EL SANTO CÁLIZ
DE LA CENA
SANTO GRIAL
VENERADO EN LA CATEDRAL DE VALENCIA (XIII)
Manuel Sánchez
Navarrete
Valencia 1994
Devoción y culto
Pues que sois
rico legado
que nos dio el
divino amor,
sed por siempre
venerado,
Santo Cáliz del
Señor.
De Gozos en alabanza del Santísimo Cáliz de
Nuestro Señor Jesucristo.
Inicios y
evolución
Salvando lo que
la tradición nos refiere de la amorosa veneración con que fuera conservada y
utilizada la Sagrada Copa desde los tiempos apostólicos hasta el martirio del
Papa Sixto II; el alto y misterioso destino objeto de búsqueda y admiración con
que se nos presenta a través de las leyendas medievales, y la noticia ya más
concreta que se nos da en el documento de entrega a Martín el Humano en 26 de
septiembre de 1399, en el que se afirma que «con tal Cáliz acostumbraron a
consagrar los Abades, priores y presbíteros del Monasterio de San Juan de la
Peña», es a partir de 1437 —cuando el Santo Cáliz es depositado con las demás
reliquias en la Sacristía de la Catedral de Valencia, y hasta 1914 en que tiene
lugar su traslado al Aula Capitular Antigua convertida en su Capilla propia—,
que la Sagrada Reliquia comienza a tener unos leves esbozos de culto que, en
síntesis, se reducen:
1) A ser
expuesto a la adoración pública, junto a las principales reliquias, en
determinadas circunstancias y siguiendo un ritual preestablecido y debidamente
aprobado.
En realidad se
ignora cuando se iniciara exactamente esta clase de culto, aunque es de suponer
fuera tras su entrega al Cabildo de la Seo valenciana, si bien ya con
anterioridad, es decir, desde el siglo XV, tenía lugar la exposición al pueblo,
el día de Viernes Santo, de las principales Reliquias entonces existentes,
entre las que todavía no figuraba el Santo Cáliz.
En el siglo XVI
se efectuaba esta Ostensión de las Reliquias el día de Pascua, fecha que, en el
Cabildo Pascual del 20 de abril de 1610, fue trasladada al lunes de Pascua de
Resurrección, costumbre que perduró hasta bien avanzado el siglo XIX (J. SANCHIS
SIVERA. La Catedral de Valencia, p.
377 y ss.).
A partir de 1828
y hasta 1914, ya consta se mostraba el Santo Cáliz a la veneración de los fieles
juntamente con las demás Reliquias en la Capillita-Relicario (ábside de la Sala
Capitular) todos los jueves, a las 10 de la mañana. El Subsacristán encargado
de mostrar las Sagradas Reliquias se revestía de sobrepelliz y estola y salía
empuñando en su mano derecha un puntero. Una vez encendidas las velas del Altar
del Relicario indicaba a los concurrentes se pusiesen de rodillas, tras lo cual
abría la puerta del Relicario y, arrodillándose también, iba señalando con el
puntero cada una de las Reliquias, mientras un sacristán colaboraba leyendo el
nombre y procedencia de cada una de ellas.
Cuando llegado
el turno señalaba el Santo Cáliz, decía:
«Sobre esta
peana de plata se conserva el Santísimo Cáliz en que Jesucristo Nuestro Señor
consagró su preciosísima Sangre y la dio a beber a los Apóstoles la noche de la
Cena en el Cenáculo. Es de piedra ágata cornerina oriental.
Esta Sacrosanta
Reliquia nos recuerda los grandes misterios que el dulcísimo Jesús obró en
favor de los hombres, y en particular, nos recuerda el Misterio de la
Institución del adorable Sacramento de la Eucaristía: alimento, consuelo y
esperanza de las almas fervorosas.
Alabemos, pues,
con todo nuestro corazón al Todopoderoso, por el honor que ha dispensado a
Valencia entre tantos pueblos y naciones católicas, y hagamos que este tesoro
tan singular sea motivo constante en nosotros de admiración, amor y agradecimiento
hacia la bondad divina.
Sí, amadísimo
Jesús, sellad y fortaleced con vuestra gracia la firme resolución que hoy
hacemos de amaros, reverenciaros y rendiros continuados obsequios y homenajes
en el Santísimo Sacramento del Altar, donde humildemente adoramos vuestro
Santísimo Corazón, en el cual deseamos vivir para siempre y dar en la hora de
la muerte el último suspiro, Amén.»
2) A recibir la
veneración de los fieles los días de jueves y Viernes Santos, en que servía de
Cáliz para reservar la Sagrada Forma en el Monumento. Fue precisamente en una
de estas ocasiones cuando se produjo la rotura a la que en otro lugar aludimos.
A partir de este accidente y para evitar la posibilidad de cualquier nuevo
percance de la misma índole, acordó el Cabildo valentino que no volviera a ser
usado el Santo Cáliz en los actos de Semana Santa, sino otro de oro que para
dicho objeto regaló, en devoto desagravio, el mismo señor arcediano don Vicente
Frígola, causante involuntario del hecho, quien vino a fallecer poco después a
consecuencia de la impresión sufrida.
Ello no
obstante, a partir de 1939, al ser tanta la gente que acudía a venerar la
Sagrada Reliquia en el día de Jueves Santo, y resultar insuficiente el corredor
de acceso a la Capilla, vióse impelido el mismo Cabildo Catedral a tomar el
acuerdo de que en dicho día fuera expuesto el Santo Cáliz a la veneración de
los fieles en la Capilla de la Resurrección, situada en el centro del trascoro
en la girola, lo que se llevaba a efecto realizando el traslado, en devoto
cortejo procesional y bajo palio, por la mañana, donde permanecía hasta las
ocho de la tarde, en que siguiendo el mismo ceremonial, era trasladado al Altar
Mayor, donde tenía lugar la celebración de una solemne Hora Santa.
3) A la
celebración de algunas procesiones esporádicas con motivo de algún destacado
acontecimiento, como sucediera el domingo 26 de enero de 1585, en que, como
obsequio al rey Felipe II y a su hijo el príncipe Felipe, se reprodujo el
suntuoso aparato con que se exornaba la procesión del Corpus, oficiando el
Patriarca Juan de Ribera, pero llevando bajo palio el sagrado Cáliz de la Cena
(CRUILLES, Guía Urbana de Valencia
Antigua y Moderna, t. II, p. 380 y TEIXIDOR, Valencia y su Reino, t. I, p. 286).
4) A la
institución de una Festividad anual en honor del Santo Cáliz, sin que tampoco
pueda fijarse con exactitud ni cuando ni cómo fueran en principio a tener lugar
tales festividades.
Hemos de llegar
a comienzos del siglo XVII, cuando se registra la iniciativa de un benemérito
canónigo de la Catedral de Valencia, don Honorato Figuerola, natural de esta
ciudad y gran devoto del Santo Cáliz, quien tras promover la celebración de
solemnísimos cultos en honor de tan excelsa Reliquia, lanzóse a trabajar con
gran empeño para que la devoción que ya venían profesando al Santo Cáliz
bastantes fieles aumentase de día en día.
Consecuente con
el deseo tan firmemente sostenido, y con objeto de asegurar la permanencia del
culto a la Sagrada Reliquia después de su muerte, ocurrida en 1608, dejó
constituida una administración de 22.000 libras en propiedad, con cuyas rentas
habían de cumplirse varias obras pías, entre las cuales destacaba la celebración
cada año de una solemne fiesta en honor del Santo Cáliz y de la preciosa Sangre
del Redentor «con primeras Vísperas, Misa, Sermón y segundas Vísperas, todo con
acompañamiento de órgano, como en el día de Corpus Christi...»; la celebración
de dos procesiones: una claustral, por la mañana, y otra pública, con el mismo
recorrido que la del Corpus, por la tarde, así como que se suplicase al señor
Arzobispo que a la sazón rigiese la Archidiócesis, para que declarase festivo
el día, amén de dejar mil libras para la construcción de una custodia u
ostensorio en el que se pudiera llevar dignamente el Sagrado Vaso en la
procesión.
Intervinieron
decisivamente en la aprobación de la Institución propuesta por el difunto
canónigo Figuerola, los insignes arzobispos San Juan de Ribera y Fray Isidoro
Aliaga, quienes no sólo acogieron favorablemente la idea, sino que, tras
detenido estudio de la documentación aportada en pro de la identidad del Santo
Cáliz, dieron su asentimiento a la realización de la Fundación proyectada.
Es interesante
recordar a este efecto que San Juan de Ribera era muy amante de las reliquias,
pero con un criticismo muy depurado, hasta el punto de que mandara revisar con
la más exigente escrupulosidad todas las que poseía, ordenando quemar muchas
por no reunir, según su juicio crítico, aquellas condiciones necesarias para su
valoración y reconocimiento. Sin embargo, en lo que se refiere al Santo Cáliz,
no sólo lo admitió con entera certeza objetiva y moral, sino que hizo cuanto
estuvo a su alcance para propagar su devoción y culto. Y hasta tal punto
llegaba su convencimiento íntimo de la autenticidad del Sagrado Vaso, que como
prueba delicada y expresiva surgida como espontánea confesión de su corazón y
de su mente, vino a dejarnos una nota escrita de su puño y letra, que puede
leerse en la Biblia que el Santo Patriarca tuviera para su uso (edición de
Roberti Stephani, París 1540) y que se conserva en su famoso Colegio del Corpus
Christi. En ella aparece, al llegar al pasaje donde San Mateo (XXVI, 27) habla
de la Cena del Señor, subrayada la palabra calicem,
y en el margen de pie de página, escrito de su puño y letra, en latín, la
siguiente acotación, cuyo solo comienzo constituye de por sí una rotunda afirmación:
hic calix husque hodie in hac nostra
valentina ecclesia...
Que traducida en
su parte inicial, nos dice: «Este Cáliz se conserva hasta hoy en esta nuestra
iglesia valentina».
Por fin, en
cumplimiento de las disposiciones otorgadas por el canónigo Figuerola, comenzó a
celebrarse la fiesta anual del Santo Cáliz, que llegó a alcanzar extraordinaria
popularidad, si bien en fechas distintas y solemnidad apropiada, según los
tiempos.
Esta fiesta del
Santo Cáliz siguió celebrándose con normalidad hasta principios del siglo XIX,
y su procesión, a la que asistían las parroquias, comunidades religiosas y
Jurados de la Ciudad, llegó a ser una de las más suntuosas, incluso parecida en
esplendor a la del Corpus.
En cuanto a la
fecha de su celebración, ha venido sufriendo desde su primer establecimiento
diversas modificaciones, como fueron: el 14 de septiembre, festividad de la
Exaltación de la Santa Cruz; el día de San Mateo; el primer domingo de julio,
festividad en Valencia de la Preciosísima Sangre del Redentor; desde 1903, de
nuevo el 14 de septiembre, por haberse suprimido en Valencia el rezo particular
en honor a la Preciosísima Sangre de Cristo Nuestro Señor; posteriormente, el
primer domingo de julio, y luego, el segundo domingo de octubre o noviembre.
Con el tiempo,
sin embargo, motivóse la decadencia de la solemnidad de la fiesta, hasta el
punto de que acabara ésta por pasar desapercibida para el común de los fieles,
debido ello, principalmente, a los trastornos públicos que acaecieron por aquel
entonces e incluso a la nefasta desamortización decretada por Mendizábal, por
la que el Estado vino a apoderarse de todos los bienes de las administraciones.
En 1888 volvió a
recuperar la fiesta del Santo Cáliz su solemnidad, merced al nuevo impulso que
le diera el entonces Arzobispo de Valencia, Cardenal don Antonio Monescillo,
gran devoto del Santo Cáliz, quien logró dar renovado esplendor a la fiesta en
honor de la Sagrada Reliquia, oficiando casi siempre de medio Pontifical y
celebrando por la tarde solemne procesión claustral, con asistencia de los
cleros de todas las parroquias.
Hasta este
momento el Santo Cáliz continuaba depositado en la Capilla de las Reliquias de
la Catedral; pero en sesión del Excmo. Cabildo, celebrada el 1 de marzo de
1915, éste acuerda aceptar la moción promovida por el celo y actividad de su
Deán, doctor don José Navarro Darás, en solicitud de que la preciada Reliquia
fuera expuesta a la pública veneración y que para ello se le dedicara una
capilla, como la estimada joya se merecía y la devoción del pueblo valenciano
reclamaba.
Muy poco tiempo
después, el 15 de mayo del mismo año, el Cabildo ofrecía al Prelado don
Valeriano Menéndez Conde la antigua Aula Capitular, como el mejor estuche a
joya tan estimable, y el señor Arzobispo aprobaba y bendecía la iniciativa que
muy pronto venía a convertirse en realidad, al ser trasladado solemnemente el
Santo Cáliz, el día de la Epifanía del Señor de 1916, con masiva asistencia de parroquias,
autoridades y fieles, a la Sala Capitular Antigua, donde en la actualidad se
halla.
El acierto de la
nueva instalación quedó pronto de manifiesto ante el incremento en el culto que
se produjo, hasta el extremo de que hubo necesidad de reglamentarlo, según acreditan
documentos históricos.
Con fecha 28 de
diciembre de 1917 son aprobados los Estatutos de la «Real Hermandad del Santo
Cáliz, Cuerpo Colegiado de la Nobleza titulada valenciana», que reciben su
confirmación, por el Excmo. Cabildo, en sesión del día 15 de febrero del
siguiente año.
Tras el
paréntesis de la contienda civil de los años 1936-39, ya devuelto el Santo
Cáliz a su Capilla, prontamente se manifiesta un renovado fervor hacia la
Sagrada Reliquia, por lo que el Cabildo, atento siempre a los movimientos
piadosos de los fieles valencianos, y recogiendo la necesidad de proporcionarles
el cauce necesario, aprueba en sesión del 15 de diciembre de 1939 las bases de
un Reglamento para la constitución de una Cofradía del Santo Cáliz.
Recién nombrado
arzobispo de Valencia el doctor don Marcelino Olaechea, y piadosamente
conquistado desde su llegada por el Santo Cáliz, lanzóse con entusiasmo a
intensificar el fomento de la devoción al Sagrado Vaso, con la firme cooperación
de autoridades, clero y fieles de la ciudad y diócesis.
Un paso
importante en la consecución de tal objetivo lo daba en la sesión capitular
extraordinaria del 16 de septiembre de 1948, presidida por el propio Arzobispo,
en la que éste exponía su deseo de colaborar al fomento del conocimiento y
culto del Santo Cáliz, proponiendo poner como carga una canonjía, la de Celador
del Culto del Santo Cáliz; propuesta inmediatamente aceptada por el Cabildo.
Cumplimentados
los trámites de rigor, era adjudicada dicha canonjía al Muy Ilustre Sr. Dr. don
Benjamín Civera Miralles, quien el 14 de octubre de 1948 tomaba posesión de su
cargo. En su acertada labor impulsora puede anotarse:
- La
restauración de los cultos tradicionales.
- La institución
del ejercicio de los «Jueves del Santo Cáliz», con la celebración de una Misa
por la mañana y una Hora Santa por la tarde, a fin de que todos los jueves, día
en que el Señor instituyera la Sagrada Eucaristía y consagrara su divina Sangre
en este Cáliz, pudieran expresar los fieles su reconocimiento por tan inmenso
beneficio y reiterar su agradecimiento por el honor otorgado a la Santa Iglesia
Catedral Valentina al hacerla depositaria de tan excepcional reliquia.
- El haber dado
nuevo impulso a la Real Hermandad del Santo Cáliz.
- La fundación,
como fruto sazonado de sus desvelos, de la «Cofradía del Santo Cáliz», erigida
canónicamente en la Catedral, con estatutos aprobados ad experimentum el 25 de marzo de 1952, y con carácter definitivo,
por parte del Prelado, el 25 de noviembre de 1955.
- Finalmente, la
promoción de jubileos, peregrinaciones, visitas de parroquias, colegios y
entidades, a fin de que los distintos estamentos de fieles puedan rendir el
homenaje colectivo de su devoción a la Sagrada Reliquia.
El día 3 de
marzo de 1957 era designado nuevo Celador del Santo Cáliz el a la sazón
Prefecto de Sagradas Rúbricas, M. I. Sr. D. Vicente Moreno Boria, quien no sólo
vino a continuar la tarea iniciada por su antecesor, sino que, fervoroso devoto
del Sagrado Vaso, multiplicó sus desvelos para lograr que el culto al Santo
Grial adquiriera la extensión e intesidad que merece, como Sacrosanta Reliquia
en la que el mismo Jesús posara sus santas y venerables manos, y en la que
consagrara su divina Sangre en ratificación del Nuevo y Eterno Testamento.
Fruto de esta su
preocupación por acrecentar el fervoroso tributo de veneración a la Santa
Reliquia, ha sido, recogiendo la concesión otorgada por el Motu Propio de Pío II «Sacram
Communionem», de poder celebrar la Misa Vespertina, la propuesta que
hiciera el Excmo. Cabildo, de un cambio de cultos en los «Jueves del Santo
Cáliz», con la celebración de la Santa Misa por la tarde y ante el Santísimo
expuesto, el ejercicio propio de los jueves. Merecida la aprobación del Cabildo
y la del Prelado, fue celebrada la primera Misa vespertina el día 25 de abril,
por el Sr. Arzobispo don Marcelino Olaechea, con asistencia del Cabildo y a
intención de la Real Hermandad, que adopta para sí, a partir de 1958, el primer
jueves de cada mes, quedando a cargo de la Cofradía el ofrecimiento de los
restantes jueves, en cuya celebración cooperan también entidades, parroquias,
otras cofradías y colegios corporativos.
Junto al
ejercicio de los «Jueves del Santo Cáliz» figuran también como actos de piedad
eucarística celebrados ante el Sagrado Vaso, la «Hora Santa de adoración diaria
a Jesús Sacramentado», que se viene verificando desde el 1 de enero de 1958; la
celebración de los actos más íntimos y familiares, como bodas, bautizos,
primeras comuniones, etc., para los que el pueblo valenciano escoge esta
Capilla, y el paso casi ininterrumpido de fieles y visitantes, llegados a veces
de los más alejados lugares, con el afán de ver y postrarse ante el Santo Cáliz
de la Cena del Señor.
Dos actos de
extraordinaria y severa solemnidad, con celebración anual, merecen ser
destacados.
Es el primero,
la celebración del «Día del Santo Cáliz», cuya fecha quedó señalada para el día
de Jueves Santo, y cuyo programa de actos, variable según se estimase oportuno,
venía a comprender, en líneas generales: Hora Santa. Procesión claustral y acto
público en honor del Santo Cáliz. Vigilia de Oración ante la veneranda
Reliquia. Exposición del Santo Cáliz a los fieles, con turnos de vela a cargo de
la Real Hermandad, Cofradía y devotos.
Recientemente ha
sido modificada esta celebración, en el sentido de coordinar las solemnidades
del Jueves Santo en la Catedral, con el traslado procesional y singular
veneración de la Sagrada Reliquia en el mismo acto.
La segunda tiene
lugar con motivo de la celebración de la Fiesta anual de la Cofradía que, por
acuerdo del Excmo. Cabildo, se conmemora el último jueves de octubre. Consiste
en:
- Traslado
procesional del Santo Cáliz desde su Capilla al Altar Mayor de la Catedral.
- Eucaristía
concelebrada, presidida por el Excmo. y Rvdmo. Arzobispo de Valencia o algún
prelado o alta jerarquía de la Iglesia en ausencia de aquél, con asistencia del
Cabildo, nutrida representación del Clero regular y secular, Real Hermandad,
Cofradía y fieles devotos de la Sagrada Reliquia.
- Rezo de las
preces reglamentarias al Santo Cáliz.
- Procesión
claustral de retorno a su Capilla, durante el cual se entonan los «Gozos al
Santo Cáliz» —en su versión en lengua valenciana— que fueran realizados en
edición conmemorativa, en 1959, en la celebración del XVII Centenario de la
llegada a España del Sagrado Vaso.
Anotemos,
finalmente, los distintos actos, conferencias, reuniones de cofrades y funciones
religiosas que en honor del Santo Cáliz vienen a tener lugar en algunas
poblaciones, y, de modo destacado, las celebraciones que organizadas por la
Delegación en Madrid de la Cofradía del Santo Cáliz de la Cena de Valencia, se
solemnizan anualmente en la Iglesia Parroquial de San Sebastián de la capital
de España, con gran asistencia de cofrades y fieles devotos de la veneranda
Reliquia allí residentes, y a la que prestan singular relieve, junto a la
presidencia y participación activa de destacadas dignidades de la Iglesia, la
asistencia de nutridas representaciones de la Real Hermandad del Santo Cáliz y
de la Junta y miembros devotos de la Cofradía de Valencia.
En 1991 se
registra el cese, por motivos de salud, del activo y por todos tan estimado
Canónigo Celador del Santo Cáliz D. Vicente Moreno, de imperecedera memoria,
pues que no es fácil olvidar, entre otros muchos logros, que a su gran
dinamismo y apasionada entrega debióse en gran parte el jubiloso éxito
alcanzado en su memorable y apoteósico recorrido por tierras de Aragón de la
legendaria Reliquia, con su evocadora presencia, por unas horas, en el antiguo
refugio del viejo monasterio pinatense.
El día 6 de
marzo, en sesión de Junta General Extraordinaria, se acordaba otorgar a D. Vicente
el nombramiento de «Canónigo Director Honorario Perpetuo de la Cofradía», con
entrega del Título correspondiente, el cual vino a hacerse efectivo en un
emotivo acto celebrado en el lugar de su retiro actual, en Sagunto, el día 13
de julio, con asistencia del Ilmo. Sr. Deán de la Catedral, del Ilmo. Sr. D.
Miguel Canet, designado como nuevo Canónigo Celador del Santo Cáliz, del
Presidente de la Cofradía D. Ignacio Carrau y de D. Vicente Boada, en presencia
de la Madre Superiora y una representación de la Comunidad de Religiosas donde
se encuentra atendido D. Vicente y desde donde sigue con el corazón puesto
siempre en la Santa Reliquia a la que diera lo mejor de su vida.
Ecos de un
pregón
Como acabamos de
anotar, entre las numerosas actividades que jalonan la vida de la Cofradía del
Santo Cáliz, figuran en lugar destacado las actuaciones de sus miembros en reuniones,
conferencias y actuaciones varias, como voceros y difusores de su devoción.
A una de estas
intervenciones nos vamos a referir de manera especial y veremos por qué.
El 26 de abril
de 1991 tenía lugar en la Parroquia de Nuestra Señora del Remedio, de Valencia,
el acostumbrado pregón que, como llamada a la celebración de los tradicionales
actos conmemorativos de la Semana Santa, conlleva la solemnización de esta
efemérides litúrgica.
Contó el acto
con la participación, con carácter de pregonero, del Presidente de la Cofradía,
D. Ignacio Carrau, con una brillante exposición de la que no podemos
resistirnos a seleccionar algunos fragmentos por estimar constituyen por sí
mismos, no sólo el más delicioso y emotivo florilegio en loor de la devoción y
culto del venerable Vaso, sino también el más hermoso código de comportamiento,
digno de ser releído y meditado por todos los devotos y seguidores de este testigo
inigualable de uno de los hechos más trascendentes para el mundo cristiano: el
de la Institución del gran Misterio de la Eucaristía:
* El Santo Cáliz
de la Cena debía convertir a Valencia en una ciudad pasionista en la que la
conmemoración de la pasión se renovase día a día con la constante veneración;
el Santo Cáliz debería tener una guardia permanente de oración para que no se
repita la soledad por desamor de Cristo en su Pasión.
* El Santo
Cáliz, en el que por primera vez el vino se convirtió en la Sangre de Cristo,
debía ser punto de referencia de nuestra propia vida entregada a vivir, día a
día, la Pasión, y en el cual ancláramos nuestras creencias.
* El Santo Cáliz
debiera ser para los valencianos hito que marque el camino a recorrer para
todos los que, comprometidos con Cristo, queremos asimilar su Pasión y su
muerte.
* El Santo Cáliz
debiera ser faro que en el desolado mar de la sociedad actual marcase el flujo y
reflujo del fervor de la Semana Santa que estos días se despierta pero que
pronto desaparece.
* El Santo Cáliz
debiera ser fuente a la que de manera asidua nos acercáramos para venerarlo,
sí, pero sobre todo, para recoger su influjo, renovando la carga de propósitos
que cada año ante el dolor y el amor de Cristo formulamos en Semana Santa.
* La Capilla del
Santo Cáliz, refugio eucarístico, ha de ser el núcleo del cual se inicie, con
el convencimiento personal nuestro, y por el amor en Cristo, hecho Eucaristía,
una reconquista de la sociedad para la que nos requieren los obispos en su
documento «la verdad os hará libres» y ello únicamente lo podremos realizar si
la Pasión de Cristo no es para nosotros un recuerdo pasajero, durante una
semana al año, sino una vivencia, una compenetración permanente, junto a esa
reliquia única como es el Santo Cáliz de la Cena.
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