En el año 1698
el escritor benedictino y canónigo Juan Antonio Ramírez aseguraba que
existió un documento del 14 de diciembre de 1134 en el monasterio de San Juan
de la Peña en el que se nombraba el Santo Cáliz:
«En un arca de
marfil está el Cáliz en que Cristo nuestro Señor consagró su sangre, el cual
envió San Lorenzo a su patria Huesca»
(en Manuel
Sánchez Navarrete, El Santo Cáliz de la
Cena, 1994).
Este documento
no se ha encontrado.
No obstante, en
el Liber Privilegiorum del monasterio
de San Juan de la Peña, el inventario copiado en el siglo XVI, que se conserva
en la Facultad de Derecho de la Universidad de Zaragoza, aparece un documento
de noviembre de 1135 de Jaca en el que Ramiro II concede a San Juan de la Peña
y Santa María de Iguácel, como compensación por el cáliz de piedra
preciosa, los terrenos de Villanovilla, Bescós y los lugares de Garcipollera.
La gestión pudo
estar relacionada con el deseo del rey Ramiro II de fomentar el camino de
Santiago aragonés y de consolidar el cristianismo y la resistencia frente a
los musulmanes.
Este documento
ya fue mencionado por Briz Martínez, que afirmaba que el cáliz entregado al
monarca por los monjes era el de la Última Cena, y que más tarde Ramiro II lo
devolvió.
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