sábado, 4 de octubre de 2014

Otro cáliz...





 LEÓN NOTICIAS

MIGUEL ÁNGEL NEPOMUCENO


2 de Octubre de 2014
Un Grial entre fariseos, mercaderes y fabuladores

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Ese afán por detentar, poseer y proclamar sin base científica alguna, a los cuatro vientos, que el santo cáliz estaba en León desde hacía 1000 años y que el de Valencia era otro cáliz, tal vez el de San Pedro, ha tenido su rápida refutación nada menos que por la voz del Santo Padre que acaba de un plumazo y de una vez por todas con lo que son las verdades sin contrastar, sin base científica alguna, sin un congreso de especialistas que lo avalara y sin más pruebas que dos trozos de pergamino hallado por el doctor Gustavo Turienzo Veiga en la Universidad de Al Azhar, de los cuales hizo una traducción apresurada y advirtió a los que se lanzaron a difundir el hallazgo que había que tener sumo cuidado con los textos y su datación ya que la versión española y los hechos requerían un estudio pormenorizado.
Monseñor Osoro en la homilía de la misa del pasado domingo señaló textualmente que "ha sido aprobada la misa votiva del Santo Cáliz, y la Santa Sede otorga cada cinco años uno jubilar con indulgencia plenaria de los pecados. Aunque no tengo aquí la carta del cardenal Piacenza, puedo decir que con esta celebración del misterio de la eucaristía representado por este vaso que tocó el Señor podemos celebrar cada cinco años el año eucarístico del Santo Cáliz".
¿Hace faltan más palabras para el que quiera entender? Naturalmente que ni la Iglesia ni menos el Vaticano se decantan jamás por la autenticidad de las reliquias, pero si se concede a una catedral un año jubilar, se le otorga indulgencia plenaria y se dice textualmente que es "el año Jubilar del Santo Cáliz", ¿se necesitan más avales para refrendar las preferencias de la Santa Sede y por tanto del pontífice para decantarse por el cáliz de Valencia?
La tradición de siete siglos así lo testifica, cosa que no sucede, como ya señalamos, con el de León, basado únicamente en dos trozos de pergamino sin demasiada consistencia. El resto, como que estaba en la iglesia del Santo Sepulcro y la literatura que lo adorna, no es cierto, según Turienzo, ya que, como señala el destacado arabista, el cáliz estaba en una iglesia extramuros, no en la del Santo Sepulcro.
Sin embargo, tanto los medios de difusión como los propios autores, con la complicidad basada en el silencio de cierto sector de la Iglesia, comenzaron una ronda apresurada de conferencias, de ediciones del libro, hasta 5, parece ser, incluido el proyecto de una novela y la canalización de la noticia en programas esotéricos televisivos, que puso en alerta a medio mundo ante un hallazgo que poco o nada tenía que ver con el rigor científico y sí y mucho con la mercadería.
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Mientras el cáliz de doña Urraca se sustenta en dos trozos de pergamino sin procedencia ni destino, el de Valencia tiene detrás una tradición de 7 siglos refrendada por documentos, pinturas, estudios, congresos, y la bendición de tres Papas, lo cual deja al de León en un lugar poco menos que irrisorio.
Según el descubridor de estos pergaminos, el doctor Turienzo, "nada certifica que sea el cáliz de la última cena, incluso pudo venir de otro lugar y por otros medios que ahora estudio, pero jamás se debió lanzar la noticia sin contrastar con expertos en un congreso, como ya dije en su momento".
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Los divulgadores de noticias sin contrastar con la realidad deben plegar velas, entonar el "mea culpa" y tragarse sus conjeturas.

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1 de Octubre de 2014
La picaresca de las vanidades

Gustavo Turienzo, descubridor de los documentos egipcios sobre el cáliz de Doña Urraca y doctor en filología árabe, valora la situación creada ante la noticia publicada sobre la propuesta de que el cáliz de Valencia tenga un año jubilar cada cinco y la concesión de indulgencia plenaria dada por su Santidad a través del cardenal Piacenza en carta enviada a monseñor Carlos Osoro, obispo de Valencia hasta ayer.
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Gustavo Turienzo Veiga, descubridor de los dos pergaminos egipcios sobre el cáliz de Doña Urraca, habla en exclusiva para Leonoticias de este hecho:
- Como habrá visto en los medios, acaba de saltar la noticia de que la Santa Sede da como verdadero el cáliz de Valencia en lugar del de Doña Urraca de San Isidoro. ¿qué puede añadir a eso?
- Espero que esa decisión -dicho sea de paso, personalmente la considero atinada y muy oportuna- contribuya a cerrar de una vez por todas el Patio de Monipodio que se ha organizado a costa de este hallazgo.
- En una entrevista que Leonoticias le hizo el pasado 26 de abril a raíz de la publicación del libro de los doctores Margarita Torres y José Miguel Ortega sobre el cáliz de doña Urraca, usted ya apuntó que había que andar con mucha cautela en las afirmaciones que se hacían sobre la autenticidad del cáliz; sin embargo, las prisas, y el afán de dar la noticia, precipitó la forma de llevar a cabo la comunicación de un hallazgo como el suyo, que requería, como usted apuntó en su día, un congreso y un estudio científico con especialistas del tema. ¿Cree que fue un error ese modo de proceder cuando todo estaba estudiándose? ¿Se vendió la piel del oso antes de cazarlo?
- Por supuesto. Digámoslo así, fue un error. Desde un principio faltó ponderación en este asunto.
- Sobre el cáliz de Valencia, ¿existe algún documento o razón que le otorgue más validez que al de León?
- No voy a valorar esa cuestión, fundamentalmente por dos razones: la primera, porque no soy especialista en esos temas, la segunda, porque no voy a alimentar una querella pueril, estéril y perniciosa entre católicos y entre españoles.
- Después de este desmentido al cáliz leonés, ¿que ocurrirá ahora con tanta mercadería que se estableció a su alrededor?
- Deseo sinceramente que las aguas vuelvan a su cauce y se clausure esta "feria de las vanidades".
- ¿Piensa que en todo este asunto hubo una falta de rigor científico, cuando debería primar éste sobre el comercial?
- Sí, claro que ha habido un déficit palmario de rigor científico. Y por supuesto que han primado intereses extra-científicos, por la causa que sea. Eso resulta obvio para cualquiera que hojee los periódicos de estos meses.
- ¿Ha habido datación carbónica de estos pergaminos en algún momento?
- En absoluto. Como ya apunté en su día a los autores del libro "Los reyes del Grial", una fecha aproximada podría ser principios del siglo XIV, pero era necesaria una datación científica. Y ésa no se ha hecho.
- El asunto del cáliz ¿ha tenido una repercusión impactante en los medios extranjeros? ¿han creído la noticia tal y como la dio la prensa local?
- Por lo que yo sé, en los medios académicos el impacto ha sido muy limitado, cuando no se ha contemplado con enorme escepticismo y se ha mantenido un prudente silencio. En cuanto a los diarios y el resto de los medios de comunicación extranjeros, la repercusión real puede ser valorada por cualquiera que se tome el esfuerzo de consultarlos...
- ¿Ha tenido peticiones para hablar en foros extranjeros de renombre de un hallazgo que ha sido suyo pero del que le han mantenido casi a la sombra?
- He recibido varias ofertas académicas del extranjero en ese sentido, pero hasta que no termine la primera etapa de esta investigación no expondré mis conclusiones sobre el asunto.
Hasta que se inició esta feria hace varios meses, pensaba que la picaresca generada por las reliquias era propia de la Edad Media... Sólo nos faltaba esto, en nuestra sufrida España. "Quousque tandem abutere, Catilina, patientia nostra?"

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26 de Marzo de 2014
El Grial de San Isidoro, entre la leyenda y la documentación

La famosa frase de Herodoto de: “Estoy obligado a documentarme pero no a creer todo lo que me dicen”...
...puede servirnos para hacer una breve reflexión sobre un asunto tan candente y de cierta repercusión mediática como fue la noticia aparecida recientemente en varios medios escritos de la capital de que nada menos que el Santo Grial estaba en León y en concreto en la Basílica de San Isidoro desde el siglo XI, según un fortuito hallazgo, de la doctora Margarita Torres Sevilla, profesora de Historia Medieval de la Universidad de León, y del doctor en Historia del Arte de la Universidad de Valladolid, José Miguel Ortega del Río, de unos pergaminos custodiados en la Universidad Al-Azhar de El Cairo.
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“Los Reyes del Grial”, título del estudio que ha visto la luz gracias al patrocinio de MonteLeón, tuvo su acto de presentación en la mañana de este miércoles en el edificio de Botines con la asistencia de los autores, medios de comunicación y del secretario de la fundación patrocinadora, José Manuel Fernández Corral.
Lo primero que llama la atención en toda esta trama es el propio título del libro, que no hace alusión a la importancia del hallazgo, y se limita a hablar de “reyes”, lo que con el transcurso del tiempo podría dar lugar a confusión o a ser tomado por un libro de historia más relacionado con la colegiata de San Isidoro y los reyes allí enterrados, o lo que queda de ellos, que con el hecho en sí. Pienso, con el debido respeto, que un título más directo y explícito pondría al posible lector sobre la pista de un hallazgo cuya transcendencia es “manifiesta” según palabras de sus autores. ¿O es que acaso no se atrevieron a dar en el frontis de la obra la verdadera noticia de que el Santo Grial estaba en León, por temor a ser demasiado categóricos?
Que la verdad no te prive de un buen titular.
Lo cierto es que esa tarea, hábilmente, se la dejaron a los medios, que, ávidos de noticias, se apresuraron a lanzarla como axioma de fe a los cuatro vientos, mientras las agencias trascribían sin contrastarlo elucubraciones sensacionalistas, copiándose los unos a los otros.
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Sin quitar ni un ápice de importancia al hallazgo, la metodología y la historia dejan muchos cabos sueltos que necesitan de estudios más detallados y pruebas más concluyentes para afirmar con la rotundidad que se ha venido haciendo tanto por la prensa como por los propios autores que el cáliz de Doña Urraca es el Santo Grial.
Otro hecho significativo sobre la duda de la existencia en León de la reliquia es que en veinte siglos nadie habló, escribió o insinuó que el cáliz isidoriano pudiera ser el Grial, ni Gómez Moreno en su estudio sobre San Isidoro, ni otros medievalistas más actuales, aunque los propios autores citan al emérito abad de la basílica Antonio Viñayo, fallecido este pasado año, cuando dice en su libro “La Historia de la Basílica de San Isidoro”, 1979: “¿Acaso, como el Santo Grial, con el que mantiene afinidades de antigüedad y factura en la materialidad pétrea de la copa, era una reliquia venerable que era forzoso conservar y enriquecer? Un hallazgo inesperado o una circunstancia favorable pudieran entregarnos la clave de esta enigmática joya. En todo caso bien merece que alguien la cante con la solemne entonación de Parsifal”.
“Qué más quisiéramos...”
En entrevista mantenida por quien esto escribe hace unos diez años con D. Antonio, éste fue categórico cuando nos dijo: “Qué más quisiéramos nosotros que el cáliz de Doña Urraca fuera el Santo Grial, de un plumazo el Camino de Santiago se hubiera llamado Camino de León”.
Como fuente de ingresos y reclamo para turistas no deja de ser muy atractiva tanto ésta como cualquier otra reliquia, pero durante siglos el silencio fue la tónica general, incluso cuando llegaron a expoliar San Isidoro de todo lo que podía interesar, como fue el caso del Beato de Fernando I y Sancha, precisamente los “reyes del Grial”, nadie movió un dedo y se lo llevaron a la Biblioteca Nacional de Madrid, donde permanece destrozado por la humedad tras prestarlo a una exposición en Roma. La explicación de los autores a este silencio es que “el temor al robo o al traslado les hacía mantener el mutismo”.
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La única realidad que hasta el momento se puede contrastar son los documentos que el arabista Gustavo Turienzo Veiga, corresponsal en El Cairo de los dos investigadores y autores del libro “Los reyes del Grial”, ha traducido, los pergaminos encontrados en la biblioteca Al-Azhar que dejan constancia del hecho de que el cáliz, si es que alguna vez hubo tal reliquia y no una patena como apuntan algunos historiadores, fue el regalo del visir Sadaqa ibn Yusuf al rey Fernando I como agradecimiento por ayudarle a superar la tremenda hambruna.


Catedral de Jaca
Foto: Arquivoltas

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