viernes, 29 de agosto de 2014

El Santo Grial de Valencia. José Luis Sampedro Escolar






El Santo Grial de la Catedral de Valencia

Conferencia de José Luis Sampedro Escolar

Pronunciada el 23 de febrero de 2006
en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas en Madrid



En mayo de 1972, los entonces Príncipes de España, Don Juan Carlos y Doña Sofía, en representación del Jefe del Estado, visitaron oficialmente Etiopía, invitados por el Emperador Haile Selassie I, devolviendo así la visita que éste había realizado a nuestra Patria un año antes, en abril de 1971. Entre las numerosas imágenes que publicó la prensa de la época informando de la estancia de los Príncipes en el milenario imperio del Negus, a quien les dirige la palabra le sorprendió particularmente una: el Príncipe entrega al soberano etíope un regalo que es la copia exacta del Cáliz conservado en la Catedral de Valencia bajo la denominación de Santo Grial. Me extrañó el presente, pero no investigué nada al respecto en aquellos años. Mucho después, un diplomático español, el señor Martínez Correcher, me contaba que, en su juventud, había servido de intérprete y acompañante al Emperador de Etiopía durante aquella su última estancia en España; que recordaba sus preces al amanecer, en los jardines del Palacio de la Moncloa, que fue su morada oficial, y que el Negus había pedido, con mucho interés, que se incluyese en el programa de su visita una estancia en Valencia, para orar ante el Santo Cáliz, lo que efectivamente se hizo. El Embajador Martínez Correcher aún recordaba la emoción del anciano monarca ante el Grial. Ello explicaba sobradamente que los servicios diplomáticos pensasen en una copia artesana de este vaso excepcional para obsequiar al Rey de Reyes con motivo de la visita que le hicieron después los Príncipes de España.

Pero ¿qué explicación puede encontrarse a aquella veneración del Negus por este objeto?¿Qué valor tiene en realidad el Santo Grial conservado en Valencia?

Hemos de comenzar nuestra exposición centrando casi todos los términos del asunto que tratamos. En primer lugar, importantísimo ¿a qué nos referimos cuando mencionamos el Grial? A lo largo de los siglos han sido muchas las hipótesis acerca de lo que el Grial representa: la búsqueda de la perfección, una fuente de energía inagotable, la piedra filosofal, el secreto de la eterna juventud, un objeto capaz de desestabilizar el orden del mundo... Para unos es un objeto, para otros un linaje, y, para otros, una idea o una forma de actuar. Las diferentes tradiciones y leyendas acerca del Grial son, por ello, muy numerosas y extraordinariamente variadas.

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Chrétien de Troyes, Wolfram von Eschenbach y otros autores medievales dan a la búsqueda del Grial un significado espiritual que mezcla mitos paganos con el sentido religioso de la persecución de la unión mística con Dios y del perfeccionamiento personal. Es de resaltar que la obra de Wolfram von Eschenbach Parzifal, donde aparecen datos que nos aproximan a España, es de fecha algo tardía, finales del siglo XII o principios del XIII, ya muy avanzada la Reconquista.
(En 1999, la Editorial Siruela publicó la primera traducción al castellano del Parzival de Wolfram von Eschenbach. Este poema de casi 25.000 versos permanecía inédito en castellano. Esta edición a cargo de Antonio Regales Serna, doctor en Filología Alemana, se completa con un esclarecedor epílogo del conocido etnógrafo francés y especialista en catarismo René Nelli).
Eschenbach asegura haberse servido de dos fuentes básicas: Kyot de Provenza y cierto judío de Toledo llamado Flegetanis. El Grial aparece en un castillo en España, en una montaña, y lo custodian caballeros templarios. En el medioevo aparece, pues, España ligada al Grial.

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La ópera wagneriana Parsifal aúna elementos musicales, religiosos y filosóficos. Se inspiró en el poema Parzival de Wolfram von Eschenbach, que Wagner leyó en Marienbad en 1845, aunque la primera ópera que nació de esta lectura fue Lohengrin. De las muchas versiones del mito de Parsifal, por lo menos tres estaban disponibles para Wagner: la de von Eschenbach, la de Chrétien de Troyes (que leyó en París en 1860) y el Peredur anónimo; por otra parte, algún tratadista ve influencia budista en Wagner, bajo influencia de Schopenhauer.
Wagner, en una carta escrita a Mathilde Wesendonck el 30 de mayo de 1859, ya habla de sus ideas acerca del poema de Parzival. Amfortas ha esperado en vano la cura por medio de la adoración del Gral, mas el Gral no sólo no remedia sus torturas, sino que las aumenta, porque la contemplación le recuerda la inmortalidad. Dice el compositor: A mi juicio el Gral es el cáliz de la Cena, en el cual José de Arimatea recogió la sangre del Salvador crucificado. ¡Qué terrible significación adquiere así la situación de Amfortas con respecto a ese cáliz milagroso! Él sufre una herida, ocasionada por la divina lanza en una pecadora aventura y debe seguir consagrando la sangre que manó un día del costado del Salvador al morir en la cruz, renunciando y sufriendo por la salvación del mundo. ¡Qué abismo entre un sufrimiento y otro! Más adelante, Wagner escribe: En todas las fuentes primitivas de la leyenda, el cáliz maravilloso es una piedra preciosa, particularmente en las narraciones árabes de España. (Bonilla y San Martín, A.: Las leyendas de Wagner en la literatura española. Conferencia. Asociación Wagneriana de Madrid. Madrid, 1913).
Pese a estar rechazando la realización de la ópera durante años, al final de su vida Wagner la acometió. Parsifal es su último drama musical, estrenado en Bayreuth en 1882; en él se narra un pasaje de la historia mítica del Santo Grial, custodiado por castos caballeros en el castillo que se levanta en la montaña Monsalvat, en los Pirineos. Subrayemos, una vez más, los ecos españoles ligados a una montaña en los Pirineos como escondite del Cáliz.

El Grial en España
Pero hoy nos hemos reunido aquí para recapitular el estado actual de nuestros conocimientos acerca de un objeto, no del presunto linaje crístico ni de la busca de la perfección de los caballeros. En España, en la Catedral de Valencia, se expone a la veneración de los fieles y a la contemplación de todos el Grial de devoción más generalizada.
Según la tradición española, el cáliz habría sido conservado por la Virgen María y los apóstoles en Jerusalén y, luego, Pedro lo habría llevado a Roma, donde los Pontífices posteriores lo utilizaron para consagrar la Eucaristía durante algo más de dos siglos. En la persecución que el emperador Valeriano desencadenó contra los cristianos, el papa Sixto II, antes de ser martirizado a mediados del siglo III, hacia el 258, habría confiado el santo cáliz al diácono Lorenzo, ecónomo de la Iglesia, de origen hispano, de Huesca, quien lo envió, acompañado por una carta, a su patria chica. En la diócesis de Huesca estaría hasta la invasión musulmana, a principios del siglo VIII. El obispo Adalberto, para protegerla, escondió la reliquia, en una cueva que habitó el ermitaño Juan de Atarés, y donde posteriormente sería fundado el monasterio de San Juan de la Peña, en el que el cáliz estuvo hasta finales del siglo XIV, hasta el 14 de septiembre de 1399. La lucha de la reconquista tuvo caracteres épicos, que no dejaron de influir y reflejarse en la creación literaria europea de la época, ya que constituyen una fuente de los poemas de Chretien de Troyes y Wolfram von Eschenbach.
Desde el viernes 26 de septiembre de 1399 (una copia del acta de entrega se conserva en el Archivo de la Corona de Aragón, en Barcelona. En este documento se menciona expresamente como el Cáliz que utilizó Cristo en la Última Cena), y por mediación del Papa Luna, Martín el Humano, Rey de Aragón, lo custodió en su capilla del palacio de la Aljafería de Zaragoza, pasando después a Barcelona hasta que Alfonso el Magnánimo lo llevó en 1424 a la capital del Turia, primero a su palacio y, posteriormente, a la Catedral, según un acta notarial de 18 de marzo de 1437.
Durante la Guerra de la Independencia, entre marzo de 1809 y febrero de 1812, fue llevado el Cáliz a Alicante y, después, a Ibiza y Mallorca.
Desde 1916, el Grial valenciano recibe culto en la Capilla del Santo Cáliz, la antigua sala capitular, circunstancia que justifica un creciente interés en la pieza, publicándose obras acerca de ella y naciendo en esos momentos la Real Hermandad, de la que volveremos a hablar enseguida, para darle culto y guardia.
La última Guerra Civil, de cuyo inicio se conmemora ampliamente el septuagésimo aniversario, es causa dramática de su salida forzada del sagrado recinto. Quizás no sea ocioso recordar las vicisitudes de este objeto tan interesante en aquellos momentos históricos. Elías Olmos Canalda, Canónigo Archivero de la Catedral de Valencia, protagonista de aquellos episodios, publicó un folleto de notable difusión en su momento, en el que, con el estilo literario lógico de la primera postguerra, se recoge la crónica de cómo se salvó esta joya de la destrucción o, al menos, del pillaje, durante la contienda fratricida. El día 21 de julio de 1936, después de celebrarse el Santo Sacrificio, María Sabina Suey Vanaclocha salió, a las 10 de la mañana, de la Catedral llevando el Santo Cáliz a su domicilio en el piso tercero del número 3 de la calle Avellanas. Tres horas después las turbas irrumpieron en la catedral e incendiaron la capilla y su contenido, perdiéndose interesantísimas y valiosas obras de arte y recuerdos históricos.
En casa de los Suey estuvo a partir de ese momento. El 8 de agosto hubo un conato de registro de milicianos, que resultó frustrado. Lo escondió entonces, en una especie de depósito disimulado en un armario, don José Cortés Díaz, ayudado por su hijo Salvador, el cual sería asesinado semanas después. El 29 de agosto hubo otro registro, en el que no encontraron la sagrada reliquia pero en el que casi se llevan consigo a María Suey. Viendo el peligro que corría allí el Grial, se llevó a casa de Adolfo Suey, hermano de la mencionada María, en la calle de Pelayo, número 7, en cuyo piso principal se depositó, ocultándolo entre los muelles de un sofá. Aquí se sufrieron otros dos registros, y el 30 de enero de 1937 vuelve a la calle Avellanas, donde se le hizo un a modo de alacena en la cocina.
Ante la posibilidad de tener que realizar unas obras, se decide llevarlo a Carlet el 20 de junio del 37, fiesta del Sagrado Corazón, a una casa de los Suey, habitada por Bernardo Primo Alufre, en una caja de cinc y envuelto en algodones.
Las peripecias por las que pasaron los custodios del Grial servirían de guión para una entretenida película de aventuras, más verosímiles que las protagonizadas por Harrison Ford y que serían, además, históricas. Sólo citemos como ejemplo de lo dicho que las inclemencias atmosféricas frustraron una fuga en hidroavión a la España de Franco, y que unos joyeros radicados en Holanda ofrecían por el cáliz 7.000.000 de pesetas en oro.
El 30 de marzo 1939 las fuerzas republicanas dejaban Carlet y Elías Olmos entrega la copa a la Junta Recuperadora del Tesoro Artístico Nacional, que lo reintegra al Cabildo Metropolitano el Jueves Santo 9 de abril siguiente, en la Lonja valenciana, pues la Catedral estaba profanada y destruída. Creo que no está de más expresar nuestro agradecimiento a quienes realizaron tan meritorios y peligrosos esfuerzos para salvaguardar esta reliquia.
Los siguientes años son de tranquilidad y fervoroso culto, notabilísimo con motivo de los Congresos Eucarísticos de 1952 yde 1972. En ellos hay que anotar posteriormente dos estancias de regreso a San Juan de la Peña, en los años 1959 y 1994.
El Grial ha recibido la visita de numerosos personajes, Jefes de Estado, políticos, artistas y científicos y el 8 de noviembre de 1982, el Papa Juan Pablo II, quien, en su visita a la catedral, oró ante él de rodillas, y lo utilizó cuando celebró misa en el Paseo de la Alameda, en la que ordenó a ciento cincuenta sacerdotes, procedentes de toda España. De ser el auténtico Cáliz, Juan Pablo II habría sido el primer Papa en consagrar el vino eucarístico en él desde San Sixto II en el siglo III.
Monseñor Roca aprueba los Estatutos del cabildo de la Catedral Basílica Metropolitana de Valencia en 1990, y entre los fines del mencionado cabildo se señalan: «...fomentar la actividad de las asociaciones piadosas, especialmente la del Santo Cáliz de la Cena del Señor». Se establece un Consiliario para dirigir espiritualmente a estas asociaciones, entre las que menciona expresamente la Real Hermandad del Santo Cáliz de la Nobleza Titulada de Valencia y la Cofradía del Santo Cáliz, y también al Consiliario compete, de acuerdo con la respectiva Junta Directiva, colaborar en la organización de los actos que celebren en la Catedral. Igualmente se prevé la existencia de un Celador del Santo Cáliz de la Cena del Señor, elegido por el Cabildo, entre los capitulares, para un tiempo determinado, con posibilidad de reelecciones sucesivas. Le compete: «Fomentar y organizar el culto a la Eucaristía y la veneración del Santo Cáliz de la Cena del Señor; organizar la fiesta anual del Santo Cáliz, así como otras solemnidades; propagar el conocimiento y la veneración al Santo Cáliz fuera de Valencia».

La investigación científica del Grial de Valencia
Posiblemente de resultas del interés suscitado por el Grial durante el Congreso Eucarístico de 1952, el presidente de la Real Hermandad del Santo Cáliz, el barón de Cárcer, don Luis Beltrán Lluch Garín, presidente de la Archicofradía, y don Vicente Moreno, en nombre del Cabildo de la Catedral de Valencia, estuvieron de acuerdo en encargar un análisis científico del Grial, un estudio riguroso y detallado, encomendado a Antonio Beltrán, Catedrático de Arqueología de la Universidad de Zaragoza, fundador del Museo Arqueológico de Cartagena y asesor de la UNESCO.

Pese a ser un objeto de culto de latría, fue desmontado, examinado y fotografiado como si se tratara de una pieza hallada en una excavación arqueológica con la total aquiescencia del entonces arzobispo de Valencia, Marcelino Olaechea, quien se comprometió a difundir los resultados públicamente, aunque los estudios determinasen que se tratara de una mera tradición sin fundamento. Todas las operaciones, de las que se hicieron actas notariales, fueron presenciadas por don Vicente Moreno Borja, canónigo celador del culto del Santo Cáliz y prefecto de Sagradas Rúbricas de la Catedral. Los trabajos de desmontado de piedras y elementos fueron realizados por el orfebre Francisco Pajarón Suay, y tuvieron como testigo a don Guillermo Hijarrubia Lodares, vicario general del Arzobispado. Las fotografías fueron realizadas por el señor Cabrelles Sigüenza.
La primera fase del estudio fue la observación directa y táctil, en la que se descubrió una inscripción árabe en el pie; la segunda consistió en fotografiar toda la reliquia. Y la tercera se fundamentó en desmontar las piezas y gemas. Tras esta primera parte se determinó la estructura del cáliz. Está formado por tres partes distintas y correspondientes a diferentes épocas: copa superior, el pie, formado por un vaso ovalado e invertido, y el nudo, de oro, que sirve de elemento de unión entre la copa y el pie con añadidura de las asas y de una guarnición áurea que soporta el engaste de piedras ricas y de perlas.
Una vez desmontado y fotografiado el Grial, se consultó a expertos en España y el extranjero, como don Manuel Gómez Moreno, de Madrid, don José María Lacarra, don Francisco Yndurain, don Ángel Canellas, de Zaragoza, don Pedro de Palol, de Valladolid, don Luis Pericot, de Barcelona, don Antonio Ubieto, de Valencia, los señores Íñiguez, Vázquez de Parga y Martínez Ferrando, de Madrid y Barcelona, respectivamente, pasando por arabistas de la talla de don Jorge Navascues y especialistas en vasos murrinos como el doctor Hardem, del British Museum de Londres.
La parte superior del cáliz, la copa, está labrada en calcedonia -un conglomerado de cristales submicroscópicos de cuarzo-, en su variedad llamada cornalina, de color rojo cereza, que también es conocida como cornarina o cornerina oriental. Se trata de un trabajo finísimo cuyo resultado produce que el material sea traslúcido. Mide 9,5 cms. de diámetro medio en la boca, 5,5 cms. de profundidad por el interior y 7 cms. de altura desde la base hasta el borde. Tras consultar al mencionado doctor Hardem, reputado especialista en vasos antiguos y, concretamente, en los llamados vasos murrinos, parece claro que esta pieza procede de un taller de Antioquía o Alejandría. El resto de elementos son añadidos, quizás de origen carolingio, con una orfebrería excepcional.
En la parte inferior del cáliz hay una inscripción árabe en su lado izquierdo -casi paralela al eje menor- y con una longitud de 1,5 cms. en caracteres cúficos que se transcriben como li-izahirati o lilzáhira, y cuya traducción sería para el que reluce y para el que da brillo, respectivamente, y que avalaría el origen de esta parte en los talleres de musulmanes de Córdoba.
Siguiendo a Antonio Beltrán cabe asegurar lo siguiente:
1. La copa superior procede de un taller oriental, helenístico-romano, entre los siglos IV a.C y I d.C.
2. La naveta del pie, con reborde de oro, es de taller cordobés o, tal vez, fatimita, y fechable entre los siglos X al XII.
3. Asas, nudo y orfebrería, obra de un orfebre gótico, de fines del siglo XIII o de la primera mitad del XlV, con posible influencia musulmana o mozárabes, conocedor de las técnicas orientales y mediterráneas, pero imbuido, en lo esencial, por lo carolingio.
4. Los tirantes del pie y reborde del mismo son de muy inferior calidad, fechables en la segunda mitad del siglo XIV, con posterioridad al nudo y a las asas, para asegurar mejor la unión de la copa y el pie.
5. Piedras y perlas son de trabajo de los siglos XII al XIV.
No se puede asegurar que éste sea el cáliz de la Última Cena. Lo que sí se puede asegurar, dice Beltrán como arqueólogo, es que no hay ningún argumento en contra de que este cáliz pudiera haber sido utilizado en la cena pascual. Si estuvo o no estuvo, no lo sabemos.

Es evidente que desde su estancia en San Juan de la Peña existe documentación sobre el cáliz. Y, lo que resulta significativo, es que en San Juan de la Peña, de entre todas las copas que tendrían, sólo a ésta se la adorna con unos trabajos de una exquisitez y finura fuera de lo normal. Le dieron una relevancia ornamental fuera de lo común. ¿Por qué? ¿Por qué a este cáliz sí y no a otro?

La arqueología no tiene nada que oponer a la autenticidad del Santo Cáliz, antes bien, es capaz de probar con seguridad que, dada la fecha y origen de la copa, ésta pudo estar perfectamente en la mesa de la cena pascual.
La Catedral de Valencia no tiene inconveniente en seguir estudiando esta pieza. Las investigaciones del doctor Beltrán y sus afirmaciones han sido confirmadas en 1994 por el profesor Manuel Sánchez Navarrete, y en mayo de 2003 se anunció que quedaban abiertos los archivos secretos para investigar sobre el Santo Grial.

Es curioso que en el siglo XVI había una veintena de copas que reivindicaban el honor de ser la auténtica usada por Jesús en la Última Cena. Pero hoy a ninguna de ellas les concede la crítica autorizada la posibilidad de ser siquiera considerada como tal, con la excepción del Santo Cáliz de Valencia y la copa de plata de Antioquia, cuyo tamaño hace que, en el mejor de los casos, fuese la vasija que contuviese el vino del que se irían sirviendo a lo largo de la cena los comensales. San Jerónimo mencionara que había dos copas sobre la mesa de la Última Cena, una copa de plata que contenía el vino para la cena, y una de piedra que fue usada para la institución de la Eucaristía. Sólo el Cáliz de Valencia, su parte superior de piedra de ágata, responde a la descripción de San Jerónimo acerca de la copa usada por Cristo en la consagración. Cuando se examina su tradición e historia en detalle, resulta completamente evidente que todo concuerda. Tampoco es lícito que alguien pueda desautorizar la teoría de que el Santo Grial pudiera haber sido efecto el Santo Cáliz de la Última Cena.

Salvador Antuñano, entre otros autores, alude a un argumento de buena lógica, la redacción literal de la fórmula de consagración recogida en el antiguo canon litúrgico romano de los primeros Papas, en el momento de la consagración, decía textualmente: ...SIMILI MODO POSTQUAM COENATUM EST, ACCIPIENS ET HUNC PRAECLARUM CALICEM IN SANCTAS AC VENERABILES MANUS SUAS: ITEM TIBI GRATIAS AGENS, BENEDIXIT DEDITQUE DISCIPULIS SUIS, DICENS : "ACCIPITE ET BIBITE EX EO OMNES...” (...DE IGUAL MODO, AL TERMINAR LA CENA TOMÓ TAMBIÉN ESTE PRECIOSO CÁLIZ EN SUS SANTAS Y VENERABLES MANOS, Y DÁNDOTE GRACIAS DE NUEVO, LO BENDIJO, Y SE LO DIO A SUS DISCÍPULOS, DICIENDO: “TOMAD Y BEBED TODOS DE ÉL...”)

Todos sabemos de las innumerables reliquias que se atesoraban en multitud de templos, conventos, institutos y domicilios privados de la cristiandad. Huesos y dientes de santos, restos de sus vestidos y pertenencias, espinas de la corona de Cristo, los clavos con que se le crucificó, pedazos de su cruz, redomas con leche de la virgen12, el prepucio del Niño Jesús, huesos de los santos inocentes, cráneos de algunas de las Once Mil Vírgenes, las herraduras del caballo de Santiago en la batalla de Clavijo... Algunas son claramente imposibles de justificar. Otras serían clasificables de surrealistas o esperpénticas. Algunas otras obedecen a extraños errores y malentendidos, pero no cabe duda que hay algunas realmente misteriosas y de gran credibilidad en cuanto a su autenticidad histórica: quien hoy les habla está convencido de que la Sábana Santa de Turín y el Pañolón de Oviedo fueron la mortaja del personaje histórico Jesucristo. Que este personaje histórico fuera Hijo de Dios y de naturaleza divina es otro asunto en el que no entramos y que escapa al tema que nos ocupa. Todas estas reliquias y presuntas reliquias, incluso las más inverosímiles y falsas, jugaban un papel en la vida espiritual de las gentes europeas medievales, renacentistas y barrocas. Pueden simbolizar y vehiculizar ciertas facetas de la fe religiosa, servir de mero recuerdo histórico, corporeizar alguna tradición folklórica, jugar como un memento. Luego, este papel decrece y termina por mirarse a todas ellas con escepticismo y, en muchas ocasiones, burla y desprecio. Pero el investigador científico no debe hacer tabla rasa con lo que somete a su estudio: no se puede equiparar la reliquia de la mano de Santa Teresa con la de la pluma del arcángel San Gabriel.

El Santo Cáliz como emblema valenciano
No debemos olvidar que este acto que hoy nos concita es una clase extraordinaria del Curso de Genealogía, Heráldica y Nobiliaria de la Escuela Marqués de Avilés. Hemos de hacer, por tanto, unas últimas consideraciones respecto al valor emblemático que ha cobrado en tiempos recientes el Santo Grial, entre otras razones, por figurar en el emblema de la Real Hermandad del Santo Cáliz de Valencia. La Real Hermandad del Santo Cáliz, Cuerpo de la Nobleza Valenciana, se creó el 28 de diciembre de 1917, con el propósito de dar culto y guarda de honor al Santo Cáliz de la Cena de Nuestro Señor. A estas funciones se añaden otras de corte social, benéfico y cultural, destacando la atención a los ancianos y a las familias desvalidas.
Sus constituciones fueron confirmadas por el Cabildo el 15 de febrero de 1918 que, poco antes, en 1915, había adoptado el acuerdo de exponer permanentemente la reliquia a la veneración de los fieles. En sus orígenes sólo se integraba por títulos del Reino domiciliados en el antiguo reino de Valencia u originarios de la Corona de Aragón y sus primogénitos, ampliándose a los restantes títulos en 27 de enero de 1923. Sus estatutos, en la versión de 1999, requieren para ser recibido en su seno ser mayor de edad, católico, título del reino o hijo, hermano o consorte de título, o, desde la reforma de los estatutos de 11 de mayo de 1948, miembro de cualquiera de las cuatro órdenes militares, de las Reales Maestranzas, de la Orden de San Juan de Jerusalén (llamada de Malta) o de los cuerpos de Nobleza de Madrid y de Cataluña o de otras corporaciones nobiliarias que, en su caso, apruebe la Asamblea general.
Son sus patrones Nuestra Señora de los Desamparados y San Francisco de Borja. Tiene la denominación de Real por haber aceptado Don Alfonso XIII ser su Hermano Mayor, ratificándosela su Hermano Mayor Honorario, Don Juan Carlos I (miembro desde 1953) el 20 de febrero de 2000. Son también miembros de esta ilustre entidad SS.AA.RR. las Infantas Doña Elena, Doña Cristina, Doña Pilar, Doña Margarita, y SS.AA.RR. el Infante Don Carlos y su esposa, la Princesa Doña Ana de Orleáns, Duques de Calabria.
La insignia es un losange de oro con cuatro barras de gules, cargado de un escusón ovalado de azur en abismo con el Santo Cáliz. Al timbre, corona real. Se mezcla en ella la heráldica de la Corona de Aragón y el poder evocador indiscutible de la conocida silueta del Grial en su configuración actual.
Hay otros muchos ejemplos de entidades religiosas en cuyas insignias y emblemas se reproduce el Grial, como la Hermandad del Santo Cáliz de la Cena, de la Parroquia de Cristo Redentor y San Rafael, en Cabañal, la Hermandad de la Santa Cena Viviente, de Gandía, o la Hermandad del Santo Cáliz, de Alcira. Tampoco debemos olvidar la existencia de la Cofradía del Santo Cáliz de la Cena, fundada el 18 de noviembre de 1955 por el arzobispo Olaechea para venerar el Santo Cáliz, dignificar su culto y divulgar su conocimiento y devoción entre los fieles. Sus estatutos son de 11 de junio de 1998 y está domiciliada en la propia catedral valenciana.
Citaremos, fuera de los confines geográficos del antiguo Reino de Valencia, la Hermandad de Caballeros de San Juan de la Peña, creada por el entonces obispo de Jaca, don José María Bueno Monreal, el 24 de junio de 1949, con estatutos de 25 de agosto de 1950. Tiene como fines principales la conservación y estudio del monasterio y panteón regio de San Juan de la Peña. Don Juan Carlos I es su Hermano Mayor Honorario desde 1972. Según la Ley 24/2001, de 26 de diciembre, de las Cortes de Aragón, un miembro de la Hermandad forma parte del Patronato del Museo Natural de San Juan de la Peña. Su insignia es un escudo cortado que tiene en su cuartel superior el Agnus Dei sobre un monte y, en el inferior, el Santo Grial, todo sobre una cruz de San Juan, llamada de Malta.
Asunción Alejos Morán tiene una extensa obra publicada acerca del carácter emblemático y simbólico del Grial en el Arte y en las costumbres populares valencianas, documentadísima y casi nos atreveríamos a calificar de exhaustiva, por lo que recomendamos vivamente su consulta a quienes estén interesados en profundizar en esta faceta iconográfica del Cáliz de la Catedral de Valencia.
Pero, aún siendo esta una vertiente de gran interés de este objeto de veneración, queremos terminar esta intervención parafraseando lo que el entonces prelado de la Diócesis valenciana, Monseñor Olaechea, dijo en el prólogo del libro de Antonio Beltrán: «A la vista de las conclusiones científicas derivadas del estudio del Grial de Valencia, si creemos en una piadosa tradición jamás desmentida, tradición que recogen hasta nuestros días casi seis siglos de historia, nos sentiremos robustecidos en nuestra creencia. Si no creemos, a fuer de hombres honrados, dejaremos de sonreírnos ante quienes creen».

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