y antitipo, esto es, de doble tablero, con la figura y con lo figurado, cuyos asuntos están tomados del repertorio o temario teológico-artístico de la Edad Media. También observamos como para algunos —y esto lo apuntamos a título de curiosidad, más bien— no deja de llamar la atención el simbolismo que pudiera encerrar su constitución dodecanaria, tan abundante y significativa en el campo del esoterismo y la simbología: la división del día en doce horas, la del año en doce meses, los doce signos del zodiaco, los hijos de Jacob jefes de las doce tribus de lsrael, los doce Apóstoles; y también en los caballeros de la Tabla Redonda y en los legendarios Doce Pares de Francia... La cita podría resultar interminable. Bastará resumamos el inciso recordando que en el sistema del espiritualismo simbolista los números no son expresiones meramente cuantitativas, sino ideas-fuerza con una caracterización específica para cada uno de ellos: así, dentro de los significados más generalmente reconocidos por la tradición simbolista a cada número, al Doce le corresponde el del orden cósmico y la salvación.
Existen también, apoyados sobre los muros de piedra, dos grandes bancos corridos, de la misma materia, y, aparte de la portada de entrada, se abren otras tres puertas: una, al lado derecho; otra, de arco apuntado, situada en el mismo paramento de la derecha, que da acceso al bello púlpito gótico —desde el cual impartiera sus famosas lecciones de teología San Vicente Ferrer— igualmente labrado en piedra, situado en el mismo punto, y una tercera puerta en el paramento de enfrente, decorado con un relieve representando la Anunciación de la Virgen, que da paso al Museo Catedralicio.


En el transcurso de los tiempos han venido a incorporarse, como contribución a la ornamentación del sobrio recinto, curiosos recuerdos históricos, como son la cadena que cerraba el puerto de Marsella, partida en dos trozos desiguales de 50 y 70 eslabones, y el instrumento que ayudara a romperla, cuando Alfonso V el Magnánimo, con la Armada de Aragón, forzara la entrada y tomara la ciudad en 1423, viniendo a traerse, con los anteriores trofeos, el cuerpo de San Luis, Obispo de Tolosa, del que igualmente hizo entrega a la Catedral de Valencia, donde todavía se conserva.
Asimismo aparecen fijados en los muros: entrando, a la izquierda, un cartón de Vicente López, con alegoría de «El Triunfo de la Eucaristía y Expulsión de los moriscos»; a la derecha, junto al púlpito, un gran fresco, imitación de tapiz, hoy trasladado a lienzo, «La Adoración de los Magos», de Nicolás Florentino (1469) , y en el muro de la puerta, frente al frontispicio de Poggibonsi, lo que parece parte central de un gran retablo del siglo XV, de grandes dimensiones, dedicado a «San Cristóbal».
En el vano central, bajo los tres arcos esculturados y escalonados aludidos, aparece adosado al fondo del muro y armonizando con el goticismo del retablo, el ostensorio del Santo Cáliz, formado por un bellísimo templete de piedra alabastrina, sostenido por una ménsula y encuadrado por columnillas que soportan un arco, realizado todo ello en 1942 por Vicente Traver.
El mismo Traver y J. David son los autores de la vitrina, que, a manera de linterna de planta exagonal que cobija el templete, vemos formada, con tres de sus lados cerrados con vidrios de seguridad, y los otros tres con planchas de hierro revestidas con otras de bronce repujado en las que lleva grabadas alegorías y símbolos eucarísticos.


En su interior, en un artístico relicario de plata dorada y nudo de marfil, queda expuesto a la pública veneración el Santo Cáliz.
Este relicario, que presenta la imagen de un fanal y remata en su parte superior con el sol de un ostensorio o pequeña custodia desmontable, para las bendiciones con el Santísimo, es obra también de los citados autores, V. Traver y J. David, y fue donado por el alcalde de la ciudad de Alcoy, don Enrique Oltra Moltó, el domingo 5 de mayo de 1959, como ofrenda hecha por aquella población al Santo Cáliz de la Cena en la conmemoración del XVII Centenario de su llegada a España.
En los últimos años ha sido objeto esta Capilla de dos importantes restauraciones.
Fue solemnizada la realización de la primera, que abarcó distintas obras de repristinación de la Catedral, el día 23 de mayo de 1943, con un solemne Pontifical oficiado por el entonces Arzobispo de Valencia, don Prudencio Melo y Alcalde, y en el que predicó el Obispo Administrador Apostólico de Vitoria, doctor don Javier Lauzurica. Después del Canto del Te Deum, tuvo lugar la procesión con la Sagrada Reliquia, que fue trasladada a la plaza de la Virgen, donde se la depositó sobre un altar de flor natural, y el Alcalde de la ciudad, don Joaquín Manglano, Barón de Cárcer, hizo la ofrenda. Como resultado de la realización de estas obras se despejó el Aula Capitular de sepulcros, urnas cinerarias y frescos que empañaban la pureza de su traza original, trasladándolos a otras dependencias; se llevaron a su primitivo emplazamiento los relieves del transcoro; se desmontó un tabique bajo el cual aparecieron los tres arcos escalonados, en cuyo vano y una vez desaparecidos cuantos postizos desfiguraban aquel lugar y destacados los elementos primitivos, vino a disponerse el ostensorio para la Sagrada Reliquia, compuesto de modo que formase conjunto con el retablo gótico; colocóse frente a él la mesa del altar, formada por maciza losa de piedra, de treinta centímetros de grosor, labrada al efecto, apoyada sobre los cinco pilares que aparecieron en el Altar Mayor de la Catedral al desmontar, durante una de las reformas, la obra del siglo XVIIII, y, en fin, procuróse devolver en lo posible al conjunto de la Capilla su primitiva ordenación.
La última restauración, cuyo final fue solemnizado el 26 de enero de 1979, con una celebración eucarística en la misma Capilla, presidida por el Arzobispo, doctor don Miguel Roca y con la asistencia de las primeras autoridades valencianas y de la Diputación Provincial en pleno, fue realizada por iniciativa y a expensas de la Diputación Provincial de Valencia, la que, haciéndose eco de la sospecha que inquietaba al Cabildo catedralicio de la posibilidad de la existencia de una belleza oculta bajo la capa de suciedad que el humo y el tiempo habían ido acumulando sobre las bóvedas y muros, pero de la que no se tenía noticia alguna, vino a hacer suya tal inquietud y a tomar conciencia del extraordinario interés que supondría el desvelar y devolver a Valencia el esplendor de su rica tradición cultural. Un excepcional equipo de artesanos y artistas y una competente y acertada dirección técnica, volcándose en el empeño, obtuvieron la recompensa de los más halagüeños resultados al lograr devolver a su pureza primitiva la bellísima bóveda de crucería que el humo y el polvo habían ocultado bajo una densa y oscura capa de suciedad; descubrir la hermosa clave central, tallada en piedra, representando la escena de la «Coronación de la Virgen», en un delicioso relieve policromado, así como el elegante conjunto de nervaduras, ménsulas y claves con graciosos relieves de traza gótica y rica decoración; destacar, tras un acertado tratamiento, toda la hasta entonces medio oculta riqueza del púlpito; enmarcar en los adornados ventanales nuevas vidrieras artísticas de sencillo pero singular atractivo, y, finalmente, devolver al retablo de piedra y a los relieves de alabastro su lozanía original, culminado todo con la recuperación de las tres imágenes de la «Virgen y el Niño», con «Santa Elena», a un lado, y «San Luis, rey de Francia», a otro, que coronan el retablo y que resultaron ser también de piedra policromada.
Más recientemente, el 3 de julio de 1992, la Capilla ha visto enriquecido el aspecto general del retablo, con la ubicación de dieciséis imágenes en las hasta entonces vacías peanas.
Las figuras están realizadas con un moderno material mezcla de poliéster y polvo de alabastro. Doce de ellas representan a los apóstoles, y el resto al papa San Sixto II, a su diácono San Lorenzo, a San Valero y a su diácono San Vicente Mártir; todas ellas nacidas en el taller del destacado artista, premio nacional de escultura, profesor don José Esteve Edo.
Tan magnífica aportación a la ornamentación sacra de esta antigua Aula Capitular hízola posible la iniciativa y generosidad de la Real Hermandad del Santo Cáliz de la Cena, Cuerpo Colegiado de la nobleza titulada valenciana, y fue su presidente, don Joaquín Manglano, barón de Llaurí, quien formalizara la donación de las nuevas y artísticas imágenes a la Seo valenciana, en la persona de su Deán Presidente del Cabildo Metropolitano, don Ramón Arnau, levantando al efecto la correspondiente acta de donación, el notario don Francisco Llovera de Iriarte.

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