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Copia del Santo Cáliz de Valencia, en San Juan de la Peña |
EL SANTO GRIAL EN ARAGÓN. VIII
Dámaso Sangorrín
Diest
(Deán de la
Catedral de Jaca)
Publicado por
primera vez en la Revista Aragón,
año V - nº 41,
Zaragoza, febrero de 1929
Autores de las
Leyendas (primera parte)
Roberto y Helis
de Borón y Rustiniano de Pisa.
Estos tres nombres,
que son inseparables para nuestro asunto, forman otro eslabón en la cadena de
autores de leyendas del Santo Grial.
Hemos visto que
va con bastante probabilidad la serie desde Jofre (o Godofredo) de Monmouth
hasta Gualter Mapp; después seguirá con toda certeza por Cristián de Troyes
hasta Wágner. Pero en la relación que pudo haber entre Cristian y estos Borón
hay unas dudas formidables, que no acaban de resolverlas los escritores que de
ellos han tratado; cumpliéndose aquí, como en otros muchos casos de este
género, la opinión del ilustre crítico Gayangos, que decía: "De libros de
la Edad Media si es difícil decir a punto fijo cuáles sean sus autores, lo es
mucho más el precisar las fuentes en que bebieron".
Mientras algunos
escritores afirman que Roberto y Helis (o Elias) de Borón eran ingleses, otros
los tienen por franceses: alguien dice que fueron anteriores al de Troyes y que
de ellos tomó éste el asunto para sus rimas; otros los hacen coetáneos de
Cristián y aun posteriores a él. Pero, compulsadas las diversas críticas parece
probabilísimo que estos Borón eran ingleses y que escribieron antes que
Cristián.
Roberto y Helis
de Borón (llamados también Borrón, Bouron y Bosrón por sus compatriotas
ingleses) eran hermanos o parientes muy próximos. Continuaron traduciendo de
latín a francés los romances de la Tabla Redonda después de Walter Mapp, y
prosiguieron por su cuenta los de José de Arimatea, del Santo Graal y de
Merlín. Helis, él solo, publicó el romance de Palamedes y se asoció a Roberto y
a Rustiniano de Pisa para las otras obras que salieron con el nombre de éste,
el cual, al parecer, era italiano, y no tuvo parte en los romances del Santo
Grial y de Perceval. Los tres vivieron durante el reinado de Enrique II de
Inglaterra (1154 a 89) o, a lo más, en el de su hijo Ricardo Corazón de León
(1189 a 99), pero no llegaron a los tiempos de Enrique III (1216 a 72). La
Nouvelle Biographie universélle de Didot Fréres y Hoefer dice de estos hermanos
Borón: "Escritores ingleses del XII siglo: sus trabajos les dieron gran
importancia en la historia literaria de su época. Fueron encargados por Enrique
II de metre en prose les romans de la Table Ronde, ou a continuer la traduction
de ces divers romans que se publicaron con los títulos de Joseph d'Arimathie et
du Saint Graal. De su sociedad con el de Pisa resultó como fruto principal la
obra Les Faits et Promesses de Lancelot du Lac en lengua francesa, puesta algún
tiempo después en verso por Cristián de Troyes y otros poetas contemporáneos.
Vueltos otra vez a prosa en el siglo XIV, y sujetos en tiempos sucesivos a
varios retoques, añadidos y enmiendas, el romance del Santo Graal, el de
Lanzarote y el de Merlín conservan siempre el nombre de Roberto de Borón,
aunque apenas haya de ellos una palabra de las de su tiempo.".
A pesar de estos
datos, que parecen irrefutables, véase lo que dice Chevalier en su Répertoire
antes citado: "ROBERTO DE RORON: poeta francés del siglo XIII, autor de
los romances de la Tabla Redonda, de Merlín, del Santo Graal, etc." Y para
autorizar su opinión cita la Histoire Litteraire, la cual afirma, no obstante
que Roberto murió de 1191 a 95, y la obra Notices et extraits des Manuscrits de
la Bibliothéque Nationale, París, 1891, que vamos a ver lo que dice a este
respecto: Manuscrito nº 3643 de la Colección Philipps a Chetenham; 2 vol. en
vitela; el I.º de 191 folios y el 2.º sin foliar: escritura francesa de fin del
siglo XIII: la primera parte está en verso y llega hasta el fol.116. Al fin del
tomo 2.º hay un índice en letra gruesa gótica del siglo XIV que dice así: La
vie des Péres-Theophilus-La Passion Jhesu Christ-La vie sante
Katherina-Josephd'Arimathie-Le Saint Graal-Merlín. Parece que este manuscrito
estuvo antiguamente en poder de algún meridional, porque se lee en el margen
inferior del fol. 93 estas palabras de letra cursiva del XIV: Aisi comensa
Theophilus: y en el último fol. del libro 2.º estas otras de letra más antigua:
Eu nom dal Paire, dal Filh, dal Sanhnt Esperit. Amen.- Explicando los autores
de la Colección este manuscrito, al llegar al Santo Graal dicen: ROBERT DE
BORRON. Le Saint Graal. Este romance, del cual hay infinidad de manuscritos,
comoenza así en el fol. 117, en prosa: "Quien tiene la satisfacción y el
honor de poner en escrito tan alta historia como es la del Graal por mandato
del alto maestro, envía primeramente salud a todos aquellos y a todas aquellas
que creen en la gloriosa Trinidad." - Todo el tomo 2º está dedicado a
Merlín y principia con estas palabras: "Si comense Merlin Roberts de
Borron en tal maniere ..." Como se ve, aquí no hay nada que pruebe ni
remotamente que Roberto de Borón fuera francés ni que escribiera en el siglo
XIII, a pesar de la afirmación de Ulysse Chevalier..
Otro crítico
español, maestro de maestros -con cuyo nombre insigne no puedo honrar ahora
estas líneas, porque me parecería un delito el nombrarlo y no seguir su
opinión- participa de la de Mr. Chevalier en cuanto a la patria y siglo de
Roberto de Borón, y dice esto: "El desarrollo completo de la leyenda del
Santo Grial se encuentra en una especie de trilogía compuesta por Roberto de
Borón, poeta del siglom XIII, nacido en el Franco-Condado. En la primera parte,
José de Arimatea, narra el origen, consagración y prodigiosas virtudes de la
santa Reliquia: en la segunda, Merlín, convierte en verídico profeta a este
hijo del diablo y le hace anunciar las maravillas futuras: en la tercera parte
refiere cómo Perceval hizo la demanda y conquista del Vaso sagrado, y como éste
fué transportado al cielo después de su muerte".
Buenas y
respetables son estas opiniones; pero, puesto que consta que Borón escribio por
orden de Enrique II de Inglaterra (1154-89), que murió este escritor no más
tarde de 1195, y que de él tomó Cristián algunos asuntos para sus versos, hemos
de creer forzosamente a la Histoire Litteraire que lo tiene por inglés y del
siglo XII. Esta misma obra, monumental por su extensión y por su autoridad,
tratando de las más antiguas ediciones de estos romances, dice: "Primeros:
Romances del Gréaal, de José de Arimatea y de Merlín, traducidos la premiére
fois par Robert et Hélis de Boron: La historia del Santo Graal, que es el
primer libro de la Tabla Redonda: juntamente con la conquista de dicho Santo
Gréaal hecha por Lancelot, Galaad y Perceval, que es el último libro de la
Tabla Redonda. -París, 1516, por Johan Petit; I tomo en fol.- Segundo: Romance
de Lancelot, traduit pour la premiere fois par Gautier Map: La tercera parte de
Lancelot del Lago con la conquista del Santo Graal y la última parte de la
Tabla Redonda. -París, 1488, por Johan Dupré: en folio. Menciona otras
ediciones de los mismos romances, aunque con otros títulos más ampulosos, en
1494, 1513, 1533 y 1591.
* * *
Antes de entrar
en el último grupo de autores de leyendas del Santo Grial, creo que será
conveniente distraer un poco la atención del benévolo lector, cansada quizá del
fárrago de datos y fechas de estas bio-bibliografías, que no es materia que se
recomiende por su amenidad, y aprovechar este breve descanso para dos objetos:
para fijar las conclusiones que de lo expuesto se deducen, y para destruir el
error que hicieron legendario esos escritores sobre S. José de Arimatea.
Desde Nennio (si
es que existio) o desde el obispo de San Asaph (que quizá lo inventase) hasta
los hermanos Borón, estos autores primitivos de las leyendas que más o menos se
refieren al Santo Grial eran ingleses, exceptuando a María de Francia, que, no
obstante, escribió en Inglaterra y de asuntos ingleses, y a Rambaldo de Orange,
que más que autor fué un propagandista de los romances ingleses de la Tabla
Redonda.
Ninguno de ellos
parece que escribió antes del año 30 del duodécimo siglo, y el último no pasó
del año 95.
Todos dicen que
"tradujeron" de latín a frances sus leyendas, no a su lengua propia
de Inglaterra, fuese céltica, gaélica o bretona; pero nadie dice con claridad
dónde estaban los originales latinos, como no sea Jofre de Monmouth, que dice
que tomó algo del dudoso Nennio, y Walter Mapp, que, aunque no lo diga, parece
que se aprovechó del libro de Lucas de Gast que estaba en la abadía de Salisbury,
pero ya traducido al francés.
Fué decisiva en
muchos casos para la confección de estas leyendas la autoridad y protección de
Enrique II de Inglaterra, de Normandía y de Aquitania.
Ya que eran
ingleses y escribían en Inglaterra, al "traducir" -como ellos dicen-
los asuntos de sus libros de latín a francés, es evidente que no los publicaban
para sus compatriotas, que no sabían francés ni latín, sino para los franceses.
¿Para cuáles
franceses mejor que para los normandos y los aquitanos, súbditos como ellos de
Enrique II, por cuyo "amor" o encargo, según algunos confiesan,
hicieron estas traducciones?
En Aquitania
especialmente tenían grandes motivos para conocer la existencia, tradición e
historia del Santo Cáliz que en Aragón se guardaba, por las relaciones
político-dinásticas entre nuestros reyes y sus duques, que quedan apuntadas; y
a Aquitania, a la casa de su sobrina la reina Leonor, primero mujer de Luis VII
de Francia y entonces de Enrique II de Inglaterra, se retiró la semi-viuda
reina de Aragón doña Inés, cuando su esposo el rey-monje se volvió al claustro
a terminar sus días.
Parece indudable
que esos escritores ingleses tuvieron noticia de que la preciosa copa de José
de Arimatea, el Santo Cáliz de Jesús, había venido a parar a España; y considerando
que este hecho y este sagrado Vaso, único en el mundo, podían ser un objeto a
propósito para forjar con ellos muy interesantes leyendas a la moda de
entonces, tan interesantes y explotables como los asuntos que traían los
Cruzados, o como los que les ofrecían los Lays de Bretaña, idearon trasladar a
su país las escenas del Santo Graal -guiados de un bastante excusable
patriotismo- inventando para ello la fábula de que José de Arimatea lo había
llevado a Inglaterra.
Así se explica
que no dedicaran los cuentos del Graal y de José de Arimatea a los ingleses,
que no los habrían de creer por absurdos y nunca oídos, aunque halagasen su
amor patrio, sino a los franceses aquitanos y a las demás regiones de lenguas
francesas romances que podían tener alguna noticia de la Copa sagrada de la
Redención: que esta noticia era lo esencial para el buen éxito de las leyendas,
estuviera en el Pais de Gales o en Aragón el objeto principal de ellas.
Verificándose en esta ocasión, como en muchas otras, el dicho popular de que
"la mentira siempre es hija de algo"; más culturalmente expresado en
aquella frase del conde de Fabraquer: Toda novela tiene algo de historia y toda
historia tiene algo de novela.
Puesto que nadie
en Inglaterra podría dar razón jamás de haber estado allá el Graal sagrado, y
era muy probable que muchos franceses supieran algo de su presencia en Aragón
(tales como los de Bearne y Bigorra, Foix, Coserans y Auch, los de Tolosa y
Provenza, los de Reims y Roucy, los de Limoges y Thomiéres, los de Tours, Cluny,
Laón y Narbona, además de los de Aquitania, Poitiers y Normandía, por los
parentescos de sus dinastias con nuestros reyes y por las mutuas relaciones de
los guerreros, artistas, obispos, monjes y peregrinos de ambos lados del
Pirineo), apelaron esos escritores al recurso de hacerlo desaparecer del mundo
con su héroe Perceval, con lo cual quedaba abierto el camino para que el vulgo
ingenuo siguiese creyendo en su existencia primitiva en los dominios del
fabuloso rey Artús, sin excluir la posibilidad de una prodigiosa reaparición
del santo Vaso en un monasterio aragonés.
No tuvieron
necesidad de forzar mucho la máquina de su inventiva para encontrar este
recurso de la desaparición del Graal, perdido una vez (según sus escritos) en
los sucesores de José de Arimatea, y otra vez y definitivamente con el héroe
que, entre todos los caballeros que lo buscaron, él sólo tuvo la fortuna de
hallarlo y poseerlo; pues la realidad de los sucesos -no ignorados seguramente
por algunos de esos escritores- les brindaba excelente ocasión para esas
misteriosas ocultaciones: Se perdió el sagrado Vaso para Huesca cuando los
cristianos lo salvaron huyendo a las montañas en la invasión sarracena: Se
perdió para Siresa y para los que pasaban por aquella vía internacional, cuando
un siglo después le destinaron los obispos más secreto asilo en el rinconcito
pirenaico de Sasabe: Se perdió para Jaca y para su Templo, el más suntuoso que
había tenido desde que salió del Cenaculo de Jerusalén, para ir a parar a la
Cueva Pinatense: Y, según veremos en lugar oportuno, quizá se perdió también de
San Juan de la Peña -aunque sólo momentáneamente- por aquellos años antes que
esos escritores dieran a luz sus leyendas.
Por último:
siendo conocidas en varios países europeos la existencia del sagrado Cáliz de
Aragón y la tradición aragonesa de muchos siglos que lo reputaban como el mismo
de la Cena de Jesús, llevadas estas noticias al otro lado de nuestras fronteras
por aquellos dos caminos, el popular y el erudito que quedan explicados,
tenemos derecho a creer lógicamente que a este objeto sagrado y no a otro igual
-que ni existía ni podía existir en el mundo- se referían las leyendas del
Santo Graal, que, aunque mezcladas con errores, con invenciones inverosímiles y
con episodios poco congruentes, coincidían todas en presentarlo como un Vaso
materialmente precioso y rico, y espiritualmente lleno de misterios y de
virtudes prodigiosas por haber sido el recipiente primero de la Sangre divina,
precio y testimonio de la Redención.
(CONTINUARÁ)
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