En busca del
Santo Grial:
El “Santo Cáliz” de la Catedral de Valencia
Conferencia de
Jorge-Manuel Rodríguez Almenar
Profesor de la
Universidad de Valencia
Presidente del
Centro Español de Sindonología
Pronunciada en el año 2012.
En la cultura
cristiana se llama “Santo Grial” o “Santo Cáliz” a la copa usada por Jesús
durante la Última Cena para instituir la Eucaristía. La idea de que tal
objeto se habría conservado se hizo popular a consecuencia de las leyendas
medievales (y en nuestros días por la película de Spielberg “Indiana Jones y
la última cruzada”), lo que no todo el mundo sabe es que existe en Valencia
una copa que reclama para sí, desde hace muchos siglos, el honor de ser el
verdadero Grial. ¿Es posible pensar en su autenticidad?
EL "SANTO
CÁLIZ" DE LA CATEDRAL DE VALENCIA
El estudio
científico más exhaustivo sobre el Cáliz fue realizado el año 1960 por D.
Antonio Beltrán, Catedrático de Arqueología de la Universidad de Zaragoza y
le fue encargado directamente por el entonces Arzobispo de Valencia, D.
Marcelino Olaechea. El Dr. Beltrán procedió a la realización de un minucioso
análisis arqueológico, que permitió desmontar la reliquia de su relicario y
examinar detalladamente sus distintas partes. (Antonio BELTRÁN. El Santo Cáliz de la Catedral de Valencia.
1ª edic. Valencia, 1960; 2ª edic. revisada, 1984). De su estudio resulta
indudable que el Cáliz valenciano no tenía inicialmente la forma actual, sino
que sus tres partes, perfectamente reconocibles, corresponden a diferentes
épocas. Veamos:
1) La copa
superior es de piedra ágata o cornalina oriental. Tiene forma semiesférica, y
es toda ella lisa, sin ningún adorno, excepción hecha de una simple línea
incisa, a escasa distancia del borde exterior.
Esta pieza se
remonta a la época comprendida entre los siglos II a. de J.C. y I de nuestra
Era, y debió ser labrada en un taller oriental de Egipto, de Siria o de la
propia Palestina. Esta es, propiamente, la verdadera reliquia, pues el resto no
es más que el relicario. El hecho de que sea de un material semi-precioso no
es en absoluto obstáculo a su posible autenticidad, como luego veremos.
2) El pie, que
está formado por un vaso ovalado e invertido -en forma de naveta-, es del
mismo color y parecido material que la copa. Lleva una guarnición de oro puro,
sobre el cual van montadas veintisiete perlas, dos rubíes y dos esmeraldas de
gran valor. En una de las vertientes mayores del pie, y en su lado izquierdo,
aparece esgrafiada una inscripción árabe en caracteres cúficos. Esta pieza
es originaria de taller cordobés o, tal vez, fatimita, y fechable entre los
siglos X al XII.
3) Las asas y la
vara de unión, así como las piedras y perlas que lo ornamentan, son
posteriores, de los siglos XII al XIV, y pudieron ser obra de un orfebre gótico.
Es evidente que las dos primeras piezas (dos vasos, uno de ellos invertido)
gozaron de autonomía y en un momento determinado fueron unidas entre sí por
esta vara que fue añadida durante la Edad Media; sirvió para alhajar la
sencilla copa superior y como muestra del aprecio en que se tenía a la pieza
principal.
En contra de la
autenticidad del Cáliz de Valencia no está pues la ciencia sino el
desconocimiento. Un grave error (muy extendido entre los “escépticos” de las
reliquias) es olvidar que, a lo largo de los siglos, la devoción popular
tiende a enriquecer y adornar los objetos de culto. No podría ser menos con el
Cáliz de la Cena. Por eso quienes ven en el Grial valenciano “demasiados”
adornos y joyas y no entran en más disquisiciones, demuestran su ignorancia y
a veces unos claros prejuicios.
Precisamente, la
película de Spielberg –como hemos constatado personalmente de forma
reiterada–, ha contribuido a sembrar la confusión, pues en ella aparece un
cáliz de madera, con pie alto, del que dice el protagonista “éste es el cáliz
de un carpintero”. Es un verdadero disparate, pues contra el Grial de Indiana
Jones podríamos oponer tres objeciones insalvables:
1- El material:
Para la celebración de la Pascua se usaba y se usa la mejor vajilla y la mejor
de las copas se reserva para la bendición que se realiza tras la cena. En
tiempo de Jesús se usaban copas de piedra y sabemos que las familias pudientes
usaban en ocasiones piedras semi-preciosas. En el Museo Británico –por
ejemplo– existen copas orientales idénticas fechadas en el año 50 d.C.
Además, un recipiente de madera sería contrario a las leyes hebreas, pues -al
ser poroso- no permite aplicar sus estrictas normas sobre purificación.
2- La forma de
la copa: Los cálices con pie alto son de carácter litúrgico, en una mesa no
se usaban copas así. En aquella época, como ha quedado claro por las
investigaciones arqueológicas, las copas tenían forma semiesférica,
semejantes a nuestros tazones, pero sin asa.
3- El
propietario del vaso: El dueño de la casa era quien pondría la vajilla. Es
absurdo pensar que Jesús llevara consigo a la cena su propio vaso y más aún
que lo transportara de un lugar a otro desde el inicio de su vida pública.
Pero, ¿sabemos
si el dueño del grial era un hombre acomodado? De los detalles que nos
proporcionan los evangelistas podemos deducir claramente que sí: Cuando Jesús
les dice a sus discípulos que sigan a un hombre con un cántaro hasta el
cenáculo, les está dando una señal inequívoca de ello, pues ir por agua a
la fuente era actividad de mujeres. Ese hombre que habría de guiarles tenía
que ser, necesariamente, un sirviente. También la descripción del cenáculo
como “una casa grande, amueblada y con un piso superior” (cosas éstas poco
frecuentes en aquel tiempo y en aquel lugar) nos lleva a pensar que la copa
reservada para la bendición debía ser una pieza singular y, posiblemente, muy
valiosa.
¿SE CONSERVÓ EL
CÁLIZ DE LA ÚLTIMA CENA?
Es poco
concebible pensar que el cáliz usado por Jesús quedara olvidado por los
apóstoles. Sabemos por los evangelios que siguieron reuniéndose en el
cenáculo mientras estuvieron en Jerusalén y también que inmediatamente
empezaron a celebrar juntos la cena eucarística. Es normal pensar que si se
reunían en el mismo lugar para hacer lo que les había mandado Jesús, usaran
también la misma copa.
Una antiquísima
y razonable tradición de los primeros siglos asegura que S. Pedro llevó a
Roma el cáliz de la cena para seguir celebrando con él la eucaristía. Así
lo afirma Siuri -obispo de Córdoba- y otros historiadores, y, efectivamente,
en Roma existía un cáliz papal que se consideraba el usado por Jesús. Es
posible incluso que tengamos una pista de este hecho en el “Canon Romano” o “Canon
I”. Veamos:
En los primeros
siglos del cristianismo existían varias plegarias eucarísticas o “cánones”.
El que prevaleció como única fórmula para la consagración es el llamado
“Canon Romano”, un texto consolidado en el siglo IV que recoge las palabras que
usaban los Papas en los siglos anteriores. En él encontramos una referencia
sorprendente: Mientras que en las demás fórmulas se dice: “Y tomando EL
cáliz...”, el Canon Romano hace decir al celebrante: “Y tomando en sus santas
y venerables manos ÉSTE CÁLIZ GLORIOSO...”. Y la rúbrica correspondiente
subraya el hecho exigiendo que, en este momento, el sacerdote tome el cáliz y
lo eleve... ¿Se quería marcar explícitamente que era ése y no otro el
recipiente usado por Jesús?
HUYENDO DE LAS
PERSECUCIONES
Ahora bien, ¿por
qué el Santo Cáliz tendría que haber acabado en España? El personaje clave
para explicar este viaje es el español S. Lorenzo. En el año 257 d. C. el
imperio romano atraviesa una crisis económica de primer orden y el emperador
Valeriano piensa que las riquezas de los cristianos pueden solucionar la
situación. Proclama el edicto de persecución de los cristianos y logra
apresar al Papa Sixto II y a su diácono Lorenzo. La tradición laurentina nos
dice que el papa Sixto murió el 6 de Agosto del 258 y S. Lorenzo unos días
después, el 10, asado en una parrilla. Los historiadores admiten como
verídico este relato; se apoya en datos ciertos y en una tradición constante
e ininterrumpida.
El puesto de
Lorenzo era muy importante: en circunstancias normales podría haber sido el
siguiente Papa y tenía entre sus funciones no sólo la de administrar los
bienes sino también la de custodiar los objetos de culto. Tanto en Roma como
en España, la tradición oral afirma que Lorenzo distribuyó los bienes entre
los pobres y puso a salvo el cáliz de la Cena, remitiéndolo con una carta a la
casa de sus padres, Orencio y Paciencia, que vivían en Huesca.
La tradición
local de Huesca conserva con mimo y precisión detalles de Orencio y Paciencia
e incluso señala que la actual Iglesia de Loreto (término claramente
emparentado con Laurentio, Lorenzo) fue levantada sobre el solar de su casa, en
las afueras de la localidad.
Desde su llegada
a Huesca tuvo que conservarse el vaso los 450 años siguientes sin especiales
dificultades hasta que se produjo la invasión musulmana.
Está
documentado -y es un movimiento común en toda la península- que los
cristianos se llevaban consigo las reliquias para ponerlas a salvo. Durante
muchos años será la inestabilidad política y religiosa lo que marque los
sucesivos traslados de sede episcopal de Huesca, según vaya evolucionando la
situación.
EN SAN JUAN DE
LA PEÑA NACEN LAS LEYENDAS
El punto final
de esta historia de salvamentos y persecuciones será, sin embargo, un
recóndito lugar de los Pirineos. Se trata del monasterio de San Juan de la
Peña, situado a 16 kms. de Francia, 30 de Jaca y 27 de Huesca, que recibe su
nombre de la roca bajo la cual se levanta. Es un refugio protector perfecto,
entre escarpes rocosos de paredes verticales y prácticamente inaccesible e
invisible a los ojos de curiosos o invasores. Aquí llega el Santo Cáliz en el
siglo XI, y este lugar olvidado empieza a ser considerado algo más que un
simple monasterio. ¿Cómo se entendería que un sitio tan humilde haya sido
elegido como Panteón Real de nada menos que 27 reyes de la Corona de Aragón y
de otros muchos de personajes ilustres?
No nos puede
extrañar que sea precisamente en estos años de la reconquista cuando se
envolviera con un aire de misterio la verdadera historia y surjiera la leyenda
de la ocultación del Grial. En boca de los trovadores del camino de Santiago,
que son quienes extienden entre los peregrinos de toda Europa dichos relatos,
la realidad se idealiza, adoptando tintes épicos, y aunque es cierto que en
estos relatos se mezclan y cruzan muchas fuentes, lo cierto es que la versión
cristiana de estos relatos (especialmente la versión alemana de Wolfram von
Eschenbach) nace justo en el momento en que sabemos por la historia que un
objeto considerado el auténtico Grial está oculto entre “abruptas montañas
inaccesibles”, donde se guarda defendido “por los caballeros del Grial”, los
“hombres puros” que lo custodian y conocen su secreto. La versión alemana
sitúa incluso la morada del Grial en un lugar desconocido de los Pirineos, “a
una jornada de caballo” desde Barcelona, y según los especialistas el “Rey
pescador” de las leyendas no es más que un trasunto de Sancho el Batallador.
La crítica
literaria apunta también al origen español de tales leyendas, porque incluso
el término “grial” (que en las demás lenguas europeas se emplea
exclusivamente para referirse al Cáliz de la Cena) en el castellano antiguo se
usaba en el sentido vulgar de vaso, copa o escudilla (p. ej. así lo leemos en
Cervantes o en el Arcipreste de Hita o el Amadís de Gaula). ¿Pueden ser todos
estos datos simples coincidencias?
LO QUE TESTIFICA
LA HISTORIA
En San Juan de
la Peña estuvo el Cáliz hasta 1399. Fue Martín el Humano quien consiguió de
los monjes la entrega del Cáliz, con el placet de Benedicto XIII (el Papa
Luna) a cambio de otro de oro macizo. Esta entrega se realiza de forma solemne
el 16 de Septiembre de 1399, por lo que conservamos la escritura de donación
al Palacio de la Aljafería de Zaragoza.
Será su
sobrino-nieto, Alfonso el Magnánimo, quien manifestó siempre una clara
predilección por Valencia, el que decidió que fuera ésta, para siempre, la
Ciudad del Grial.
Inicialmente, en
1414, lo llevó al Palacio Real de Valencia, pero terminó cediendo su preciado
tesoro al Cabildo de la Catedral, en cuyo archivo todavía se custodia el
Documento de entrega fechado el 18 de Marzo de 1437.
Desde el siglo
XV el Santo Cáliz permanece en Valencia. Sólo ha salido de la Catedral de
forma esporádica, la primera vez durante la Guerra de la Independencia, pues
se escondió en Alicante, Ibiza y Palma, y la segunda vez durante la Guerra
Civil de 1936. En esta ocasión fue salvado momentos antes de que fuera
profanada la Catedral, manteniéndose oculto en manos de particulares hasta el
fin de la Contienda en Valencia y Carlet. Desde entonces permanece tranquilo en
su capilla de la Catedral entre la indiferencia de los españoles y el
entusiasmo de los investigadores extranjeros que sin duda se toman mucho más
en serio que nosotros las cosas que nos pertenecen.
CONCLUSIONES
No quisiera
terminar sin mencionar que el estudio del Dr. Beltrán, contrastado y
confirmado por los especialistas de vasos de la época, es muy claro: «La
Arqueología no solamente no prueba lo contrario ni censura la substancias de
la tradición sobre el Santo Cáliz, sino que apoya y confirma terminantemente
la autenticidad histórica».
A las palabras
del Dr. Beltrán quisiéramos añadir las nuestras para resaltar que parece
importante y significativo que no exista dato objetivo alguno que permita dudar
de lo que la Tradición, ininterrumpida y coherente con la Historia, viene
afirmando sobre este cáliz desde hace siglos. (incluso es comprensible que
diera lugar a las leyendas medievales). Nos conformaremos con decir, que si el
Santo Grial se ha conservado, tendría que ser éste. No es poco.
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