lunes, 15 de septiembre de 2014

El Santo Cáliz de la Cena (y XV). Manuel Sánchez Navarrete




EL SANTO CÁLIZ DE LA CENA
SANTO GRIAL VENERADO EN LA CATEDRAL DE VALENCIA (y XV)

Manuel Sánchez Navarrete

Valencia 1994



Epílogo
Hemos visto cómo el Santo Grial de las leyendas medievales, el Santo Cáliz del mundo cristiano, constituye uno de los puntos luminosos más preclaros y constantes en lo que cabría llamar raíz y esencia del Occidente de Europa. Y es, a la vez, lo más augusto que atesora Valencia como reliquia excelsa de la Pasión de Cristo y testimonio vivo de la primera Eucaristía.
Hemos visto cómo en el Nuevo Testamento es la voz de los Evangelistas la que nos describe ese gran misterio de amor que llena de ternura nuestro corazón, de cómo en la «Ultima Cena, Cristo consagró el vino contenido en el Cáliz y lo dio a sus discípulos diciendo: Tomad y comed todos, porque éste es el Cáliz de mi sangre, derramada por vosotros y por muchos en remisión de los pecados».
Luego, es la tradición la que nos viene a decir que sería temerario sospechar siquiera se hubiera venido a perder tan preciada reliquia, pues que ello acusaría descuido inexplicable en el Padre de Familias, al cual pertenecía y en cuya morada se celebró la Ultima Cena, así como en los Apóstoles, cuando conservaron otras de su Maestro no tan importantes.
Siuri, Obispo de Córdoba, y Sales, entre otros historiadores, opinan que el Santo Cáliz fue llevado a Roma por San Pedro, a la muerte de la Santísima Virgen. Pasando de mano en mano seguirán celebrando con él los papas sucesores de Pedro hasta llegar a Sixto II que en vísperas de su martirio y para evitar fuera profanado o destruido durante la persecución de Valeriano, delega su custodia en su fiel diácono Lorenzo, quien dos días antes de su propio martirio, en el año 258, lo envía a su patria Huesca, donde será venerado hasta 713, en que Obispo y cristiandad de esta diócesis, huyendo de la invasión sarracena, irán a refugiarse en el monasterio de San Juan de la Peña, llevando consigo la preciada Reliquia.
Más tarde, durante la Edad Media, la leyenda tejerá en torno a él una florida guirnalda de bellísimos relatos y fantásticas aventuras de héroes y adalides del Santo Grial que inundarán la cristiandad con el ejemplo de sus virtudes y el atractivo caballeresco de su valor sin par. Pero al margen de la leyenda, abierta a todos los horizontes de la Europa caballeresca, sobrevivirá la tradición, inseparablemente unida a la propia Reliquia celosamente custodiada en su monacal refugio pirenaico, que pasará de boca en boca y de generación en generación, gracias a sus custodios, los monjes del recóndito cenobio, quienes ellos mismos, en los albores del siglo XII, vendrán a dar razón cumplida y por escrito del preciado depósito.
Ya desde este momento contemplamos cómo tradición y leyenda dejan paso a la historia. En 1339, el rey Martín el Humano consigue, a petición propia, le sea entregado por los monjes de San Juan de la Peña el Sagrado Vaso, el cual pasa a ser venerado en la capilla del Real Palacio de la Aljafería en Zaragoza, en la que permanece hasta que en la primera mitad del siglo XV, Alfonso el Magnánimo, rey de Aragón y Valencia, lo traslada con otras reliquias a la capilla de su Palacio del Real en Valencia, en la que permanece hasta el 18 de marzo de 1437 en que es entregado a la Catedral de Valencia, según auto del Notal de Jaime de Monforte, existente en el Archivo Catedralicio.
Con la invasión francesa y la lucha napoleónica sufre un difícil peregrinaje durante el cual, Alicante en 1809, Ibiza en 1810 y Palma de Mallorca desde 1810 y hasta 1813 en que regresa a Valencia, vienen a convertirse en refugio transitorio de la excelsa Reliquia.
En 1936, salvado del incendio y saqueo de la Catedral y tras permanecer escondido en varios domicilios de la capital, es llevado a la población valenciana de Carlet, donde permanecerá oculto hasta 1939, en que terminada la contienda civil, es reintegrado al celo y custodia del Cabildo de la Catedral de Valencia.
Una nueva salida, esta vez triunfal, por tierras de Aragón, tiene lugar en 1959 con motivo de la celebración de las fiestas conmemorativas del XVII centenario de la llegada a España de la Sagrada Reliquia, en la que en ruta peregrina, colmada de fervor y entusiasmo, torna a visitar los mismos lugares que en el pasado recorriera en su trayectoria histórica, y cuya etapa culminante queda rubricada con la jornada transcurrida en San Juan de la Peña, el lunes, 29 de junio, en que el Santo Grial volvería a reposar y recibir los más emocionados sentimientos de veneración y homenaje por parte de las más altas autoridades civiles y eclesiásticas, así como de peregrinos y fieles llegados de todas partes para postrarse ante el Santo Cáliz en su viejo y evocador refugio.
Finalmente, surge el hecho de singular importancia en la historia del Santo Cáliz, como fue el que tiene lugar en 1982 con motivo de la visita a España y a Valencia de Su Santidad el Papa, en que tras 1724 años transcurridos desde que Sixto II utilizara la Sagrada Copa en la consagración, de nuevo otro Pontífice, Juan Pablo II, vuelve a celebrar la solemne Eucaristía de la ordenación sacerdotal en el mismo Vaso en el que el Señor convirtiera el vino en su Sangre preciosa.
Y la historia del Santo Cáliz continúa. Pero es ahora una historia que nos habla de Fe y de Amor; una historia que, día a día, va quedando escrita con las líneas severas de una liturgia y de un culto perpetuado a través de los siglos y hoy continuado por las nuevas mesnadas de las damas y caballeros de su Cofradía, que rinden su vela con las armas de la oración y el escudo de su fidelidad, veinte siglos después de que el divino Maestro nos dejara como legado de su amor, el Gran Testigo: EL CALIZ DE SU SANGRE.

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