EL SANTO CÁLIZ
DE LA CENA
SANTO GRIAL
VENERADO EN LA CATEDRAL DE VALENCIA (XIV)
Manuel Sánchez
Navarrete
Valencia 1994
Los Arzobispos
de Valencia y el Santo Cáliz
Desde el momento
en que Alfonso el Magnánimo, en 1473, hace entrega a la Catedral de Valencia
del Santo Cáliz de la Cena del Señor, los arzobispos que sucesivamente irán
rigiendo la archidiócesis valentina mantendrán ininterrumpidamente una especial
veneración a la Sagrada Reliquia y participarán como impulsores y promotores de
su devoción, recogiendo iniciativas y cooperando en cuantas actividades espirituales
y culturales centradas en su culto vinieran a surgir.
En 1608,
respondiendo a la iniciativa del benemerito canónigo de la Catedral de
Valencia, don Honorato Figuerola —quien se había lanzado con empeño a
acrecentar la devoción que ya venía profesándose al Santo Cáliz suscitando el
incremento de su culto—, es San Juan de Ribera quien con Fray Isidoro Aliaga,
que rigiera la diócesis entre 1612 y 1648, aprobando y favoreciendo el cumplimiento
de las disposiciones otorgadas por el canónigo Figuerola, a la muerte de este,
instituyen definitivamente la celebración de una fiesta anual en honor del Santo
Cáliz, que continuará, con una serie de cultos y fiestas anejas que incluía una
procesión que recorría el mismo itinerario que la del Corpus, hasta el siglo
XIX, en que comenzara a decaer la solemnidad de los actos a consecuencia,
principalmente, como ya vimos, de la nefasta desamortización decretada por
Mendizábal.
En 1888, el
cardenal-arzobispo de Valencia, que tomara posesión de la diócesis el año
anterior, don Antonio Monescillo y Viso, promovía la renovación de la fiesta, la
que celebraba con gran esplendor oficiando de pontifical y con procesión
claustral en la que participaron todas las parroquias.
El arzobispo don
Valeriano Menéndez Conde, que había hecho su entrada en Valencia en 1914, no
sólo continúa participando en los actos de devoción al Santo Cáliz sino que
promueve su definitiva instalación en el Aula Capitular donde hoy se venera, a
la que es trasladada en un solemne acto inaugural el día de la Epifanía de
1916.
A su sucesor en
el episcopado, don Jose María Salvador y Barrera, se le debe la aprobación, en
febrero de 1918, de los estatutos de la «Real Hermandad del Santo Cáliz, cuerpo
colegiado de la nobleza titulada Valenciana».
Tras el
anterior, pasa en 1923 a ser titular de la sede valenciana don Prudencio Melo y
Alcalde, el que, salvado el paréntesis de los años 1936-39 y la recuperación
del Santo Cáliz, oculto en Carlet durante el período de la guerra civil,
promueve un renovado fervor hacia la Sagrada Reliquia. A su iniciativa se debe
el impulso dado a la primera reforma de la Capilla y la celebración, el 23 de
mayo de 1943, con inusitado esplendor, de la fiesta del Santo Cáliz, con el traslado
solemne de éste a la plaza de la Virgen, donde el alcalde de la ciudad, don
Joaquín Manglano, proclama la ofrenda de Valencia al Sagrado Vaso.
Pero es a partir
de 1946, con la llegada a Valencia del arzobispo don Marcelino Olaechea y
Loizaga, cuando la devoción y culto al Santo Cáliz inicia una nueva etapa de
renovación intensa y creciente devoción.
Como fruto del
celo pastoral de don Marcelino, cabe destacar:
- La asignación
a una canongía en el cabildo, de la carga de Celador del Culto al Santo Cáliz,
que es aprobada en sesión capitular extraordinaria celebrada el 16 de
septiembre de 1948, presidida por el propio Prelado, y que hasta la actualidad
ha sido desempeñada en sucesivas etapas por los prebendados celadores don
Benjamín Civera Miralles, promovido para el cargo el 14 de octubre de 1948; don
Vicente Moreno Boria, designado como nuevo Celador el 3 de marzo de 1957, y don
Miguel Canet, que le sucede a partir del 20 de enero de 1990.
- La
constitución de la Cofradía del Santo Cáliz, erigida en la Catedral y aprobada
definitivamente por el Prelado el 25 de noviembre de 1955.
- El
remozamiento y puesta al día de la Real Hermandad del Santo Cáliz, Cuerpo
colegiado de la nobleza titulada valenciana, a la que infunde nuevo impulso.
- La campaña de
difusión por España, Europa y América, de esta devoción ecuménica y valentina,
culminada con la publicación de numerosos folletos, estampas y libros sobre el
Santo Cáliz, y en la profesión de numerosos cofrades, de dentro y fuera de
España, como el grupo de Liverpool (Inglaterra), con su lord Alcalde, a quien
el Dr. Olaechea impuso la insignia de honor.
- Y, en fin, una
constante labor de superación caracterizada por sus abundantes frutos y
desarrollada al calor de su corazón eucarístico.
Es bajo este
impulso que las peregrinaciones se multiplican y toman un carácter más variado
bajo la iniciativa de determinadas entidades, cofradías y parroquias, e incluso
en ocasiones organizadas por las propias parroquias de una determinada
población o, más todavía, de un arciprestazgo completo. Se hace también
frecuente la llegada de numerosas personalidades y grupos procedentes tanto de
España como del extranjero, así como de prelados que arriban desde los más
alejados países y estudiosos de la historia y del arte que acuden a postrarse
ante el Cáliz de la Cena del Señor. Y como resumen de todo ello, el hermoso significado
que viene a representar en orden al elevado y profundo nivel alcanzado en la
devoción a la Sagrada Reliquia, la norma que llega a establecerse de que todos
los nuevos canónigos y beneficiados de la Catedral, inmediatamente después de
tomar posesión de su cargo, visiten la capilla e ingresen en la Cofradía.
Pero fue con
motivo de la celebración de la ya aludida efemérides del XVII Centenario de la
llegada a España del Sagrado Vaso, cuando de nuevo vino a hacerse patente el
esfuerzo realizado por don Marcelino, que a la vez que continuaba en su
propósito de avivar un nuevo renacer en Valencia del culto al Santo Cáliz,
confirmaba una devoción eucarística cuya máxima proyección se manifestaría en la
celebración de aquel memorable acontecimiento que marcaba con su impronta una
fecha memorable en la historia de Valencia.
Dentro de esta celebración,
no es posible eludir, por el singular relieve que alcanzaran, la publicación de
dos pastorales que emitiera don Marcelino en los mismos umbrales del ciclo de
las fiestas mayores del Centenario: la primera era dada a conocer en la Pascua
de Resurrección del Señor de 1959; la segunda, el 1 de junio del mismo año. En
ellas se aunaban la erudición histórica, el fervor eucarístico, el celo
pastoral, la dedicación patria, la ejecutoria de una sentida valencianía y la
dilatada apertura de un corazón paterno; todo ello iluminado con la más fina
prosa y la más encendida caridad.
Finalmente, y en
lo que respecta a los grandes logros alcanzados por don Marcelino, como celoso
impulsor de la devoción y acrecentamiento del culto al Santo Cáliz de la Cena,
merece sean recordadas las impresionantes procesiones que con motivo de las
celebraciones del Jueves Santo y Día del Santo Cáliz, vinieron a tener lugar
durante algunos años. La realidad impresionante del paso de la Sagrada Reliquia,
que partiendo de la Catedral en las noches de Jueves Santo, se dirigiera por
las calles y plazas de la ciudad hasta el balcón principal del Ayuntamiento, de
donde se impartía con ella la bendición a la multitud congregada en la gran
plaza, vinieron a confirmar la bondad y el acierto de ésta, una más, de las
iniciativas de don Marcelino.
Del Periódico Las Provincias de Valencia, entresacamos
uno de sus párrafos, en el que se resume lo que supuso en el incremento de la
devoción y culto al Sagrado Vaso, la devoción contagiosa y la fe arrebatada del
inolvidable Prelado:
«Reconozcamos
que, por fin, la fama, el interés y el culto del Santo Cáliz ha roto el delicado
capullo reducido e íntimo en que se desenvolvió hasta ahora, y se difunde de
una manera creciente y cada día más poderosa dentro y fuera de las fronteras
patrias.»
El arzobispo don
José Mª García Lahiguera, que llegara a Valencia en 1969, gran devoto de la
Eucaristía, no sólo sigue promoviendo con especial interés la devoción al Santo
Cáliz, sino que manifiesta singular complacencia en asistir a cuantas
solemnidades se celebran en honor de la Sagrada Reliquia. A él se debe la
iniciativa de que en 1972, al tener lugar en Valencia la celebración del VIII
Congreso Eucarístico Nacional, todo el temario viniera a girar en torno al
Santo Cáliz, lo que contribuyó a la difusión e intensificación de su culto.
También merecen ser recordados los deliciosos documentos eucarísticos por él
escritos para los programas de las fiestas anuales.
Con don Miguel
Roca Cabanellas, que toma la posesión de la diócesis en 1978, se celebra la
inauguración de las definitivas obras de restauración de la capilla que,
sufragadas por la Diputación Provincial, siendo su presidente don Ignacio Carrau
Leonarte, tiene lugar el 26 de enero de 1979.
También hay que
anotar como trascendental y decisiva su intervención en la visita que el Papa
realizara a Valencia en 1982, pues que gracias a él, Juan Pablo II tuvo en sus
manos y besó repetidamente la singular Reliquia en la Catedral, y más aún,
ofició la Santa Misa con el Santo Cáliz en la solemne Eucaristía de la
ordenación sacerdotal.
En 1991 presidió
la magna peregrinación que, promovida por la Junta de la Semana Santa de la
Provincia de Valencia, discurriera por las calles de la ciudad para rendir el
homenaje de su devoción al Santo Cáliz de la Cena, un solemne acto
caracterizado no solamente por el elevado número de participantes representando
a 145 cofradías y 22 poblaciones, sino por el respetuoso silencio y singular
devoción observados en su recorrido por las calles de la ciudad, y, sobre todo,
por la unción que acompañara la celebración eucarística oficiada por el Prelado,
en presencia del Santo Cáliz, trasladado procesionalmente al altar Mayor desde
su Capilla.
Sólo un secreto
deseo quedó en su alma: el de llegar a celebrar un día la Eucaristía con el
Santo Cáliz. Su inesperada muerte trunco el deseo.
Con don Rafael
Sanus, designado obispo administrador tras el desgraciado accidente que diera
fin a la vida de don Miguel, tiene lugar la inauguración el 3 de julio de 1992
del retablo restaurado de la Capilla del Santo Cáliz, que hoy aparece
enriquecido y completado, mediante la ubicación de dieciséis nuevas imágenes
sufragadas por la Real Hermandad.
Con el
nombramiento de don Agustín García-Gasco Vicente, un nuevo Pastor pasa a ocupar
la Sede de la Archidiócesis. El propio prelado, al hacerse pública la
designación, manifiesta el deseo que le anima de ser para todos el maestro
bueno, el pontífice santo, el buen pastor, y en esa su entrega apasionada se
abre el camino para que la Fe en Jesucristo se haga realidad cada vez más en el
pueblo fiel, a través del Santo Cáliz, símbolo eucarístico por excelencia y
reliquia del más auténtico amor, que siguiendo la devota trayectoria de los
arzobispos de Valencia, reinará y se acrecentará bajo el pontificado de don
Agustín, cuyos primeros contactos se inician bajo los más favorables auspicios.
Con motivo de su
primera participación en las celebraciones eucarísticas de los Jueves del Santo
Cáliz, Mons. García-Gasco pasó a enriquecer con su firma el Libro de Oro de la
Cofradía del Santo Cáliz de la Cena, rubricando unas sentidas palabras de
estímulo y aliento en la realización del cumplimiento que a los miembros de la
Cofradía compete, tanto en sus actividades en la vida pública como en su
ejemplaridad en el amor y devoción al sacramento de la Eucaristía.
He aquí la
reproducción del texto autógrafo:
«Gracias a la
Cofradía del Santo Cáliz por su acogida y distinción. Deseo que la Eucaristía,
que el Santo Cáliz nos recuerda, perdure en cada uno de los Cofrades y en este
Arzobispo el compromiso de hacernos presentes en la vida pública como testigos verdaderos
que configurados por Jesucristo hablamos de lo que hemos visto y palpado en el
Sacramento que adoramos y con el que comulgamos. El Santo Cáliz nos habla de presencia,
de don y de entrega, tres modos de amar que nos disponemos a imitar para despertar
el amor al Sacramento de la Eucaristía. Con mi bendición y afecto para todos.»
Observemos,
finalmente, que desde el arzobispo Olaechea, en que se constituye la Cofradía
del Santo Cáliz de la Cena, todos los arzobispos de Valencia y la práctica
totalidad de los obispos valencianos han recibido la insignia de honor de la
Cofradía.
Evocación final
Digamos para
finalizar, que pues el Señor en sus altos designios dignóse conceder a Valencia,
por encima de otras naciones y pueblos, el singular privilegio de hacerla
depositaria de tan maravilloso tesoro, es lógico que en reconocimiento a tan
elevado favor, el pueblo fiel, valenciano o no, se vuelque en rendir su más
fervoroso tributo de veneración y gratitud a la Sagrada Reliquia, honrándola
como se merece, pregonando su excelsitud, practicando su culto y promoviendo su
devoción, a cuyo fomento contribuye de manera encomiable el propio ejemplo del
grupo de fieles adoradores del Santo Cáliz que militan en su Cofradía y que como
nuevos caballeros del místico Grial contribuyen con su presencia a enaltecer y
magnificar cuantos actos se realizan en honor y veneración del Sagrado Vaso,
llenos la mente de fe y de amor el corazón.
Es esta Cofradía
del Santo Cáliz de la Cena, erigida en la Seo valenciana, la que en medio de
una sociedad cada día más debilitada en sus afirmaciones religiosas, se reafirma
como levadura y fermento de la devoción a la excelsa Reliquia, con un ritmo
lento pero continuado en el crecimiento del número de sus cofrades que ya en la
actualidad alcanza un alto índice de participación, cuya valoración se
incrementa con la incorporación de las numerosas hermandades, cofradías e
instituciones que se honran con inscribirse como cofrades colectivos o con la
formación iniciada de delegaciones locales que, como las de Madrid y Alboraya,
se revelan como un feliz augurio de hasta donde se vislumbra podrá llegar la
vitalidad de una Cofradía en plena expansión; fervorosamente comprometida en la
obligación de constituirse en adalid de la propagación del Culto al Santo
Cáliz, al amparo de la maravillosa Capilla gótica donde recibe culto y
veneración constante.
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