domingo, 31 de agosto de 2014

Is the Santo Cáliz the Mythical Holy Grail? Michael Hesemann




¿ES EL SANTO CÁLIZ EL MÍTICO SANTO GRIAL?

Por Michael Hesemann, CSC (Caballero del Santo Cáliz)


El motivo más popular de la literatura medieval fue la legendaria "Búsqueda del Santo Grial". Se convirtió en una metáfora del eterno anhelo de los hombres por lo divino, y también del significado de la vida y de una misión por la que valiera la pena vivir y morir.

Encontramos la historia del Santo Grial por primera vez en una narración del trovador francés Chrétien de Troyes (ca. 1150-1190), Perceval. El romance, generalmente considerado la obra más importante de su autor, relata la historia de un joven cuyo sueño era convertirse en caballero. El joven Perceval se encontró con unos caballeros y los siguió hasta la corte del mítico rey Arturo. Para comprobar si era digno de incorporarse a la legendaria Mesa Redonda, el rey lo envió a varias misiones. Un día, en una de sus aventuras, el joven caballero atravesó un bosque remoto y llegó a la orilla de un río, donde vio a un pescador y lo saludó. Inmediatamente, el desconocido lo invitó a su "casa". Siguiendo las indicaciones del hombre, Perceval cabalgó por un desfiladero hasta la cima de una colina y, finalmente, encontró un castillo con una gran torre, un vestíbulo y una galería. Entró y fue recibido por unos servidores, que lo llevaron a una sala, donde se encontró con un viejo rey. Mientras hablaban, de repente se abrió una puerta y entró una procesión que transportaba una impresionante, brillante cáliz dorado, cubierto de piedras preciosas, y una bandeja de plata. Perceval se preguntó qué significaba aquello, pero no se atrevió a decir nada. A la mañana siguiente, se encontró solo; todo el mundo había abandonado el castillo. Él también partió, todavía preguntándose sobre lo que había visto la última noche. Pero sólo cuando se encontró con una doncella de luto, se atrevió a hablar de ello. Tras escuchar lo que le contó el caballero, la joven explicó a Perceval que el rey había resultado herido en una batalla, lo que lo había convertido en un inválido. Sólo preguntando "para qué sirve el Grial - el cáliz dorado -", el joven caballero habría curado al rey lisiado y salvado su reino.

Desesperado, Perceval siguió su camino, trató de olvidar lo ocurrido afrontando nuevas aventuras; cinco años más tarde, regresó al bosque. Se encontró con un ermitaño, se enteró de que era Viernes Santo, pidió confesión. El ermitaño le reveló que él era el hermano del rey herido y le explicó que éste se alimentaba sólo con el Santo Sacramento, que se le ofrece en el Grial.


EL ORIGEN ESPAÑOL DE LA SAGA DEL GRIAL

El Perceval de Chrétien de Troyes quedó incompleto, y correspondió a un alemán completar la historia. El Parzival de Wolfram von Eschenbach (ca. 1160-1220) "Parzival" es, con 25.000 versos, tres veces más largo que la versión del francés, aportando una gran cantidad de información adicional. El autor la obtuvo, según sus propias palabras, de la fuente original del Chrétien, la obra de un trovador anterior, Guiot de Provins (ca. 1140-1210), a quien probablemente había conocido en 1184 en un festival organizado por Federico I Barbarroja en Mainz (Alemania). Guiot, al decir de Wolfram, había conocido la historia del Santo Grial, escrita originalmente en árabe, en Toledo, España.

Esto es muy posible, ya que Guiot estuvo de hecho en España durante algún tiempo. En una de sus pocas obras conservadas, la Suite de la Bible, nombró a todos los emperadores, reyes y nobles que lo alojaron, incluyendo a Federico I Barbarroja y a Alfonso II de Aragón (1162-1196). Probablemente estaba en Toledo en 1174, cuando Alfonso casó con la princesa Sancha de Castilla. Curiosamente, Guiot también mencionó al conde Felipe de Flandes (1168-1191), en cuya biblioteca, según Wolfram, Chrétien de Troyes encontró la fuente para su Perceval – ¡probablemente el texto original escrito por Guiot de Provins!

Puesto que el árabe era "lingua franca" en la España mozárabe, no debe sorprendernos que Guiot mencione un texto árabe como su fuente. También el rey Pedro I de Aragón (1094-1104) firmó documentos importantes en árabe, y un clérigo llamado Vicente tradujo un Código de Derecho Canónico al árabe en 1049-50, debido a que los sacerdotes de sus diócesis conocían esta lengua mejor que el latín. Muchos textos cristianos e inscripciones de los siglos XI y XII encontrados en la Península Ibérica fueron escritos en árabe o son bilingües.

En muchos detalles Wolfram en su Parzival proporcionó una vívida descripción de la vida en la España mozárabe, de los conflictos interreligiosos y las amistades, de las ciencias árabes y la cortesía medieval europea. Esto, de hecho, es la diferencia más obvia entre las versiones de Chrétien y de Wolfram de la misma historia: Mientras que el francés trató de enmarcarla por completo en el mundo artúrico, haciendo caso omiso de todos los anacronismos (los elevados ideales caballerescos medievales fueron proyectados sobre un señor de la guerra bretón del siglo VI, el "rey" Arturo histórico), Wolfram la desarrolla en el sur de la Europa Occidental del siglo XII. El mismo Perceval / Parzival era galés en la obra de Chrétien, mientras que en la de Wolfram procede de Anjou (Francia). Su padre Gachmuret, añade el alemán, había visitado Oriente Medio, incluyendo Marruecos, Persia, Siria, Arabia, Bagdad y la arábiga "Zazamanc", probablemente Sevilla, que Wolfram parece confundir con la ya cristiana Salamanca. En Toledo, en la corte del rey "Kaylet", Gachmuret conoció, entre otros, al "orgulloso rey de Aragón" y a un caballero llamado "Cidegast", que seguramente era Rodrigo Díaz de Vivar, el "Cid" de Castilla ("Cid de Cast"). El Parzival de Wolfram ni siquiera visita la Bretaña del rey Arturo, sino que se encuentra con el rey en Nantes, en Francia, que de hecho en ese momento estaba, como Bretaña, bajo el control del rey Enrique II de Anjou (1154-1189), quien utilizó el mito artúrico para justificar sus propias reclamaciones. Antes de que el Parzival de Wolfram llegue al castillo del Grial, que es llamado "Munsalwäsche", tiene que atravesar una "alta cordillera" (los Pirineos) y el reino "Brobarz", que puede ser Ribagorza o el Sobrarbe entre Cataluña - que Wolfram denomina como el condado vecino - y Aragón.

En realidad Wolfram acusó a Chrétien de tergiversar la historia original de Guiot, afirmando:
“Ob von Troys meister Cristjan
diesem maere hat unreht getan,
daz mac wol zürnen kyot
der uns diu rehten maere enbot”.
("Porque el Maestro Chrétien de Troyes no recogió esta historia fielmente, Guiot se enojó, por lo que nos contó la historia real").

La causa de la tergiversación de Chrétien es simple. Como autor, Chrétien se especializó en cuentos sobre caballeros y en gran medida fue el responsable de la popularización de todo un género, los romances del rey Arturo. Todos ellos se basan en una obra de propaganda política del siglo XII, la Historia de los reyes de Bretaña (Historia Regum Britanniae) de Geoffrey de Monmouth, quien utilizó las leyendas sobre el señor de la guerra bretón del siglo VI "rey" Arturo para justificar la invasión normanda de Inglaterra; Monmouth declaró a los normandos los herederos legítimos del mítico rey, destinados a restaurar una antigua edad de oro. Mientras que Mark, Erec, Ivain, Lancelot y otros protagonistas de las novelas de Chrétien se pueden encontrar en la Historia de Geoffrey, el Grial no se encuentra. Sólo más tarde, dos décadas después de que Chrétrien escribiera su Perceval, Robert de Boron compuso su Historia del Grial, afirmando que inicialmente San José de Arimatea llevó la santa copa al "valle de Avalon", que fue más tarde "identificado" con Glastonbury en Somerset (Inglaterra), donde se veneraban en efecto reliquias del santo. Tal vez esta desviación evidente, la transferencia de la tradición del Grial desde su origen en España a Inglaterra, fue la razón de la insatisfacción de Guiot con la obra de Chrétien. Por lo tanto, contó a un alemán, que no estaba interesado en la propaganda política normanda / angevina, la verdadera historia.

Podemos estar bastante seguros de que la historia del Santo Grial era de origen español o pirenaico por una sencilla razón: Sólo en el sur de Francia y en la Península Ibérica la palabra "Grial" tenía sentido. La encontramos como "grial", "gral" y "greal" incluso en inventarios de cocina de los siglo XIII y XIV. En la Provenza se escribía "grazal" o "grasal", en francés antiguo "graal", "greal" o "greel", con el significado de "plato" o "cuenco". En portugués, la palabra todavía se utiliza para "mortero", en gallego para "cáliz". Probablemente su origen es el "crátera" griego. Como ha afirmado el experto alemán en lenguas medievales, Konrad Burdach: "El término graal es una palabra provenzal. Sólo alguien de la Provenza podría haberlo utilizado para describir el cáliz de la Última Cena ". Sólo al norte y al sur de los Pirineos se encuentra el "grial" para un recipiente para beber en forma de mortero.

Incluso algunos de los autores medievales no reconocieron esto. Sólo Chrétien habla de "un grial" en el correcto sentido de la palabra. Wolfram describe el Grial como un "stein", que puede significar tanto una piedra como un recipiente de piedra, en alemán medieval. Sólo cuando describe cómo el Viernes Santo una paloma coloca un hostia o la oblea eucarística en él - que se asemeja a la presentación de las dos formas del Santísimo Sacramento por un sacerdote - podemos estar seguros de que se refería a un cáliz de Misa hecho en piedra. Por otra parte, Robert de Boron y sus seguidores inventaron una aventurada etimología, atribuyéndole origen en "agree" ("grato") o "agréer" ("agradable").

En una fecha bastante tardía, en el siglo XV, "San Greal" se interpretó como "sang real", "sangre real", lo que posteriormente inspiró las desbocadas fantasías de charlatanes como los autores británicos Lincoln, Baigent y Leigh que afirman que el Grial fue de hecho el símbolo de un linaje secreto, iniciado por Jesús y Santa María Magdalena. Desgraciadamente, debido al best-seller internacional de Dan Brown El Código Da Vinci, esta tontería completamente infundada recibió atención internacional.

Por lo tanto, tenemos que concluir que la atribución hecha por Wolfram de un origen español a la saga del Grial tiene un alto grado de credibilidad. Incluso si la historia de Parzival, el joven e ingenuo caballero en busca de su destino, tiene paralelos en antiguos cuentos de hadas celtas, esto no significa demasiado. Cuando los normandos reivindicaron ser los verdaderos herederos de los bretones celtas y su "pasado y futuro rey" Arturo, también popularizaron la herencia celta y su literatura por toda Europa. Por tanto, incluso el mismo Guiot, que fue hospedado tanto por el rey Enrique II como por Ricardo Corazón de León de Inglaterra, podría haber utilizado el "leitmotiv" de un mito celta como una metáfora perfecta para la búsqueda de cualquier caballero, la Búsqueda del Santo Grial.


EL DESCUBRIMIENTO DEL SANTO GRIAL

La pregunta sigue siendo: ¿es la saga del Grial completamente ficticia o está de hecho basada en una realidad histórica de la España del siglo XII? Y si lo está, ¿cuáles son los componentes reales de Perceval y Parzival, las dos obras más influyentes de la literatura medieval europea, que inspiraron tanto a compositores clásicos, como Richard Wagner (Parsifal), como al director y productor de nuestros días Steven Spielberg (Indiana Jones)? ¿Existe el Santo Grial? Y, si es así, ¿dónde está hoy?

Como hemos visto, Chrétien de Troyes y Wolfram von Eschenbach describieron el Grial como un recipiente sagrado, un cáliz en el que la Santa Comunión era colocada por una paloma una vez al año, el Viernes Santo, y llevada para ser consumida por el rey herido "Amfortas", como lo llama Wolfram. No parece ser un cáliz de Misa ordinario, debido a sus poderes místicos; Wolfram incluso lo describe como "el símbolo de la perfección paradisíaca, principio y fin de todas las aspiraciones humanas. Este recipiente fue llamado Grial. Supera todo lo que un hombre puede desear en la Tierra". Es de piedra "de pureza inmaculada ... traída a la Tierra por un grupo de ángeles". Se llama "Lapsit exillis", una inscripción milagrosa figura en su superficie. Está protegido por un grupo de los más nobles caballeros, llamados "templeises" por el autor. El simbolismo eucarístico evidente y la condición especial de esta vasija explican por qué, de Robert de Boron en adelante, fue definido como la reliquia, el cáliz, de la Última Cena de Nuestro Señor Jesucristo.

De hecho, un cáliz de piedra fue venerado como el "Calix Domini Jesu Christi" durante el siglo XII en el norte de España, en la región de los Pirineos, en el monasterio de San Juan de la Peña. Esto es confirmado por un documento, del 14 de diciembre de 1134, que probablemente se perdió en un incendio del monasterio, pero fue citado por el magistrado y canónigo de la Catedral de Zaragoza, Don Juan Agustín Carreras Ramírez y Orta, en su libro Flores Lauretanas del Pensil Oscense y Vida de San Laurencio Mártir, escrito en 1698, declarando:

“En un arca de marfil está el Caliz en que Christo Nuestro Señor consagró su Sangre el qual embió San Lorenzo a su patria Huesca.”

El Archivo Nacional Español en Madrid aún conserva el original de otro importante documento, del 11 de noviembre de 1135, que recoge que la Abadía de San Juan de la Peña entregó al rey Ramiro II "un cáliz de piedra preciosa y un cuenco de piedra igualmente preciosa" ("per illo calice de lapide precioso et per uno urceo similiter de lapide precioso "), así como "una bandeja de plata dorada". Don Juan Briz Martínez, abad de San Juan de la Peña y el autor de las 860 páginas de la Historia de la Fundación y Antigüedades de San Juan de la Peña (1620) explicó que el rey de hecho recibió el Santo Cáliz, pero "lo devolvió más tarde, movido por una inspiración divina". Hubo que esperar hasta 1399 para que otro rey, Martín "el Humano" de Aragón (1395-1410), pidiera el Santo Cáliz a los monjes de San Juan de la Peña y lo trasladase a su propia capilla privada en el Palacio de la Aljafería en Zaragoza. De ahí, fue llevado primero al palacio real de Barcelona (en 1410) y, finalmente, a Valencia (en 1416). En 1437 fue entregado a los canónigos de la Catedral de Valencia, donde se venera hasta el día de hoy como el "Santo Cáliz".

Respecto a este Cáliz, el documento real de 1399 parece citar la descripción de 1134 cuando afirma que era "el mismo cáliz de piedra en el que Nuestro Señor Jesucristo durante su santa Última Cena consagró Su preciosa sangre y que el bendito Lorenzo, discípulo y diácono del papa San Sixto, había recibido de éste y había enviado (a Huesca) y que fue llevado, junto con la carta de San Lorenzo, al monasterio de San Juan de la Peña en las montañas de Jaca en el reino de Aragón".

Probablemente San Lorenzo, diácono del papa Sixto II (257-58), era realmente español; cerca de Huesca, en el norte de España, un lugar llamado "Loreto" todavía es venerada como la aldea de su nacimiento y de residencia de sus padres. Ya en el siglo IV, el poeta cristiano español Prudencio mencionó a san Lorenzo en su himno a los mártires españoles, que parece confirmar la tradición. Es cierto, según una carta contemporánea de Cipriano, obispo de Cartago, que durante la "persecución Valeriana" del año 258, cuando, primero el Papa Sixto II y cuatro de sus diáconos y, tres días más tarde, San Lorenzo, recibieron el martirio, los tesoros de la Iglesia fueron confiscadas por el emperador romano. Por lo tanto, tendría sentido que un diácono responsable, como San Lorenzo ciertamente era, se aseguraría de que una reliquia tan precioso como el cáliz de ágata fuera enviado a un lugar seguro, lejos de Roma. La casa de sus padres en Huesca constituía al menos una posibilidad plausible.

Además, podemos suponer que en el año 712, cuando los musulmanes invadieron España, esta preciosa reliquia fue escondida en las montañas, como muchas otras reliquias, y terminó en el monasterio de San Juan de la Peña, que estaba bajo el control directo del Papa. Fue el centro de la reforma benedictina del monaquismo español en el siglo X y fue sede del Concilio de 1071, cuando el delegado papal, el cardenal Hugo Cándido, celebró la primera Santa Misa según el Canon romano en la Península Ibérica, probablemente en presencia del Santo Cáliz.


EL CASTILLO DEL GRIAL

Por lo tanto, es una realidad que un cáliz de piedra fue venerado como el Cáliz de la Última Cena en España durante el siglo XII, la época en que Guiot de Provins escribió la saga del Grial original. Y de hecho nos encontramos con indicios de que su veneración en San Juan de la Peña inspiró a Guiot en gran medida.

Cuando comparamos las descripciones del castillo del Grial en los textos de Chrétien y de Wolfram con la situación topográfica y el perfil arquitectónico de San Juan de la Peña, comprobamos que encajan perfectamente.

Chrétien sitúa el castillo del Grial en medio de un paisaje cubierto por bosque, salvaje, montañoso, rocoso. Su Perceval llegó a un río y subió por un desfiladero hasta que "desde lo alto (de una montaña), en un valle, cerca del río y el bosque", vio una gran torre. Para llegar a ella tenía que "girar a la derecha al pie de esa cara de la roca". Éste es exactamente el antiguo camino de los peregrinos desde el río Aragón a San Juan de la Peña. Wolfram añade otro detalle, el pequeño lago en lo alto de esta roca, que se encuentra sólo en los mapas antiguos, ya que se ha secado. También afirma que el castillo del Grial se encuentra no en la cima de una montaña, sino frente a una pared de roca, al igual que San Juan de la Peña. Incluso su nombre para el castillo del Grial, "Munsalwäsche", corresponde. Sobre el monasterio se levantan los 1.547 metros de altura del "Pico de San Salvador", llamado "Mons Salvatoris" en los documentos latinos. En occitano, lengua hablada en Aragón durante el siglo XII, su nombre debe haber sido "Mont Sant Salvatge" o, de forma abreviada, "Mont Salvatge", pronunciado como "Montsalvatsch". En los tiempos antiguos, el monasterio estaba rodeado por pequeñas ermitas, tal como Wolfram lo describe.

Cuando entró en el castillo, el Perceval de Chrétien siguió a los sirvientes a "una habitación cuadrada y amplia ... entre cuatro pilares ardía un gran fuego, alimentado por madera seca ... los pilares eran poderosos." Wolfram añade que había "tres chimeneas cuadradas de mármol" debajo de los tres arcos entre los cuatro pilares. De hecho, al entrar en San Juan de la Peña, se accede a la "Sala de los Concilios", una bóveda poderosa y oscura con cuatro pilares en su centro y tres arcos entre ellos.

De acuerdo tanto con Chrétien y como con Wolfram, una procesión, portando el Grial, entró por una puerta desde el otro lado de la sala. En San Juan de la Peña, éste es el emplazamiento de una doble capilla, con los nichos del altar decorados con escenas de la Crucifixión de Cristo en uno y los santos médicos Cosme y Damián en el otro. En una esquina, una fuente mana de la roca, que es de hecho mencionada en el Parzival de Wolfram. La procesión, según el relato, atravesó la gran estancia y salió por el lado opuesto. Hay, en efecto, unas escaleras que conducen a la primera planta donde hay una gran basílica, la "iglesia de arriba". Aquí, al parecer, el Grial era expuesto a la veneración de los fieles antes de guardarlo de nuevo en una de las pequeñas capillas. Incluso la bandeja de plata para su presentación, que figuraba en el documento de 1135, fue mencionada por Chrétien de Troyes.


PARZIVAL Y EL REY DEL GRIAL

No sólo es posible identificar el Grial con el Santo Cáliz, actualmente en Valencia, y el mítico castillo del Grial, "Munsalwäsche", con el monasterio fortificado de San Juan de la Peña, al pie del Mons San Salvatoris: también encontramos paralelismos entre los protagonistas de los relatos de Wolfram y Chrétien y personajes históricos relacionados con la preciosa reliquia.

Según Don Brit Martínez, abad de San Juan de la Peña, hubo un rey del siglo XII que fue especialmente devoto del Santo Cáliz, Alfonso I de Aragón (1104-1134), llamado "el Batallador" por sus contemporáneos. Alfonso era un rey cruzado arquetípico, luchando en muchas campañas victoriosas contra los infieles que habían ocupado España. "Ningún otro rey de Aragón estuvo tan profundamente imbuido por un auténtico espíritu religioso y los ideales de los cruzados", afirma el historiador español José María Lacarra. Casi todos los años, durante la Cuaresma, el rey y su corte se retiraban a San Juan de la Peña, para prepararse para la Pascua. De estos ejercicios, de esta práctica de la religión, el rey obtuvo la fuerza interior para sus campañas. En su Historia de San Juan de la Peña, a lo largo de cinco páginas, Don Brit Martínez enumera todas las donaciones hechas por el rey en favor del monasterio "y sus reliquias" (obviamente, el Santo Cáliz); la mayoría de ellas durante la Cuaresma y "como penitencia por sus pecados". Alfonso I llamó al monasterio "mi pertenencia" y lo puso bajo su protección personal.

Cuando Hugo de Payns en 1118-9 fundó la Orden del Temple como "Milicia de Cristo", ésta pronto recibió el apoyo de Alfonso. La combinación de ideales caballerescos y monásticos, de valentía y piedad, le era afín. Ya en 1128, cuando la nueva Orden fue presentada en el Concilio de Troyes, le hizo ricas donaciones; finalmente, en su testamento, le dejó un tercio de su reino. Los "Caballeros de San Juan", que, según Briz Martínez, fueron fundados en el siglo IX, en San Juan de la Peña, con el propósito de luchar contra los infieles, y la Hermandad de Belchite fundada por el propio Alfonso, fueron pronto integrados en la nueva Orden. Por lo tanto, no nos sorprende que Wolfram llamara "templeise" a los caballeros que protegían el  Grial. "Templés" era el nombre usado para los templarios en Occitania y Aragón: otra palabra de un idioma de los Pirineos que encontramos en su Parzival.

El propio Alfonso fue llamado "Anforts" en la lengua occitana de su reino, o, latinizado, "Anfortius". Él, obviamente, fue el histórico rey del Grial, llamado "Amfortas" por Wolfram von Eschenbach.

A su lado luchó un joven caballero francés, el "Conde de Valperche", también llamado "Alperche", Rotrou II de Perche, cuyo padre murió temprano, seguido por sus hermanos, durante la Primera Cruzada, y que fue educado sólo por su madre. Al igual que el joven Perceval se enteró de que era primo del rey del Grial, "Valperche" era el primo de Alfonso. Si el Parzival de Wolfram nació en Anjou, Rotrou era conde de la vecina Perche. Parzival era el "caballero rojo" ("rojo", en alemán, es "rot"), y rojo era el color de las armas de Rotrou. Los paralelismos son evidentes. ¿He mencionado que Guiot de Provins fue hospedado por dos sobrinos de Rotrou (que nunca tuvo hijos), Thibaut V le Bon, conde de Chartres, y Rotrou III, conde de Perche?

Como Amfortas en el Parzival de Wolfram, el rey Alfonso / Anforts tuvo un final misterioso. El 17 de julio de 1134, cuando los almorávides lo atacaron cerca de Fraga, fue herido por una lanza (probablemente envenenada). Pocos días después firmó su testamento. Según la Chronica de Alfonso el Emperador, escrita en 1152, fue llevado a San Juan de la Peña, donde murió siete semanas después, el 7 de septiembre de 1134, desapercibido para la mayoría de sus contemporáneos, que se preguntaban acerca de su paradero. Muchos no quisieron creer que hubiera muerto. De acuerdo con la Crónica de San Juan de la Peña, algunos decían que había marchado en peregrinación a Jerusalén, mientras que otros confiaban en que un día volviese a Aragón. Alfonso se convirtió en el rey que nunca murió y que un día regresaría para liberar a su pueblo, al igual que el mítico rey Arturo, cuya leyenda fue probablemente inspirada por el destino de Alfonso. Todavía en 1175, un herrero afirmó, convenciendo a muchos, que él era el rey Alfonso que había regresado; fue ahorcado en 1181 por Alfonso II. Este clima de incertidumbre, entre el duelo y la esperanza, se refleja en la saga del Grial. En ella el rey enfermo Amfortas espera a un digno sucesor que lleve la salvación a sí mismo y a su país: "Amfortas pasa la vida en su sillón; no puede cabalgar ni andar, ni acostarse ni incorporarse. Sigue siendo el señor de Munsalwäsche, pero la ira de Dios lo ha ocultado", escribió Wolfram. También la Crónica de San Juan de la Peña considera su derrota como un castigo de Dios "por el sacrilegio que cometió en León y Castilla": el habitualmente piadoso rey había confiscado propiedades de iglesias y monasterios para pagar a sus tropas.

Al igual que el mítico rey del Grial, Alfonso era infértil, probablemente a causa de una lesión en batalla, y no dejó un heredero al trono. Pasó un año antes de que se encontrara un sucesor. Finalmente, su hermano Ramiro "el Monje", que había entrado en un monasterio francés siendo un niño y había llegado a obispo, tuvo que cambiar la Mitra por la Corona, al menos durante algunos años. Con un permiso especial del Papa, contrajo matrimonio con Inés de Poitiers, hija de un conde francés, y recibió dispensa de su celibato hasta que su esposa dio a luz a una hija, llamada Petronila como la legendaria hija de San Pedro. A la edad de 3 años, casó con Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona y duque de Cataluña, cuyo hijo se convertiría en el nuevo rey de Aragón, llamado Alfonso, como su tío-abuelo. Tras sólo cuatro años en el trono, Ramiro "el monje" abdicó y se retiró al monasterio de San Pedro el Viejo de Huesca, a hacer penitencia por su breve encuentro con el poder mundano.

Se refleja la verdad histórica cuando Wolfram von Eschenbach describe a una virgen como la auténtica protectora del Grial y dice que casó con un duque "Kyot de Katelangen", la vecina Cataluña. Pero aquí termina el núcleo histórico de la saga. El Parzival no es un libro de historia, sino un "roman a clef", "historia en clave", una novela basada en hechos y personajes históricos y, al mismo tiempo, un instrumento de propaganda política.


EL NACIMIENTO DE UN MITO

Cuando su padre murió y Alfonso II se convirtió en el nuevo rey de Aragón, éste tenía sólo siete años de edad. No es de extrañar que su pueblo rogara por el regreso de su fuerte tío-abuelo, el rey cruzado español, el jefe militar. En este ambiente de esperanzas y preocupaciones, surgió el mito del Santo Grial, muy probablemente con motivo de la boda de Alfonso, cuando Guiot de Provins visitó su corte; una obra épica, glorificando el linaje de la dinastía y su misión, la Reconquista y re-cristianización de España, una llamada para una nueva cruzada.

La boda de Alfonso fue una señal para el mundo. El joven rey ya era un hombre adulto, de unos 18 ó 19 años de edad. Que casara con una princesa castellana era políticamente acertado; la rivalidad entre los dos reinos cristianos los había apartado durante demasiado tiempo de la lucha contra el verdadero enemigo, los moros. Su mismo nombre lo obligaba a proseguir las campañas de su tío-abuelo, especialmente la liberación de Valencia, que, después de la muerte del Cid, fue conquistada por los "infieles". Sabía que por sí solo no tenía fuerza suficiente para tal empresa: necesitaba el apoyo de otros gobernantes europeos. Por lo tanto Alfonso, que amaba la poesía y siempre acogió a trovadores en su corte, ordenó al más famoso de ellos, Guiot de Provins, que desarrollara una propaganda eficaz para una nueva cruzada.

Cuando los caballeros europeos marchaban a una cruzada en Tierra Santa, les guiaba un ideal espiritual, la liberación del Santo Sepulcro, el lugar de la Resurrección del Señor. Por tanto, era necesario ofrecerles un ideal incluso más noble, por el que valiera la pena vivir y morir: el Santo Grial. La tumba de Cristo está vacía, pero Cristo vive, está entre nosotros, en el Santísimo Sacramento. ¿Hay mejor símbolo de la Santa Eucaristía que el propio cáliz en el que Cristo, durante la Última Cena, ofreció su preciosa sangre, el Santo Grial, que se veneraba en Aragón? Esta misteriosa reliquia fue descrita con todos los poderes normalmente atribuidos a la Santa Eucaristía, incluyendo la promesa de la vida eterna, que Cristo pronunció en la sinagoga de Cafarnaún: "Éste es el pan que ha bajado del cielo ... el que come de este pan, vivirá para siempre" (Jn 06:58). Sólo el que sirve al Santo Grial, sólo el que lucha valientemente contra los infieles que lo amenazan, será digno de recibir la bendición del Grial.

Guiot combinó la historia del Santo Grial con las leyendas artúricas: los Caballeros de la Mesa Redonda fueron los grandes modelos de conducta de los caballeros medievales. Se esperaba que los príncipes europeos siguieran su ejemplo y reconocieran el Grial como la más alta meta.

Pero Alfonso II fracasó en sus esfuerzos. Perturbaron sus planes, primero, el conde Raimundo de Toulouse, y después el rey Alfonso VIII de Castilla, que se alió con Federico I Barbarroja. Alfonso II reaccionó y forjó una coalición contra Castilla. Finalmente el Papa intervino e hizo un llamamiento a los reyes cristianos para que pusieran fin a las guerras de unos contra otros, y unieran sus fuerzas contra los moros. El rey de Aragón fue el primero que siguió con entusiasmo esta convocatoria. Como acto de penitencia, fue en peregrinación a Santiago de Compostela, y tenía previsto iniciar una campaña importante el año siguiente. Pero entonces, en abril de 1196, murió repentinamente, sólo con unos 42 años de edad.


LA EVIDENCIA FINAL

Pero ¿es realmente el Santo Cáliz, que hoy se venera en Valencia, el legendario Santo Grial, que se describe en los mitos y romances medievales? Es evidente que combina detalles de las descripciones de Chrétien y de Wolfram, al ser un recipiente de piedra con una base dorada con dos asas y cubierta de perlas y piedras preciosas. Chrétien también menciona la "radiante luminosidad, un resplandor más brillante que las velas, como el Sol es más brillante que la Luna cuando se levanta", el reflejo amarillo-rojizo del ágata traslúcida que da, a contraluz, la impresión de las llamas.

La prueba más importante para nuestra identificación del Santo Grial es una pequeña inscripción cúfica en el pie del cáliz, de sólo unos 3,5 centímetros de longitud, que se puede datar entre los siglos VII al X. Dado que el documento de 1135 menciona "un cáliz de piedra preciosa y un cuenco de similar piedra preciosa", obviamente ambas partes fueron veneradas en aquella época, tal vez como el cáliz y la patena de la primera Eucaristía. Probablemente fue el rey Ramiro II el que, cuando pidió prestadas las reliquias del monasterio, ordenó a su inclusión en un solo Cáliz en el estilo del momento.

Y de hecho Wolfram von Eschenbach menciona una misteriosa inscripción en el Grial:
“Ze ende an des steines drum
con karacten ein epitafum
sagt sinen namen und sinen art”.
("En la parte superior de la piedra una inscripción de letras dice su nombre y carácter").

Ha habido varios intentos de leer la inscripción de la parte superior del pie del Santo Cáliz:
- El Profesor Beltrán la interpretó como "li-Izahirati" o "lilzahira", que podría significar "la floreciente". Beltrán creyó que el tazón era originalmente un recipiente para incienso utilizado en la "Medina Azahara", la "Ciudad de las Flores" del califa cerca de Córdoba, y que se usó más tarde por los cristianos como base para el Cáliz. Esta hipótesis es controvertida, ya que ningún otro cuenco utilizado en este u otro palacio llevaba su nombre.
- Juan Ángel Oñate consultó a varios arabistas. Uno de ellos, el Dr. Youssef Al-Farkh, tradujo la inscripción como "Al-Magd Limariam", "Honor a María" u "Honor al hijo de María".
- El Padre Lemoine, un experto en lenguas semíticas de L'Ecole Biblique de Jerusalem, cree que podría significar "Al-rahim", "el Misericordioso", uno de los nombres árabes para Dios.
- La interpretación más interesante es la del arabista alemán Profesor Hans-Wilhelm Schäfer, que lo lee como:
1 Alif A
2 Lam L
3 Be B
4 Ze S
5 Te T
6 Sad S
7 Lam L
8 Je J (Halbvokal)
9 Sad S
Puesto que en árabe las vocales cortas no se escriben, Schäfer reconstruye el texto como:
ALABSIT SILLIS, o, añadiendo un artículo, AL-LABSIT AS-SILIS.

Esta interpretación es realmente relevante, ya que Wolfram escribió acerca del Grial: "er heizet LAPSIT EXILLIS" - "su nombre es LAPSIT EXILLIS".

Como subraya Wolfram, la inscripción, que de hecho puede "aparecer" y "desaparecer" en función de las condiciones de luz, se puede interpretar de diferentes maneras, lo que podría haberle dado el carácter de un oráculo. No podemos estar seguros de si las letras cúficas representan una palabra árabe o la transcripción de una palabra latina. Al menos Wolfram (o su fuente Guiot) obviamente lo entendieron como el latín "lapis ex stellis", "Piedra de las Estrellas", inventando la leyenda de que la piedra de la que se extrajo el cáliz fue traída a la Tierra por los ángeles. Pero sea lo que sea lo que alguna vez significó, su mera existencia es la prueba definitiva de que el Santo Cáliz es realmente el Santo Grial descrito en la literatura medieval.

Esto convierte el Santo Cáliz de Valencia en un objeto de la mayor importancia. Gracias a Chrétien de Troyes y a Wolfram von Eschenbach, el Santo Grial se erigió en metáfora de los más altos ideales y aspiraciones de la Europa cristiana. Buscar el Santo Grial significa llegar al fondo del misterio de la Sagrada Eucaristía.

sábado, 30 de agosto de 2014

El Santo Cáliz de Valencia. Jorge-Manuel Rodríguez




En busca del Santo Grial:
El “Santo Cáliz” de la Catedral de Valencia

Conferencia de Jorge-Manuel Rodríguez Almenar
Profesor de la Universidad de Valencia
Presidente del Centro Español de Sindonología

Pronunciada en el año 2012.


En la cultura cristiana se llama “Santo Grial” o “Santo Cáliz” a la copa usada por Jesús durante la Última Cena para instituir la Eucaristía. La idea de que tal objeto se habría conservado se hizo popular a consecuencia de las leyendas medievales (y en nuestros días por la película de Spielberg “Indiana Jones y la última cruzada”), lo que no todo el mundo sabe es que existe en Valencia una copa que reclama para sí, desde hace muchos siglos, el honor de ser el verdadero Grial. ¿Es posible pensar en su autenticidad?

EL "SANTO CÁLIZ" DE LA CATEDRAL DE VALENCIA

El estudio científico más exhaustivo sobre el Cáliz fue realizado el año 1960 por D. Antonio Beltrán, Catedrático de Arqueología de la Universidad de Zaragoza y le fue encargado directamente por el entonces Arzobispo de Valencia, D. Marcelino Olaechea. El Dr. Beltrán procedió a la realización de un minucioso análisis arqueológico, que permitió desmontar la reliquia de su relicario y examinar detalladamente sus distintas partes. (Antonio BELTRÁN. El Santo Cáliz de la Catedral de Valencia. 1ª edic. Valencia, 1960; 2ª edic. revisada, 1984). De su estudio resulta indudable que el Cáliz valenciano no tenía inicialmente la forma actual, sino que sus tres partes, perfectamente reconocibles, corresponden a diferentes épocas. Veamos:
1) La copa superior es de piedra ágata o cornalina oriental. Tiene forma semiesférica, y es toda ella lisa, sin ningún adorno, excepción hecha de una simple línea incisa, a escasa distancia del borde exterior.
Esta pieza se remonta a la época comprendida entre los siglos II a. de J.C. y I de nuestra Era, y debió ser labrada en un taller oriental de Egipto, de Siria o de la propia Palestina. Esta es, propiamente, la verdadera reliquia, pues el resto no es más que el relicario. El hecho de que sea de un material semi-precioso no es en absoluto obstáculo a su posible autenticidad, como luego veremos.
2) El pie, que está formado por un vaso ovalado e invertido -en forma de naveta-, es del mismo color y parecido material que la copa. Lleva una guarnición de oro puro, sobre el cual van montadas veintisiete perlas, dos rubíes y dos esmeraldas de gran valor. En una de las vertientes mayores del pie, y en su lado izquierdo, aparece esgrafiada una inscripción árabe en caracteres cúficos. Esta pieza es originaria de taller cordobés o, tal vez, fatimita, y fechable entre los siglos X al XII.
3) Las asas y la vara de unión, así como las piedras y perlas que lo ornamentan, son posteriores, de los siglos XII al XIV, y pudieron ser obra de un orfebre gótico. Es evidente que las dos primeras piezas (dos vasos, uno de ellos invertido) gozaron de autonomía y en un momento determinado fueron unidas entre sí por esta vara que fue añadida durante la Edad Media; sirvió para alhajar la sencilla copa superior y como muestra del aprecio en que se tenía a la pieza principal.
En contra de la autenticidad del Cáliz de Valencia no está pues la ciencia sino el desconocimiento. Un grave error (muy extendido entre los “escépticos” de las reliquias) es olvidar que, a lo largo de los siglos, la devoción popular tiende a enriquecer y adornar los objetos de culto. No podría ser menos con el Cáliz de la Cena. Por eso quienes ven en el Grial valenciano “demasiados” adornos y joyas y no entran en más disquisiciones, demuestran su ignorancia y a veces unos claros prejuicios.
Precisamente, la película de Spielberg –como hemos constatado personalmente de forma reiterada–, ha contribuido a sembrar la confusión, pues en ella aparece un cáliz de madera, con pie alto, del que dice el protagonista “éste es el cáliz de un carpintero”. Es un verdadero disparate, pues contra el Grial de Indiana Jones podríamos oponer tres objeciones insalvables:
1- El material: Para la celebración de la Pascua se usaba y se usa la mejor vajilla y la mejor de las copas se reserva para la bendición que se realiza tras la cena. En tiempo de Jesús se usaban copas de piedra y sabemos que las familias pudientes usaban en ocasiones piedras semi-preciosas. En el Museo Británico –por ejemplo– existen copas orientales idénticas fechadas en el año 50 d.C. Además, un recipiente de madera sería contrario a las leyes hebreas, pues -al ser poroso- no permite aplicar sus estrictas normas sobre purificación.
2- La forma de la copa: Los cálices con pie alto son de carácter litúrgico, en una mesa no se usaban copas así. En aquella época, como ha quedado claro por las investigaciones arqueológicas, las copas tenían forma semiesférica, semejantes a nuestros tazones, pero sin asa.
3- El propietario del vaso: El dueño de la casa era quien pondría la vajilla. Es absurdo pensar que Jesús llevara consigo a la cena su propio vaso y más aún que lo transportara de un lugar a otro desde el inicio de su vida pública.
Pero, ¿sabemos si el dueño del grial era un hombre acomodado? De los detalles que nos proporcionan los evangelistas podemos deducir claramente que sí: Cuando Jesús les dice a sus discípulos que sigan a un hombre con un cántaro hasta el cenáculo, les está dando una señal inequívoca de ello, pues ir por agua a la fuente era actividad de mujeres. Ese hombre que habría de guiarles tenía que ser, necesariamente, un sirviente. También la descripción del cenáculo como “una casa grande, amueblada y con un piso superior” (cosas éstas poco frecuentes en aquel tiempo y en aquel lugar) nos lleva a pensar que la copa reservada para la bendición debía ser una pieza singular y, posiblemente, muy valiosa.

¿SE CONSERVÓ EL CÁLIZ DE LA ÚLTIMA CENA?

Es poco concebible pensar que el cáliz usado por Jesús quedara olvidado por los apóstoles. Sabemos por los evangelios que siguieron reuniéndose en el cenáculo mientras estuvieron en Jerusalén y también que inmediatamente empezaron a celebrar juntos la cena eucarística. Es normal pensar que si se reunían en el mismo lugar para hacer lo que les había mandado Jesús, usaran también la misma copa.
Una antiquísima y razonable tradición de los primeros siglos asegura que S. Pedro llevó a Roma el cáliz de la cena para seguir celebrando con él la eucaristía. Así lo afirma Siuri -obispo de Córdoba- y otros historiadores, y, efectivamente, en Roma existía un cáliz papal que se consideraba el usado por Jesús. Es posible incluso que tengamos una pista de este hecho en el “Canon Romano” o “Canon I”. Veamos:
En los primeros siglos del cristianismo existían varias plegarias eucarísticas o “cánones”. El que prevaleció como única fórmula para la consagración es el llamado “Canon Romano”, un texto consolidado en el siglo IV que recoge las palabras que usaban los Papas en los siglos anteriores. En él encontramos una referencia sorprendente: Mientras que en las demás fórmulas se dice: “Y tomando EL cáliz...”, el Canon Romano hace decir al celebrante: “Y tomando en sus santas y venerables manos ÉSTE CÁLIZ GLORIOSO...”. Y la rúbrica correspondiente subraya el hecho exigiendo que, en este momento, el sacerdote tome el cáliz y lo eleve... ¿Se quería marcar explícitamente que era ése y no otro el recipiente usado por Jesús?

HUYENDO DE LAS PERSECUCIONES

Ahora bien, ¿por qué el Santo Cáliz tendría que haber acabado en España? El personaje clave para explicar este viaje es el español S. Lorenzo. En el año 257 d. C. el imperio romano atraviesa una crisis económica de primer orden y el emperador Valeriano piensa que las riquezas de los cristianos pueden solucionar la situación. Proclama el edicto de persecución de los cristianos y logra apresar al Papa Sixto II y a su diácono Lorenzo. La tradición laurentina nos dice que el papa Sixto murió el 6 de Agosto del 258 y S. Lorenzo unos días después, el 10, asado en una parrilla. Los historiadores admiten como verídico este relato; se apoya en datos ciertos y en una tradición constante e ininterrumpida.
El puesto de Lorenzo era muy importante: en circunstancias normales podría haber sido el siguiente Papa y tenía entre sus funciones no sólo la de administrar los bienes sino también la de custodiar los objetos de culto. Tanto en Roma como en España, la tradición oral afirma que Lorenzo distribuyó los bienes entre los pobres y puso a salvo el cáliz de la Cena, remitiéndolo con una carta a la casa de sus padres, Orencio y Paciencia, que vivían en Huesca.
La tradición local de Huesca conserva con mimo y precisión detalles de Orencio y Paciencia e incluso señala que la actual Iglesia de Loreto (término claramente emparentado con Laurentio, Lorenzo) fue levantada sobre el solar de su casa, en las afueras de la localidad.
Desde su llegada a Huesca tuvo que conservarse el vaso los 450 años siguientes sin especiales dificultades hasta que se produjo la invasión musulmana.
Está documentado -y es un movimiento común en toda la península- que los cristianos se llevaban consigo las reliquias para ponerlas a salvo. Durante muchos años será la inestabilidad política y religiosa lo que marque los sucesivos traslados de sede episcopal de Huesca, según vaya evolucionando la situación.

EN SAN JUAN DE LA PEÑA NACEN LAS LEYENDAS

El punto final de esta historia de salvamentos y persecuciones será, sin embargo, un recóndito lugar de los Pirineos. Se trata del monasterio de San Juan de la Peña, situado a 16 kms. de Francia, 30 de Jaca y 27 de Huesca, que recibe su nombre de la roca bajo la cual se levanta. Es un refugio protector perfecto, entre escarpes rocosos de paredes verticales y prácticamente inaccesible e invisible a los ojos de curiosos o invasores. Aquí llega el Santo Cáliz en el siglo XI, y este lugar olvidado empieza a ser considerado algo más que un simple monasterio. ¿Cómo se entendería que un sitio tan humilde haya sido elegido como Panteón Real de nada menos que 27 reyes de la Corona de Aragón y de otros muchos de personajes ilustres?
No nos puede extrañar que sea precisamente en estos años de la reconquista cuando se envolviera con un aire de misterio la verdadera historia y surjiera la leyenda de la ocultación del Grial. En boca de los trovadores del camino de Santiago, que son quienes extienden entre los peregrinos de toda Europa dichos relatos, la realidad se idealiza, adoptando tintes épicos, y aunque es cierto que en estos relatos se mezclan y cruzan muchas fuentes, lo cierto es que la versión cristiana de estos relatos (especialmente la versión alemana de Wolfram von Eschenbach) nace justo en el momento en que sabemos por la historia que un objeto considerado el auténtico Grial está oculto entre “abruptas montañas inaccesibles”, donde se guarda defendido “por los caballeros del Grial”, los “hombres puros” que lo custodian y conocen su secreto. La versión alemana sitúa incluso la morada del Grial en un lugar desconocido de los Pirineos, “a una jornada de caballo” desde Barcelona, y según los especialistas el “Rey pescador” de las leyendas no es más que un trasunto de Sancho el Batallador.
La crítica literaria apunta también al origen español de tales leyendas, porque incluso el término “grial” (que en las demás lenguas europeas se emplea exclusivamente para referirse al Cáliz de la Cena) en el castellano antiguo se usaba en el sentido vulgar de vaso, copa o escudilla (p. ej. así lo leemos en Cervantes o en el Arcipreste de Hita o el Amadís de Gaula). ¿Pueden ser todos estos datos simples coincidencias?

LO QUE TESTIFICA LA HISTORIA

En San Juan de la Peña estuvo el Cáliz hasta 1399. Fue Martín el Humano quien consiguió de los monjes la entrega del Cáliz, con el placet de Benedicto XIII (el Papa Luna) a cambio de otro de oro macizo. Esta entrega se realiza de forma solemne el 16 de Septiembre de 1399, por lo que conservamos la escritura de donación al Palacio de la Aljafería de Zaragoza.
Será su sobrino-nieto, Alfonso el Magnánimo, quien manifestó siempre una clara predilección por Valencia, el que decidió que fuera ésta, para siempre, la Ciudad del Grial.
Inicialmente, en 1414, lo llevó al Palacio Real de Valencia, pero terminó cediendo su preciado tesoro al Cabildo de la Catedral, en cuyo archivo todavía se custodia el Documento de entrega fechado el 18 de Marzo de 1437.
Desde el siglo XV el Santo Cáliz permanece en Valencia. Sólo ha salido de la Catedral de forma esporádica, la primera vez durante la Guerra de la Independencia, pues se escondió en Alicante, Ibiza y Palma, y la segunda vez durante la Guerra Civil de 1936. En esta ocasión fue salvado momentos antes de que fuera profanada la Catedral, manteniéndose oculto en manos de particulares hasta el fin de la Contienda en Valencia y Carlet. Desde entonces permanece tranquilo en su capilla de la Catedral entre la indiferencia de los españoles y el entusiasmo de los investigadores extranjeros que sin duda se toman mucho más en serio que nosotros las cosas que nos pertenecen.

CONCLUSIONES

No quisiera terminar sin mencionar que el estudio del Dr. Beltrán, contrastado y confirmado por los especialistas de vasos de la época, es muy claro: «La Arqueología no solamente no prueba lo contrario ni censura la substancias de la tradición sobre el Santo Cáliz, sino que apoya y confirma terminantemente la autenticidad histórica».
A las palabras del Dr. Beltrán quisiéramos añadir las nuestras para resaltar que parece importante y significativo que no exista dato objetivo alguno que permita dudar de lo que la Tradición, ininterrumpida y coherente con la Historia, viene afirmando sobre este cáliz desde hace siglos. (incluso es comprensible que diera lugar a las leyendas medievales). Nos conformaremos con decir, que si el Santo Grial se ha conservado, tendría que ser éste. No es poco.

viernes, 29 de agosto de 2014

El Santo Grial de Valencia. José Luis Sampedro Escolar






El Santo Grial de la Catedral de Valencia

Conferencia de José Luis Sampedro Escolar

Pronunciada el 23 de febrero de 2006
en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas en Madrid



En mayo de 1972, los entonces Príncipes de España, Don Juan Carlos y Doña Sofía, en representación del Jefe del Estado, visitaron oficialmente Etiopía, invitados por el Emperador Haile Selassie I, devolviendo así la visita que éste había realizado a nuestra Patria un año antes, en abril de 1971. Entre las numerosas imágenes que publicó la prensa de la época informando de la estancia de los Príncipes en el milenario imperio del Negus, a quien les dirige la palabra le sorprendió particularmente una: el Príncipe entrega al soberano etíope un regalo que es la copia exacta del Cáliz conservado en la Catedral de Valencia bajo la denominación de Santo Grial. Me extrañó el presente, pero no investigué nada al respecto en aquellos años. Mucho después, un diplomático español, el señor Martínez Correcher, me contaba que, en su juventud, había servido de intérprete y acompañante al Emperador de Etiopía durante aquella su última estancia en España; que recordaba sus preces al amanecer, en los jardines del Palacio de la Moncloa, que fue su morada oficial, y que el Negus había pedido, con mucho interés, que se incluyese en el programa de su visita una estancia en Valencia, para orar ante el Santo Cáliz, lo que efectivamente se hizo. El Embajador Martínez Correcher aún recordaba la emoción del anciano monarca ante el Grial. Ello explicaba sobradamente que los servicios diplomáticos pensasen en una copia artesana de este vaso excepcional para obsequiar al Rey de Reyes con motivo de la visita que le hicieron después los Príncipes de España.

Pero ¿qué explicación puede encontrarse a aquella veneración del Negus por este objeto?¿Qué valor tiene en realidad el Santo Grial conservado en Valencia?

Hemos de comenzar nuestra exposición centrando casi todos los términos del asunto que tratamos. En primer lugar, importantísimo ¿a qué nos referimos cuando mencionamos el Grial? A lo largo de los siglos han sido muchas las hipótesis acerca de lo que el Grial representa: la búsqueda de la perfección, una fuente de energía inagotable, la piedra filosofal, el secreto de la eterna juventud, un objeto capaz de desestabilizar el orden del mundo... Para unos es un objeto, para otros un linaje, y, para otros, una idea o una forma de actuar. Las diferentes tradiciones y leyendas acerca del Grial son, por ello, muy numerosas y extraordinariamente variadas.

[...]

Chrétien de Troyes, Wolfram von Eschenbach y otros autores medievales dan a la búsqueda del Grial un significado espiritual que mezcla mitos paganos con el sentido religioso de la persecución de la unión mística con Dios y del perfeccionamiento personal. Es de resaltar que la obra de Wolfram von Eschenbach Parzifal, donde aparecen datos que nos aproximan a España, es de fecha algo tardía, finales del siglo XII o principios del XIII, ya muy avanzada la Reconquista.
(En 1999, la Editorial Siruela publicó la primera traducción al castellano del Parzival de Wolfram von Eschenbach. Este poema de casi 25.000 versos permanecía inédito en castellano. Esta edición a cargo de Antonio Regales Serna, doctor en Filología Alemana, se completa con un esclarecedor epílogo del conocido etnógrafo francés y especialista en catarismo René Nelli).
Eschenbach asegura haberse servido de dos fuentes básicas: Kyot de Provenza y cierto judío de Toledo llamado Flegetanis. El Grial aparece en un castillo en España, en una montaña, y lo custodian caballeros templarios. En el medioevo aparece, pues, España ligada al Grial.

[...]

La ópera wagneriana Parsifal aúna elementos musicales, religiosos y filosóficos. Se inspiró en el poema Parzival de Wolfram von Eschenbach, que Wagner leyó en Marienbad en 1845, aunque la primera ópera que nació de esta lectura fue Lohengrin. De las muchas versiones del mito de Parsifal, por lo menos tres estaban disponibles para Wagner: la de von Eschenbach, la de Chrétien de Troyes (que leyó en París en 1860) y el Peredur anónimo; por otra parte, algún tratadista ve influencia budista en Wagner, bajo influencia de Schopenhauer.
Wagner, en una carta escrita a Mathilde Wesendonck el 30 de mayo de 1859, ya habla de sus ideas acerca del poema de Parzival. Amfortas ha esperado en vano la cura por medio de la adoración del Gral, mas el Gral no sólo no remedia sus torturas, sino que las aumenta, porque la contemplación le recuerda la inmortalidad. Dice el compositor: A mi juicio el Gral es el cáliz de la Cena, en el cual José de Arimatea recogió la sangre del Salvador crucificado. ¡Qué terrible significación adquiere así la situación de Amfortas con respecto a ese cáliz milagroso! Él sufre una herida, ocasionada por la divina lanza en una pecadora aventura y debe seguir consagrando la sangre que manó un día del costado del Salvador al morir en la cruz, renunciando y sufriendo por la salvación del mundo. ¡Qué abismo entre un sufrimiento y otro! Más adelante, Wagner escribe: En todas las fuentes primitivas de la leyenda, el cáliz maravilloso es una piedra preciosa, particularmente en las narraciones árabes de España. (Bonilla y San Martín, A.: Las leyendas de Wagner en la literatura española. Conferencia. Asociación Wagneriana de Madrid. Madrid, 1913).
Pese a estar rechazando la realización de la ópera durante años, al final de su vida Wagner la acometió. Parsifal es su último drama musical, estrenado en Bayreuth en 1882; en él se narra un pasaje de la historia mítica del Santo Grial, custodiado por castos caballeros en el castillo que se levanta en la montaña Monsalvat, en los Pirineos. Subrayemos, una vez más, los ecos españoles ligados a una montaña en los Pirineos como escondite del Cáliz.

El Grial en España
Pero hoy nos hemos reunido aquí para recapitular el estado actual de nuestros conocimientos acerca de un objeto, no del presunto linaje crístico ni de la busca de la perfección de los caballeros. En España, en la Catedral de Valencia, se expone a la veneración de los fieles y a la contemplación de todos el Grial de devoción más generalizada.
Según la tradición española, el cáliz habría sido conservado por la Virgen María y los apóstoles en Jerusalén y, luego, Pedro lo habría llevado a Roma, donde los Pontífices posteriores lo utilizaron para consagrar la Eucaristía durante algo más de dos siglos. En la persecución que el emperador Valeriano desencadenó contra los cristianos, el papa Sixto II, antes de ser martirizado a mediados del siglo III, hacia el 258, habría confiado el santo cáliz al diácono Lorenzo, ecónomo de la Iglesia, de origen hispano, de Huesca, quien lo envió, acompañado por una carta, a su patria chica. En la diócesis de Huesca estaría hasta la invasión musulmana, a principios del siglo VIII. El obispo Adalberto, para protegerla, escondió la reliquia, en una cueva que habitó el ermitaño Juan de Atarés, y donde posteriormente sería fundado el monasterio de San Juan de la Peña, en el que el cáliz estuvo hasta finales del siglo XIV, hasta el 14 de septiembre de 1399. La lucha de la reconquista tuvo caracteres épicos, que no dejaron de influir y reflejarse en la creación literaria europea de la época, ya que constituyen una fuente de los poemas de Chretien de Troyes y Wolfram von Eschenbach.
Desde el viernes 26 de septiembre de 1399 (una copia del acta de entrega se conserva en el Archivo de la Corona de Aragón, en Barcelona. En este documento se menciona expresamente como el Cáliz que utilizó Cristo en la Última Cena), y por mediación del Papa Luna, Martín el Humano, Rey de Aragón, lo custodió en su capilla del palacio de la Aljafería de Zaragoza, pasando después a Barcelona hasta que Alfonso el Magnánimo lo llevó en 1424 a la capital del Turia, primero a su palacio y, posteriormente, a la Catedral, según un acta notarial de 18 de marzo de 1437.
Durante la Guerra de la Independencia, entre marzo de 1809 y febrero de 1812, fue llevado el Cáliz a Alicante y, después, a Ibiza y Mallorca.
Desde 1916, el Grial valenciano recibe culto en la Capilla del Santo Cáliz, la antigua sala capitular, circunstancia que justifica un creciente interés en la pieza, publicándose obras acerca de ella y naciendo en esos momentos la Real Hermandad, de la que volveremos a hablar enseguida, para darle culto y guardia.
La última Guerra Civil, de cuyo inicio se conmemora ampliamente el septuagésimo aniversario, es causa dramática de su salida forzada del sagrado recinto. Quizás no sea ocioso recordar las vicisitudes de este objeto tan interesante en aquellos momentos históricos. Elías Olmos Canalda, Canónigo Archivero de la Catedral de Valencia, protagonista de aquellos episodios, publicó un folleto de notable difusión en su momento, en el que, con el estilo literario lógico de la primera postguerra, se recoge la crónica de cómo se salvó esta joya de la destrucción o, al menos, del pillaje, durante la contienda fratricida. El día 21 de julio de 1936, después de celebrarse el Santo Sacrificio, María Sabina Suey Vanaclocha salió, a las 10 de la mañana, de la Catedral llevando el Santo Cáliz a su domicilio en el piso tercero del número 3 de la calle Avellanas. Tres horas después las turbas irrumpieron en la catedral e incendiaron la capilla y su contenido, perdiéndose interesantísimas y valiosas obras de arte y recuerdos históricos.
En casa de los Suey estuvo a partir de ese momento. El 8 de agosto hubo un conato de registro de milicianos, que resultó frustrado. Lo escondió entonces, en una especie de depósito disimulado en un armario, don José Cortés Díaz, ayudado por su hijo Salvador, el cual sería asesinado semanas después. El 29 de agosto hubo otro registro, en el que no encontraron la sagrada reliquia pero en el que casi se llevan consigo a María Suey. Viendo el peligro que corría allí el Grial, se llevó a casa de Adolfo Suey, hermano de la mencionada María, en la calle de Pelayo, número 7, en cuyo piso principal se depositó, ocultándolo entre los muelles de un sofá. Aquí se sufrieron otros dos registros, y el 30 de enero de 1937 vuelve a la calle Avellanas, donde se le hizo un a modo de alacena en la cocina.
Ante la posibilidad de tener que realizar unas obras, se decide llevarlo a Carlet el 20 de junio del 37, fiesta del Sagrado Corazón, a una casa de los Suey, habitada por Bernardo Primo Alufre, en una caja de cinc y envuelto en algodones.
Las peripecias por las que pasaron los custodios del Grial servirían de guión para una entretenida película de aventuras, más verosímiles que las protagonizadas por Harrison Ford y que serían, además, históricas. Sólo citemos como ejemplo de lo dicho que las inclemencias atmosféricas frustraron una fuga en hidroavión a la España de Franco, y que unos joyeros radicados en Holanda ofrecían por el cáliz 7.000.000 de pesetas en oro.
El 30 de marzo 1939 las fuerzas republicanas dejaban Carlet y Elías Olmos entrega la copa a la Junta Recuperadora del Tesoro Artístico Nacional, que lo reintegra al Cabildo Metropolitano el Jueves Santo 9 de abril siguiente, en la Lonja valenciana, pues la Catedral estaba profanada y destruída. Creo que no está de más expresar nuestro agradecimiento a quienes realizaron tan meritorios y peligrosos esfuerzos para salvaguardar esta reliquia.
Los siguientes años son de tranquilidad y fervoroso culto, notabilísimo con motivo de los Congresos Eucarísticos de 1952 yde 1972. En ellos hay que anotar posteriormente dos estancias de regreso a San Juan de la Peña, en los años 1959 y 1994.
El Grial ha recibido la visita de numerosos personajes, Jefes de Estado, políticos, artistas y científicos y el 8 de noviembre de 1982, el Papa Juan Pablo II, quien, en su visita a la catedral, oró ante él de rodillas, y lo utilizó cuando celebró misa en el Paseo de la Alameda, en la que ordenó a ciento cincuenta sacerdotes, procedentes de toda España. De ser el auténtico Cáliz, Juan Pablo II habría sido el primer Papa en consagrar el vino eucarístico en él desde San Sixto II en el siglo III.
Monseñor Roca aprueba los Estatutos del cabildo de la Catedral Basílica Metropolitana de Valencia en 1990, y entre los fines del mencionado cabildo se señalan: «...fomentar la actividad de las asociaciones piadosas, especialmente la del Santo Cáliz de la Cena del Señor». Se establece un Consiliario para dirigir espiritualmente a estas asociaciones, entre las que menciona expresamente la Real Hermandad del Santo Cáliz de la Nobleza Titulada de Valencia y la Cofradía del Santo Cáliz, y también al Consiliario compete, de acuerdo con la respectiva Junta Directiva, colaborar en la organización de los actos que celebren en la Catedral. Igualmente se prevé la existencia de un Celador del Santo Cáliz de la Cena del Señor, elegido por el Cabildo, entre los capitulares, para un tiempo determinado, con posibilidad de reelecciones sucesivas. Le compete: «Fomentar y organizar el culto a la Eucaristía y la veneración del Santo Cáliz de la Cena del Señor; organizar la fiesta anual del Santo Cáliz, así como otras solemnidades; propagar el conocimiento y la veneración al Santo Cáliz fuera de Valencia».

La investigación científica del Grial de Valencia
Posiblemente de resultas del interés suscitado por el Grial durante el Congreso Eucarístico de 1952, el presidente de la Real Hermandad del Santo Cáliz, el barón de Cárcer, don Luis Beltrán Lluch Garín, presidente de la Archicofradía, y don Vicente Moreno, en nombre del Cabildo de la Catedral de Valencia, estuvieron de acuerdo en encargar un análisis científico del Grial, un estudio riguroso y detallado, encomendado a Antonio Beltrán, Catedrático de Arqueología de la Universidad de Zaragoza, fundador del Museo Arqueológico de Cartagena y asesor de la UNESCO.

Pese a ser un objeto de culto de latría, fue desmontado, examinado y fotografiado como si se tratara de una pieza hallada en una excavación arqueológica con la total aquiescencia del entonces arzobispo de Valencia, Marcelino Olaechea, quien se comprometió a difundir los resultados públicamente, aunque los estudios determinasen que se tratara de una mera tradición sin fundamento. Todas las operaciones, de las que se hicieron actas notariales, fueron presenciadas por don Vicente Moreno Borja, canónigo celador del culto del Santo Cáliz y prefecto de Sagradas Rúbricas de la Catedral. Los trabajos de desmontado de piedras y elementos fueron realizados por el orfebre Francisco Pajarón Suay, y tuvieron como testigo a don Guillermo Hijarrubia Lodares, vicario general del Arzobispado. Las fotografías fueron realizadas por el señor Cabrelles Sigüenza.
La primera fase del estudio fue la observación directa y táctil, en la que se descubrió una inscripción árabe en el pie; la segunda consistió en fotografiar toda la reliquia. Y la tercera se fundamentó en desmontar las piezas y gemas. Tras esta primera parte se determinó la estructura del cáliz. Está formado por tres partes distintas y correspondientes a diferentes épocas: copa superior, el pie, formado por un vaso ovalado e invertido, y el nudo, de oro, que sirve de elemento de unión entre la copa y el pie con añadidura de las asas y de una guarnición áurea que soporta el engaste de piedras ricas y de perlas.
Una vez desmontado y fotografiado el Grial, se consultó a expertos en España y el extranjero, como don Manuel Gómez Moreno, de Madrid, don José María Lacarra, don Francisco Yndurain, don Ángel Canellas, de Zaragoza, don Pedro de Palol, de Valladolid, don Luis Pericot, de Barcelona, don Antonio Ubieto, de Valencia, los señores Íñiguez, Vázquez de Parga y Martínez Ferrando, de Madrid y Barcelona, respectivamente, pasando por arabistas de la talla de don Jorge Navascues y especialistas en vasos murrinos como el doctor Hardem, del British Museum de Londres.
La parte superior del cáliz, la copa, está labrada en calcedonia -un conglomerado de cristales submicroscópicos de cuarzo-, en su variedad llamada cornalina, de color rojo cereza, que también es conocida como cornarina o cornerina oriental. Se trata de un trabajo finísimo cuyo resultado produce que el material sea traslúcido. Mide 9,5 cms. de diámetro medio en la boca, 5,5 cms. de profundidad por el interior y 7 cms. de altura desde la base hasta el borde. Tras consultar al mencionado doctor Hardem, reputado especialista en vasos antiguos y, concretamente, en los llamados vasos murrinos, parece claro que esta pieza procede de un taller de Antioquía o Alejandría. El resto de elementos son añadidos, quizás de origen carolingio, con una orfebrería excepcional.
En la parte inferior del cáliz hay una inscripción árabe en su lado izquierdo -casi paralela al eje menor- y con una longitud de 1,5 cms. en caracteres cúficos que se transcriben como li-izahirati o lilzáhira, y cuya traducción sería para el que reluce y para el que da brillo, respectivamente, y que avalaría el origen de esta parte en los talleres de musulmanes de Córdoba.
Siguiendo a Antonio Beltrán cabe asegurar lo siguiente:
1. La copa superior procede de un taller oriental, helenístico-romano, entre los siglos IV a.C y I d.C.
2. La naveta del pie, con reborde de oro, es de taller cordobés o, tal vez, fatimita, y fechable entre los siglos X al XII.
3. Asas, nudo y orfebrería, obra de un orfebre gótico, de fines del siglo XIII o de la primera mitad del XlV, con posible influencia musulmana o mozárabes, conocedor de las técnicas orientales y mediterráneas, pero imbuido, en lo esencial, por lo carolingio.
4. Los tirantes del pie y reborde del mismo son de muy inferior calidad, fechables en la segunda mitad del siglo XIV, con posterioridad al nudo y a las asas, para asegurar mejor la unión de la copa y el pie.
5. Piedras y perlas son de trabajo de los siglos XII al XIV.
No se puede asegurar que éste sea el cáliz de la Última Cena. Lo que sí se puede asegurar, dice Beltrán como arqueólogo, es que no hay ningún argumento en contra de que este cáliz pudiera haber sido utilizado en la cena pascual. Si estuvo o no estuvo, no lo sabemos.

Es evidente que desde su estancia en San Juan de la Peña existe documentación sobre el cáliz. Y, lo que resulta significativo, es que en San Juan de la Peña, de entre todas las copas que tendrían, sólo a ésta se la adorna con unos trabajos de una exquisitez y finura fuera de lo normal. Le dieron una relevancia ornamental fuera de lo común. ¿Por qué? ¿Por qué a este cáliz sí y no a otro?

La arqueología no tiene nada que oponer a la autenticidad del Santo Cáliz, antes bien, es capaz de probar con seguridad que, dada la fecha y origen de la copa, ésta pudo estar perfectamente en la mesa de la cena pascual.
La Catedral de Valencia no tiene inconveniente en seguir estudiando esta pieza. Las investigaciones del doctor Beltrán y sus afirmaciones han sido confirmadas en 1994 por el profesor Manuel Sánchez Navarrete, y en mayo de 2003 se anunció que quedaban abiertos los archivos secretos para investigar sobre el Santo Grial.

Es curioso que en el siglo XVI había una veintena de copas que reivindicaban el honor de ser la auténtica usada por Jesús en la Última Cena. Pero hoy a ninguna de ellas les concede la crítica autorizada la posibilidad de ser siquiera considerada como tal, con la excepción del Santo Cáliz de Valencia y la copa de plata de Antioquia, cuyo tamaño hace que, en el mejor de los casos, fuese la vasija que contuviese el vino del que se irían sirviendo a lo largo de la cena los comensales. San Jerónimo mencionara que había dos copas sobre la mesa de la Última Cena, una copa de plata que contenía el vino para la cena, y una de piedra que fue usada para la institución de la Eucaristía. Sólo el Cáliz de Valencia, su parte superior de piedra de ágata, responde a la descripción de San Jerónimo acerca de la copa usada por Cristo en la consagración. Cuando se examina su tradición e historia en detalle, resulta completamente evidente que todo concuerda. Tampoco es lícito que alguien pueda desautorizar la teoría de que el Santo Grial pudiera haber sido efecto el Santo Cáliz de la Última Cena.

Salvador Antuñano, entre otros autores, alude a un argumento de buena lógica, la redacción literal de la fórmula de consagración recogida en el antiguo canon litúrgico romano de los primeros Papas, en el momento de la consagración, decía textualmente: ...SIMILI MODO POSTQUAM COENATUM EST, ACCIPIENS ET HUNC PRAECLARUM CALICEM IN SANCTAS AC VENERABILES MANUS SUAS: ITEM TIBI GRATIAS AGENS, BENEDIXIT DEDITQUE DISCIPULIS SUIS, DICENS : "ACCIPITE ET BIBITE EX EO OMNES...” (...DE IGUAL MODO, AL TERMINAR LA CENA TOMÓ TAMBIÉN ESTE PRECIOSO CÁLIZ EN SUS SANTAS Y VENERABLES MANOS, Y DÁNDOTE GRACIAS DE NUEVO, LO BENDIJO, Y SE LO DIO A SUS DISCÍPULOS, DICIENDO: “TOMAD Y BEBED TODOS DE ÉL...”)

Todos sabemos de las innumerables reliquias que se atesoraban en multitud de templos, conventos, institutos y domicilios privados de la cristiandad. Huesos y dientes de santos, restos de sus vestidos y pertenencias, espinas de la corona de Cristo, los clavos con que se le crucificó, pedazos de su cruz, redomas con leche de la virgen12, el prepucio del Niño Jesús, huesos de los santos inocentes, cráneos de algunas de las Once Mil Vírgenes, las herraduras del caballo de Santiago en la batalla de Clavijo... Algunas son claramente imposibles de justificar. Otras serían clasificables de surrealistas o esperpénticas. Algunas otras obedecen a extraños errores y malentendidos, pero no cabe duda que hay algunas realmente misteriosas y de gran credibilidad en cuanto a su autenticidad histórica: quien hoy les habla está convencido de que la Sábana Santa de Turín y el Pañolón de Oviedo fueron la mortaja del personaje histórico Jesucristo. Que este personaje histórico fuera Hijo de Dios y de naturaleza divina es otro asunto en el que no entramos y que escapa al tema que nos ocupa. Todas estas reliquias y presuntas reliquias, incluso las más inverosímiles y falsas, jugaban un papel en la vida espiritual de las gentes europeas medievales, renacentistas y barrocas. Pueden simbolizar y vehiculizar ciertas facetas de la fe religiosa, servir de mero recuerdo histórico, corporeizar alguna tradición folklórica, jugar como un memento. Luego, este papel decrece y termina por mirarse a todas ellas con escepticismo y, en muchas ocasiones, burla y desprecio. Pero el investigador científico no debe hacer tabla rasa con lo que somete a su estudio: no se puede equiparar la reliquia de la mano de Santa Teresa con la de la pluma del arcángel San Gabriel.

El Santo Cáliz como emblema valenciano
No debemos olvidar que este acto que hoy nos concita es una clase extraordinaria del Curso de Genealogía, Heráldica y Nobiliaria de la Escuela Marqués de Avilés. Hemos de hacer, por tanto, unas últimas consideraciones respecto al valor emblemático que ha cobrado en tiempos recientes el Santo Grial, entre otras razones, por figurar en el emblema de la Real Hermandad del Santo Cáliz de Valencia. La Real Hermandad del Santo Cáliz, Cuerpo de la Nobleza Valenciana, se creó el 28 de diciembre de 1917, con el propósito de dar culto y guarda de honor al Santo Cáliz de la Cena de Nuestro Señor. A estas funciones se añaden otras de corte social, benéfico y cultural, destacando la atención a los ancianos y a las familias desvalidas.
Sus constituciones fueron confirmadas por el Cabildo el 15 de febrero de 1918 que, poco antes, en 1915, había adoptado el acuerdo de exponer permanentemente la reliquia a la veneración de los fieles. En sus orígenes sólo se integraba por títulos del Reino domiciliados en el antiguo reino de Valencia u originarios de la Corona de Aragón y sus primogénitos, ampliándose a los restantes títulos en 27 de enero de 1923. Sus estatutos, en la versión de 1999, requieren para ser recibido en su seno ser mayor de edad, católico, título del reino o hijo, hermano o consorte de título, o, desde la reforma de los estatutos de 11 de mayo de 1948, miembro de cualquiera de las cuatro órdenes militares, de las Reales Maestranzas, de la Orden de San Juan de Jerusalén (llamada de Malta) o de los cuerpos de Nobleza de Madrid y de Cataluña o de otras corporaciones nobiliarias que, en su caso, apruebe la Asamblea general.
Son sus patrones Nuestra Señora de los Desamparados y San Francisco de Borja. Tiene la denominación de Real por haber aceptado Don Alfonso XIII ser su Hermano Mayor, ratificándosela su Hermano Mayor Honorario, Don Juan Carlos I (miembro desde 1953) el 20 de febrero de 2000. Son también miembros de esta ilustre entidad SS.AA.RR. las Infantas Doña Elena, Doña Cristina, Doña Pilar, Doña Margarita, y SS.AA.RR. el Infante Don Carlos y su esposa, la Princesa Doña Ana de Orleáns, Duques de Calabria.
La insignia es un losange de oro con cuatro barras de gules, cargado de un escusón ovalado de azur en abismo con el Santo Cáliz. Al timbre, corona real. Se mezcla en ella la heráldica de la Corona de Aragón y el poder evocador indiscutible de la conocida silueta del Grial en su configuración actual.
Hay otros muchos ejemplos de entidades religiosas en cuyas insignias y emblemas se reproduce el Grial, como la Hermandad del Santo Cáliz de la Cena, de la Parroquia de Cristo Redentor y San Rafael, en Cabañal, la Hermandad de la Santa Cena Viviente, de Gandía, o la Hermandad del Santo Cáliz, de Alcira. Tampoco debemos olvidar la existencia de la Cofradía del Santo Cáliz de la Cena, fundada el 18 de noviembre de 1955 por el arzobispo Olaechea para venerar el Santo Cáliz, dignificar su culto y divulgar su conocimiento y devoción entre los fieles. Sus estatutos son de 11 de junio de 1998 y está domiciliada en la propia catedral valenciana.
Citaremos, fuera de los confines geográficos del antiguo Reino de Valencia, la Hermandad de Caballeros de San Juan de la Peña, creada por el entonces obispo de Jaca, don José María Bueno Monreal, el 24 de junio de 1949, con estatutos de 25 de agosto de 1950. Tiene como fines principales la conservación y estudio del monasterio y panteón regio de San Juan de la Peña. Don Juan Carlos I es su Hermano Mayor Honorario desde 1972. Según la Ley 24/2001, de 26 de diciembre, de las Cortes de Aragón, un miembro de la Hermandad forma parte del Patronato del Museo Natural de San Juan de la Peña. Su insignia es un escudo cortado que tiene en su cuartel superior el Agnus Dei sobre un monte y, en el inferior, el Santo Grial, todo sobre una cruz de San Juan, llamada de Malta.
Asunción Alejos Morán tiene una extensa obra publicada acerca del carácter emblemático y simbólico del Grial en el Arte y en las costumbres populares valencianas, documentadísima y casi nos atreveríamos a calificar de exhaustiva, por lo que recomendamos vivamente su consulta a quienes estén interesados en profundizar en esta faceta iconográfica del Cáliz de la Catedral de Valencia.
Pero, aún siendo esta una vertiente de gran interés de este objeto de veneración, queremos terminar esta intervención parafraseando lo que el entonces prelado de la Diócesis valenciana, Monseñor Olaechea, dijo en el prólogo del libro de Antonio Beltrán: «A la vista de las conclusiones científicas derivadas del estudio del Grial de Valencia, si creemos en una piadosa tradición jamás desmentida, tradición que recogen hasta nuestros días casi seis siglos de historia, nos sentiremos robustecidos en nuestra creencia. Si no creemos, a fuer de hombres honrados, dejaremos de sonreírnos ante quienes creen».